lunes, 5 de marzo de 2012

LAS GUERRAS PÚNICAS


Cartago, antaño una simple factoría comercial de los fenicios en el Norte de África, se había
convertido en el centro de un importante imperio. Sus colonias se extendían por la costa
septentrional de África hasta la península ibérica, convirtiéndose en el principal competidor de
Roma en Occidente, aunque todavía no habían surgido hostilidades. De hecho, Roma y Cartago se
habían aliado brevemente contra Pirro y las ciudades griegas del sur de Italia.
Por lo que respecta a los Vástagos, Camila estaba completamente despreocupado por lo que
respecta a Cartago, y sus planes de conquista se limitaban a la península italiana y tal vez a alguna
expedición a Macedonia. Sin embargo, Lisandro no tenía la misma opinión y vio la amenaza
potencial que representaba Cartago y los Vástagos que habitaban la ciudad.
Lisandro había luchado contra los Brujah en Grecia y había heredado el odio que sentía
hacia ellos su sire Artemisa. En sus viajes escuchó las historias sobre Cartago, en las que se relataba
 
cómo los Brujah caminaban abiertamente entre los mortales, gobernándolos como dioses,
recibiendo sacrificios y tributos de sangre. Lisandro viajó a Cartago para comprobar en persona la
veracidad de estas historias y se sorprendió al ver que la realidad iba mucho más allá que las
palabras. Los sacrificios humanos eran tradición aceptada entre los cartagineses desde hacía siglos y
su número se disparaba en momentos de crisis. Los Brujah y sus aliados Assamitas controlaban a la
población humana e incluso tenían planes para extender sus dominios a la península ibérica y más
allá. Italia no quedaba muy lejos.
Lisandro regresó junto a Camila y le contó todo lo que había visto, aunque sin duda,
espoleado por sus prejuicios contra los Brujah y por su percepción alterada debió exagerar su
historia. Sin embargo, motivado por la prudencia, Camila decidió no actuar, pues no consideraba
que Cartago fuese una amenaza, a pesar de la insistencia de Lisandro.
En el año 264 a.C. la isla de Sicilia estaba ocupada por numerosas colonias griegas,
independientes de Roma y Cartago, y varios clanes ocupaban las principales ciudades. La mayor de
ellas era Siracusa, donde Artemisa reposaba en letargo, y donde gobernaba el Príncipe Alcias, del
clan Malkavian. Sin embargo, cuando los líderes cartagineses declararon la guerra a Siracusa, el
príncipe Alcias fue amenazado por un enviado Brujah de Cartago, al que destruyó. Preocupado por
el inminente conflicto el príncipe recurrió al consejo de la recién despertada Artemisa y de una
antigua Toreador llamada Arikel. Esta alianza de antiguos convocó a Lisandro a Siracusa y juntos
planearon que Roma declarara la guerra a Cartago. Lisandro regresó a Roma e insistió nuevamente
a Camila para que apremiase a los romanos y declarase la guerra a Cartago, mientras el príncipe
Alcias preparaba la defensa de Siracusa.
Camila no aceptó inmediatamente, sino que movido por su habitual cautela decidió consultar
a un oráculo antes de tomar una decisión tan importante. La antigua vidente Tryphosa, del clan
Malkavian, habló así:
“¡Ay de ti, Camila, si te quedas entre tus muros y no golpeas el avispero que es Cartago!
¡Allí la boca del padre rezuma con la sangre de sus hijos, y las manos de los hijos están manchadas
con la carne de sus madres! ¡Sus dioses de Baal-Hammon, Tanit y Melkart exigen las vidas de los
hijos de Seth, entregados al fuego! ¡Que no quede piedra sobre piedra, pues de lo contrario
exprimirán tal cantidad de sangre que Roma misma perecerá ahogada!”
El resultado fueron las Guerras Púnicas, unas guerras donde no sólo se decidiría el destino
de Roma y Cartago, sino el de las relaciones entre los Brujah y los Ventrue durante los siglos
siguientes. Durante años ambos bandos lucharon y se ocasionaron terribles pérdidas, aunque en la
Primera Guerra Púnica los Vástagos únicamente tantearon las fuerzas de sus adversarios, confiando
en sus servidores mortales. Al final los romanos se alzaron con la victoria en el 241 a.C.,
 
anexionándose las islas de Sicilia, Cerdeña y posteriormente Córcega (237 a.C.). Como muestra de
alianza y buena voluntad los Malkavian fueron aceptados en Roma, así como algunos Toreador.
Pero a pesar de la victoria romana la ciudad de Cartago permaneció intacta, y los cultos de
vampiros Brujah, Assamitas y otros clanes que reverenciaban a Baal mantuvieron su poder y
continuaron gobernando como si nada hubiera ocurrido. Alcias, Lisandro y Artemisa trataron de
presionar a Camila para continuar la guerra hasta la victoria total, pero el Príncipe de Roma
consideraba que no disponía del poder suficiente para invadir el Norte de África y decidió no actuar
hasta que los Brujah atacasen directamente Roma.
La Segunda Guerra Púnica estalló en el 219 a.C., comenzando en la lejana Iberia, donde los
Brujah cartagineses se enfrentaban a los Lasombra ibéricos. Sin embargo, cuando el general Aníbal
conquistó la ciudad de Sagunto, aliada con Roma, la guerra comenzó de nuevo, y en esta ocasión
los ejércitos cartagineses marcharon desde la península ibérica hacia Roma. El general Aníbal cruzó
los Alpes e invadió Italia, derrotando a los romanos en varios encuentros, destacando la batalla de
Cannas en el 216 a.C. Muchos vampiros italianos se atrincheraron temerosos en sus ciudades, y los
Malkavian de Sicilia no podían ofrecer su ayuda ante nuevos ataques cartagineses.
En respuesta Camila abrió primero Italia y después Roma a los vampiros que se unieron a
su bando. Primero acudieron los Lasombra, liderados por el antiguo Montano, y más tarde los
Capadocios y Vástagos de otros clanes se unieron a Camila y sus aliados.
Finalmente fueron los mortales quienes consiguieron cambiar el curso de la guerra. Las
legiones romanas atacaron la península ibérica, conquistando las colonias cartaginesas una por una,
y posteriormente avanzaron por el Norte de África, obligando a Aníbal a abandonar Italia para
acudir en ayuda de Cartago. En la llanura de Zama Aníbal fue derrotado el 202 a.C. por las legiones
romanas al mando del general Publio Cornelio Escipión.
Camila y sus aliados permanecieron en Italia durante el final del conflicto, recuperándose de
las pérdidas ocasionadas por los ejércitos cartagineses en la península italiana. Cartago se rindió y
aceptó las condiciones de Roma, cediendo la península ibérica y realizando numerosas concesiones.
Pese a la derrota y las pérdidas territoriales, Cartago continuó siendo una refugio para los Brujah y
sus aliados.
Pero para los Ventrue y sus aliados el desenlace de la Segunda Guerra Púnica no fue del
todo satisfactorio. Lisandro acudió de nuevo a Camila y le instó a que destruyera Cartago
definitivamente, por el bien de todos los Vástagos. Otros clanes, liderados por el Príncipe Alcias,
también apoyaron las palabras de Lisandro. Siguiendo el ejemplo del orador romano Catón el Viejo,
que también estaba obsesionado con la destrucción de Cartago e insistía en el tema en todos sus
discursos en el Senado de Roma con la frase Delenda Cartago est (Cartago debe ser destruida),
Lisandro repitió la frase en los oídos de Camila.

Durante varios años Camila continuó reuniendo apoyos aliándose con los Toreador en el año
167 a.C. tras una demostración de fuerza en la conquista de Grecia y otra de buena voluntad,
permitiendo la entrada de los Artesanos en el nuevo orden de Roma. Sin embargo, no fue hasta el
146 a.C. que Camila consideró que disponía del suficiente poder como para destruir Cartago y a los
Vástagos que la habitaban.
Las flotas y legiones romanas pusieron sitio a Cartago y la rodearon, iniciando la Tercera
Guerra Púnica. Aunque el sitio no fue excesivamente costoso para los romanos, para los Ventrue y
sus aliados fue la batalla más grande y larga en la que habían tomado parte. Mientras las legiones
romanas arrasaban la ciudad, Ventrue, Malkavian, Lasombra y Vástagos de otros clanes ayudaron a
dirigir el asedio y lucharon contra los Brujah, Assamitas, Baali y sus aliados durante cinco noches.
Muchos Vástagos murieron en ambos bandos, junto a miles de mortales. Nunca antes desde la caída
de la Segunda Ciudad se había librado semejante batalla entre los Vástagos.
Los vampiros romanos y sus aliados se alzaron con la victoria, pero a un alto precio.
Artemisa había liderado la primera incursión y fue reducida a cenizas por un grupo de vampiros
Brujah. El príncipe Alcias fue gravemente herido y cayó en letargo, y su destino sigue siendo un
misterio. Lisandro terminó la batalla lleno de cicatrices pero consiguió destruir a uno de los líderes
Brujah. Camila permaneció en Roma, pero su chiquillo Tiberio Carnifex mató a un grupo de
guerreros Assamitas antes de sucumbir.
Y dicen los Ventrue que en la batalla final se alzó de las catacumbas de Cartago el Anciano
Troile, progenitor del clan Brujah, y participó personalmente en la lucha, a punto de ser devorado
por su Bestia interior. En compañía de su amante Moloch, líder de los Baali, plantó cara a sus
enemigos. Finalmente el poder de los hechiceros y vampiros que acompañaban a los ejércitos
romanos fue demasiado grande incluso para Troile y Moloch y ambos cayeron juntos y Abrazados
en uno de los pozos del templo de Baal-Hammon, y fueron engullidos por la oscuridad, fundiéndose
con el suelo.
Una vez terminada la batalla la ciudad fue incendiada durante 17 noches y Lisandro ordenó
que fuera arrasada hasta los cimientos y sus escombros removidos para asegurarse de que ningún
Vástago permanecía ileso. Los habitantes de Cartago fueron ejecutados a miles y los supervivientes
convertidos en esclavos. La tierra que ocupaba la ciudad fue cubierta con sal para que nada creciera
allí y los místicos romanos pusieron varias protecciones para evitar que ningún Vástago pudiera
alzarse de nuevo. La guerra había terminado.

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