Seamos veraces, hablemos de nuestra fantástica capacidad de mentir. Nos
pasamos todo el tiempo engañándonos a nosotros mismos, lo que también se
conoce en los ambientes mágicos cyberpunk como "cambiando de paradigmas". Pero normalmente lo hacemos por unas lamentables motivaciones de justificación,
para huir de la responsabilidad de nuestros actos. Al cabo del día
podemos haber sido ácratas (para reivindicar nuestro derecho universal a
comportarnos como queramos) y reaccionarios (para criticar el
comportamiento inesperado de los otros), campechanos "hijos del pueblo"
(frente a los que nos resultan unos pretenciosos) y exquisitos
aristócratas (frente a los que nos resultan unos patanes). Somos
auténticos expertos —bien educados como estamos en la hipócrita moral
cristiana— en mentirnos sobre nosotros mismos, ya ni reparamos en
cuántas veces lo hacemos en sólo unas horas. Dado que la vida es
vibrante, contradictoria, imprevisible, el mero hecho de pensarnos con
coherencia ya conlleva necesariamente un buen montón de mentiras,
estratégicamente situadas. Hace falta mucho descaro para decir "Siempre he pensado que...".
Los autoengaños del Yo están gobernados por su miedo principal: el miedo a la falta de "orden". Nuestra indomable capacidad de desear tous azimuts, que conocemos tan bien, nos da pánico. Son estratagemas bastante burdas que no sirven para hacer florecer la vida, trepar sobre uno mismo, jugar con nuevas posibilidades. Evidentemente no las ha convocado una Voluntad soberana.
Pero aprovechemos lo que hay: Ya que el miedo nos hizo maestros de una técnica, ¿por qué no usarla conscientemente para propósitos más interesantes? En vez de correr por la vida cambiando de paradigmas de forma desbocada, espoleados por la necesidad de salvar a toda costa la pequeña coherencia del Yo, huyendo de nosotros mismos... ¿Por qué no utilizar nuestras dotes de autoengaño para derribar precisamente las murallas del Yo? "Deconstruyamos nuestras identidades", que diría el posmoderno. Cada paradigma es un pequeño Yo, una pequeña autodescripción del Yo. Cambiando voluntariamente uno por otro, conscientemente y no en estampida, podremos sentir cuán frágiles y ridículas son esas certezas del Yo a las que muchas personas están dispuestas a sacrificar sus vidas. Cambiar voluntariamente de paradigma es jugar con las autoexplicaciones, perderles el respeto, y por lo tanto asomarse al caos y la incertidumbre creativa que lo componen todo, que nos componen.
Hey esto está plagiado de http://bailespiritu.blogspot.com sin citar al autor!
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