Cappadocius continuó vagando durante
mucho tiempo, durmiendo durante cortos
períodos. Sin embargo, a medida que
transcurrían los siglos comenzó a desesperar
porque no lograba encontrar respuesta al
misterio de la muerte. Finalmente obtuvo una
revelación en las tierras de los hebreos,
al sur de Capadocia.
Cappadocius encontró una tienda solitaria
en las llanuras de Canaán, lejos de las
ciudades de Gaza y Jerusalén. Una débil
luz titilaba en su interior, y había poco
movimiento. La soledad y la desesperación
de Cappadocius pensaban en el aire.
Cansado, desilusionado y famélico, el
Antediluviano se acercó a la tienda con
intenciones rapaces. En aquel momento
pretendía encontrar la respuesta matando al
hombre solitario que ocupaba la tienda,
lo que saciaría la abrumadora sed de la Bestia.
Irrumpió en el recinto con los ojos
encendidos y se dirigió al aterrorizado judío
que se encontraba en un rincón.
“Busco la respuesta a la muerte. Quizás
tú puedas revelármela.
“Sé que no puedo evitar esto, pero
también sé que Dios me protegerá” respondió el
judío.
“¿Quién eres tú para que Dios se preocupe
tanto por tu bienestar?” se burló el
enfurecido vampiro conteniendo apenas su
frenesí.
“No soy más que un hombre. Dios me cuida
porque es soberano, trascendente y
bueno”, fue la respuesta.
Cappadocius se detuvo, desvaneciéndose la
Bestia de su semblante.
“Con tu sencilla sabiduría, has comprado
tu vida”, le dijo y la Bestia salió de su
alma.
Cappadocius se maldijo por su estupidez.
Allí estaba él, un chiquillo de Caín que
llevaba miles de años vagando por toda la
creación, pidiendo ayuda a meros mortales
para resolver un problema sin solución
posible. ¡Miles de años malgastados! Si de verdad
quería aprender, debía escuchar a los
pies de Dios.
LA CONVERSIÓN DE CAPPADOCIUS
Otra leyenda sobre Cappadocius habla de
su conversión al cristianismo, y
nuevamente recalca la desesperanza que se
había abatido sobre el Antediluviano.
Viajando por su tierra natal, Cappadocius
se encontró cometiendo el pecado de la
desesperanza. Durante cientos de años
había estado buscando un mayor conocimiento de
los misterios de la muerte. Aquellos
estudios habían resultado infructuosos, y el gran
peso de su búsqueda se dejaba sentir
sobre sus hombros. Una noche, decidió renunciar.
Se recostó en un cono de roca volcánica y
cerró los ojos. Utilizando su poder se
hundió en la tierra, permaneciendo allí
durante incontables noches, algunos dicen que
hasta 33 años. Cada noche se despertaba
más débil que la anterior, pero se negaba a
levantarse y proseguir con su vacía
búsqueda.
Finalmente, tras un número desconocido de
años, tuvo la visión de un ángel.
Parecía que fuese a quedarse para
siempre, o quizá caer bajo los colmillos de un Cainita
menor, pero el ángel le dijo que no iba a
ser así. Cappadocius estaba destinado a buscar
la respuesta al enigma de la muerte, y
Dios deseaba que la búsqueda se llevase a cabo.
“No puedo hacerlo,” se quejó lastimeramente
el fundador, “pues soy demasiado
débil.”
“Entonces te haré fuerte”, dijo el ángel,
e hizo un corte en su propia muñeca con
una espada de sagrada luz. La sangre
corrió por el brazo del ángel, y unas pocas gotas
cayeron en los labios del Antediluviano,
vigorizándole y haciendo a la vez que su sangre
ardiese con el poder de la fe.
“Dios quiere que tengas éxito; reza por
no defraudarle”. Tras decir esto, el ángel
ascendió de vuelta al cielo.
Cappadocius salió de la tierra con un
estallido, esparciendo fragmentos de roca
en todas direcciones. Tras saciar el
resto de su feroz sed con una caravana árabe que
pasaba por allí, comenzó de nuevo a
caminar por la Tierra. A partir de entonces, abrazó
la fe cristiana, sabiendo que Dios le
había escogido para la grandeza.
Muchos eruditos vampíricos se muestran
bastante escépticos sobre la conversión
de Cappadocius y algunos discuten sobre
la naturaleza del misterioso ángel, pensando
tal vez que el Antediluviano fue engañado
para beber la sangre de uno de sus hermanos.
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