La Tierra será concebida como un lugar maldito o transitorio, un
miserable valle de dolor y sufrimiento, y sólo el Cielo reportará la
dicha y felicidad eterna junto a los dioses solares o patriarcales,
monoteístas o politeístas. Con la caída en desgracia del mundo terrestre
surgirán toda esa serie de monstruos y dioses malditos. Se perderá la
unión de materia y espíritu, la mente humana se fragmentará y polarizará,
perdiendo el puente o nexo con la fuente que alimenta la vida divina del
alma y el cuerpo.
A
partir de ese momento (entre 1000 y 5000 años
antes de nuestra Era según culturas) se denominará vampiros (vocablo
de raíz indoeuropea) o lilim a ciertos seres que se rebelan frente al dios
oficial y no
se someten a su voluntad. En nuestra cultura judeo cristiana (con raíces
míticas sumerio/asirias) el primer vampiro
será Lilith, un ser legendario de naturaleza femenina que no acatará los
designios del dios patriarcal.
No obstante la naturaleza parásita del vampiro es pura propaganda
difamatoria creada por aquellos sacerdotes de los nuevos dioses solares.
Los vampiros no existían sino en la imaginación de quienes los temían,
odiaban y perseguían. Hoy día el mito persiste a través de la literatura o
el cine, heredado de los miedos supersticiosos de la religión tradicional
y de las leyendas que durante muchos siglos han sido creídas.
Tras todo el acerbo malvado que arrastra el mito o la fábula vampírica
existe sin embargo algo que nos está rigurosamente vedado, unos principios que no
debemos jamás conocer, como tampoco nos fue permitido el acceso al conocimiento
y sabiduría sagrada del primigenio Árbol de la
Vida que crece en el Paraíso, del que fuimos desterrados en la
noche de los tiempos.
CRISTIANISMO VERSUS VAMPIRISMO
La sangre de Cristo confiere el poder sobrenatural de
otorgar vida eterna. La de los vampiros también. Cristo muere previamente
antes de transformarse de hombre mortal en inmortal. Los vampiros siguen los
mismos pasos. Ambos biológicamente acceden a un estado en el que sus
cuerpos ya no envejecen ni se enferman sino que se han convertido
(renacidos) en
seres transfigurados y eternos. Cristo y vampiros aseguran que
quienes pierdan su vida por ellos pero reciban su sangre tendrán acceso a
una verdadera vida o vida eterna.
Los cristianos lógicamente hablan de la divinidad de
Cristo, de que si es el Hijo de Dios que descendió a la tierra, etc. Su
sangre sacrificial divina vertida conducirá a los humanos a la vida eterna y por
ello se realizan rituales en los que esta se ofrece simbólicamente en una
copa. Pero de la misma manera los vampiros ofrecen beber su sangre en un
ritual transmutador a aquellos
que quieren convertir en sus seguidores o sus iguales, es decir que
habiten su mismo reino sobrenatural.
Se podrá argumentar que Cristo representa el máximo
altruismo y busca el bien de la humanidad, mientras que un vampiro
simboliza el máximo egoísmo y utiliza a los humanos ordinarios como su
fuente de alimento para preservar una frágil inmortalidad. Uno aparenta dar y el otro quitar. Pero esto
bien podría ser una cuestión de perspectiva. Durante siglos los cristianos
mediante guerras de religión o la Inquisición han quitado la vida o
torturado a millones de otros seres humanos en nombre de Cristo. E ideológicamente condenan al
infierno y al sufrimiento eterno a quienes no se someten al camino acertado de
salvación que ellos dicen seguir. Así que esto en principio acerca un poco
las distancias. Soy bueno con quienes siguen mi buen camino y no tan bueno
con quienes no lo siguen, que se pudrirán en el infierno. Los vampiros
también otorgan el bien de la vida eterna a sus elegidos y los demás que
malvivan como puedan, según asegura el tópico de su leyenda.
Sin duda el mito vampírico cinematográfico o literario
y todas sus características
es tan sólo pura imaginación. Pero también lo es la literatura evangélica,
sólo que sus creyentes lo viven como si fuera un texto biográfico real. No
se trata de convencer a nadie. Cada cual puede creer lo que le parezca.
Pero sí podemos argumentar que los paradigmas cristiano y vampírico son dos
ramas evolutivas o mitologías discursivas que proceden de un tronco ancestral común, tan lejano que
la humanidad ni sospecha que existió.
Cristo significa sacrificio, pureza y castidad. El vampiro es
inmoral y lujurioso. Cristo da su vida por los demás y el vampiro se
dedica a quitarla para poder vivir él. Cristo nos dice que nos sometamos como
corderos a la voluntad divina o la guía de nuestros pastores. El vampiro
busca no someterse a ninguna entidad ni persona ni ideología. El vampiro
se rebela contra la autoridad, tanto religiosa como civil, y busca la
libertad más allá de las limitaciones de la biología y la naturaleza
temporal.
Sin embargo esto sigue siendo una cuestión de
perspectiva. En realidad el Cristo original se rebeló también en parte
contra estas mismas circunstancias. Se enfrentó o al menos no se sometió
al poder civil o religioso de su época. Se rebeló contra la enfermedad y
la muerte (sanó y resucitó a otros y a sí mismo), por tanto tampoco se
sometió a las leyes naturales. Hablaba continuamente de la vida eterna y
la predicaba, aclarando que la vida ordinaria o mortal no era la verdadera
vida. Cualquier vampiro suscribiría esto.
Pero al igual que esa
genuina tradición no es reconocible verdaderamente en el
vampirismo de la cinematografía o la literatura (muchas veces histriónico,
monstruoso, tópico o caricaturesco) tampoco lo es en el cristianismo de la religión
(igualmente manipulado y acartonado vitalmente). Sin embargo ambas
creencias aparentemente contrarias y enfrentadas se basan en el mismo
lejano origen
y persiguen el mismo objetivo final: trasformar la vida mortal en inmortal,
la materia sujeta a corrupción en incorruptible. La
ciencia médica vanguardista persigue hoy día el mismo fin: intentar reconducir
la biología temporal hacia un ciclo vital más prolongado e incluso llevar
las células a la inmortalidad.
Ese mundo preternatural o celeste también lo habitan
los vampiros. Por eso el vampiro puede entrar y salir de nuestra realidad
espacio-temporal o mundo cotidiano. Y aparentemente puede
teletransportarse, como los supuestos ángeles. Comparte los mismos
poderes. En un principio, antes de que el hombre creara la contradicción y
la visión pervertida del mundo natural, todos los seres preternaturales
eran lo mismo, alimentados por la misma Fuente Divina.
El vampiro es el paradigma del mal, junto con el hombre
lobo, los demonios, etc. Sin embargo para un griego precristiano los
demonios no eran malos. Para Sócrates los demonios (daimones) eran seres
divinos, intermediaros entre el Absoluto y la humanidad. Por supuesto que
Sócrates no creía en los ángeles y esas otras dramáticas mitologías de los
reprimidos
pueblos de oriente próximo ya en aquella época.
En cuanto al hombre-lobo pues para ciertos pueblos
europeos no eran sino chamanes que se integraban y metamorfoseaban en la
naturaleza. Eran aquellos que más profundamente accedían al verdadero
conocimiento, el hombre-lobo era un intermediario entre el mundo de los
humanos y los otros mundos. El lobo era además el acompañante de las almas
en el más allá. Se decía que era un ser de luz. De echo fue el símbolo de
la luz para ciertas culturas, hasta que llegó el cristianismo. Los dioses
Lug (celta) o Apolo (griego), entre otros, se metamorfoseaban en lobos divinos.
¿Y respecto al vampiro? ¿Que oculta su denigrada
leyenda? Todos deben temer al vampiro que roba la sangre humana para
convertirse en inmortal. En realidad esto lo decían sus contrarios, los
sacerdotes de religiones solares o patriarcales que pretendían acaban con
una antiquísima religión de la sagrada tierra. Los otros eran
perversos vampiros o brujos, cuyo único destino debe ser la proscripción,
la muerte o la hoguera.
Claro que ha habido y hay gente que cree que bebiendo
sangre humana puede adquirir propiedades especiales, pero esto es una
consecuencia de estas leyendas inventadas y de los fantasmas que generaron
en el sugestivo inconsciente. El origen sin embargo es un
origen religioso y está en relación a antiguos ritos y símbolos mistéricos, de los
que el cristianismo fue en parte heredero, y que deliberadamente fueron
malinterpretados e intencionadamente tergiversados.
Los antiguos egipcios, al igual que los cristianos,
mantenían la pretensión de que sus cuerpos permanecieran vivos en el más
allá. Creían o creen en la resurrección de la carne. En el más allá o en
este mundo, pero inmortalidad para la materia corpórea. Y ello por la
gracia divina celestial. Pero los vampiros no creen en esa gracia divina
del mundo celeste. Condenados y proscritos por la cultura oficial en
realidad el vituperado y malvado vampiro no es sino la caricatura de una
vieja leyenda perseguida por las doctrinas oficiales. Y esa leyenda dice
que es dentro de la materia viva donde se halla la semilla espiritual de
la inmortalidad o vida eterna.
El mito del vampiro es la deformación interesada de una
ancestral y perseguida religión que poseía o buscaba poderosos secretos de
la naturaleza y de la esencia de la vida. Esa religión, que llamaremos
vampírica para entendernos, en realidad anhelaba la conexión profunda con
las fuerzas ocultas del mundo, las fuerzas que sostienen la creación
viviente.
El vampiro precisa la sensualidad del mundo (fusión de
mente y materia), ajeno a
los credos morales, pero seguro de su senda libre en pos de la meta
secreta que nunca ha aparecido en la literatura. El vampiro no posee
sentimiento de culpa, sino que más bien semeja ser un indesmayable aventurero que
persigue una meta y sigue una senda sin someterse a autoridad alguna. No
es un destructor, como popularmente se le ha achacado, sino sólo
fiel a la naturaleza real del universo. Alguien no sometido a la arbitraria y artificial sociedad,
sus estrechos paradigmas y sus
limitadoras creencias.
El vampiro es un proscrito pero no un depredador en el
sentido que siempre ha sido presentado. Esto es una burda caricatura creada por
la cultura oficial religiosa y patriarcal. El vampiro grotesco e
histriónico de las películas no tiene nada que ver con aquello que hay de
verdad tras el mito.
Los denominados vampiros en verdad fueron o son hijos
de la tierra, híbridos entre humanos y bestias, entre ángeles y demonios,
entre vivos y muertos, entre el bien y el mal, ajenos al pasado y el
futuro, fuera del tiempo, alimentados por una sangre que en verdad es
elixir divino, ambrosía imperceptible al humano corriente que al no
comprender el misterio se revolvió contra él.
La sangre grialiana, dadora de inmortalidad, es
alimento inagotable que transforma la muerte en vida. Para hallarla hay
que retornar a la Madre.
El Cáliz de Sangre Sagrada o Regeneradora es uno de los
símbolos más antiguos de la Diosa.
La Madre es la Tierra, el Árbol Sagrado que hunde
profundas sus raíces, la Serpiente que se desliza por esas mismas Raíces
en el interior del Submundo y asciende por el tronco hasta la Copa Celeste. La sensualidad vital del mundo, la libertad
que hemos perdido sustraída por infinitas barreras, la niebla que siembra incontables
falsedades. ¿Cual es la verdad y cual la mentira? ¿Es nuestro mundo y
nuestra verdad cotidiana la auténtica realidad?
LA TUMBA: LUGAR DE ENCUENTRO CON LOS
DIOSES.
Los antiguos templos iniciáticos de la Antigüedad
estaban ubicados bajo tierra, en criptas subterráneas a donde se llegaba
por túneles secretos. La parte superior visible era tan sólo para el
pueblo o rituales convencionales. Igualmente viejos templos paganos
solares y las primeras catedrales cristianas se erigieron sobre criptas
chamánicas o paganas milenarias. Esas cavernas subterráneas fueron los
lugares de encuentro de aquellos ancestrales iniciados en los secretos de
la diosa, la diosa negra o la diosa roja, la diosa serpiente ...
Además los iniciados en cierto nivel de su preparación
eran enterrados (o ubicados en una cripta subterránea sellada) durante
tres días, sin alimentos, para que pudiera su espíritu entrar en contacto
con las divinidades de la tierra. (Ritual del que se conserva un
remedo en los evangelios cristianos en el episodio de la muerte y
resurrección de Cristo). En ese estado la conciencia se vuelve hacia
adentro y abre la puerta sellada que comunica con los reinos internos. Es
curioso como las grandes pirámides egipcias son como montañas
artificiales, donde seguramente se practicaba en alguna cámara de su
interior el rito de aislamiento y apertura a las otras realidades. También
los celtas tenían templos subterráneos para que los iniciados pudieran
hallar la energía mediante la que su conciencia entraba en el reino de los
dioses o mundos internos. Algo de ello queda en los túneles bajo el viejo
Tor en Inglaterra o en la cripta sobre la que se levanta la catedral de
Chartres. Igualmente la ciudad de Toledo en España está minada de
antiquísimos túneles de origen desconocido, cuya función y profundidad aún
hoy no se ha podido investigar.
La diosa permanece ahora aislada en su Sacra Caverna
Subterránea, junto al poder de la magia, donde van a visitarla aquellos
que son calificados como vampiros. Allí se guarda la sagrada sangre
grialiana. Allí regresó Merlín, los chamanes hombres-lobo, los elfos de
los bosques, las hadas que ya no ascienden a la faz de la tierra como
antaño. Se han cerrado las viejas grutas, las viejas cavernas, donde
moraba el poder serpentino. Los oscuros bosques han sido destruidos, las
fuentes se han secado, los templos subterráneos han desaparecido. El ser
humano ha perdido el contacto con su alma profunda. Las máquinas
reemplazan a la naturaleza, hemos creado un mundo artificial, carente de
la savia sagrada de la vida.
Mas el universo no puede ser entendido por la mente
racional o las máquinas. El universo es pensamiento que ha tomado forma y
sólo volviendo el pensamiento hacia adentro encontraremos la entrada a la
verdadera realidad.
EL MITO VAMPÍRICO EN LA CULTURA ACTUAL
Carmilla, también llamada Mircalla, es una vampiresa
que seducirá y succionará el fluido vital a una joven mortal. Es curiosa
la ambigüedad sexual de este primer vampiro femenino, que roza
manifiestamente el lesbianismo. Bram Stoker por el contrario se
inspirará en el famoso e histórico conde Vlad Tapes para crear a su
personaje Drácula, aunque el susodicho conde nunca tuvo debilidad por
beber sangre sino por otras atrocidades y crueldades. Pero sin embargo el
personaje de Drácula fue el primero que inspiró a la cinematografía. De él
surgirán múltiples versiones durante el siglo XX, desde el cine en blanco
y negro hasta el color con la última versión de F. Cópola, que puso fin
quizá al ciclo de este personaje en el séptimo arte.
La fantasía diversifica y amplia el mito, más o menos
grotesco, más o menos alejado de los miedos de la religión tradicional,
más o menos rico en matices e interrogantes, pero el arquetipo esencial
subsiste: el retorno a las tierra primigenia de la que procede la carne y
el alma, la sangre inmortal, el deambular entre la vida perecedera y la
eternidad, un estado de ser más allá de los códigos religiosos o morales
sociales, etc.
P.D.: Es por este motivo que las Vírgenes cristianas (herederas
manipuladas de las antiguas diosas y hadas) siempre han aparecido
surgiendo de Cuevas, Pozos o de debajo de la Tierra. La figura de la
Virgen cristiana es un sucedáneo o una forma de sobrevivir de la Diosa en
un subconsciente y sociedad humana que ya no la acepta como tal. La Virgen
por supuesto no habita en el cielo (un espacio vacío semiestéril) con
Cristo, dios Padre y los santos como pretenden los cristianos. La Virgen o
Diosa habita en el interior mismo de la Tierra (un plano o nivel de
vibración muy elevada). Y sale por sus poros terrenos como la saliva, el
semen o la sangre salen por los poros y conductos del cuerpo humano. Lo
que denominamos Virgen, Diosa, Hada, etc es una psico-morfo-emanación
del núcleo espiritual de la Tierra. A su vez el planeta no es un bola
de materia y nada más, como piensa el hombre moderno, sino un núcleo de
psico espacio-tiempo donde el espíritu abstracto toma forma. Por ello el
verdadero cielo, si existe como tal, no es sino un plano de conciencia
sustentado por la energía matriz de la Diosa. De ahí que los celtas
buscaran siempre entrar dentro de ese plano custodiado por las
sacerdotisas o guardianas de lo que ellos llamaban Avalon: el
jardín de las manzanas aúreas, la tierra de la inmortalidad, el Paraíso de
la Diosa Madre.
P.D.2: Las abejas
son las sacerdotisas, en el reino de
los insectos, de la Madre Naturaleza. Ellas trasportan el polen
sagrado
por toda la tierra y permiten que las flores realicen sus
intercambios
sexuales y el maravilloso mundo de color de la natura florezca en
las
estaciones. En ciertas culturas antiguas la abeja fue uno de los
símbolos
de la Diosa. La abeja produce o recolecta varios néctares
sumamente
valiosos con su fecundo trabajo: polen, miel, jalea real, propoleo
y cera. Sin el
trabajo polinizador de las abejas la mayor parte de las flores no
se
podrían fecundar y la reproducción de las plantas sería casi
imposible. Desde hace algunos años hay noticias de que las abejas en
todo
el mundo están muriendo masivamente, sufriendo misteriosas
enfermedades
que cada año las hace desaparecer por millones. No regresan a las
colmenas
y sus cadáveres aparecen sembrando los campos. Quizá los tóxicos
que el
hombre esparce les afecta a su sistema de orientación y no
encuentran el
camino de regreso, o puede ser cualquier otra cosa. Pero el caso
es que
mueren por cientos de millones, provocando la ruina de muchos
apicultores.
Cuando desaparezcan las abejas la naturaleza morirá también. Por
ello,
esto es un síntoma más de que el fin del mundo tal como lo
conocemos está
próximo. Aunque es posible que de las cenizas en un futuro surja
un nuevo
mundo que ahora sólo podemos soñar.
Como todo el mundo puede apreciar los
nazarenos actuales (cofradías cristianas) van siempre vestidos con los
colores vampíricos: morado, rojo, negro. Aunque no sepan porqué. El
capirote fue durante el medievo un símbolo de poderes mágicos (vampíricos),
por ello también se ha mostrado tradicionalmente a las brujas con ese cono
y mismos colores o a los típicos magos como el famoso Merlín.
Tradicional brujita de la suerte
Y el diablo igualmente ha sido presentado
con el mismo cromatismo y aspecto, repitiendo así el arquetipo nazareno-vampírico.
Es por ello que al final los opuestos se encuentran.
Una hija de la diosa Hekate.
Una dama vampira
¿Un ser vampírico, un elfo, un hada, un extraterrestre?
Curiosamente en las películas las damas vampíricas recuerdan estéticamente
a sacerdotisas de la antigüedad. como se aprecia en las imágenes superior
e inferior.
Una hija de la noche, una vampira, siempre se alimenta de la sangre de la
diosa y no de la humana como tradicionalmente se les culpabiliza. La
sangre humana no tiene propiedades vitales trascendentes. Es sangre mortal
y corruptible. Por cierto, la luz solar no resulta destructora, aunque la
tradición diga que el
vampiro gusta de los crepúsculos y la noche. Otras leyendas también solían
contar que las hadas sólo eran visibles en esos momentos: el alba,
el crepúsculo del atardecer o la noche. Bajo los rayos de sol, sobre todo
cenital, los fenómenos mágicos son más raros.
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