sábado, 24 de marzo de 2012

El tren de Madrid

Dice la leyenda que si te sitúas en cualquier estación de la línea 5 del suburbano madrileño y dejas pasar los trenes, el décimo en pasar es el denominado tren embrujado. Al acercarse a la estación, en lugar de escuchar el estruendo propio del tren se oyen lamentos. Las luces se apagan en la estación y surge espectralmente un tren siniestro cuyos viajeros son almas en pena que vagan en la eternidad. No hay conductor, sólo una bruja con una gran verruga en la nariz que te saluda desde su cabina. Si entras dentro de ese fantasmal tren, es posible que nunca más vuelvas a ver la luz.

Es una solemne tontería, nadie lo cree, por supuesto, pero me jugaría una cena a que ninguno de ustedes sería capaz de esperar en un anden a ese décimo tren.

Puede que los más incrédulos lo intentaran, pero al sexto tren seguramente se sentirían estúpidos y desistirían en probar algo que su racional mente tacha de imposible.

Por otro lado los más creyentes y a su vez asustadizos, puede que aguantaran hasta el noveno tren, pero al marchar éste, saldrían corriendo del pánico, sólo por pensar que les aguarda el mágico tren y que la leyenda puede ser realidad.

La persona que me contó esto hace tiempo que esperó al décimo tren y en efecto, la leyenda se hizo realidad. Todas las noches se aparece en mis sueños y me cuenta cómo se vive en el otro lado, en completa oscuridad.

El agujero interdimensional.

Seguramente habrán oído en varias estaciones de la red de metro el siguiente mensaje: “¡Atención! estación en curva. Al salir, tengan cuidado de no introducir el pie entre coche y anden”. Este mensaje parece una inocente advertencia pero hay mucho más.

Cuando construyeron los túneles tan profundos del metro descubrieron en algunas zonas la presencia de agujeros interdimensionales, es decir, pequeñas brechas en el espacio-tiempo que actúan como un pozo sin fondo hacia no se sabe bien donde. Esta aterradora verdad fue ocultada ya que si no, no se podría hacer el metro, porque estos agujeros son muy numerosos. Así que tengan cuidado, por que un simple descuido puede acarrear un grave accidente.

Se ha ocultado, pero muchas personas han desaparecido así, por tropezar y caer entre coche y anden, pero lo peor de esto no es la caída, sino la cotidianeidad de la caída. La gente en un primer momento sufre pánico, pero al ver que no hay fondo, la caída se hace interminable y se acostumbran a vivir en caída, a hacer sus quehaceres en caída, a encontrarse y entablar amistades con otros “caídos”. Condenados a caer, ya nunca podrían ser rescatados, ya que cualquier aterrizaje sería mortal para ellos.

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