Esta leyenda de finales del siglo XVII, tuvo como escenario principal una rica casona de las calles del Espíritu
Santo, hoy Isabel la Católica. Ahí vivían las hermanas Juana y Simona
de Cedillo, nativas de Andalucía (España). Tan hermosas como
casquivanas, desbocadas y de conducta prostituida.
Estas perversas hermanas ya tenían muy mala fama, pues tenían un oscuro y horrible pasado: por sus pésimas costumbres que tenían unos
rufianes dieron muerte a su padre; y que al saberlas como son,
perversamente prostituidas, de dolor murió poco después su madre, no
obstante estando en agonía y delante del padre confesor lanzó sobre
ellas poderosa maldición.
Las
hermanas Cedillo, sabiéndose hermosas, seducían a cuanto caballero se
atravesara en su camino, haciéndoles un picaresco guiño. Los pobres
diablos, creyendo que iban a pasar un rato agradable en brazos de
aquellas “damas”, no encontraban otra cosa que la muerte. Nada importaba
a las dos hermanas que muchos hombres murieran por ellas; noche a noche
se divertían escandalosamente, despilfarrando la fortuna de su padre,
rico minero de Potosí. Fueron muy temidas y ruinosas sus orgías.
El
escándalo de sus “fiestas” era cada noche, durando hasta el amanecer.
Los vecinos ya estaban artos y todos los días pedían al Santísimo que se
llevara lejos de allí a aquellas mujeres.
Al
parecer las plegarias tuvieron sus frutos, pues de pronto un día la
casa amaneció sola y silenciosa; así pasaron las semanas y los meses,
sin vestigios de vida. ¿Qué había sucedido?
Cierta
noche los conocidos jóvenes calaveras Jerónimo García de Montealegre y
Alonso Ortiz de Murguía corrían otra de sus juergas y como es natural
también iban en busca de los placeres de la carne; echaron a andar por
aquella calleja donde caminaban, cantando incoherencias.
De
pronto los dos amigos quedaron estupefactos, al ver frente a ellos a
dos hermosísimas mujeres, eran nada menos que las dos diabólicas
hermanas Cedillo. Pasaron junto a los dos jóvenes haciendo el consabido guiño a los galanes. ¿Cuándo habían vuelto de su viaje?
De repente las hermanas caminaron rápidamente hasta su casona, y los jóvenes con dificultades les pudieron dar
alcance; llegaron hasta el zaguán iluminado de aquella casa del
Espíritu Santo. No se veían a las mujeres, pero escucharon ruido de
música y risas en el interior.
Alonso y Jerónimo entraron y
vieron una escena que no esperaban. Músicos, un juglar y las dos
mujeres en medio del zaguán vacío y espacioso; los jóvenes pensando que
estaban importunando pidieron disculpas; pero las damas los invitaron a
participar en la juerga.
Las
horas fueron pasando al compás de los cantos del juglar. Los dos
jóvenes hallaron lo que buscaban: besos, música y mujeres. Hasta que,
cuando las primeras luces de la aurora se adivinaron en la estancia, las
hermanas dieron por terminada la sesión de amor y locura.
Y cuenta
la leyenda y así se encuentra asentado en documentos de la Inquisición,
de pronto, por entre la camisa abierta de Alonso asomó un pesado
crucifijo de oro. Al verlo Simona, que era su pareja, se apartó de el
bruscamente. El joven creyó que la dama tenía temor de cometer pecado en
frente del crucifijo.
Las
mujeres insistieron a los caballeros para que se fueran y finalmente
éstos cumplieron su deseo. Pero los dos galanes quedaron impresionados
con la belleza y las caricias de las hermanas y después de dormir unas
horas regresaron a la casa, la cuál se encontraba cerrada y silenciosa.
En ese momento pasó un anciano al que decidieron interrogar y cual sería
su sorpresa cuando les dijo que esa casa se encontraba deshabitada
desde hace meses.
Los
jóvenes incrédulos se fueron a una taberna a matar el tiempo hasta que
callera la noche, cuando ésta fue lo suficientemente oscura regresaron a
la casona. En ese momento escucharon las voces de las hermanas tras de
ellos, volvieron sorprendidos de verlas y entraron juntos.
La
misma escena se repitió; pero llegó un momento en que las damas
hicieron beber vino a los jóvenes, hasta reventar. De pronto se les
nubló la vista y todo fue estallar de luces y sombras confusas.
A la mañana siguiente se encontraban tirados en la calle todos orinados y viendo a
los curiosos burlándose de ellos, molestos y avergonzados salieron
corriendo. Más tarde indignados, queriendo una explicación fueron a la
casa de las hermanas y comenzaron a golpear el zaguán furiosamente, pero
nadie les abrió y entonces decidieron entrar por la fuerza.
Dentro
de la casona se respiraba humedad y abandono, no podían creer lo que
veían sus ojos. Ansiosos por descifrar el misterio se dirigieron a las
respectivas recámaras de las hermanas.
Al
abrir la puerta, Alonso quedó paralizado de terror al ver sobre el
lecho polvoso y cubierto de bichos a Simona, pero descarnada y
horrorosa. Al mismo tiempo se escuchón un grito horrible en la recámara
contigua. Los jóvenes salieron corriendo
de la casa, decidiendo ir a dar parte a la justicia, pero no tuvieron
que molestarse en ir, porque alguien se ocupó de hacerlo la ver que
forzaban y el zaguán de la casa.
Los jóvenes les relataron su historia, pero nadie les dio crédito a sus palabras, pues estaban locos de de terror.
La justicia penetró en la casa y encontraron los dos esqueletos enjoyados de las hermanas malditas. En cuanto a Alfonso y Jerónimo
no se les pudo tomar declaración, puesto que puras incoherencias
dijeron. Se les envió a una prisión, donde terminaron muertos sin
recobrar jamás la razón.
A
pesar del paso del tiempo, ésta historia tomó cuerpo en nuestros días;
todo empieza cuando dos jóvenes recogieron a dos mujeres en una
carretera de Pachuca, y que luego con ellas tuvieron una aventura
romántica, pero cuando las buscaron de nuevo en su casa encontraron… ¡la
misma escena macabra que vieron los jóvenes de la época colonial!
Ésta historia también es conocida en otras partes del país, con algunas pequeñas variantes.
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