martes, 20 de noviembre de 2012

El enano vampiro

Dicen los que saben que es en la ciudad de Buenos Aires, capital de la República Argentina, en donde tuvieron lugar los siguientes hechos. Un circo arribó a un vecindario humilde de esa gran urbe y pronto los pobladores se divirtieron con las gracias de acróbatas y payasos. No obstante, un pequeño sujeto llamaba la atención de cuantos lo veían. Se trataba de un hombre que padecía enanismo, pero a la vez también poseía extraños hábitos nocturnos: jamás era visto durante el día, su piel era muy blanca, casi del color de un cadáver, nunca se lo veía comer ni beber y desaparecía 
  
El siniestro enano vampiromisteriosamente durante algunas noches. Pronto en las calles del vecindario se notó la ausencia de perros y gatos, que hasta entonces recorrían el lugar a voluntad. Comprensiblemente, las personas se preguntaron si este hombre, cuyo nombre era Belek, no tendría algo que ver en el asunto. Consecuentemente, se dispusieron a esperar su regreso una noche en la que había partido, pero Belek nunca retornó al circo. Finalmente los dueños decidieron no esperarlo más y partieron. Poco a poco el recuerdo de Belek, al que la imaginación popular había apodado el enano vampiro, empezó a esfumarse.
Fue entonces que comenzaron a aparecer, en el mismo barrio en el que anteriormente se había notado la ausencia de perros y gatos, gran cantidad de palomas muertas. La novedad, que aterró a muchos vecinos, es todas estaban completamente desangradas. Todos se preguntaron, sin embargo, qué había pasado entonces con los perros y gatos, cuyos cadáveres no habían sido hallados por nadie. Por esos días llegó la respuesta. Unos albañiles, que estaban demoliendo paredes de una antigua casa sobre la que se construirían reformas, dieron la alarma: una vez derribado un muro que daba a los fondos de una casa, asomó un viejo sótano y en él, secos cadáveres de perros y gatos junto a ropa y pertenencias que muchos reconocieron como del enano Belek. Habían dado con la guarida del enano vampiro. Esperaron durante varios días su regreso para interrogarlo, pero nunca volvió. Los vecinos, nerviosos, se preguntaron si Belek, una vez descubierto su escondite, no habría huido para siempre.
Si bien las gentes del lugar atrancaron bien puertas y ventanas antes de irse a dormir, nadie había visto o escuchado a Belek atacar a un ser humano. Ese modesto reaseguro cambiaría muy pronto. A los pocos días un anciano salió a la calle pidiendo ayuda. Sus gritos alarmaron a la quietud del vecindario nocturno. Los vecinos, armados con palos y cuchillos, acudieron en ayuda del anciano. Cuando irrumpieron en su casa vieron a Belek emprendiendo la huida, y a la esposa del anciano, echada en el suelo, con una herida sangrante en el brazo en la que era posible distinguir dos colmillos. Belek había cruzado el límite. A partir de entonces, los vecinos no descansarían hasta capturarlo o matarlo.
  
Durante varios meses nada más se supo de Belek. Cada tanto podían verse palomas o gorriones muertos, algún perro o gato desangrado en la calle. Un experto en las ciencias ocultas y en especial en vampirismo aconsejó estar alertas: aseguró, correctamente, que si Belek era verdaderamente un vampiro no podría mantenerse con el consumo de sangre animal durante mucho tiempo. Y así fue: pocas noches después, Belek cayó en una trampa que el ingenioso experto le había tendido: un maniquí que semejaba una hermosa mujer que dormía sobre una cama y que había olvidado cerrar su ventana fue demasiada tentación para Belek. Cuando sus colmillos se cerraron sobre la dura superficie del maniquí, varios hombres se abalanzaron sobre él y lo prendieron.
El experto examinó al resignado Belek y comprobó que sufría de todos los síntomas del vampirismo, incluyendo el rechazo por los símbolos religiosos cristianos, el ajo y la luz solar, a la que temía mortalmente. Aseguró tener unos seiscientos años de edad y haber sido víctima de un vampiro en la actual Hungría. También afirmó que trataba de no atacar a seres humanos pero que en ocasiones el hambre de sangre era una tortura atroz.
Lo que sigue es materia de debate: algunos vecinos, aseverando que se trataba de una criatura diabólica y maldita, propusieron librarlo de la maldición con el método tradicional: estaca y decapitación. Otros dijeron que Belek era un monumento vivo de historia y fuente de conocimientos, que podía ser utilizado por la ciencia (esa fue la opinión del experto). Finalmente, hubo quienes propusieron ofrecerle un empleo en el cercano y enorme cementerio de la Chacarita como guardia nocturno. Si algún día concurres a ese cementerio, ubicado en un populoso barrio de Buenos Aires, no dejes de observar si por las noches el sereno es un hombre de baja estatura…
 
         










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