Orgullosa
Reina de los Dioses Terrestres, Suprema entre los Dioses Celestes,
Poderosa
Tempestad Atronadora, viertes tu lluvia sobre toda la tierra y todo el pueblo.
Tú haces
que el cielo truene y la tierra tiemble.
Gran
Sacerdotisa, ¿quién puede aliviar tu corazón acongojado?
Resplandeces
como el relámpago sobre las tierras altas; lanzas tus teas a través de la
tierra.
Tu
mandato ensordecedor, silbando como el Viento del Sur, desgaja las grandes
montañas.
Pisoteas
al desobediente como un toro salvaje; cielo y tierra tiemblan.
Sagrada
Sacerdotisa, ¿quién puede aliviar tu corazón acongojado?
Tu grito
aterrador que desciende de los cielos devora a sus víctimas.
Tu mano
trémula hace que el calor del medio día revolotee hacia el mar.
Tu acecho
nocturno de los cielos hiela la tierra con su brisa sombría.
Sagrada
Inanna, las riveras de los ríos se desbordan con las crecidas olas de tu
corazón...
En el
séptimo día cuando la luna creciente llega a su plenitud,
Te bañas
y rocías tu cara con agua bendita.
Cubres tu
cuerpo con las largas vestimentas de lana de la realeza.
Te
amarras el combate y la batalla a tu costado;
Los atas
a un cincho y los dejas reposar.
En Eridu
recibiste los me del Dios de la Sabiduría,
El Padre
Enki te obsequió los me en su recinto sagrado en Eridu.
Él puso
la realeza y la divinidad en tus manos.
Subes los
escalones de tu trono sublime.
Te
sientas en él en toda tu majestad
A tu
lado, Dumuzi, tu amado esposo.
Los
dioses de la tierra, deseando oír su destino, vienen ante ti.
Ante ti,
los dioses de cielo y tierra se arrodillan.
Las
criaturas vivientes y la gente de Sumeria vienen ante ti.
Atrapas
con tu mirada al pueblo de Sumeria,
Y queda
preso en tu sagrado yugo.
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