viernes, 30 de marzo de 2012

EL ORIGEN: LOS DIOSES PERDIDOS Y LA SENDA MALDITA (el mito)

El mito vampírico es tan antiguo en el mundo como las religiones solares y patriarcales. Las milenarias divinidades matriarcales de la era espiritual anterior, ahora malditas y perseguidas, serán transformadas en seres monstruosos y perversos por los nuevos sacerdotes de los cultos solares. La visión del mundo y de la vida cambiará fatalmente y la tierra perderá su luz interior, cálida y amorosa, para ser sustituida por la destellante luz exterior del astro sol y las promesas de un mundo ultraterreno allende las nubes, junto a las deidades solares.
Las viejas divinidades de la antigua Era, así como quienes se empeñaron en sustentar su visión, conformarán ahora el principio o raíz de nuestros seres infernales: Demonios y vampiros, likántropos y brujos, ángeles caídos y lobos malditos, serpientes diabólicas y deidades paganas. Paradigmas del mal que poblarán el subconsciente atemorizado del ser humano.
La Tierra será concebida como un lugar maldito o transitorio, un miserable valle de dolor y sufrimiento, y sólo el Cielo reportará la dicha y felicidad eterna junto a los dioses solares o patriarcales, monoteístas o politeístas. Con la caída en desgracia del mundo terrestre surgirán toda esa serie de monstruos y dioses malditos. Se perderá la unión de materia y espíritu, la mente humana se fragmentará y polarizará, perdiendo el puente o nexo con la fuente que alimenta la vida divina del alma y el cuerpo.
A partir de ese momento (entre 1000 y 5000 años antes de nuestra Era según culturas) se denominará vampiros (vocablo de raíz indoeuropea) o lilim a ciertos seres que se rebelan frente al dios oficial y no se someten a su voluntad. En nuestra cultura judeo cristiana (con raíces míticas sumerio/asirias) el primer vampiro será Lilith, un ser legendario de naturaleza femenina que no acatará los designios del dios patriarcal.
No obstante la naturaleza parásita del vampiro es pura propaganda difamatoria creada por aquellos sacerdotes de los nuevos dioses solares. Los vampiros no existían sino en la imaginación de quienes los temían, odiaban y perseguían. Hoy día el mito persiste a través de la literatura o el cine, heredado de los miedos supersticiosos de la religión tradicional y de las leyendas que durante muchos siglos han sido creídas.
En principio podemos pensar que desde luego el vampiro no ha sido nunca un ser real. Pero ¿por qué fascina o atrae la imaginación de muchos todavía? El vampiro cautiva porque tras toda la propaganda negativa que se ha gestado para denigrarlo, demonizarlo y caricaturizarlo representa unos principios encerrados y custodiados en el nivel más profundo de nuestro reprimido y censurado subconsciente, y asimismo depositados en los archivos prohibidos del inconsciente colectivo. El vampiro encarna un camino de eternidad paralelo y opuesto a la salvación de la religión oficial, tal como la conocemos, y sus dioses celestes y patriarcales.
Tras todo el acerbo malvado que arrastra el mito o la fábula vampírica existe sin embargo algo que nos está rigurosamente vedado, unos principios que no debemos jamás conocer, como tampoco nos fue permitido el acceso al conocimiento y sabiduría sagrada del primigenio Árbol de la Vida que crece en el Paraíso, del que fuimos desterrados en la noche de los tiempos.
CRISTIANISMO VERSUS VAMPIRISMO
Al igual que narran las leyendas o la literatura fantástica sobre los vampiros, también la tradición cristiana relata que Cristo regresa de su tumba (tras su muerte y descenso al infierno) para acceder a la vida eterna en materia corpórea. Muertos y enterrados, o bien descansando en una cripta o lugar secreto durante un plazo que en el simbolismo cristiano es de tres días, tanto Cristo como el Vampiro convierten sus cuerpos carnales en inmortales. Ambos han pasado primero por el trance de la muerte, antes de que se cumpla el ciclo biológico vital. Sus almas han entrado en el mundo oscuro donde se hallan los muertos y han regresado triunfantes desde ese reino (o desde sus puertas) para habitar de nuevo en el mundo de los supuestos vivos, es decir nuestra realidad cotidiana.
 
Las leyendas cristianas al igual que las vampíricas poseen muchos conceptos en común. Y esto es así porque en realidad son los polos contrarios (montajes argumentales opuestos) de una misma tradición. Una tradición milenaria que surge en el alba de los tiempos, en culturas diversas y dispersas en el espacio, y que por ello bien pudiera pertenecer su origen a una civilización o cultura anterior a todas las que nosotros conocemos.
La sangre de Cristo confiere el poder sobrenatural de otorgar vida eterna. La de los vampiros también. Cristo muere previamente antes de transformarse de hombre mortal en inmortal. Los vampiros siguen los mismos pasos. Ambos biológicamente acceden a un estado en el que sus cuerpos ya no envejecen ni se enferman sino que se han convertido (renacidos) en seres transfigurados y eternos.  Cristo y vampiros aseguran que quienes pierdan su vida por ellos pero reciban su sangre tendrán acceso a una verdadera vida o vida eterna.
Vampiros y Cristo son en ambos casos seres que han regresado con su cuerpo carnal desde el otro lado de la frontera de la vida. Durante un tiempo más o menos breve han estado muertos y luego han retornado triunfantes escapando de las garras de la muerte o reino del inframundo. No son seres normales ya nunca más, sino que se hallan por encima de la normalidad biológica convertidos en seres por encima del estado humano.
Los cristianos lógicamente hablan de la divinidad de Cristo, de que si es el Hijo de Dios que descendió a la tierra, etc. Su sangre sacrificial divina vertida conducirá a los humanos a la vida eterna y por ello se realizan rituales en los que esta se ofrece simbólicamente en una copa. Pero de la misma manera los vampiros ofrecen beber su sangre en un ritual transmutador a aquellos que quieren convertir en sus seguidores o sus iguales, es decir que habiten su mismo reino sobrenatural.
Se podrá argumentar que Cristo representa el máximo altruismo y busca el bien de la humanidad, mientras que un vampiro simboliza el máximo egoísmo y utiliza a los humanos ordinarios como su fuente de alimento para preservar una frágil inmortalidad. Uno aparenta dar y el otro quitar. Pero esto bien podría ser una cuestión de perspectiva. Durante siglos los cristianos mediante guerras de religión o la Inquisición han quitado la vida o torturado a millones de otros seres humanos en nombre de Cristo. E ideológicamente condenan al infierno y al sufrimiento eterno a quienes no se someten al camino acertado de salvación que ellos dicen seguir. Así que esto en principio acerca un poco las distancias. Soy bueno con quienes siguen mi buen camino y no tan bueno con quienes no lo siguen, que se pudrirán en el infierno. Los vampiros también otorgan el bien de la vida eterna a sus elegidos y los demás que malvivan como puedan, según asegura el tópico de su leyenda.
Alguien podría decir que el vampirismo es una fantasía y el cristianismo una religión verdadera. Pero esto volvería a ser sólo una cuestión de perspectiva. Para los que no creen en Cristo el cristianismo no es sino también una fantasía.
Sin duda el mito vampírico cinematográfico o literario y todas sus características es tan sólo pura imaginación. Pero también lo es la literatura evangélica, sólo que sus creyentes lo viven como si fuera un texto biográfico real. No se trata de convencer a nadie. Cada cual puede creer lo que le parezca. Pero sí podemos argumentar que los paradigmas cristiano y vampírico son dos ramas evolutivas o mitologías discursivas que proceden de un tronco ancestral común, tan lejano que la humanidad ni sospecha que existió.
Cada una de estas ramas ha evolucionado siguiendo principios y perspectivas distintas, aparentemente opuestas, conduciendo a una de ellas a la posición de camino salvador y a la otra a representar y reunir todos los atributos de supuesta maldad humana.
Cristo significa sacrificio, pureza y castidad. El vampiro es inmoral y lujurioso. Cristo da su vida por los demás y el vampiro se dedica a quitarla para poder vivir él. Cristo nos dice que nos sometamos como corderos a la voluntad divina o la guía de nuestros pastores. El vampiro busca no someterse a ninguna entidad ni persona ni ideología. El vampiro se rebela contra la autoridad, tanto religiosa como civil, y busca la libertad más allá de las limitaciones de la biología y la naturaleza temporal.
Sin embargo esto sigue siendo una cuestión de perspectiva. En realidad el Cristo original se rebeló también en parte contra estas mismas circunstancias. Se enfrentó o al menos no se sometió al poder civil o religioso de su época. Se rebeló contra la enfermedad y la muerte (sanó y resucitó a otros y a sí mismo), por tanto tampoco se sometió a las leyes naturales. Hablaba continuamente de la vida eterna y la predicaba, aclarando que la vida ordinaria o mortal no era la verdadera vida. Cualquier vampiro suscribiría esto.
Alguien diría que los vampiros son depredadores y esto sería verdad, pero en realidad el vampirismo de las leyendas no es sino una caricaturesca deformación de una milenaria antigua tradición, la cual también fue la raíz de lo que luego sería el cristianismo, aunque este fue enfocado bajo una síntesis  filosofíca distinta.
Pero al igual que esa genuina tradición no es reconocible verdaderamente en el vampirismo de la cinematografía o la literatura (muchas veces histriónico, monstruoso, tópico o caricaturesco) tampoco lo es en el cristianismo de la religión (igualmente manipulado y acartonado vitalmente). Sin embargo ambas creencias aparentemente contrarias y enfrentadas se basan en el mismo lejano origen y persiguen el mismo objetivo final: trasformar la vida mortal en inmortal, la materia sujeta a corrupción en incorruptible. La ciencia médica vanguardista persigue hoy día el mismo fin:  intentar reconducir la biología temporal hacia un ciclo vital más prolongado e incluso llevar las células a la inmortalidad.
 
 
 
Ciertamente el cristianismo primitivo pronto evolucionó hacia la creencia en un mundo idealizado llamado el Cielo, habitado por dios, ángeles y santos. Pero esto es sólo una contradicción pues el cristianismo original hablaba de la vida inmortal en la Tierra y no en el Cielo. Recordemos la Resurrección de la Carne corrupta, algo que muchos han olvidado. El Cielo no era un lugar entre las nubes sino un mundo invisible que interpenetraba el mundo visible que nosotros habitamos, un estado de los seres renacidos. Aunque este concepto luego se degeneró hasta llegar al error de hoy día.
Ese mundo preternatural o celeste también lo habitan los vampiros. Por eso el vampiro puede entrar y salir de nuestra realidad espacio-temporal o mundo cotidiano. Y aparentemente puede teletransportarse, como los supuestos ángeles. Comparte los mismos poderes. En un principio, antes de que el hombre creara la contradicción y la visión pervertida del mundo natural, todos los seres preternaturales eran lo mismo, alimentados por la misma Fuente Divina.
¿Y que hay del amor? Cristo hablaba principalmente del amor y los vampiros son seres amargados y crueles. Bueno, esto puede ser también un tópico y una perspectiva de quienes los denigran, por supuesto. Los cristianos creen que detentan el monopolio del amor. Pero si le preguntamos a un musulmán no tendrá la misma opinión. Dirá que el amor lo detenta el Islam y que los cristianos en realidad están equivocados y no son tan amorosos como ellos. Entraríamos en la discusión esa de que mi religión es mejor que la tuya. Obviamente pensamos que los que no siguen nuestra religión no son tan buenos como nosotros. Así que ... que se va a decir o pensar de un vampiro ... ajeno a cualquier religión. Pues lógicamente lo peor de lo peor.
El vampiro es el paradigma del mal, junto con el hombre lobo, los demonios, etc. Sin embargo para un griego precristiano los demonios no eran malos. Para Sócrates los demonios (daimones) eran seres divinos, intermediaros entre el Absoluto y la humanidad. Por supuesto que Sócrates no creía en los ángeles y esas otras dramáticas mitologías de los reprimidos pueblos de oriente próximo ya en aquella época.
En cuanto al hombre-lobo pues para ciertos pueblos europeos no eran sino chamanes que se integraban y metamorfoseaban en la naturaleza. Eran aquellos que más profundamente accedían al verdadero conocimiento, el hombre-lobo era un intermediario entre el mundo de los humanos y los otros mundos. El lobo era además el acompañante de las almas en el más allá. Se decía que era un ser de luz. De echo fue el símbolo de la luz para ciertas culturas, hasta que llegó el cristianismo. Los dioses Lug (celta) o Apolo (griego), entre otros, se metamorfoseaban en lobos divinos.
¿Y respecto al vampiro? ¿Que oculta su denigrada leyenda? Todos deben temer al vampiro que roba la sangre humana para convertirse en inmortal. En realidad esto lo decían sus contrarios, los sacerdotes de religiones solares o patriarcales que pretendían acaban con una antiquísima religión de la sagrada tierra. Los otros eran perversos vampiros o brujos, cuyo único destino debe ser la proscripción, la muerte o la hoguera.
Se llamó vampiros a aquellos sacerdotes y sacerdotisas de esa vieja religión milenaria que no quisieron renunciar a sus creencias e integrarse en las nuevas religiones patriarcales de los griegos y los romanos o bien las de oriente próximo o cualquier otro lugar del mundo. Surgirán así los mitos sobre vampiros y vampiras. Extenderán entre el pueblo la creencia falsa de que por las noche estos chamanes-sacerdotes aparecerían y les chuparían su sangre. Todas las culturas idearon algún mito sobre vampiros. Da igual que sea en África, Europa o Asia.
Claro que ha habido y hay gente que cree que bebiendo sangre humana puede adquirir propiedades especiales, pero esto es una consecuencia de estas leyendas inventadas y de los fantasmas que generaron en el sugestivo inconsciente. El origen sin embargo es un origen religioso y está en relación a antiguos ritos y símbolos mistéricos, de los que el cristianismo fue en parte heredero, y que deliberadamente fueron malinterpretados e intencionadamente tergiversados.
El vampiro ha atravesado las puertas de la muerte, como Cristo. Y al regresar de allí quiere eso decir que ha vencido a la misma muerte, al menos temporalmente. El vampiro de la narrativa o la leyenda en realidad puede morir en cualquier momento, pues permanece en una no muerte suspendida, en una delgada línea entre la vida y la muerte, por ello el adjetivo de no muertos. Necesita sangre humana o incluso animal continuamente para mantener su vitalidad y su vida extranatural. En realidad no ha resucitado. Es alguien que se escapa de la muerte, pero se halla sujeta a ella. Sin embargo todo esto es literatura, invención de la fantasía de autores que han escrito, divagado y coloreado este mito ancestral.
Los antiguos egipcios, al igual que los cristianos, mantenían la pretensión de que sus cuerpos permanecieran vivos en el más allá. Creían o creen en la resurrección de la carne. En el más allá o en este mundo, pero inmortalidad para la materia corpórea. Y ello por la gracia divina celestial. Pero los vampiros no creen en esa gracia divina del mundo celeste. Condenados y proscritos por la cultura oficial en realidad el vituperado y malvado vampiro no es sino la caricatura de una vieja leyenda perseguida por las doctrinas oficiales. Y esa leyenda dice que es dentro de la materia viva donde se halla la semilla espiritual de la inmortalidad o vida eterna.
En realidad el vampiro verdadero (aunque nunca se llamaron así al igual que las brujas nunca creyeron en el diablo) no buscaba alimentarse de corruptible sangre humana sino de una sangre incorruptible o sangre divina, oculta en la energía preternatural de la naturaleza (una energía ultravital suprema). Esa es la sangre auténtica que buscaban (el santo grial o sangre divina), la única que puede dar acceso a la inmortalidad, pues es una sangre que no se halla sujeta al patrón vibratorio que inevitablemente hace a la biología corruptible o perecedera. Esa sangre preternatural cambia el programa biológico de las células y las permite regenerarse indefinidamente. Mientras el vampiro se alimenta de esa sangre su biología es inmortal. Nuestras tejidos biológicos envejecen porque inevitablemente pierden el estado armónico que mantiene el equilibrio perfecto entre alimentación y purificación de las células, transmitiéndose errores en su regeneración.
 
 
No obstante esta sangre no puede ser hallada de ningún modo en un humano corriente. Decimos sangre pero en realidad hoy día podríamos denominarla mejor como energía, un fluido energético que circula por el universo madre (la realidad que sustenta al universo secundario o mortal que nosotros habitamos), la sangre de la diosa. No se trata al parecer de un fluido material, sino que más bien consistiría en una alta energía espiritual universal, que se muta en vital o biológica cuando la mente adopta determinado nivel vibratorio, un difícil estado mental que permite al cuerpo la absorción y metabólisis de esa energía rapidísima y extrasutil. Esa sangre preternatural o fuerza divina cósmica revitalizaría las células y las dotaría de la energía psicobiológica suficiente para que los tejidos orgánicos no entren en un ciclo inevitable de envejecimiento, sino que se mantengan permanentemente vitales. Las células envejecen con el tiempo y se reproducen defectuosamente porque su nivel vibratorio y sus desequilibrios eléctricos no les permite purificarse perfectamente. Eso provoca que se acumulen desechos y toxinas, parásitos fúngicos y bacterianos y por último errores en el programa del ADN. Ese nuevo nivel vibratorio permitiría también al cuerpo determinados juegos imposibles a través del tejido espacio-temporal , así como el acceso a realidades o mundo paralelos.
Es curioso como los colores cinematográficos del vampiro son los mismos colores emblemáticos de la tradición grialiana, es decir el rojo, negro y blanco. Sumando a estos tres colores primarios el morado, que es la síntesis de los otros tres. No obstante las damas vampiras del cine han enriquecido este cromatismo también con el dorado, color que también usaban las sacerdotisas paganas.
El mito del vampiro es la deformación interesada de una ancestral y perseguida religión que poseía o buscaba poderosos secretos de la naturaleza y de la esencia de la vida. Esa religión, que llamaremos vampírica para entendernos, en realidad anhelaba la conexión profunda con las fuerzas ocultas del mundo, las fuerzas que sostienen la creación viviente.
El vampiro no sigue el modelo patriarcal y solar de la religión y la cultura. Por el contrario permanece fiel a la naturaleza femenina del mundo, donde se halla las fuentes matriciales de la energía cósmica o divina. Por ello el vampiro ha de retornar siempre a la tierra para mantener y recobrar su poder. Y la quintaesencia de la tierra es la sangre divina o sangre de la diosa. Por supuesto esa diosa ha recibido muchos nombres, por ejemplo Hékate entre otros, quien simboliza las fuerzas y sabiduría de la noche. También fue conocida como Tanit, Dana, Brigit/Morgana, Meri/Mari, Ishtar/Ereskhigal, etc.
El vampiro precisa la sensualidad del mundo (fusión de mente y materia), ajeno a los credos morales, pero seguro de su senda libre en pos de la meta secreta que nunca ha aparecido en la literatura. El vampiro no posee sentimiento de culpa, sino que más bien semeja ser un indesmayable aventurero que persigue una meta y sigue una senda sin someterse a autoridad alguna. No es un destructor, como popularmente se le ha achacado, sino sólo fiel a la naturaleza real del universo. Alguien no sometido a la arbitraria y artificial sociedad, sus estrechos paradigmas y sus limitadoras creencias.
El vampiro es un proscrito pero no un depredador en el sentido que siempre ha sido presentado. Esto es una burda caricatura creada por la cultura oficial religiosa y patriarcal. El vampiro grotesco e histriónico de las películas no tiene nada que ver con aquello que hay de verdad tras el mito.
El vampiro tradicional retorna de la tumba y se halla en suspenso en la línea que separa la vida de la no vida. Mas se trata de un mero artificio de la propaganda que acompaña a estos seres mítcos adversarios del dios oficial.
Los denominados vampiros en verdad fueron o son hijos de la tierra, híbridos entre humanos y bestias, entre ángeles y demonios, entre vivos y muertos, entre el bien y el mal, ajenos al pasado y el futuro, fuera del tiempo, alimentados por una sangre que en verdad es elixir divino, ambrosía imperceptible al humano corriente que al no comprender el misterio se revolvió contra él.
La sangre grialiana, dadora de inmortalidad, es alimento inagotable que transforma la muerte en vida. Para hallarla hay que retornar a la Madre.
El Cáliz de Sangre Sagrada o Regeneradora es uno de los símbolos más antiguos de la Diosa.
La Madre es la Tierra, el Árbol Sagrado que hunde profundas sus raíces, la Serpiente que se desliza por esas mismas Raíces en el interior del Submundo y asciende por el tronco hasta la Copa Celeste. La sensualidad vital del mundo, la libertad que hemos perdido sustraída por infinitas barreras, la niebla que siembra incontables falsedades. ¿Cual es la verdad y cual la mentira? ¿Es nuestro mundo y nuestra verdad cotidiana la auténtica realidad?
LA TUMBA: LUGAR DE ENCUENTRO CON LOS DIOSES.
El vampiro además de por la sangre recobra su poder regresando a la tierra, a la tumba o cripta subterránea. Curiosamente también ciertos chamanes se entierran en una falsa tumba para en contacto con la tierra sanar sus cuerpos o sus mentes. La tierra tiene el poder de absorber la energía negativa y donarnos su energía benéfica.
Los antiguos templos iniciáticos de la Antigüedad estaban ubicados bajo tierra, en criptas subterráneas a donde se llegaba por túneles secretos. La parte superior visible era tan sólo para el pueblo o rituales convencionales. Igualmente viejos templos paganos solares y las primeras catedrales cristianas se erigieron sobre criptas chamánicas o paganas milenarias. Esas cavernas subterráneas fueron los lugares de encuentro de aquellos ancestrales iniciados en los secretos de la diosa, la diosa negra o la diosa roja, la diosa serpiente ...
Además los iniciados en cierto nivel de su preparación eran enterrados (o ubicados en una cripta subterránea sellada) durante tres días, sin alimentos, para que pudiera su espíritu entrar en contacto con las divinidades de la tierra.  (Ritual del que se conserva un remedo en los evangelios cristianos en el episodio de la muerte y resurrección de Cristo). En ese estado la conciencia se vuelve hacia adentro y abre la puerta sellada que comunica con los reinos internos. Es curioso como las grandes pirámides egipcias son como montañas artificiales, donde seguramente se practicaba en alguna cámara de su interior el rito de aislamiento y apertura a las otras realidades. También los celtas tenían templos subterráneos para que los iniciados pudieran hallar la energía mediante la que su conciencia entraba en el reino de los dioses o mundos internos. Algo de ello queda en los túneles bajo el viejo Tor en Inglaterra o en la cripta sobre la que se levanta la catedral de Chartres. Igualmente la ciudad de Toledo en España está minada de antiquísimos túneles de origen desconocido, cuya función y profundidad aún hoy no se ha podido investigar.
Esos practicantes de la vieja religión de la tierra fueron perseguidos por los fanáticos de las religiones solares y se les reprobó y acusó de vampiros y tratos con los demonios. Los túneles y criptas chamánicas fueron destruidos o sacralizados mediante el levantamiento de un templo a una divinidad solar. Las viejas deidades quedaron cubiertas por la edificación de nuevos templos que se alzarán ahora hacia el cielo, como ocurrió en el Mont Sant Michael en Francia.
La diosa permanece ahora aislada en su Sacra Caverna Subterránea, junto al poder de la magia, donde van a visitarla aquellos que son calificados como vampiros. Allí se guarda la sagrada sangre grialiana. Allí regresó Merlín, los chamanes hombres-lobo, los elfos de los bosques, las hadas que ya no ascienden a la faz de la tierra como antaño. Se han cerrado las viejas grutas, las viejas cavernas, donde moraba el poder serpentino. Los oscuros bosques han sido destruidos, las fuentes se han secado, los templos subterráneos han desaparecido. El ser humano ha perdido el contacto con su alma profunda. Las máquinas reemplazan a la naturaleza, hemos creado un mundo artificial, carente de la savia sagrada de la vida.
Mas el universo no puede ser entendido por la mente racional o las máquinas. El universo es pensamiento que ha tomado forma y sólo volviendo el pensamiento hacia adentro encontraremos la entrada a la verdadera realidad.

EL MITO VAMPÍRICO EN LA CULTURA ACTUAL
La primera obra de vampirismo en la literatura moderna es, que yo conozca, la novela titulada Carmilla, escrita por Sheridan Le Fanu en 1872,  anterior a la famosa obra Drácula escrita por Bram Stoker a fines del siglo XIX.
Carmilla, también llamada Mircalla, es una vampiresa  que seducirá y succionará el fluido vital a una joven mortal. Es curiosa la ambigüedad sexual de este primer vampiro femenino, que roza manifiestamente el lesbianismo. Bram Stoker por el contrario se inspirará en el famoso e histórico conde Vlad Tapes para crear a su personaje Drácula, aunque el susodicho conde nunca tuvo debilidad por beber sangre sino por otras atrocidades y crueldades. Pero sin embargo el personaje de Drácula fue el primero que inspiró a la cinematografía. De él surgirán múltiples versiones durante el siglo XX, desde el cine en blanco y negro hasta el color con la última versión de F. Cópola, que puso fin quizá al ciclo de este personaje en el séptimo arte.

Posteriormente Anne Ricci creará sus sagas vampíricas alejándose de los histriónicos y monstruosos vampiros de la cinematografía inicial. Aquí sus vampiros se confunden con los humanos con los que casi conviven. Estos vampiros tendrán una riqueza psicológica más diversificada, planteándose incluso interrogantes sobre su condición y el origen de su estado de ser. ¿cual fue el principio que gestó el vampirismo? ¿Donde se halla el origen? ¿Dónde el principio? ¿En los dioses oscuros del antiguo Egipto? ¿Más lejos? Las novelas de Ricci han sido llevadas varias veces al cine bajo diferentes perspectivas.
En las últimas décadas no han parado de surgir nuevas producciones cinematográficas, basadas muchas veces tan sólo en la mera acción y la fantasía, sin fondo filosófico o incluso legendario alguno, que han recreado y utilizado la leyenda vampírica como temática de violencia, exotismo o entretenimiento consumista juvenil. No obstante hay que reconocer que en nuestra banal y materialista sociedad contemporánea también tienen cabida versiones varias de una mitología que parece ser no abandona nunca al ser humano. Siempre ha sido fácil sembrar temores y miedos en el frágil y manipulable corazón humano, aunque hoy día sea tan sólo para excitar nuestras ansias de emociones en una sociedad tecnificada y demasiado desprovista de naturaleza libre original.
 
Entre otros la autora Christine Feehan, en su saga oscura, crea el personaje de los cárpatos, unos seres que sin ser verdaderos vampiros (de los que se son enemigos) se alimentan sin embargo de sangre humana (aunque no matan a sus víctimas). Estos seres semihumanos no se acuestan en el típico ataud peliculero sino que duermen en profundas cavernas, en contacto con la tierra que los regenera, atravesando las barreras de la realidad material. Pueden teletransportarse o mutar su forma en la de un animal. Poseen poderes sobrehumanos aunque comparten nuestros mismos sentimientos.
La fantasía diversifica y amplia el mito, más o menos grotesco, más o menos alejado de los miedos de la religión tradicional, más o menos rico en matices e interrogantes, pero el arquetipo esencial subsiste: el retorno a las tierra primigenia de la que procede la carne y el alma, la sangre inmortal, el deambular entre la vida perecedera y la eternidad, un estado de ser más allá de los códigos religiosos o morales sociales, etc.
Un mito atemporal que aunque en transformación permanente persiste en el subconsciente de la cultura humana. Un mito que no puede conciliarse con el dios de la religión convencional, porque precisamente deviene de las divinidades primigenias perdidas y perseguidas, y que ha derivado en un arquetipo maldito, oculto en los niveles enterrados de nuestro manipulado subconsciente.  Precisamos que la luz entre otra vez en las profundidades de nuestro interior para reconocer allí las energías cautivas de la Diosa Primigenia, de la Madre Cósmica en su versión oscura.
Cuando la diosa sea de nuevo reconocida en todos sus aspectos y aceptada en la superficie de nuestra conciencia se acabará el universo dual y las luchas entre el bien y el mal. Probaremos entonces por fin el fruto prohibido e inalcanzado aún del Árbol de la Vida.
 
P.D.: Es por este motivo que las Vírgenes cristianas (herederas manipuladas de las antiguas diosas y hadas) siempre han aparecido surgiendo de Cuevas, Pozos o de debajo de la Tierra. La figura de la Virgen cristiana es un sucedáneo o una forma de sobrevivir de la Diosa en un subconsciente y sociedad humana que ya no la acepta como tal. La Virgen por supuesto no habita en el cielo (un espacio vacío semiestéril) con Cristo, dios Padre y los santos como pretenden los cristianos. La Virgen o Diosa habita en el interior mismo de la Tierra (un plano o nivel de vibración muy elevada). Y sale por sus poros terrenos como la saliva, el semen o la sangre salen por los poros y conductos del cuerpo humano. Lo que denominamos Virgen, Diosa, Hada, etc es una psico-morfo-emanación del núcleo espiritual de la Tierra. A su vez el planeta no es un bola de materia y nada más, como piensa el hombre moderno, sino un núcleo de psico espacio-tiempo donde el espíritu abstracto toma forma. Por ello el verdadero cielo, si existe como tal, no es sino un plano de conciencia sustentado por la energía matriz de la Diosa. De ahí que los celtas buscaran siempre entrar dentro de ese plano custodiado por las sacerdotisas o guardianas de lo que ellos llamaban Avalon: el jardín de las manzanas aúreas, la tierra de la inmortalidad, el Paraíso de la Diosa Madre.
P.D.2: Las abejas son las sacerdotisas, en el reino de los insectos, de la Madre Naturaleza. Ellas trasportan el polen sagrado por toda la tierra y permiten que las flores realicen sus intercambios sexuales y el maravilloso mundo de color de la natura florezca en las estaciones. En ciertas culturas antiguas la abeja fue uno de los símbolos de la Diosa. La abeja produce o recolecta varios néctares sumamente valiosos con su fecundo trabajo: polen, miel, jalea real, propoleo y cera. Sin el trabajo polinizador de las abejas la mayor parte de las flores no se podrían fecundar y la reproducción de las plantas sería casi imposible. Desde hace algunos años hay noticias de que las abejas en todo el mundo están muriendo masivamente, sufriendo misteriosas enfermedades que cada año las hace desaparecer por millones. No regresan a las colmenas y sus cadáveres aparecen sembrando los campos. Quizá los tóxicos que el hombre esparce les afecta a su sistema de orientación y no encuentran el camino de regreso, o puede ser cualquier otra cosa. Pero el caso es que mueren por cientos de millones, provocando la ruina de muchos apicultores. Cuando desaparezcan las abejas la naturaleza morirá también. Por ello, esto es un síntoma más de que el fin del mundo tal como lo conocemos está próximo. Aunque es posible que de las cenizas en un futuro surja un nuevo mundo que ahora sólo podemos soñar.
P.D.3: En las primeras películas sobre vampiros el hecho de como se alcanza esa condición no quedaba bien reseñado. En esas versiones bastaba el mordisco de un vampiro (o un hombre lobo) para convertirse en tal. Sin embargo eso contradice la simbología del mito. Es necesario que el vampiro entregue su sangre y la ofrezca a beber a quien elige para convertirlo a su misma condición. Esto se ve claramente en las obras de Anne Ricci así como en las versiones cinematográficas (Entrevista con el vampiro -buena- o La Reina de los Condenados -bastante menos buena). Es posible que también sea así en la obra de Bram Stoker titulada Drácula (que se pierde demasiado al identificarse con este conde histórico) y llevada al cine por Coppola , aunque ahora no lo recuerdo. Así el Vampiro, al igual que Cristo, dice: Toma y bebe mi sangre, y alcanzarás así la vida eterna. El vampiro ofrece su sangre transmutada para propiciar la transmutación del hombre, igual exactamente que el Mesías crístico greco-judío, que es el que nos ha llegado a través de la literatura evangélica y la mitología cristiana convencional. Sin embargo el cristo inicial verdadero no se parecía en nada a sus representaciones artísticas habituales posteriores, asexuado y con pinta de pastor de ovejas. No hay la más mínima referencia al aspecto de Cristo en ningún Evangelio, ni canónico ni apócrifo. No hay ninguna posibilidad documental de reconstruir su aspecto. Los textos evangélicos son versiones del siglo IV de nuestra Era (excepto el Apocalipsis y las cartas de San Pablo) y ya el personaje estaba completamente manipulado y por tanto también los textos que conocemos. Lo único que sabemos es que le apodaban el  nazoraeus, palabra que no procede de Nazareth pues esta población fue fundada siglos después, sino que es un calificativo que significa guardián de la  serpiente (dragón/vampir). Los nazoraeus, o simplemente nazar o nacash (NHSH) eran una secta residual muy minoritaria que practicaban el viejo culto serpentino y sus ritos de inmortalidad. ¡Bebed mi sangre y seréis eternos. Nadie va a la eternidad sino es a través de mi ! ¡La posesiones de este mundo no importan porque la verdadera vida es de otro reino! ¡Mi reino no es de este mundo!   Todas estas frases vampíricas serpentinas son muy parecidas a algunas que figuran en los Evangelios aunque ligeramente adaptadas. No hablan del Reino de la Diosa sino del Cielo y del Padre pero es la única forma que se estructuró el mensaje al fundirse con los respectivos mitos y filosofías judeo helénicas de la cultura del momento. El mismo Cristo decía que sus verdaderas enseñanzas no las podía decir en público (consultar el Nuevo Testamento). Y en los Evangelios apócrifos figuran pasajes donde los mismos apóstoles piden a Magdalena, tras la muerte de Jesús, que les revele las genuinas enseñanzas que sólo a ella Cristo había mostrado. Desde luego hay una filosofía de amor universal, pero principalmente del poder de la fe y la eternidad. Cristo tan sólo fue un nazoraeus que sirvió a algunos como pretexto para fundar una religión, pues predicó cierta enseñanza salvadora sincrética (judeo-egipcia) en público, pero el resto de los nazoraeus prefirieron continuar en el secreto. Tras su provisional muerte y supuesta resurrección regresó con los otros nazar y nada más se supo salvo el mito que sirvió de base al cristianismo y todas sus múltiples leyendas.
Como todo el mundo puede apreciar los nazarenos actuales (cofradías cristianas) van siempre vestidos con los colores vampíricos: morado, rojo, negro. Aunque no sepan porqué. El capirote fue durante el medievo un símbolo de poderes mágicos (vampíricos), por ello también se ha mostrado tradicionalmente a las brujas con ese cono y mismos colores o a los típicos magos como el famoso Merlín.
Tradicional brujita de la suerte
Y el diablo igualmente ha sido presentado con el mismo cromatismo y aspecto, repitiendo así el arquetipo nazareno-vampírico. Es por ello que al final los opuestos se encuentran.
Una hija de la diosa Hekate.
Una dama vampira
¿Un ser vampírico, un elfo, un hada, un extraterrestre?
Curiosamente en las películas las damas vampíricas recuerdan estéticamente a sacerdotisas de la antigüedad. como se aprecia en las imágenes superior e inferior.

Una hija de la noche, una vampira, siempre se alimenta de la sangre de la diosa y no de la humana como tradicionalmente se les culpabiliza. La sangre humana no tiene propiedades vitales trascendentes. Es sangre mortal y corruptible. Por cierto, la luz solar no resulta destructora, aunque la tradición diga que el vampiro gusta de los crepúsculos y la noche. Otras leyendas también solían contar que las hadas sólo eran visibles en esos momentos: el alba, el crepúsculo del atardecer o la noche. Bajo los rayos de sol, sobre todo cenital, los fenómenos mágicos son más raros.

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