La revista norteamericana National Catholic Reporter,
una de las publicaciones católicas de mayor prestigio, ha removido los
cimientos del Vaticano con la publicación de informes que denuncian la
violación de monjas por sacerdotes. CRONICA publica en exclusiva en
España este informe demoledor
John L. Allen. Pamela Schaeffer. EL MUNDO. Domingo, 25 de marzo de 2001 – Número 284 – Suplemento en Crónica
En África hay 561 obispos y arzobispos, 26.026 sacerdotes y 51.304
religiosas de origen africano, según el «Almanaque Católico» de 2001
Los cinco informes elaborados por las superioras de varias órdenes
religiosas y un sacerdote norteamericano, hablan de sacerdotes que
exigen sexo a cambio de favores; de un continente, África, azotado por
el Sida, donde las monjas jóvenes son un factor de bajo riesgo para
mantener relaciones sexuales seguras; de religiosos que embarazan a
monjas, les aconsejan el aborto y terminan oficiando su propio entierro.
El problema no había trascendido hasta ahora a la opinión pública, pero
sí ha sido discutido en concilios religiosos y en el Vaticano.En
noviembre de 1998, las Misioneras de Nuestra Señora de África
presentaron un documento (El Problema del Abuso de las Religiosas
Africanas en África y en Roma), elaborado por Sor Mary McDonald. Y en
septiembre pasado, la hermana benedictina Esther Fangman,
psicoterapeuta, lo planteaba en un congreso en Roma.
Pero las denuncias se remontaban mucho más atrás en el tiempo.El 18 de
febrero de 1995, el Cardenal Eduardo Martínez Somalo, prefecto de la
Congregación Vaticana para la Vida Religiosa, fue puesto al tanto por la
hermana Maura O’Donohue, doctora en Medicina y perteneciente a la Orden
de las Misioneras Médicas de María.
El informe de esta religiosa elaborado en 1994, cuando era
Coordinadora del Sida para el Fondo Católico Para el Desarrollo
Internacional es uno de los más detallados. «Con gran tristeza»,
escribió, «las hermanas me han informado que los sacerdotes las explotan
sexualmente porque ellos también temen quedar infectados por el VIH».
«En cierto país, un grupo de sacerdotes solicitó al padre superior de
una comunidad de hermanas que éstas fueran puestas a su disposición a
modo de favor sexual. Cuando el padre superior se negó a semejante
propuesta, los sacerdotes explicaron que no tendrían más remedio que
irse al poblado a buscar mujeres, con la consiguiente posibilidad de
contraer el sida».
«Con bastante franqueza», le dijo el Vicario general de una diócesis
africana a O Donohue, «el celibato en un contexto africano significa que
un sacerdote no contrae matrimonio pero eso no quiere decir que no
pueda tener hijos». De los 1.000 millones de católicos existentes en el
mundo, 116,6 millones, aproximadamente el 12%,se encuentra en África.
Según el Almanaque Católico de 2001, hay 561 obispos y arzobispos,
26.026 son sacerdotes y 51.304 religiosas de origen africano.
Al despacho del Cardenal español Martínez Somalo ha llegado
documentación sobre casos puntuales. En 1988 en Malawi, según cita el
informe de O Donohue, el equipo directivo de una congregación diocesana
de mujeres fue disuelto por el obispo local después de que presentaran
una queja afirmando que 29 de sus hermanas habían quedado embarazadas
por sacerdotes. En otro caso, una monja que fue llevada por un sacerdote
a abortar, falleció en el transcurso de la operación.El mismo cura fue
el encargado de oficiar su funeral. Incidentes similares, contaba O
Donohue, se han producido en 23 países entre ellos EEUU y otras naciones
repartidas en los cinco continentes , pero la mayoría de los casos
sucedieron en África.
[Aunque España no es citada en el informe, esta semana, el obispo de
Mondoñedo-Ferrol, José Gea, no descartaba la posibilidad de que pudiera
suceder en nuestro país, «porque donde hay hombre, puede haber lo que
sea». Los misioneros españoles piden que no se extienda estos hechos a
todos los que trabajan en las obras misionales y descartan la
vinculación de los 30.000 que España tiene en el mundo con los abusos
sexuales a monjas]
.
El rosario de vejaciones y estupros que relata O Donohue en su informe es demoledor:
En varios países, existe una honda preocupación entre las religiosas
por la política que las obliga a abandonar la orden en el caso de que
queden embarazadas, mientras que al sacerdote se le permite continuar
con su ministerio. Son abandonadas para que eduquen a su hijo, por sus
propios medios, y como madres solteras. Muchas de estas mujeres se
vieron obligadas a ser la segunda o tercera esposa de una familia. La
otra alternativa, como cuestión de supervivencia, es hacer la calle como
prostitutas.
Los superiores generales que he conocido estaban profundamente
preocupados por el acoso que algunas hermanas sufrían. El padre superior
de una congregación diocesana donde varias hermanas quedaron
embarazadas por sacerdotes, se muestra completamente desorientado. Otra
diócesis ha tenido que dar de baja a 20 monjas por embarazo, en muchos
casos, fruto de una relación con un sacerdote.
Algunos clérigos han recomendado a las religiosas que tomen
anticonceptivos, informándoles de una manera engañosa que «la píldora»
previene la transmisión del VIH. Otros curas le han llegado a decir a
las religiosas con las que han mantenido relaciones sexuales que se
sometan a un aborto. Algunos católicos, profesionales de la medicina,
han denunciado la presión a la que se ven sometidos por parte de los
sacerdotes para que faciliten la interrupción del embarazo de estas
religiosas en sus hospitales.
Los miembros de los consejos parroquiales y de las pequeñas comunidades
cristianas están denunciando a sus pastores por la relaciones que
mantienen con las mujeres y con las chicas jóvenes en general. Algunas
de estas mujeres son esposas de los parroquianos.Bajo semejantes
circunstancias, los esposos comienzan a mostrar su enojo ante lo que
está ocurriendo, pero se avergüenzan a la hora de denunciar al sacerdote
de la parroquia. Se sabe que algunos sacerdotes mantienen relaciones
con varias mujeres a la vez, y que algunos tienen hijos con más de una
de estas relaciones.En uno de los países que visité, fui informada de
que el presbítero de una parroquia fue atacado por fieles armados con
pistolas que mostraban su enojo hacia los sacerdotes por el abuso de
poder que veían en sus actos y en su estilo de vida.
En otro país, una persona recientemente convertida del Islam fue
aceptada como candidata a ingresar en una congregación religiosa local.
Fue violada por el sacerdote antes de que éste le entregara el
certificado. Tras ser desahuciada por su familia cuando se convirtió al
cristianismo, ya no se sentía con libertad para regresar a su casa. Al
poco tiempo de unirse a la congregación se supo que estaba embarazada.
Pensó que la única opción que tenía era abandonar la congregación. Pasó
los siguientes 10 días deambulando por el bosque, intentando tomar una
decisión. Decidió ir a hablar con el obispo, que a su vez llamó al
sacerdote. Éste reconoció que la acusación era cierta y el obispo le
dijo que se tomara un retiro de dos semanas.
Desde la década de los 80, en algunos países, las religiosas se niegan a
viajar en un coche solas con el sacerdote ante el temor que sienten a
ser acosadas o incluso violadas. En ocasiones, los sacerdotes han
abusado de su papel pastoral y de dirección espiritual para obtener
favores sexuales de las religiosas. En cierto país, las monjas
superiores han tenido que solicitarle al obispo o al padre superior que
retire a los capellanes, directores espirituales o de ejercicios
espirituales después de que estos abusaran de las religiosas.
El sacerdote norteamericano Fray Robert J. Vitillo aportó un informe
similar promovido por los obispos estadounidenses. En marzo de 1994,
hablaba sobre el tema con un grupo de estudio teológico en Boston
College: «Yo mismo he escuchado las trágicas historias de religiosas que
fueron obligadas a mantener relaciones sexuales con algún sacerdote
local o con un consejero espiritual, que insistía en que esta actividad
resultaba buena para ambos». «Todo intento por sacar este tema a
colación con la autoridad eclesiástica local o internacional se ha
topado con oídos sordos», afirmaba.
Monjas expulsadas.
También Mary MacDonald elaboró, en 1998, su propio informe presentado a la Comisión de los Dieciséis. «Cuando
una religiosa se queda embarazada, por lo general es castigada y
expulsada de la congregación, mientras que al sacerdote se limitan a
trasladarle a otra parroquia o a enviarle en viaje de estudios». Y citaba los factores que en su opinión dieron origen al problema:
El hecho de que en algunos países, el celibato y/o la castidad no sea reconocido como un valor espiritual.
La posición de inferioridad de la mujer en la sociedad y en la Iglesia.
«Resulta pues comprensible que una religiosa encuentre imposible
rechazar a un clérigo que solicita sus favores sexuales.Estos hombres
son vistos como figuras de autoridad que deben ser obedecidos. Es
posible que usen falsos argumentos teológicos para justificar su
conducta: “Ambos somos célibes consagrados.Eso quiere decir que nos
hemos comprometido a no contraer matrimonio.Pero podemos tener
relaciones sexuales sin romper nuestros votos”».
La pandemia del Sida.
La dependencia financiera que se crea por el escaso estipendio que
obtienen las hermanas. Una interpretación equivocada de la vida
consagrada, tanto por parte de las hermanas como de los obispos,
sacerdotes y legos. El reclutamiento de candidatos que carecen de un
adecuado substrato cultural. Quizás otro factor que contribuya sea la
conspiración de silencio.
Ante semejantes revelaciones, algunas autoridades aseguran que se han tomado medidas. Según Wolf, el líder benedictino en Roma, «varios
monasterios cuentan con directrices de actuación en el caso de que un
monje sea acusado de alguna infracción sexual.Y afectan a todas las
personas implicadas, víctima incluida». En el mismo sentido, un
funcionario del Vaticano aseguró al NCR que «existen iniciativas a
varios niveles» y que el Vaticano «apoya» o «está al corriente» de
muchas de estas medidas. «Hablar suele consistir en el primer paso para
hallar una solución», insistía.
El diálogo.
Sin embargo, la jerarquía eclesiástica no siempre ha mostrado tanta
receptividad al diálogo. En un informe de 1998, McDonald contaba la
reacción de los obispos africanos cuando habló de los abusos sexuales
ante el Comité Permanente del Simposium de Conferencias Episcopales de
África y Madagascar: «Afirmaban que me había comportado de una manera
desleal con las religiosas por haber permitido que semejantes informes
pudieran circular fuera de sus diócesis. Me dijeron que las religiosas
en cuestión deberían haber recurrido al obispo de su diócesis con
aquellos problemas». « Por supuesto», añade McDonald, «las hermanas ya
habían hecho eso una vez tras otra. En algunas ocasiones no eran
bienvenidas, en otras se les acusaba de ser culpables de lo
ocurrido.Incluso cuando las escucharon, no se solucionó gran cosa».
Esther Fangman, la monja que en septiembre sacó a la luz pública este
asunto, contó al NCR que tuvo noticia de las historias de los abusos
durante discusiones informales en reuniones de abadesas y priores de
todo el mundo: «Las hermanas se sentían profundamente dolidas. Hablar de
ello, resultó un ejercicio extremadamente doloroso».
A O Donahue lo que le animó a escribir su informe fue la necesidad de
«una profunda reflexión y de un gran sentido de urgencia debido a que
las cuestiones tratadas afectan a la esencia misma de las misiones y
sobre el ministerio de la iglesia». La información «procede de los
misioneros (hombres y mujeres) de los sacerdotes, médicos y otros
miembros de nuestra leal familia eclesiástica», escribió. «Me han
garantizado que existe constancia escrita donde se detallan varios de
estos incidentes. La información no se basa solamente en material de
oídas». Los 23 países listados en su informe son: Botsuana, Burundi,
Brasil, Colombia, Ghana, India, Irlanda, Italia, Kenia, Lesotho, Malawi,
Nigeria, Papúa – Nueva Guinea, Filipinas, Sudáfrica, Sierra Leona,
Tanzania, Tonga, Uganda, Estados Unidos, Zambia, Zaire yZimbabue.
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