domingo, 4 de noviembre de 2012

Secretos de Lovecraft

El diario secreto de H.P. Lovecraft


Desechemos rápidamente las conjeturas y ajustémosnos a la hipótesis que plantea el documental, luego tendremos tiempo de refutar sus postulados.

Hipótesis: H.P. Lovecraft, hombre poco afín a los peregrinajes turísticos, realmente viajó a Europa en 1926, más precisamente a Italia, cuyo paso quedó registrado en un diario íntimo inédito.

Esto es lo que afirman algunos estudiosos italianos de H.P. Lovecraft. Desde aquí, como en casi todos los temas que abordamos, elegimos la duda sobre la certeza ciega, ya que las decepciones están a la vuelta de la esquina, en especial cuando recibimos datos fríos de eruditos que además son admiradores del objeto que estudian.

En lo personal me atrevo a recomendar este documental como una de las tantas formas fabulosas adheridas a las personalidad de H.P. Lovecraft, y que acaso oculte algo de verdad.

Una aclaración: el documental es italiano, aunque los subtítulos están en inglés. Nada verdaderamente cómodo, pero quizás con el tiempo podamos traducirlo.

 

Reptilianos en la obra H.P. Lovecraft


Definamos el término reptilianos: criaturas reptiloides extraterrestres (o intraterrestres) que habitan e interactúan con los humanos bajo ciertas precauciones, entre ellas, no dejarse ver por profanos, conducir los hilos de la sociedad (siempre desde las sombras), y orquestar de modo subrepticio un culto antiquísimo a sus deidades de corte escamoso.

Ahora bajemos a lo que nos interesa: H.P. Lovecraft y su obsesión con los reptilianos.

La obra de H.P. Lovecraft abunda en criaturas fantásticas de su propia cosecha (y de otros). Sus mitos de Cthulhu son una muestra de ello, integrando seres bestiales, gelatinosos, amorfos e imposibles con otros perfectamente identificables para nosotros.

Los reptilianos, si se me permite el término, son parte de lo segundo.

No hablamos aquí de un H.P. Lovecraft conocedor de las teorías conspirativas que hoy pululan en el mundo, y que asimilan a una raza de reptiles humanoides detrás de cada catástrofe física y financiera del orbe; sino de un H.P. Lovecraft obsesionado por la forma y la naturaleza de los reptiles, identificándolos visceralmente con todo lo aberrante y anómalo que su mente podía evocar.

Los reptilianos en la obra de H.P. Lovecraft son muchos, acaso demasiados para un hombre tan pródigo en elaboraciones oníricas.

A continuación iremos recorriendo el paso de los reptilianos por los relatos de H.P. Lovecraft, paso que no siempre resulta evidente, sino fugitivo, imperceptible, como el rumor frío y remoto de unos pies acostumbrados a la noche y el secreto.


Reptilianos en la obra de H.P. Lovecraft:
-índice por orden caótico-
  • La ciudad sin nombre (The Nameless City, 1921, H.P. Lovecraft) Era de naturaleza reptil con unos rasgos corporales que unas veces recordaban al cocodrilo, otras a la foca, pero más frecuentemente a seres que el naturalista y el paleontólogo no han conocido jamás.
  • La sombra sobre Innsmouth (The Shadow over Innsmouth, 1936, H.P. Lovecraft) una de las hijas de Marsh era verdaderamente horrible... según se decía, parecía un reptil.
  • El ceremonial (The Festival, 1925, H.P. Lovecraft) ...con la respiración agitada, contemplé aquel Averno profano de leproso resplandor y aguas mucilaginosas; la muchedumbre reptiloide y encapuchada formó un semicírculo alrededor de la columna de fuego.
  • La maldición que cayó sobre Sarnath (The Doom that came to Sarnath, 1920, H.P. Lovecraft) ...donde antaño habían vivido cincuenta millones de hombres ahora tan sólo se arrastraba el abominable reptil.
  • La lámpara de Alhazred (The Lamp of Alhazred, 1957, H.P. Lovecraft, August Derleth) ...Las huellas dejadas por unos reptiles se veían claramente dibujadas en el barro.
  • Sordo, mudo y ciego (Deaf, Dumb and Blind, 1925, H.P. Lovecraft, C.M. Eddy) ...sibilantes silbidos de obscenos reptiles... ¡un susurrante coro que la garganta humana no puede entonar!
  • En los muros de Erix (In the Walls of Eryx, H.P. Lovecraft: Sterling) ...a pesar de sus ciudades elaboradamente edificadas, parecía difícil el aceptar que aquellos reptiloides hubieran hecho algo así.
  • El sobreviviente (The Survivor, 1954, H.P. Lovecraft, August Derleth) ...¿y qué era aquello que reptaba entre sus pies? Una cosa negra y larga, demasiado grande para ser una serpiente.
  • La maldición de Yig (The Curse of Yig, 1929, H.P. Lovecraft, Zealia Bishop) ...los reptiles eran de todos los tamaños, en número incontable.
  • El montículo (The Mound, 1940, H.P. Lovecraft, Zealia Bishop) ...los seres de Yoth, indudablemente, habían sido de estirpe reptiliana.
  • El diario de Alonzo Typer (The Diary of Alonzo Typer, 1938, H.P. Lovecraft, William Lumley) ...su textura se asemeja extrañamente a la de una serpiente escamosa y es inexplicablemente nauseabunda al tacto… fría y viscosa como la piel de un reptil.
El lazo de Medusa (Medusa's Coil, 1930, H.P. Lovecraft, Zealia Bishop) ...y la sugerencia de innumerables cabezas reptilianas en las rizadas puntas era demasiado marcada para ser ilusoria o accidental. 


El Necronomicón astral: la conexión Lovecraft-Crowley


El Necronomicón astral: la conexión Lovecraft- Crowley.


El ocultista británico Kenneth Grant plantea una hipótesis tan interesante como deliciosamente irracional.

En su libro de 1972, El renacimiento mágico (The Magical Revival), Grant teoriza sobre una posibilidad inquietante: que el escritor norteamericano H.P. Lovecraft y el ocultista inglés Aleister Crowley, en realidad escribían sobre las mismas entidades monstruosas; el primero en sus celebérrimos Mitos de Cthulhu, y el segundo en distintas obras esotéricas.

El resultado de esta hipótesis, a la que no le faltan ingredientes escabrosos, apunta hacia la existencia etérea de un manuscrito que contiene toda la historia del universo.

Para explicarnos en detalle debemos retroceder en el tiempo e indagar en esta supuesta conexión entre H.P. Lovecraft y Aleister Crowley.

Las experiencias sobrenaturales de Kenneth Grant comienzan en 1939, durante la Segunda Guerra Mundial; época en la que recibe "mensajes" de una entidad no humana llamada S'lba. En 1944, ya a salvo de las vicisitudes de la guerra, Grant, de veinte años de edad, conoce a Aleister Crowley, que contaba con sesenta y nueve; quien rápidamente se convierte en su mentor. De él aprende los arcanos de una fe antiquísima, tan antigua como el más remoto de los lunáticos, asimilando además una sensibilidad que supuestamente le permitía entrar en contacto directo y discrecional con diversas entidades extrahumanas.

Tras la muerte de Aleister Crowley, Grant se convierte en la cabeza de otra secta de corte esotérico: la Orden Tifoniana, cuyo profeta era nada menos que H.P. Lovecraft.

Habiendo conocido en persona a Aleister Crowley, y acaso a H.P. Lovecraft, Kenneth Grant comenzó a esbozar una idea que iría ganando terreno en su círculo de adeptos: que Aleister Crowley, hombre vigoroso que vivía su fe en criaturas preternaturales con total decisión, era en realidad el extremo opuesto de un mismo principio, en este caso, narrativo, soñado por H.P. Lovecraft.

Ambos, según Grant, se acercaron a la misma realidad, las mismas criaturas amorfas, las mismas arquitecturas demenciales, sólo que eligieron caminos distintos para llevarlas al plano de la realidad. El primero escribió sobre ellas de un modo directo, el segundo, mediante los sueños y la literatura.

La conexión Crowley-Lovecraft es de naturaleza etérea, sutil, ya que no se conocieron personalmente; aunque ambos estaban familiarizados con la obra del otro. Grant sostiene que Aleister Crowley y H.P. Lovecraft no sólo aludieron a las mismas fuerzas oscuras, sino al mismo manuscrito cósmico en donde quedan registradas, con total crudeza, las realidades, mundos, civilizaciones y criaturas que hierven en el universo desde que éste emergió de la noche primigenia.

A este manuscrito, similar en su concepción a los Archivos Akásikos, lo llamó el Necronomicón Astral (The Astral Necronomicon).

Existen dos formas de acceder a ese saber prohibido: mediante la meditación profunda (Aleister Crowley) y a través de sueños autoinducidos (H.P. Lovecraft).

H.P. Lovecraft, debido a su constitución racional y lógica, se habría escandalizado frente a esta teoría, aunque en el terreno práctico no hubiese tenido alternativa más que admitir que el origen de sus Mitos de Cthulhu son nétamente oníricos.

La idea de que cada hebra del universo vibra en todos los átomos, y que su historia puede rastrearse tanto en una mota de polvo estelar como en las células epidérmicas que se renuevan por millones a cada día, no es nueva, e incluye a hombres de la talla de Emanuel Swedenborg y William Blake. La constitución física del hombre, pensada únicamente para desarrollarse en la Tierra, también puede acceder a esa Totalidad al silenciar su conciencia, ya sea a través de la meditación o del sueño, abriéndose con nuevos sentidos a una impresión indeleble que habita incluso en él mismo.

El poeta traerá esas visiones a su realidad banal y las imprimirá en su obra mediante imágenes que, a simple vista, parecen irracionales, imposibles, que repugnan a la razón, pero que bajo ciertos estados emocionales pueden penetrar en nosotros como un viento frío que sacude los postigos o el lamento de un perro en la distancia, es decir, cosas y sonidos naturales que repentinamente se tornan ominosos sin una razón aparente.

El mago, por su parte, llevará las visiones con un espanto aún mayor, ya que no las cree un producto de su imaginación subconsciente, sino como jirones de una realidad inabarcable para su intelecto pugnando por adueñarse de su personalidad.

Los hechos: H.P. Lovecraft y Aleister Crowley escribieron sobre lo mismo pero con diferentes nombres, así como tú y yo pensamos en rosas distintas si alguno de los dos dice la palabra "rosa". Ambos sabemos a qué nos referimos, aunque las texturas, el volumen y la tonalidad de nuestras flores discrepen por completo.

Jamás sabremos a ciencia cierta si sobre lo que consideramos "real" existe un infinito universo de posibilidades, incluso ocupando el mismo espacio que nosotros; y al que algunas mentes, excesivamente despiertas, pueden acceder para acercarnos sus maravillas con total -o nula- discreción. 




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