Durante el siglo XVII los esclavos
africanos llevados al Caribe mantuvieron sus
creencias ancestrales y al mismo tiempo
adoptaron ciertos elementos cristianos. Aunque
todas las religiones afrocaribeñas que se
desarrollaron eran únicas y diferentes,
compartían ciertos aspectos importantes.
Todas ellas se centraban en la adoración de
una única deidad suprema y sus agentes
espirituales.
Entre estos espíritus destaca el Barón
Samedi, el patrón del cementerio y la
muerte. Según se decía, ningún mortal
podía morir antes de que él hubiera medido y
preparado su tumba. Suele aparecerse con
traje de etiqueta, anteojos, sombrero de copa y
bastón, y es conocido por sus bromas y
comentarios vulgares. Como además de ser un
espíritu de la muerte es un gran sanador,
se le asoció con el santo cristiano San
Gerardo.
Paralelamente a la aparición de las
religiones afrocaribeñas, surgió una extraña
y putrefacta línea de sangre conocida
como los Samedi. Nadie sabía si existía algún
vínculo real entre estos vampiros y el
Barón Samedi, aparte de su aspecto de cadáveres
putrefactos, su concepto fatalista del
mundo y su sentido del humor.
Para varios eruditos vampíricos los
Samedi eran los lógicos herederos de los
Capadocios. Su repulsiva deformidad,
mucho más pronunciada que la palidez cadavérica
de sus antepasados parecía servir al
propósito de alejarlos fisiológicamente de los
Capadocios.
Es cierto que los Capadocios parecían
cadáveres, pero no de forma tan extrema y
grotesca. La forma en la que
evolucionaron constituye una incógnita, aunque es cierto
que en algunas ocasiones algún miembro
del clan desarrollaba un aspecto monstruoso
tras el Abrazo. Es posible que con el
tiempo esta debilidad se acabara extendiendo entre
ellos. En cualquier caso, no quedan
referencias sobre la transformación que dio lugar a
la aparición de los Samedi. El hecho de
que varios Vástagos de la línea de sangre asuman
el nombre del Barón Samedi no hace sino
aumentar la confusión.
Los primeros Samedi aparecieron en el
Caribe durante el siglo XVIII, y algunos de
ellos, generalmente los más antiguos,
estaban muy versados en el conocimiento de la
magia y la nigromancia. Un Samedi
haitiano conocido como Papa Zombi se convirtió en
los siglos siguientes en maestro de la
magia vudú para vampiros de diversos clanes.
EL SIGLO XIX
El final de la República de Venecia llegó
en 1797, cuando las tropas napoleónicas
tomaron la ciudad y terminaron con su
independencia. Tras el Tratado de Viena de 1815
Venecia y el territorio que la rodeaba
pasaron a formar parte del Imperio de Austria-
Hungría.
Los Giovanni pasaron a apoyar a los
movimientos revolucionarios y nacionalistas
que luchaban por la creación de un estado
italiano unificado, lo que se hizo realidad en
1871. Ya muy influyentes en toda Italia,
salvo en Roma, donde la Inquisición hacía sentir
su presencia, y Malta, una fortaleza de
los Ventrue, la familia utilizó su influencia
para liberar el hogar de su familia del
dominio austriaco. De hecho, existían pocas
ciudades italianas en donde los Giovanni
no fuesen el clan vampírico más poderoso.
Aunque en ocasiones se relacionaban con
otros clanes, su verdadero poder descansaba en
las instituciones mortales, gobiernos,
centros financieros y comerciales.
Desde la Promesa de 1528 los Giovanni
habían fortalecido su presencia más allá de
Italia, partiendo de los asentamientos
aislados establecidos previamente. Grecia alojaba
una gran población de vampiros Giovanni,
que participaron activamente en el proceso de
independencia que culminó en 1830.
Los Giovanni también se extendieron,
aunque con mayor lentitud, a Austria y
Alemania, particularmente tras la
creación de la Triple Alianza con Italia a finales del
siglo XIX, insinuándose en las instituciones
comerciales. Su influencia también se
extendió a los bancos de Suiza y a la
creciente inmigración italiana que llegó a los
Estados Unidos durante este período.
En su expansión los Giovanni se
enfrentaron a otros vampiros ya asentados
previamente. La guerra entre la Camarilla
y el Sabbat permitió a los Giovanni obtener
numerosos favores como intermediarios. A
pesar de las proclamas de neutralidad ambas
sectas sabían que podían contar con los
nigromantes venecianos como aliados si era
necesario. Los espías fantasmales de los
Giovanni les proporcionaban información que
vendían a los dos bandos.
El desarrollo de la nigromancia pasó más
desapercibido, y no era tan extenso como
el de la taumaturgia de los Tremere o la
hechicería de los Seguidores de Set.
En el siglo XIX Ambrogino Giovanni
continuó sus investigaciones sobre el
Fragmento de Sargón descubriendo que gran
parte de su contenido eran revelaciones de
Dios a su autor, y que el texto completo
se encontraba dividido en varias partes. Una de
ellas, el Anexhexeton, había ido a parar
a manos de una cábala de hechiceros de Saboya
durante el siglo XV, con el comienzo de
la purga de los Capadocios. Ambrogino viajó a
Barcelona, Londres y Egipto donde
encontró otras partes del Códice de Sargón.
LA EDAD INDUSTRIAL
A principios del siglo XX el clan
Giovanni continuaba creciendo de forma más o
menos independiente de la voluntad de
Augustus. El linaje se convirtió en una legión de
industriales y comerciantes especulando
con la economía mundial. Con el paso del tiempo
el mundo progresó también hacia un estado
de economía global. La presencia Giovanni se
hizo fundamental en puntos clave.
Sin embargo, el resultado final era
adquirir la capacidad de provocar el caos
económico. Destrozar mercados de valores,
llevar a la bancarrota a líderes financieros,
arruinando gobiernos y elevando los
precios de bienes esenciales por las nubes. Todo ello
servía al objetivo de crear
inestabilidad, violencia…y muerte, para recolectar almas
para la Noche Eterna. Aunque no fueron
directamente los causantes, las maniobras de
los Giovanni fueron en parte responsables
de la crisis económica de 1929.
Mientras en Europa los Giovanni
cosechaban la energía de las almas que murieron
durante las Guerras Mundiales, los
nigromantes de la familia della Passaglia hicieron
en el Lejano Oriente un esfuerzo
concertado para acceder a Camboya durante los años
setenta del siglo XX, en el auge del
gobierno de Pol Pot. Sobornado a los Khemeres
Rojos, los della Passaglia tuvieron por
primera vez la oportunidad de estudiar la
muerte a gran escala. Los almacenes de
almas de los Giovanni en Boston, Cagliari
(Cerdeña), Marrakesh, México y Venecia se
llenaron más rápidamente que en ningún otro
período de la historia.
En este clima de prosperidad llegó a las
puertas del Mausoleo de Venecia el
Barón Samedi, un vampiro de la putrefacta
línea de sangre haitiana. Este Barón Samedi
era amigo del Capuchino y había
encontrado una jarra sellada con cera de abjea y al
parecer con una protección mística que
impedía abrirla.
El Capuchino le comentó que Augustus
Giovanni estaría interesado en adquirirla,
pero en el intervalo la jarra desapareció,
supuestamente robada por una banda de
Seguidores de Set. Curiosamente, Augustus
no mató al Barón Samedi en aquel momento,
porque el putrefacto vampiro se marchó de
Venecia sin decir una palabra.
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