jueves, 4 de octubre de 2012
El Regreso del Pródigo
La infección en su ojo comenzaba a supurar, su piel estaba roja, escamosa e insoportablemente irritada; mechones enteros se le caían por montones descubriendo las ulcerosas heridas sangrantes sobre su piel; sus vértebras y costillas se le marcaban macabramente como si se tratara de un esqueleto cubierto por un globo sin aire; la desnutrición y mala salud ya habían cobrado notablemente su parte; pero, a pesar de eso, a pesar de toda su aparente desdicha, se le notaba la mirada cansada de tanto sufrimiento pero también feliz.
Se levantó con esfuerzo de su sitio, arrastraba las patas y meneaba enérgico la cola, se echó contento junto a su amo, y éste al sentir su peste, lo aparto bruscamente de su lado acertándole una fuerte patada en la cabeza, Lucky se alejó chillando con la cola entre las patas, el golpe le había destripado el ojo que se hallaba infestado, el dolor se volvía agudo y punzante, la sangre comenzó a brotar, la suerte de Lucky estaba echada.
Lucky, ese nombre se había convertido en el último vestigio del cariño que alguna vez se le brindo, parecía casi un sarcasmo a aquel animal; ahora, el miserable ser comenzó a caminar, sus pasos eran pesados y se arrastraban uno tras otro para alejarse de aquel lugar que antaño le brindo un hogar; tres horas más tarde, bajo la sombra de un viejo roble, exhausto se detuvo, alzó su mirada al cielo y se desplomó al pie del árbol, parecía haber escogido aquel lugar para descansar… para morir… lejos, y no molestar así a su querido dueño.
La hemorragia en el ojo se había extendido al lóbulo temporal en el cerebro, poco a poco su decadente cuerpo comenzaba a fallar, agonizó convulsionando por un largo rato hasta que el dolor lo venció, el pobre Lucky murió miserablemente solo una ventosa tarde de octubre, la imagen de su dueño nunca se separó de su mente a diferencia de como lo hizo de su lado…
Poco a poco la muerte hacia su trabajo, las patas se le entumecieron, el rigor mortis comenzaba a hacer su efecto, su estómago lentamente se hinchaba hasta que el cadáver alcanzo el triple de su tamaño normal, su panza ya acostumbrada a la desnutrición no soporto la tensión en la piel y se reventó, las vísceras y gases acumulados comenzaron a salir; las moscas se disputaban por un lugar en donde depositar sus larvas, los escarabajos se deleitaban con aquel manjar, una gran variedad de insectos entraban y salían por los orificios del cadáver, las ratas se peleaban por devorar primero las partes blandas como lo ojos y la lengua; la piel se contraía lentamente exponiendo los dientes y uñas, figuraba así un macabro gesto como si Lucky aun luchara furioso contra la muerte. Las larvas de moscas comenzaron a emerger por montones, se movían bajo su piel hasta agujerearla y salir hasta convertir aquel perro en una masa gelatinosa y maloliente que hervía en gusanos.
Al cabo de tres días los insectos habían terminado su labor en tiempo record, de aquel desafortunado can, solo quedaban los huesos roídos por las ratas y adornados por uno que otro trozo de pellejo que colgaba podrido. Los restos del cadáver yacían bajo el roble tostándose al sol, pero esa tarde, cuando los insectos ya le habían abandonado, en el centro de aquellas osamentas, donde solía estar su corazón, parecía que aún quedaba algo de tejido, un saco de piel comenzó a emerger de entre aquellos hediondos restos, parecía ser un capullo, se asemejaba a un huevo o larva de mosca gigante. Comenzó a contraerse, se contorsionaba buscando una salida a aquella prisión de huesos que le contenía, se arrastraba y convulsionaba hasta que encontró un rayo de sol, el enorme gusano se quedó quieto, parecía tomar energía de los rayos solares; luego, poco a poco, comenzó a abrirse, una pequeña ranura apareció y desde el interior de esta emergió una nariz negra, el engendro parecía aspirar el aire tomando aliento por primera vez, el resto del hocico no tardó en aparecer, le siguió una pata y luego otra, en menos de una hora el ser había salido del capullo, era un can, un nuevo perro había emergido de los restos del anterior.
La escena era surrealista, un nuevo Lucky cobraba vida a partir de los restos de sí mismo, el pequeño maltes negro lucia perfectamente sano, tal y como era antes; inmediatamente después de salir de su capullo, el pestilente cadáver a su diestra comenzó a convulsionar, parecía tener algo similar a los espasmos musculares, aunque careciera ya de los propios músculos; el cadáver lentamente regresaba a la vida, tambaleante se levantó y arrastrando las tiras de restos se acercó al can que recién acababa de emerger, con los restos que aún le quedaban de su lengua comenzó a lamerlo limpiándole de toda la viscosidad que le envolvía, así, el perro viejo preparaba al nuevo.
Apenas y sintió la última lamida, el nuevo Lucky se dispuso a correr sin parar recorriendo de regreso el camino a casa, esta vez le había tomado solamente diez minutos lo que antes le tomo tres horas, regresaba a su casa, con su dueño, para seguir así soportando los maltratos y descuidos a cambio de las pocas migajas de afecto condicionado que mendigaba de su amo.
Mientras tanto, el decadente cadáver andante, caminaba oscilante y casi a rastras en dirección contraria sin mirar atrás, como quien deja atrás un pasado apenas grato para enfrentarse resignado a un futuro mucho menos prometedor, alejándose más a cada paso para así no ser visto nunca más…
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