lunes, 28 de mayo de 2012

Hazlo a la media noche

En tiempos no muy lejanos existía una pareja de novios, se amaban más que nada en el mundo, ella de ojos verdes y piel blanca oriunda de Maracaibo Edo y él, un joven llamado Zulia, moreno de ojos negros profundos y cabellos largos oriundo de Guatire, Caracas.
Un viernes noche quedaron para salir con unos amigos pero él se retrasó por un incidente inesperado, había sido atacado por un enorme lobo siberiano que le regaló una antigua compañera de trabajo, un lobo de ojos azules y piel oscura, parecía una bestia sacada del mismísimo infierno.

A pesar de su retraso consiguió llegar a la esperada cita, pero algo andaba mal, un grupo de chicos, entre ellos el antiguo novio de la chica, empezaron a molestar al joven que ya estaba herido por el ataque del animal pero aún así se abalanzó sobre los malhechores, aunque no pudo hacer nada y resultó apaleado.

Pasó el día y juró vengarse.
El día siguiente pasó para el joven lentamente, aunque sus heridas sanaron de forma sorprendente, asombrado y confuso por todo lo acontecido decidió visitar a una bruja, ella, con solo ver sus ojos se dio cuenta de que había sido poseído por la marca de la bestia, pero había algo misterioso dentro de él, algo que no dejaba que el ser malévolo se apoderase completamente de su alma.

Por fin llegó la noche, noche de luna llena, sólo faltaba un minuto para las doce, nuestro desafortunado amigo se encontraba en la azotea de un edificio, y justo al sonar el gran reloj de la plaza, sus ojos se volvieron rojos, sus costillas empezaron a sufrir modificaciones genéticas, su corazón latía a paso veloz mientras recordaba con gran sufrimiento a la mujer que amaba, entre la confusión gritó con todas sus fuerzas su nombre acabando con un gran aullido, la transformación se había realizado, había cruzado la puerta entre la realidad y lo fantástico, el hombre lobo había dejado de ser una leyenda urbana.

La ganas de comer y saborear la sangre humana ya eran incontenibles así fue como sucedió, se dirigió a un centro comercial repleto de personas, se escuchó un fuerte aullido, pero la gente pensó que se trataba de una atracción más del centro comercial, pero no, sus peores temores se habían hecho realidad, ahí estaba el hombre lobo, dispuesto a matar a todo ser viviente en ese lugar, dedos, orejas, pies, corazones y cabezas, estaban desplegados a lo largo del centro comercial, él ya había cometido su primera masacre.

Pero su instinto asesino todavía estaba latente, era la hora de la venganza, había que encontrar a los chicos que le dieron la paliza el día anterior, cuando los encontró los mató uno a uno brutalmente, con el suspiro de un alma que vaga en soledad pasó el resto de la noche delante del balcón donde dormía su amada, simplemente observándola, eso le bastaba. Los instintos asesinos del lobo se convertían en instintos de protección cuando estaba cerca de ella.

Pasaron los días y continuó matando para alimentarse y todos los días después de saciar su sed de sangre acudía para observar a su amada.

Un día cualquiera se acercó para observarla como cada noche pero vio como la chica estaba en peligro, estaba siendo agredida por unos ladrones, eran muchos, cuando vieron acercarse a la enorme bestia comenzaron a dispararle hasta que el cuerpo del animal cayó al suelo convirtiéndose en hombre, los delincuentes asustados se marcharon y la indefensa chica lo dejó tirado para buscar ayuda, había que salvar su vida como fuese, pero al volver, su cuerpo ya no estaba pero la luz de la luna llena dejaba ver entre las sobras las siluetas oscuras de unos nueve o diez lobos.
Nunca se ha vuelto a ver al chico lobo pero en algunas noches de luna llena se escuchan aullidos y el nombre de la chica a lo lejos… 



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