En el año 305, poco
después del reinado del emperador Diocleciano tres poderosos
Matusalenes –aliados
y amantes- abandonaron Roma. Miguel, del clan Toreador; Antonius el Galo,
del clan Ventrue y
Dracon, del clan Tzimisce, que habían decidido abandonar la decadencia del
Imperio Romano para
llevar a cabo su Sueño de crear una sociedad nueva y mejor.
Antonius el Galo fue
el primero en fijarse en el ascenso de la figura de un ambicioso general
llamado Constantino,
que se decía estaba bendecido por Dios. Los Tres Matusalenes observaron sus
progresos, mientras
el resto de los vampiros romanos vieron en el general un peón de la voluntad de
estos tres vampiros.
Tras derrotar a sus competidores Majencio (312) y Licinio (324) por el poder
imperial, los tres
Matusalenes decidieron que el momento de actuar había llegado.
Constantino
reconstruyó la antigua ciudad de Bizancio y la rebautizó como Nova Roma,
aunque posteriormente
sería conocida como Constantinopla. El emperador había convertido el
cristianismo en la
religión oficial del Imperio Romano y puso grandes limitaciones a los cultos
paganos. Antonius,
deseoso de ganarse el favor de su amante Miguel, y utilizando su influencia
sobre los
lugartenientes del emperador, entre ellos el general Caius, que se convertiría
en su
chiquillo, se hizo
con numerosas obras de arte, en su mayoría procedentes de los templos paganos,
con el propósito de
ornamentar la nueva capital del Imperio. Aunque los Vástagos romanos
protestaron por el
cambio de capitalidad, los Tres Matusalenes de Constantinopla no hicieron nada
para congraciarse con
ellos, y consideraban a los vampiros de Roma reliquias de un pasado que
estaba quedando
atrás.
Cuando Roma cayó ante
el empuje de los bárbaros, Miguel, Antonius y Dracon se reunieron
en el año 477 en un
Consejo para enfrentarse a las consecuencias. En este Consejo se creó un
sistema de gobierno
conocido como la Trinidad, a imitación del Triunvirato de Roma, y cada uno de
los Matusalenes se
convirtió en el líder de una familia responsable de una faceta del Sueño que se
estaba construyendo
en Constantinopla. Miguel y los Toreador asumieron el papel simbólico del
Padre y el poder de
la Iglesia bizantina. Antonius y los Ventrue representaron el papel del Hijo y
asumieron la
responsabilidad de la administración mortal e imperial. Dracon y los Tzimisce
ocuparon el puesto
del Espíritu Santo y se responsabilizaron de las órdenes monásticas. Como había
ocurrido en Roma
otros linajes fueron admitidos como “retoños” bajo la protección de las
familias
de la Trinidad.
Antonius concedió su protección a una antigua Capadocia y a un grupo de
legisladores Brujah.
Antonius estableció
una posición firme en el gobierno imperial, aunque su amor por Miguel
le llevó a
enfrentarse en varias ocasiones con Dracon, y el Patriarca Toreador a menudo
fomentaba
la rivalidad entre
ambos, disfrutando con la visión de sus dos amantes compitiendo por su favor.
Como el Matusalén
Tzimisce no parecía dispuesto a participar en estos juegos, Miguel reaccionó
fríamente y Toreador
y Ventrue estrecharon sus relaciones, dejando a los Tzimisce bizantinos al
margen.
Antonius utilizó las
ambiciones del emperador Justiniano para llevar a cabo sus planes de
restaurar la gloria
del Imperio Romano. A través de sus campañas de conquista y de sus generales,
Justiniano consiguió
recuperar Italia, el norte de África y el sur de la península ibérica de manos
de
los bárbaros. El
sistema de las familias vampíricas de Constantinopla se extendió por los
territorios
conquistados y el
dominio de otros Vástagos fue reconocido dentro de la estructura imperial.
El fin del gobierno
de Justiniano significó el final de los planes de Antonius. El Imperio
Bizantino se había
extendido más de lo que podía abarcar, y nuevas oleadas de bárbaros atacaban
Italia, mientras los
persas presionaban las fronteras orientales. Una plaga barrió el Imperio,
diezmando la
población. Antonius, desconfiando de que el Tzimisce Dracon era el responsable
de
estos problemas no
prestó suficiente atención a las fronteras tambaleantes del Imperio, y permitió
que se desarrollase
la rivalidad entre los servidores del emperador. Durante esta época Antonius
otorgó el Abrazo al
general Belisario, que había sido el principal artífice de la reconquista
bizantina.
Durante los siglos
siguientes las plagas, las amenazas de invasión y los tiránicos gobiernos
de algunos
emperadores como Focas, destruyeron mucho de lo que Justiniano –y Antonius-
habían
creado. Los
acontecimientos mortales a menudo se reflejaban en los conflictos internos de
la
Trinidad. El gobierno
de Justiniano y la reconquista de Occidente habían proporcionado a Antonius
el favor de Miguel,
forzando a Dracon y los Tzimisce a un papel secundario. Los monasterios
sufrieron con dureza
las reformas de Justiniano, lo que enfureció a Dracon y le hizo provocar el
descontento de los
mortales. El caos originado frustró los sueños conquistadores de Antonius y le
arrebataron el
control de los emperadores.
Sin embargo, a pesar
de esta advertencia a sus amantes, Dracon no estaba dispuesto a
permitir que el Sueño
de Constantinopla fuera destruido. En el año 610 Heraclio, un seguidor de
Dracon, tomó el poder
imperial derrocando a su predecesor Focas e inició un lento proceso de
recuperación, que
coincidió con el auge del Islam. La oleada de conquistas árabes arrebató al
Imperio Bizantino
extensos territorios, entre ellos Siria, Egipto y el norte de África. Varias
familias
establecidas en las
provincias desde la época de Justiniano cortaron lazos con Constantinopla y
numerosos Ventrue
fueron destruidos o tuvieron que exiliarse ante el empuje de los invasores.
El Patriarca Miguel
trató de restablecer la paz entre sus dos amantes mediante el regalo de
dos niños, Gesu y
Symeon, que representarían la cooperación entre ambos. Sin embargo Gesu, el
chiquillo de Dracon,
terminó Abrazando a su hermano Symeon, privando a Antonius de su regalo y
separando al Matusalén
Ventrue de la Trinidad. Se celebró un Consejo en el año 704 pero no se
alcanzó ningún
acuerdo.
Antonius, amargado
por la pérdida de Symeon, comenzó a trazar planes contra los Tzimisce,
supervisando el
ascenso del emperador Leon III al trono de Constantinopla en el año 717. En el
año
726 el emperador
inició una campaña de destrucción de iconos, que consideraban imágenes
sacrílegas de la
divinidad. El movimiento iconoclasta fue continuado por su hijo Constantino V,
provocando que
numerosos monasterios fueran arrasados y sus hermosos iconos destruidos.
Muchos seguidores del
movimiento iconoclasta no estaban realmente en contra de la veneración de
iconos, sino que se
oponían al poder de los monasterios.
Desde las sombras
Antonius fomentó su propia versión de la iconoclastia, exigiendo que
todos los vampiros
debían permanecer ocultos de los mortales y el cese de todo culto de sangre.
Era
un ataque directo
contra los Tzimisce, pero también separó a Antonius de sus chiquillos Caius y
Séptima Dominica, que
no aprobaban la campaña de venganza de su sire. La animosidad entre
Ventrue y Tzimisce
continuó y no dio señales de amainar a pesar de que muchos esperaban que
Antonius se sintiera
satisfecho con el daño causado a sus enemigos. Pero el Matusalén Ventrue
estaba cegado por el
odio y continuó con la destrucción de iconos, reafirmándose en su creencia de
que los Vástagos
debían actuar como los amos ocultos de la humanidad, no como santos eternos
que recibieran la
adoración de los mortales.
Las medidas del
Basileus Ventrue llevaron a la división en la sociedad bizantina y al
distanciamiento entre
la Iglesia de Oriente y Occidente. Miguel y Dracon convocaron un Consejo
en el año 796 en el
que se decidió el destino de Antonius. Sus chiquillos propusieron su destrucción,
argumentado que la
ceguera de Antonius terminaría por destruir Constantinopla. A pesar de su
reticencia inicial,
Miguel y Dracon terminaron aceptando la solución y Caius destruyó a su sire,
convirtiéndose en el
nuevo líder de los Ventrue, y el culto a los iconos fue renovado poco después.
El nuevo Basileus
esperaba convertirse en el amante del Patriarca Miguel, pero fue
rechazado, por lo que
despechado, permitió que resurgiera un brote de iconoclastia. El Patriarca
Miguel reaccionó
asumiendo el poder en el año 842 como el emperador Miguel III y restaurando el
orden, llevando a
Constantinopla a la época más gloriosa de su sueño.
Miguel y Dracon
abandonaron el poder en el año 888, nombrando a sus sucesores al mando
de las familias de la
Trinidad. Resignado al rechazo de Miguel, Caius se volcó en las labores de
gobierno,
supervisando a la dinastía de los emperadores Macedonios, que reconquistaron
algunos
territorios en
Oriente y Occidente. Antioquía fue reconquistada y los musulmanes rechazados de
Asia Menor. Los
Balcanes también fueron reincorporados al Imperio Bizantino.
Sin embargo, en el
siglo XI, Séptima Dominica murió a manos de cazadores de brujas y
Caius se encontró
solo al mando de los Ventrue Antoninos. La familia degeneró pronto en un caos
de intereses
enfrentados y al final de la dinastía macedónica Caius retenía su poder
enfrentando a
unas facciones contra
otras. Desgraciadamente gran parte del territorio reconquistado se sublevó y
los Ventrue trataron
de recuperar lo perdido, buscando restaurar el sistema de familias de
Constantinopla
aniquilando a la aristocracia semifeudal de Anatolia y a los vampiros que la
sustentaban. Sin
embargo, la destrucción de la aristocracia volvió a exponer el Imperio
Bizantino
ante los musulmanes.
Con la muerte de Basilio II en el año 1025 el imperio degeneró en una serie
de crisis dinástica y
fracasos militares, viéndose nuevamente rodeado de enemigos: los búlgaros se
rebelaron al norte
contra la autoridad bizantina, los normandos de Sicilia realizaban incursiones
en
el oeste, y los
turcos selyúcidas aplastaron al ejército imperial en la batalla de Manzikert
(1071).
Poco después del
desastre de Manzikert el general Belisario, chiquillo de Antonius, al que se
creía destruido desde
la invasión musulmana, regresó a Constantinopla. Para restaurar el Imperio
Belisario consideraba
que era necesaria una dinastía fuerte, y con Caius, el basileus Ventrue, apoyó
la ascensión al trono
del ambicioso Alejo Comneno Desgraciadamente los menguados recursos del
imperio no eran
suficientes para los planes de los Ventrue, y Caius y Belisario propusieron una
alianza comercial con
la ciudad de Venecia, dominada por los Lasombra. Aparte, Caius envió
emisarios a Occidente
ante el Papa de Roma pidiendo ayuda para derrotar a los turcos selyúcidas.
La petición de ayuda
contra los turcos obtuvo como respuesta la Primera Cruzada (1096-
1099), que llevó a
decenas de miles de peregrinos y guerreros mortales a las fronteras del Imperio
Bizantino. Los
Ventrue trataron de manejar la situación y actuaron para procurar que los
cruzados
atravesaran los
territorios bizantinos rápida y eficazmente. Aunque Belisario no consiguió
prever la
creación de los
Estados Latinos en Oriente, consiguió aprovechar la presencia de los cruzados
para
recuperar algunos
territorios en Asia Menor. Al mismo tiempo consiguió estrechar lazos entre los
Ventrue y Tzimisce,
convirtiendo la presencia de los latinos en un problema menor.
Desgraciadamente para
los Ventrue sus victorias en Oriente atrajeron el recelo de los
Assamitas, que en el
año 1143 asesinaron al emperador Juan Comneno como advertencia a los
Vástagos bizantinos,
lo que llevó a los Ventrue a aliarse más estrechamente con los vampiros
occidentales y con
los estados cruzados. Sin embargo, a pesar de la llegada de nuevos guerreros a
Oriente, era evidente
que el Imperio Bizantino estaba perdiendo la iniciativa. Además sus riquezas a
menudo iban a
engrosar las arcas de los mercaderes occidentales, sembrando el recelo de los
bizantinos.
Los recelos contra
los latinos estallaron en Constantinopla en 1185, después de que los
normandos saquearan
Tesalónica, y los Ventrue no pudieron controlar los disturbios. Furiosos
ciudadanos y vampiros
bizantinos mataron a todos los extranjeros que encontraron y cometieron
numerosas
atrocidades. Caius se vio obligado a pedir excusas a los Lasombra venecianos y
ejecutar
a varios vampiros que
fueron declarados culpables de instigar los tumultos. Los Ventrue Antoninos
se enfrentaron entre
sí, permitiendo que una dinastía débil, los Ángelos, accediesen al trono
imperial. Caius se
negó a actuar de forma decisiva y las distintas facciones Ventrue tenían sus
propios proyectos
secretos.
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