Hace casi un siglo, el reverendo Edwin Abott escribió un libro llamado Flatland (País Llano). Flatland era un mundo
de dos dimensiones, una superficie llana donde vivían seres de diversas
formas geométricas sin abandonar nunca su mundo o imaginar siquiera que
pudiera existir algo distinto. La vida transcurría plácidamente hasta
que un día, un habitante común, un cuadrado, tuvo una experiencia
paranormal: una visita de un ser del Mas Allá. Lo que estaba viendo era
un ser tridimensional, una esfera, pero cuando el objeto penetro en
Flatland solo percibió su sección transversal, es decir, un circulo.
El
visitante abrió los ojos del cuadrado haciéndole ver la superficie
llana en que vivía y la posibilidad de la existencia de una tercera
dimensión. Cuando el cuadrado volvió a su casa nadie quería creerle y
fue encarcelado por considerarlo una amenaza para la sociedad. Muchos
científicos medievales y no pocos investigadores modernos han pasado por
situaciones semejantes. Dimensiones Alteradas trata de recoger aquellos
sucesos, lugares y experimentos que escapan a nuestra Tercera
Dimensión. Desde el Triángulo de las Bermudas, el Mar del Diablo,
personas tragadas por puertas dimensionales, apariciones y
desapariciones imposibles, el experimento Filadelfia, y muchos mas...
Lidiando con otros mundos
Uno
de los mayores desastres, por la perdida de vidas humanas además de los
irreparables daños materiales, ocurrió en el tristemente
Triángulo de las Bermudas el 4 de febrero de 1963. El barco Marine
Sulphure Queen, desapareció de una manera inesperada sin que existieran
perturbaciones atmosféricas de ningún tipo y tras comunicar el
radiotelegrafista que todo marchaba bien a bordo. Sus 39 tripulantes y
su carga se esfumaron para sumarse a la larga lista de barcos
desaparecidos en esa zona. Las historias de desaparecidos en nuestros
días están continuamente en las paginas de los diarios. De alguna de esta
personas se afirma que tenían alteradas sus facultades mentales; pero
de otras, no. Lo que casi nunca se ha dicho es que gran parte de los
desaparecidos nunca son encontrados.
Muchos mudaran radicalmente
de ambiente geográfico, cambiaran sus nombres y apellidos y seguirán
viviendo normalmente. Pero no se sabe a ciencia cierta adonde van a para
tantos desaparecidos que jamas vuelven a ser vistos. ¿Quien o que se
los lleva?
Es tremenda la desproporción, si se comparan los casos de personas aparecidas de de la nada, como los de la que se esfuma de manera igualmente misteriosa. A veces
ha sucedido cuando caminaban, en presencia de testigos, y en muchas
ocasiones la desaparición tuvo lugar hallándose en el interior de un
vehículo o de una embarcación. Así como han llegado hasta nuestros días
crónicas milenarias en las que se relatan fenómenos fantasmales, no ha
sucedido lo mismo con las desapariciones.
Tal vez porque nadie se
fijaba en ellas, o tal vez porque en otros tiempos jamás sucedían. Pero
a partir del siglo pasado, mucha comenzó a fijar la atención en ciertos casos inexplicables. ¿Existen puertas de acceso a una dimensión desconocida?
Estaban ahí, y se fueron de
Sir
Benjamín Bathurst había sido llamado desde Londres para que se
presentase a la mayor brevedad. El 25 de noviembre de 1809 arribó a la
población alemana de Paleburg y descendió de su carruaje para estirar
las piernas mientras daban de comer a los caballos. Rodeó a los
palafreneros encargados de los animales, pasó por detrás de éstos y no
volvió a ser visto. Fueron testigos de la desaparición el propio
secretario de Sir Benjamín, su valet y no menos de una docena de
personas. Había un elevado muro de piedra, sin puertas, que impedía el
paso al embajador, y sin embargo se desvaneció en el aire. Lo estuvieron
buscando por la posada y los alrededores durante un par de horas, sin
éxito.
Se dio entonces aviso a las autoridades. Tampoco hallaron
nada. ¿Acaso se desintegró en el aire por alguna causa desconocida para
aquella época y también para ésta en que vivimos?
¿Reaparecidos o abducidos?
Un
extraño caso de abismo temporal fue el sufrio el patrullero Chester
Archey, quien habiendo desaparecido de donde se encontraba volvió a ser
visto minutos más tarde en otro lugar, distante varios kilómetros. El 24
de agosto de 1966, varios testigos lo vieron al volante de su patrulla
en las inmediaciones de Filadelfia, capital del estado de Pensilvania. Y
de repente dejaron de verlo, como si se lo hubiera tragado la tierra,
O, mejor dicho, el asfalto de la carretera. Un par de minutos más tarde,
o tal vez en el mismo instante de desaparecer de Pensilvania, Chester
Archey se materializaba en plena calle principal de Pennsauken, Nueva
Jersey, al volante de su patrulla, a más de un centenar de kilómetros de
donde acababa de ser visto.
El siguiente año sucedió algo
parecido en la playa de Ashbury Park, Nueva Jersey, Era el 22 de agosto
de 1967. El joven Bruce Burkan, de diecinueve años, llegó a la playa en
compañía de su novia. Recordó de
que debía echar unas monedas al parquímetro. No se sabe qué sucedió en
aquel momento, pero el 24 de octubre reapareció de manera inexplicable,
vistiendo ropa que no era de su talla, en una terminal de autobuses de
Newark, con siete centavos en el bolsillo. No recordaba su nombre ni de
dónde venia. El agente de policía que se fijó en él se lo llevó a la
delegación de policía; y después de hurgar en su ropa y no encontrar
nada, supusieron que se encontraban ante un caso claro de amnesia.
Finalmente, logró identificarse al joven.
¿Fue un simple caso de
amnesia lo sucedido con el joven Burkan, como pudo serlo también aquél
que tuvo lugar por los mismos días con un científico vecino de Boston?
El 15 de agosto de 1967, Paul T. McGregor, de treinta y siete años,
casado, salió de su oficina en la Polaroid y tomó el camino de Camp
Kirby, lugar de recreo donde lo esperaba su familia. Su esposa e hijos
lo esperaron en vano durante los siguientes treinta días. A mediados de
septiembre un
se presentó en la delegación de policía de la ciudad de Buifalo, Nueva
York, y declaró que no sabia quién era ni qué había hecho en los
anteriores días.
¿Anduvo vagando por las calles o estuvo en poder de alguien que borró de su memoria el recuerdo de cuanto hizo y vio?
Tragados por puertas dimensionales.
La
familia Méchinaud pasó la Nochebuena de 1972 en casa de unos amigos que
vivían en la localidad francesa de Cognac. Después de cenar tomaron los
esposos y sus hijos el camino de regreso a su casa, que se encontraba
en el pueblo de Boutiers, en el departamento de Charente. Jamás llegaron
a ella. Cuando se encontraban a unos cuatro kilómetros, siendo la una
de del día 25 de diciembre, se volatilizaron en el aire. Jamás fueron hallados.
Años antes habían corrido la misma suerte los cinco miembros de la familia que vivían en Portland, Oregón. El 7 de diciembre de 1958, Kenneth ,
de cincuenta y cuatros años de edad, su esposa y sus tres hijos,
dijeron a sus vecinos que iban al bosque en busca de un árbol para
adornarlo durante la Navidad. No volvieron a ser vistos.
El 29 de
aquel mismo mes, un contratista de obras llamado Earl Zrust, con
domicilio en Silver Lake, desapareció también, inexplicablemente, en
compañía de su esposa y de sus cuatro hijos. No tenía motivos para
abandonar su casa, que acababa de pagar. No aparecieron los cuerpos en
las cercanías. ¿Que explicación dar a tan extraña desaparición y porque
las autoridades estadounidenses reciben cada ocho minutos, en toda la
Unión americana, el aviso de que alguien dejó de ser visto, que
desapareció de manera imposible de aclarar? ¿A dónde van, las personas
que se desvanecen en el aire?
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