Traficante de almas, dice Lilith que hace el trabajo
sucio de Dios. Su primer negocio se remonta a la
muerte de Abel, a quien le tocó morir de manera poco
elegante, de un garrotazo con una quijada de burro,
dada la inexperiencia del ángel en esto de hacer que
alguien muriera. Con el tiempo simplificó y sofisticó
sus técnicas. Lo que no cambia es su indistinción de
juicio, se lleva a cualquiera y por cualquier motivo;
nadie, ni el mismo Dios, sabe con qué se va a aparecer
en un momento dado, pues en el contrato se pactó
autonomía para el ángel, aunque Dios le pasa su
propia lista.
Este ángel no da muestra de tener pudor alguno.
Pocos saben en su gremio de qué se trata su labor,
lo que sí se sabe es que es el único ángel que trabaja
full time. Nadie conoce el pasadizo secreto por donde
sale y regresa muy cansado de sus largas y mortales
jornadas. Es un ser huidizo, de mirada vacía. Lilith
lo adivina fácilmente en el temblor del aire, lo puede
percibir en todos los lugares, lo ve desplazarse
sumergido en un espíritu gaseoso y lo ha sentido
pasar por su lado, soplo frío, vecino de la inexistencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario