Cartago, antaño una
simple factoría comercial de los fenicios en el Norte de África, se había
convertido en el
centro de un importante imperio. Sus colonias se extendían por la costa
septentrional de
África hasta la península ibérica, convirtiéndose en el principal competidor de
Roma en Occidente,
aunque todavía no habían surgido hostilidades. De hecho, Roma y Cartago se
habían aliado brevemente
contra Pirro y las ciudades griegas del sur de Italia.
Por lo que respecta a
los Vástagos, Camila estaba completamente despreocupado por lo que
respecta a Cartago, y
sus planes de conquista se limitaban a la península italiana y tal vez a alguna
expedición a
Macedonia. Sin embargo, Lisandro no tenía la misma opinión y vio la amenaza
potencial que
representaba Cartago y los Vástagos que habitaban la ciudad.
Lisandro había
luchado contra los Brujah en Grecia y había heredado el odio que sentía
hacia ellos su sire
Artemisa. En sus viajes escuchó las historias sobre Cartago, en las que se
relataba
cómo los Brujah caminaban
abiertamente entre los mortales, gobernándolos como dioses,
recibiendo
sacrificios y tributos de sangre. Lisandro viajó a Cartago para comprobar en
persona la
veracidad de estas
historias y se sorprendió al ver que la realidad iba mucho más allá que las
palabras. Los
sacrificios humanos eran tradición aceptada entre los cartagineses desde hacía
siglos y
su número se
disparaba en momentos de crisis. Los Brujah y sus aliados Assamitas controlaban
a la
población humana e
incluso tenían planes para extender sus dominios a la península ibérica y más
allá. Italia no
quedaba muy lejos.
Lisandro regresó
junto a Camila y le contó todo lo que había visto, aunque sin duda,
espoleado por sus
prejuicios contra los Brujah y por su percepción alterada debió exagerar su
historia. Sin
embargo, motivado por la prudencia, Camila decidió no actuar, pues no
consideraba
que Cartago fuese una
amenaza, a pesar de la insistencia de Lisandro.
En el año 264 a.C. la
isla de Sicilia estaba ocupada por numerosas colonias griegas,
independientes de
Roma y Cartago, y varios clanes ocupaban las principales ciudades. La mayor de
ellas era Siracusa,
donde Artemisa reposaba en letargo, y donde gobernaba el Príncipe Alcias, del
clan Malkavian. Sin
embargo, cuando los líderes cartagineses declararon la guerra a Siracusa, el
príncipe Alcias fue
amenazado por un enviado Brujah de Cartago, al que destruyó. Preocupado por
el inminente
conflicto el príncipe recurrió al consejo de la recién despertada Artemisa y de
una
antigua Toreador
llamada Arikel. Esta alianza de antiguos convocó a Lisandro a Siracusa y juntos
planearon que Roma
declarara la guerra a Cartago. Lisandro regresó a Roma e insistió nuevamente
a Camila para que
apremiase a los romanos y declarase la guerra a Cartago, mientras el príncipe
Alcias preparaba la
defensa de Siracusa.
Camila no aceptó
inmediatamente, sino que movido por su habitual cautela decidió consultar
a un oráculo antes de
tomar una decisión tan importante. La antigua vidente Tryphosa, del clan
Malkavian, habló así:
“¡Ay
de ti, Camila, si te quedas entre tus muros y no golpeas el avispero que es
Cartago!
¡Allí
la boca del padre rezuma con la sangre de sus hijos, y las manos de los hijos
están manchadas
con
la carne de sus madres! ¡Sus dioses de Baal-Hammon, Tanit y Melkart exigen las
vidas de los
hijos
de Seth, entregados al fuego! ¡Que no quede piedra sobre piedra, pues de lo
contrario
exprimirán
tal cantidad de sangre que Roma misma perecerá ahogada!”
El resultado fueron
las Guerras Púnicas, unas guerras donde no sólo se decidiría el destino
de Roma y Cartago,
sino el de las relaciones entre los Brujah y los Ventrue durante los siglos
siguientes. Durante
años ambos bandos lucharon y se ocasionaron terribles pérdidas, aunque en la
Primera Guerra Púnica
los Vástagos únicamente tantearon las fuerzas de sus adversarios, confiando
en sus servidores
mortales. Al final los romanos se alzaron con la victoria en el 241 a.C.,
anexionándose las
islas de Sicilia, Cerdeña y posteriormente Córcega (237 a.C.). Como muestra de
alianza y buena
voluntad los Malkavian fueron aceptados en Roma, así como algunos Toreador.
Pero a pesar de la
victoria romana la ciudad de Cartago permaneció intacta, y los cultos de
vampiros Brujah,
Assamitas y otros clanes que reverenciaban a Baal mantuvieron su poder y
continuaron
gobernando como si nada hubiera ocurrido. Alcias, Lisandro y Artemisa trataron
de
presionar a Camila
para continuar la guerra hasta la victoria total, pero el Príncipe de Roma
consideraba que no
disponía del poder suficiente para invadir el Norte de África y decidió no
actuar
hasta que los Brujah
atacasen directamente Roma.
La Segunda Guerra
Púnica estalló en el 219 a.C., comenzando en la lejana Iberia, donde los
Brujah cartagineses
se enfrentaban a los Lasombra ibéricos. Sin embargo, cuando el general Aníbal
conquistó la ciudad
de Sagunto, aliada con Roma, la guerra comenzó de nuevo, y en esta ocasión
los ejércitos
cartagineses marcharon desde la península ibérica hacia Roma. El general Aníbal
cruzó
los Alpes e invadió
Italia, derrotando a los romanos en varios encuentros, destacando la batalla de
Cannas en el 216 a.C.
Muchos vampiros italianos se atrincheraron temerosos en sus ciudades, y los
Malkavian de Sicilia
no podían ofrecer su ayuda ante nuevos ataques cartagineses.
En respuesta Camila
abrió primero Italia y después Roma a los vampiros que se unieron a
su bando. Primero
acudieron los Lasombra, liderados por el antiguo Montano, y más tarde los
Capadocios y Vástagos
de otros clanes se unieron a Camila y sus aliados.
Finalmente fueron los
mortales quienes consiguieron cambiar el curso de la guerra. Las
legiones romanas
atacaron la península ibérica, conquistando las colonias cartaginesas una por
una,
y posteriormente
avanzaron por el Norte de África, obligando a Aníbal a abandonar Italia para
acudir en ayuda de
Cartago. En la llanura de Zama Aníbal fue derrotado el 202 a.C. por las legiones
romanas al mando del
general Publio Cornelio Escipión.
Camila y sus aliados
permanecieron en Italia durante el final del conflicto, recuperándose de
las pérdidas
ocasionadas por los ejércitos cartagineses en la península italiana. Cartago se
rindió y
aceptó las
condiciones de Roma, cediendo la península ibérica y realizando numerosas
concesiones.
Pese a la derrota y
las pérdidas territoriales, Cartago continuó siendo una refugio para los Brujah
y
sus aliados.
Pero para los Ventrue
y sus aliados el desenlace de la Segunda Guerra Púnica no fue del
todo satisfactorio.
Lisandro acudió de nuevo a Camila y le instó a que destruyera Cartago
definitivamente, por
el bien de todos los Vástagos. Otros clanes, liderados por el Príncipe Alcias,
también apoyaron las palabras
de Lisandro. Siguiendo el ejemplo del orador romano Catón el Viejo,
que también estaba
obsesionado con la destrucción de Cartago e insistía en el tema en todos sus
discursos en el
Senado de Roma con la frase Delenda Cartago est (Cartago debe ser destruida),
Lisandro repitió la
frase en los oídos de Camila.
Durante varios años
Camila continuó reuniendo apoyos aliándose con los Toreador en el año
167 a.C. tras una
demostración de fuerza en la conquista de Grecia y otra de buena voluntad,
permitiendo la
entrada de los Artesanos en el nuevo orden de Roma. Sin embargo, no fue hasta
el
146 a.C. que Camila
consideró que disponía del suficiente poder como para destruir Cartago y a los
Vástagos que la
habitaban.
Las flotas y legiones
romanas pusieron sitio a Cartago y la rodearon, iniciando la Tercera
Guerra Púnica. Aunque
el sitio no fue excesivamente costoso para los romanos, para los Ventrue y
sus aliados fue la
batalla más grande y larga en la que habían tomado parte. Mientras las legiones
romanas arrasaban la
ciudad, Ventrue, Malkavian, Lasombra y Vástagos de otros clanes ayudaron a
dirigir el asedio y
lucharon contra los Brujah, Assamitas, Baali y sus aliados durante cinco
noches.
Muchos Vástagos
murieron en ambos bandos, junto a miles de mortales. Nunca antes desde la caída
de la Segunda Ciudad
se había librado semejante batalla entre los Vástagos.
Los vampiros romanos
y sus aliados se alzaron con la victoria, pero a un alto precio.
Artemisa había
liderado la primera incursión y fue reducida a cenizas por un grupo de vampiros
Brujah. El príncipe
Alcias fue gravemente herido y cayó en letargo, y su destino sigue siendo un
misterio. Lisandro
terminó la batalla lleno de cicatrices pero consiguió destruir a uno de los
líderes
Brujah. Camila
permaneció en Roma, pero su chiquillo Tiberio Carnifex mató a un grupo de
guerreros Assamitas
antes de sucumbir.
Y dicen los Ventrue
que en la batalla final se alzó de las catacumbas de Cartago el Anciano
Troile, progenitor
del clan Brujah, y participó personalmente en la lucha, a punto de ser devorado
por su Bestia
interior. En compañía de su amante Moloch, líder de los Baali, plantó cara a
sus
enemigos. Finalmente
el poder de los hechiceros y vampiros que acompañaban a los ejércitos
romanos fue demasiado
grande incluso para Troile y Moloch y ambos cayeron juntos y Abrazados
en uno de los pozos
del templo de Baal-Hammon, y fueron engullidos por la oscuridad, fundiéndose
con el suelo.
Una vez terminada la
batalla la ciudad fue incendiada durante 17 noches y Lisandro ordenó
que fuera arrasada
hasta los cimientos y sus escombros removidos para asegurarse de que ningún
Vástago permanecía
ileso. Los habitantes de Cartago fueron ejecutados a miles y los supervivientes
convertidos en
esclavos. La tierra que ocupaba la ciudad fue cubierta con sal para que nada
creciera
allí y los místicos
romanos pusieron varias protecciones para evitar que ningún Vástago pudiera
alzarse de nuevo. La
guerra había terminado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario