Durante el siglo V los supervivientes de
la familia romana de los Jovianos se
instalaron en Venecia, tomando posiciones
de liderazgo y reanudando sus actividades
comerciales. Afortunadamente durante los
dos siglos siguientes los invasores germanos
y los romanos alcanzaron un acuerdo,
devolviendo la estabilidad a Italia. La naciente
ciudad de Venecia continuó creciendo,
eligiendo a su primer dogo (el dux) a principios del
siglo VIII como respuesta al movimiento
rebelde fomentado por el Papa León III a favor
de la Iconoclastia. Los iconoclastas,
León III entre ellos, consideraban los iconos y
representaciones de santos pecaminosos,
porque el hombre no tenía derecho a
representar a Dios a través de sus
sentidos. Por otro lado, los iconódulos no veían
ningún inconveniente en los iconos,
razonando que en virtud de la encarnación Dios se
había hecho hombre y no era herejía
representarlo gráficamente.
Durante las disputas entre iconoclastas e
iconódulos surgió la familia Giovanni,
descendiente y heredera del legado de los
Jovianos, un poder destacado dentro del nuevo
estado de la República de Venecia. Los
Giovanni readaptaron su identidad separándose
de las referencias a las divinidades
romanas en un contexto plenamente cristiano. Hubo
algunos debates y disputas entre los iconoclastas
e iconódulos de la familia, pero
finalmente la facción de los iconódulos
Jovianos/Giovanni terminó por imponerse.
A finales del siglo VIII estalló la
guerra entre el rey Desiderio, rey de los
lombardos de Italia y Carlomagno, rey de
los francos. La guerra terminó después de que
Carlomagno conquistara Pavía, la capital
del reino lombardo, en el año 774. En un gesto
generoso y no carente de intencionalidad
política, Carlomagno dividió las tierras
conquistadas con el Papa Adriano de Roma,
creando los Estados Papales. La
generosidad y la presión llevaron al Papa
a nombrar a Pipino, el hijo de Carlomagno,
rey de Italia en el año 787. Pero no
todos los estados italianos estaban conformes con
esta decisión.
A principios del siglo IX Oberlerio degli
Antinori, el Dogo de Venecia, sometió
Venecia al vasallaje del Imperio
Carolingio –también llamado Sacro Imperio Romanointentando
fortalecer su propio poder, muy
debilitado por las presiones de otros
aristócratas venecianos. Durante este
período Carlomagno trataba de consolidar su
poder sobre el norte de Italia, tomando
el control de zonas que pertenecían al Imperio
Bizantino. Cuando la posición del Dogo se
volvió cada vez más inestable, Oberlerio
invitó a Pipino, el hijo del Carlomagno a
que enviara un ejército franco para ocupar
Venecia.
Sin embargo, los venecianos no
permanecieron impasibles. Tras derrocar al
incompetente Dogo Oberlerio los
ciudadanos se unieron para organizar la defensa de la
ciudad. En la primavera del año 810 llegó
el rey Pipino a Venecia, sometiendo las
comunidades de Chioggia, Palestrina,
Grado y Jesolo. Sin embargo, Pipino había
subestimado las defensas de la ciudad de
la laguna. La familia Giovanni participó
activamente en la defensa, convirtiendo
la laguna en un laberinto de peligrosos canales.
El rey Pipino permaneció durante seis
meses acampado al borde de la laguna, sin
atreverse a atacar, y mientras tanto su
ejército sufrió los efectos de fiebres pantanosas,
incursiones venecianas y la
desmoralización de constantes rumores de la inminente
llegada de una flota bizantina que acudía
en auxilio de Venecia. Al final Pipino y su
ejército se retiraron, con un acuerdo por
el que los venecianos se comprometían a pagar
un tributo anual pero mantenían su
autonomía. Unas pocas semanas después, Pipino
murió y Carlomagno renunció a sus
ambiciones de conquistar Venecia.
El asedio de Pipino sirvió para crear un
sentimiento de comunidad entre los
venecianos, que perduraría durante los
mil años siguientes. El asedio también provocó el
traslado de la capital de la República de
Venecia desde la isla de Malamocca al centro
de la laguna, en la zona conocida como
Rivo Alto o Rialto. Muchas familias venecianas,
entre ellas los Giovanni, se trasladaron
al barrio de Rialto, que pronto se convirtió en
el corazón de Venecia.
Durante los siglos siguientes Venecia
continuó creciendo, convirtiéndose en la
potencia marítima predominante en el Mar
Adriático. Los Giovanni se beneficiaron de
esta prosperidad, desarrollando su legado
nigromántico y utilizando a sus protectores
fantasmales para aumentar su riqueza e
influencia. Fue durante esta época que los
Giovanni atrajeron la atención de los
vampiros del clan Capadocio. Sin embargo, su
interés por la muerte era muy diferente
del de los Giovanni. Los poderes nigrománticos
de los Capadocios eran rudimentarios y
muy poco espirituales, basándose en la
manipulación de cadáveres y enfermedades.
Los poderes de los Giovanni, en cambio, se
basaban en la manipulación de los
espíritus de los muertos y del Inframundo.
La habilidad de los Giovanni con la
nigromancia intrigó a los Capadocios, y
especialmente al propio Cappadocius.
Aunque el Clan de la Muerte poseía grandes
conocimientos sobre la muerte física y la
tanatología, sabían muy poco sobre los
espíritus de los muertos.
EL
NACIMIENTO DE LOS VAMPIROS GIOVANNI
Naturalmente, los Capadocios no tardaron
en llevar noticia de las habilidades de
los nigromantes venecianos a Erciyes,
donde discutieron su descubrimiento con Japheth y
la suma sacerdotisa Constancia. Japheth
prefirió no informar a su sire Cappadocius,
dejando que continuara con su sueño, y
dejar que los acontecimientos siguieran
desarrollándose por sí mismos, para ver
qué podía resultar de los Giovanni.
Sin embargo, a pesar de su letargo,
Cappadocius vio en los Giovanni el potencial
para continuar con sus planes de
apoteosis. Llamó a Japheth a su lado y le dio
instrucciones para que lo sangrase,
recogiendo su sangre en un recipiente. Siempre leal,
Japheth obedeció, enfrentándose a su
amado sire por primera vez desde su Abrazo. El
fundador planeaba utilizar su sangre para
Abrazar al líder de los Giovanni. Japheth
argumentó que los venecianos no se habían
ganado esa poderosa sangre y que no eran de
fiar, rogando que los Capadocios dejasen
de tener tratos con ellos.
A pesar de la oposición de su chiquillo,
Cappadocius entró en contacto a través de
sus sueños con Augustus Giovanni, el patriarca
de la familia, acordando que el líder de
los nigromantes acudiese a Erciyes para
recibir el don de la inmortalidad.
Augustus era un hombre astuto y de
mentalidad práctica. Nadie se convertía en el
patriarca de una familia de mercaderes
con una voluntad débil. Augustus ya había
hablado con vampiros anteriormente
–incluso algunos Toreador, Tzimisce y Ventrue le
habían ofrecido la misma inmortalidad que
los Capadocios, pero Augustus supo que
ganaría mucho más poder si recibía la
sangre del líder de un clan de vampiros. No
deseaba entrar en la noche con una sangre
débil, aunque no comprendiera el concepto de
generación en aquellos momentos.
Augustus y los líderes de la familia
Giovanni debatieron durante cerca de un año
la posibilidad de introducir el vampirismo
en la familia y los beneficios que de ello se
derivarían. Una vez pasadas las primeras
preocupaciones y dudas, los Giovanni
decidieron pactar con las criaturas de la
noche. La nigromancia había sido practicada en
la familia durante siglos y el vampirismo
podía significar una nueva ventaja –aparte de
la inmortalidad. De hecho, el vampirismo
podría permitirles un mayor control sobre los
espíritus. Dis Pater y los espíritus
familiares de los Giovanni también aprobaron el
acuerdo. Por supuesto se realizaron
algunas precisiones. No todos los Giovanni debían
ser convertidos en vampiros, pues
aparentemente no podían reproducirse como los
mortales, y era necesario que la familia
continuase creciendo.
En el año 1005 Augustus Giovanni aceptó
la oferta de Cappadocius y fue llevado
al Templo de Erciyes. A su llegada, el
nigromante veneciano reafirmó su decisión,
tentado por los secretos arcanos que
contenía el Templo de los Capadocios y que sin
duda esperaban ser tomados.
Japheth y Constancia, contemplándole
desde la distancia, vieron la podredumbre
que llenaba el corazón de Augustus. El
nigromante únicamente buscaba el poder; sus
fines y medios eran tan corruptos como
los de cualquier déspota humano. Aunque su
dominio de la nigromancia era
impresionante, no buscaba la iluminación, el conocimiento
o la respuesta a los misterios de la
muerte. Sólo deseaba aplastar a sus oponentes.
Sabiendo esto, Japheth y Constancia
prepararon a Augustus para su Abrazo.
Japheth fue a la cripta de Cappadocius y
recogió su sangre en un recipiente. Mientras lo
hacía Japheth lanzó una maldición sobre
la sangre:
“Que quien reciba este regalo sea siempre
juzgado por esta sangre y por la
voluntad de Dios. Que esta vitae se tiña
con los hechos de quien la beba. Que cene con su
alma cada vez que se alimente. Que reciba
esta plaga como el fundador nos lleva este
estigma.”
Y así fue entregada la sangre de
Cappadocius a Augustus Giovanni. Algunos
eruditos consideran que esta maldición
provocó que los mortales de los que se
alimentaran Augustus y sus descendientes
vampíricos sintieran una ardiente agonía, al
igual que los que se habían opuesto a la
decisión de Cappadocius. Otros eruditos
consideran que la maldición de los
Giovanni aparecería posteriormente, pero no existen
datos fiables.
Mientras el veneciano yacía desnudo sobre
un altar de piedra, dos Capadocios
extrajeron su sangre. Antes de que
terminasen, Constancia los detuvo, guardando las
últimas gotas de sangre de Augustus en
una jarra de barro que selló con cera de abejas.
Cuando Constancia hubo terminado, Japheth
entró en la cámara con la sangre de
Cappadocius. Se miraron mutuamente,
vacilando en su tarea durante un momento. Pero
al final se impuso la lealtad, y Japheth
derramó la vitae sobre los labios moribundos de
Augustus Giovanni. Lágrimas de sangre
brotaron de sus ojos y Constancia se dio la
vuelta, incapaz de mirar.
Augustus se levantó mientras la sangre de
Cappadocius ardía en su cuerpo como
fuego líquido y el hambre dominaba sus
sentidos. Japheth consiguió tranquilizarlo y
apagar la llama de su furia. Constancia
ordenó que trajesen esclavos para saciar la sed
del nuevo vampiro, aprovechando el
intervalo para ocultar la sangre de Augustus en un
nicho secreto.
“Sé bienvenido a la noche eterna,
Augustus Giovanni”, dijo
Japheth. “Has
recibido la
bendición de la inmortalidad y la
maldición de Caín. Por favor, sígueme, pues nuestro
padre desea hablarte.”
Japheth condujo a Augustus bajo el
templo, al interior de la montaña. Finalmente
se detuvieron ante la cripta de
Cappadocius y allí los tres vampiros del Clan de la
Muerte discutieron lo que había de
ocurrir.
Respecto al conjunto del clan Capadocio,
o hubo ninguna decisión con respecto a
la cuestión del Abrazo de los Giovanni.
Muchos Capadocios mantenían una cierta
ambivalencia, mientras que otros buscaban
relacionarse con los nigromantes venecianos.
Las Lamias, siempre leales, apoyaron la
decisión de Cappadocius.
Unos pocos Capadocios se pronunciaron en
contra, no queriendo comprometer su
posición en la Iglesia al asociarse con
los nigromantes. Los Capadocios más sensatos
señalaron que si las autoridades
eclesiásticas descubrían la conexión entre el clero y
los vampiros, los nigromantes serían la
menor de sus preocupaciones.
En general, el experimento Giovanni fue
recibido con un frío desinterés. Aunque en
años posteriores Augustus y otros
Capadocios Abrazaron a nuevos Giovanni, los
antiguos Capadocios de Erciyes se
mostraban reacios a compartir sus secretos con ellos.
No fue hasta que la familia Giovanni
colaboró con Constancia para detener a Lázaro y
robar el Códice de Sargón en 1204, que la
suma sacerdotisa de Erciyes dejó a un lado su
desconfianza y fortaleció sus relaciones
con los Giovanni.
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