miércoles, 21 de noviembre de 2012

La sexualidad de los portadores de la luz

 





Ha habido mucha controversia en cuanto a los puntos de vista Satánicos sobre "el amor libre". A menudo se supone que la actividad sexual es el factor más importante de la religión Satánica, y que la disponibilidad de participar en orgías sexuales es un prerrequisito para convertirse en Satanista. ¡Nada más lejos de la verdad! En efecto, a aquellos oportunistas cuyo interés en el Satanismo no es otro que el de los aspectos sexuales, se les recomienda vivamente que no acudan a él.
El Satanismo defiende la libertad sexual, pero tan sólo en el verdadero sentido de la palabra. En el concepto satánico, el amor libre significa exactamente eso: libertad de ser fiel a una persona o de satisfacer tus deseos sexuales con tantas personas como creas necesario para satisfacer tus necesidades particulares.
El Satanismo no alienta actividades orgiásticas o relaciones extramaritales en personas a quienes no les nace de manera natural. Para muchas personas, el ser infieles a quien han escogido como pareja sería algo no natural y perjudicial. Para otras, sería frustrante el sentirse atada sexualmente a sólo una persona. Cada persona debe decidir por sí misma qué tipo de actividad sexual se ajusta mejor a sus intereses. El forzarte a tí mismo a ser adúltero, o a tener pareja sexual cuando no estás casado sólo por querer probar a otros (o pero aún, probarte a ti mismo) que ya estás liberado del estigma de culpabilidad, es tan erróneo -- según los parámetros del Satanismo -- como abstenerte de satisfacer tus deseos sexuales debido a sentimientos de culpa arraigados.
Muchos de quienes están preocupados constantemente con demostrar su emancipación de la culpa sexual, en realidad están atados por una esclavitud sexual aún mayor que aquellos que aceptan la actividad sexual como una parte natural de la vida y no hacen tanta alharaca de su libertad sexual. Por ejemplo es un hecho establecido que la ninfómana (la mujer de los sueños de todo hombre, y protagonista de toda novela erótica) no es libre sexualmente, sino que en realidad es frígida y va de hombre en hombre porque está tan inhibida que no es capaz de tener una descarga sexual satisfactoria.
Otra idea errónea es que la capacidad de tener actividad sexual en grupo es un indicio de libertad sexual. Todos los grupos de sexo-libre tienen una cosa en común: No admiten actividad sexual fetichista o desviada.
De hecho, los ejemplos más reforzados de actividad sexual no-fetichista catalogados sutilmente como "sexo libre" tienen un formato en común. Cada uno de los participantes en la orgía se desviste, siguiendo el ejemplo de alguien, y fornican mecánicamente -- siguiendo el ejemplo del líder. Ninguno de los participantes considera que su forma de sexo "emancipado" pueda ser vista como algo regimentado e infantil por quienes no son miembros, incapaces de igualar la uniformidad con la libertad.                     
El Satanista se da cuenta que si ha de ser un 'conocedor del sexo' (y estar libre de la culpa sexual), no puede sentirse atacado por los supuestos 'revolucionarios sexuales' más de lo que puede sentirse atacado por la mojigatería de su sociedad culpabilizada. Los grupos de 'libertad sexual' no entienden lo que la libertad sexual representa en realidad. A menos que la libertad sexual pueda expresarse a nivel individual, (lo cual incluye fetiches personales) no hay objeto en unirse a una organización de libertad sexual.
El Satanismo aprueba cualquier tipo de actividad sexual que tienda a satisfacer adecuadamente nuestros deseos individuales, ya seamos heterosexuales, homosexuales, bisexuales e incluso asexuales, si es por eso por lo que optamos. El satanismo aprueba también cualquier fetichismo o desviación que acreciente la calidad de nuestra vida sexual, siempre que en ello no se vea inaplicado alguien que no lo desee.
El predominio de conductas desviadas y/o fetichistas en nuestra sociedad haría estremecer la imaginación de quienes son sexualmente ingenuos. Hay más variantes sexuales de las que pueden percibir los que no están versados en materia sexual. Ahí está el travestismo, el sadismo, el masoquismo o el exhibicionismo –por no citar sino unas de las pocas desviaciones más predominantes. Todo el mundo tiene alguna forma de fetiche, pero debido a que no se dan cuenta de la actividad fetichista que reina en nuestra sociedad, creen que si se someten a sus anhelos "antinaturales", son unos depravados.
Incluso el asexual tiene una desviación: su asexualidad. Es muchísimo más anormal tener una carencia de deseo sexual (a menos que se trate de un caso de enfermedad, de edad avanzada o de cualquier otra razón válida haya causado la disminución sexual) que ser sexualmente promiscuo. Sin embargo, si un satanista opta por elegir la sublimación sexual prefiriéndola a cualquier otra expresión sexuaÍ abierta, eso es asunto suyo. En muchos casos de sublimación sexual (o de asexualidad), cualquier intento por emanciparse sexualmente podría tener resultados devastadores para el asexual.
Los asexuales son invariablemente individuos que están sublimados sexualmente por sus empleos o por sus aficiones favoritas. Toda la energía e impulsos que normalmente estarían a la actividad sexual son canalizados hacia otros pasatiempos o hacia las ocupaciones que prefieran. Si una persona favorece otros intereses a la actividad sexual, es su derecho, y nadie tiene por qué a condenarla por ello. Sin embargo, esa persona debería por lo menos reconocer el hecho de que ello es una sublimación sexual.
Debido a la falta de oportunidades para expresarse, muchos deseos sexuales secretos no llegan jamás a trasponer el estado de la fantasía. El no descargarlos suele llevar a la compulsión y, por lo tanto, una gran cantidad de personas idean indetectables para dar rienda suelta a sus deseos. No por el hecho de que gran parte de la actividad fetichista no sea aparente exteriormente, quienes no son duchos en materia sexual han de engañarse pensando que tal actividad no existe. Para citar ejemplos de las ingeniosas técnicas utilizadas: El travesti masculino se dará gusto en su fetichismo llevando prendas interiores femeninas mientras se dedica a sus actividades cotidianas; o la mujer masoquista puede llevar una faja de goma varias tallas más pequeña que la suya, y de este modo estará todo el día en condiciones de obtener un placer de su incomodidad fetichista sin que nadie se aperciba de ello. Estas ilustraciones constituyen ejemplos mucho más suaves y prevalentes que otros que podrían haberse dado.
El Satanismo alienta cualquier forma de expresión sexual que desees, siempre y cuando no perjudiques a nadie más. Para evitar confusiones, debemos aclarar la afirmación anterior. Al decir que no se debe perjudicar a nadie, no incluimos el daño no intencionado que pueda recaer sobre aquellas personas que, a causa de sus ansiedades concernientes a la moral sexual, puedan no estar de acuerdo con tus puntos de vista sobre el sexo. Naturalmente, deberías evitar el ofender a quienes signifiquen mucho para tí, y por ello me refiero a tus amigos y parientes más mojigatos. Sin embargo, si te esfuerzas sinceramente a evitar ofenderlos, y a pesar de tus esfuerzos ellos se dan cuenta accidentalmente, no es responsabilidad tuya, y por lo tanto no deberías sentir culpa alguna debido tanto a tus convicciones sexuales, como al hecho de que ellos se hayan ofendido debido a ésas convicciones. Si con tus actitudes sexuales temes constantemente ofender a los mojigatos, entonces no tiene sentido el intentar liberarte de la culpa sexual. Sin embargo, de nada sirve que hagas ostentación de tu permisividad.
La otra excepción a la regla hace referencia a la relación con los masoquistas. Un masoquista extrae placer de ser maltratado; en consecuencia, si se le niega al masoquista su placer a través del dolor, eso le hace sufrir tanto como el verdadero dolor físico hace sufrir al que no es masoquista. La historia del sádico auténticamente cruel ilustra bien la cuestión. El masoquista le dice al sádico: «golpéame». A lo cual el sádico despiadado responde: "¡NO!" Si una persona quiere ser maltratada y disfruta sufriendo, no hay razón alguna para no darle gusto en lo que acostumbra.
La definición popular de la palabra 'sádico'
La masturbación, considerada por muchas personas como un tabú sexual, crea un problema de culpabilidad que no resulta fácil de afrontar. En este asunto es preciso hacer mucho hincapié, puesto que constituye el elemento extremadamente importante de muchos actos mágicos destinados a tener éxito. Desde que la Biblia judeo-cristiana describió el pecado de Onán (Gen 38:7-10), el hombre no ha cesado de considerar la gravedad y las consecuencias del «vicio solitario». Aunque los modernos sexólogos han explicado que el pecado de Onán es simplemente un coitus interruptus, siglos enteros de falsa interpretación teológica han causado un daño casi irreparable.
Prescindiendo de los verdaderos crímenes sexuales, la masturbación es uno de los actos sexuales que peor está visto. Durante el último siglo fueron escritos innumerables textos para describir las horrorosas consecuencias de la masturbación. La palidez de la piel, la dificultad en la respiración, los granos en la cara y una pérdida del apetito no eran más que unas cuantas de las muchas características que se suponía provenían de la práctica de la masturbación. Se aseguraba que se produciría un total colapso físico y mental si no se atendían las advertencias de aquellos manuales destinados a la juventud.
Las espeluznantes descripciones de tales textos resultarían casi risibles si no fuera por el hecho lamentable de que, a pesar de que los sexólogos, doctores o escritores contemporáneos han hecho mucho para elimina el estigma de la masturbación, todos los muy arraigados sentimientos de culpabilidad creados por las absurdidades de aquellos primeros textos sexuales no han podido ser borrados sino de una manera parcial. Un gran porcentaje de personas, en especial aquellas que han rebasado la edad de cuarenta años, no pueden aceptar emocionalmente la circunstancia de que la masturbación es natural y saludable. Hay ciertas personas que ahora logran aceptarla intelectualmente, pero, como siguen considerándola con repugnancia, sucede que de un modo inconsciente comunican su repugnancia a sus hijos.
En otros tiempos se pensaba que uno se volvería loco si, a pesar de todas las advertencias, persistía en sus prácticas autoeróticas. Este ridículo mito tomó cuerpo a causa de ciertos informes que pretendían que la masturbación estaba muy extendida entre los residentes de los centros psiquiátricos. Se suponía que, puesto que casi todos los dementes se masturbaban, era su masturbación la que les había vuelto locos. Nadie se detenía a pensar que la verdadera razón de que los dementes se entregaran a la práctica de la masturbación había que ir a buscarla en la carencia de compañeros del sexo opuesto y en esa necesidad de liberar la inhibición que es la característica de una locura extrema.
Muchas personas prefieren que su pareja busque en otra parte la actividad sexual antes que dedicarse con ella a actos auto eróticos. En esto influyen los propios sentimientos de culpabilidad, más una repugnancia a realizar una masturbación mutua. Hay casos en los que existe también el temor a la repugnancia de la pareja. Sin embargo, es sorprendente el número de casos en los que se obtiene una perversa excitación al ver a nuestra pareja tener una experiencia sexual con otra persona. Esto es bastante corriente, aunque raras son las personas que se atreven a reconocerlo.
Por mucho que nos hayan hablado de la «inmaculada concepción» -habría que tener una fe muy ciega para tragarse esa absurdidad-, todos sabemos muy bien que si queremos traer ai mundo a un niño tenemos que mantener un contacto sexual con una persona del sexo opuesto. Si uno se siente culpable al cometer el «pecado original», entonces no hay duda de que se sentirá mucho más culpable al realizar un acto sexual pensando tan sólo en uno mismo, y no en la necesidad de crear hijos.
Los satanistas se dan plena cuenta de las razones por las cuales los sacerdotes declaran pecaminosa la masturbación. Tal como ocurre con todos los otros actos naturales, las personas la realizarán por mucho que las reprendan severarnente. Ahora bien, provocar un sentimiento de culpabilidad es una importante faceta de su perverso plan para inducir a las personas a expiar sus «pecados». ¿Y qué mejor manera de expiarlos que pagando las hipotecas sobre los templos de la abstinencia?
Aun cuando el hombre moderno no sienta ya (o crea no sentirse ya) bajo el peso de un sentimiento de culpabilidad provocado por la religión, la verdad es que todavía se siente avergonzado si cede al deseo de masturbarse. Un hombre puede sentirse privado de su masculinidad si se satisface autoeróticamente en lugar de entregarse al juego competitivo de dar caza a una mujer. Es posible que una mujer se sienta tentada a satisfacerse a sí misma sexualmente, pero aún así echará de menos esa satisfacción egotísta que proviene del deporte de la seducción. Ni el casi Casanova ni la ficticia vampiresa se sienten a gusto cuando están «obligados» a recurrir a la masturbación para obtener una satisfacción sexual: ambos preferirían incluso un compañero inadecuado. Sin embargo, satánicamente hablando, es mucho mejor entregarse a una fantasía perfecta que participar con otra persona en una vacua experiencia. Con la masturbación, uno domina completamente la situación. Para ilustrar el hecho indiscutible de que la masturbación es una práctica normal y saludable, diremos que es realizada por todos los miembros del reino animal. Los niños también se rinden a sus instintivos deseos masturbatorios, salvo que hayan sido regañados por unos padres indignados. Desde luego, en esto suele haber una tradición que se remonta de hijos a padres a todo lo largo de una infinita línea ascendente.
Es lamentable, pero cierto, que los sentimientos de culpabilidad sexual de los padres se transmiten inmutablemente a sus hijos. Con el objeto de salvar a nuestros hijos del triste destino sexual de nuestros abuelos, nuestros padres, y posiblemente del nuestro propio, nuestra obligación es conseguir que el perverso código moral del pasado quede expuesto tal como es: una serie de reglas pragmáticas organizadas que, si obedecemos de un modo rígido, nos destruirán. Podemos estar seguros de que, si no nos liberamos de los ridículos niveles sexuales de nuestra sociedad actual, y en ellos incluimos a la pretendida revolución sexual, persistirá la neurosis provocada por esas sofocantes regulaciones. La adhesión a la nueva moralidad del satanismo, que es razonable y humanitaria, servirá al desarrollo de una sociedad en la que nuestros hijos podrán crecer saludablemente y sin los devastadores inconvenientes morales de una sociedad actual que está enferma.         

   

     

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