un aquelarre,
Un aquelarre (del euskera kelarre, "aker" =macho cabrio ; "larre" = campo) es el lugar donde las brujas (sorginak en euskera)
celebran sus reuniones y sus rituales. Aunque la palabra viene del euskera se ha asimilado en castellano y por extensión se refiere a cualquier reunión de brujas y
brujos.
La historia más ancestral que trata el asunto de los Aquelarres se regía en un documento llamado “Canon Episcopi”. En
relación sobre la gente que creía que bandas de brujas volaban durante cada noche el Canon advertía: «El alma impía cree que estas cosas no suceden en el espíritu sino en el
cuerpo». En otras palabras, el diablo puede
hacernos creer que vosotros u otros viajáis por la noche, pero ni
vosotros ni ellos pueden hacerlo realmente. La prueba de lo que
significa «realmente» y de su diferencia decisiva con las definiciones posteriores de «realidad» consiste
en que no se puede
acusar de maleficencia a nadie a quien vosotros o vuestros
compañeros de ensueño creéis que está viajando. Sólo es un sueño el que
estuvierais allí, y otros no deben ser considerados responsables
de lo que hacéis en vuestros sueños. Sin embargo, el soñador tiene
malos pensamientos y debe ser castigado, pero no con la hoguera, sino
con la excomunión. Se tardó varios siglos en invertir el
Canon Episcopi, convirtiéndose en un delito herético el negar que
las brujas se transportaran tanto corporal como espiritualmente. Una vez
establecida la realidad del viaje, fue posible
interrogar a toda bruja confesa sobre las demás personas que
asistían al aquelarre. La tortura aplicada en este momento garantizaba
que se produciría una reacción en cadena. Como sucede en los
modernos reactores nucleares, cada bruja quemada conducía
automáticamente a dos o más nuevas candidatas a la quema.
Se cree que en estas
celebraciones las cohortes de brujas solían venerar a un macho cabrío
negro, que tras horas de cánticos y ofrendas orgiásticas podrían
abrir un portal infernal en el centro del campo o cosechal para
ofrendar culto y consulta a Satán, con el fin de obtener riquezas y
poderes
sobrenaturales.
La Historia desde un punto de vista antropológico, los aquelarres son reminiscencias de ritos paganos (ver bacantes y culto céltico) que se celebraban de forma clandestina al no estar admitidos por las
autoridades religiosas de la época.
Era frecuente el uso de alucinógenos para
alcanzar el éxtasis durante el rito. Como no se podían calibrar con
exactitud las dosis cuando una cantidad letal estaba muy cercana a la
dosis de uso hacía muy peligroso administrarlas por vía
oral. Por ello algunas sustancias se aplicaban en forma de ungüento
por vía vaginal o rectal, lo que podría haber dado origen a algunas
leyendas sobre el carácter sexual de las reuniones de
brujas o el uso de calderos para la preparación de pócimas. La
aplicación de estos alucinógenos sobre la mucosa de la vagina con una
especie de "pincelitos"
pudo dar origen a origen a la la imagen que representa a las brujas
con una palo entre las piernas o bien una escoba. Por otro lado, muchos
sapos son venenosos por contacto y su piel también es
alucinógena, por ello también forman parte de la imaginería
vinculada al mundo de la brujería. Algo similar sucede con algunas setas venenosas, como la amanita muscaria.
Lugares de España donde se realizaban Aquelarres
-
Zugarramurdi (Navarra)
-
Macizo de Anaga (Tenerife, Canarias)
-
Cueva de Salamanca (Salamanca)
- Incluyendo México que esta ligado a España.
Hoy en día contúan celebrándose los Aquelarres según nos cuenta una bruja como lo es Marie Paul,
la cuál reconoce que las
brujas y brujos nos seguimos reuniendo, porque es bueno para el
mundo, ya que ahora no somos perseguidas y seguimos teniendo peso
específico como antiguamente. Pero reconozco que es gratificante
para mí cuando nos reunimos después de un tiempo todos y todas en
torno a una mesa ovalada y lo bueno de los Aquelarres es que además de
creativos y sanadores, además se produce una conjunción de
energías que todas sintonizan en la misma dirección y durante esas
horas de conexión crea una armonía espiritual donde entre todos
compartimos ritos e intimidad, intercambiamos experiencias, nos
miramos al espejo de cada una y respiramos aliviadas como
diciéndonos que no estamos tan solas ni estamos tan locas, para seguir
la gran tradición ancestral que un día se truncó por una
violentísima persecución mundial que la santa inquisición & la
iglesia Católica urdieron en contra nuestra.
En
las antiguas Grecia y Roma, estaba extendida la creencia en la magia.
Existía, sin embargo, una clara distinción entre distintos tipos de
magia según su intención. La magia benéfica a menudo se realizaba
públicamente, era considerada necesaria e incluso existían funcionarios
estatales, como los augures romanos, encargados de esta actividad. En
cambio, la magia realizada con fines maléficos era perseguida. Se
atribuía generalmente la magia maléfica a hechiceras (en latín
maleficae), de las que hay numerosas menciones en numerosos autores
clásicos.
Según estos textos, de estas hechiceras se creía que tenían la
capacidad de transformarse en animales, que podían volar de noche y que
practicaban la magia tanto en provecho propio como por encargo de
terceras personas. Se dedicaban preferentemente a la magia erótica,
aunque también eran capaces de provocar daños tales como enfermedades o
tempestades. Se reunían de noche, y consideraban como sus protectoras e
invocaban en sus conjuros a diosas como Hécate, Selene y Diana.
Probablemente las brujas más conocidas de la literatura clásica son
dos personajes mitológicos, Circe y Medea. Las habilidades mágicas de
ambas residen sobre todo en su dominio de las pócimas o filtros mágicos
(phármakon, en griego). Medea, que se presenta a sí misma como adoradora
de Hécate, se convirtió en el arquetipo de la hechicería en las
literaturas griega y romana. Hay menciones de brujas en las obras de
Teócrito, Horacio, Ovidio, Apuleyo, Lucano y Petronio, entre muchos
otros. Estos autores hacen especialmente referencia a brujas que
realizan magia de tipo erótico.
Relacionada con la creencia grecorromana en las brujas está la
figura de la estirge, un animal nocturno que es mitad pájaro mitad ser
humano que se alimenta de sangre (y que resulta también un precedente de
la moderna figura del vampiro).
Los escritores antiguos fueron a menudo escépticos acerca de las presuntas facultades de las brujas.
La brujería en el Antiguo Testamento
En el Antiguo Testamento, concretamente en el Éxodo, se prohíbe la
brujería, y se establece que debe ser castigada con la pena de muerte:
"A la hechicera no la dejarás que viva" (Éxodo 22:18). Es de notar que,
al igual que en la Grecia y Roma clásicas, la brujería aparece como una
actividad mayoritariamente femenina, lo cual no es de extrañar, ya que
la asociación de la mujer con "el Mal" es frecuente en la Biblia.
De otras citas bíblicas (Levítico 20:27, Deuteronomio 18:11-12), se
desprende que la principal actividad de estas brujas bíblicas era la
necromancia o invocación a los muertos. En el Primer Libro de Samuel
(1Samuel 28:1-25 se relata la historia de la bruja de Endor, a la que
Saúl, contraviniendo sus propias leyes, recurrió para invocar al
espíritu de Samuel antes de una guerra con los filisteos.
Brujería y cristianismo
Si bien la actitud del cristianismo con respecto de algunas
prácticas mágicas, tales como la astrología o la alquimia, fue en
ciertos momentos ambigua, la condena de la brujería fue explícita e
inequívoca desde los comienzos de la religión cristiana. En la Alta Edad
Media varias leyes condenaron la brujería, basadas tanto en el ejemplo
del derecho romano como en la voluntad de erradicar todas aquellas
prácticas relacionadas con el paganismo. Sin embargo, la actitud
eclesiástica no parece haber sido demasiado beligerante durante la
primera mitad de la Edad Media, como lo atestiguan documentos como el
Canon Episcopi.
La situación cambió cuando la Iglesia comenzó a perseguir las
herejías cátara y valdense. Ambas concedían una gran importancia al
demonio, y para estas comunidades cristianas éste estaba personalizado
en la Iglesia Romana Papal, debido a sus grandes abusos. En especial los
cátaros se referían a ella como "la prostituta". Para combatir estas
herejías fue creada la Inquisición pontificia en el siglo XIII. En el
siglo siguiente comienzan a aparecer en los procesos por brujería las
acusaciones de pacto con el Diablo, el primer elemento determinante en
el concepto moderno de brujería.
La brujería en la Edad Moderna
El concepto de brujería. Orígenes y desarrollo
A finales de la Edad Media empezó a configurarse una nueva imagen de
la bruja, que tiene su principal origen en la asociación de la brujería
con el culto al Diablo (demoniolatría) y, por lo tanto, con la
idolatría (adoración de dioses falsos) y la herejía (desviación de la
ortodoxia). Aunque el primer proceso por brujería en que están
documentadas acusaciones de asociación con el Diablo tuvo lugar en
Kilkenny, Irlanda, en 1324-1325, sólo hacia 1420-1430 puede considerarse
consolidado el nuevo concepto de brujería. Existen variantes
regionales, pero puede describirse una serie de características básicas,
reiteradas tanto en las actas de los juicios como en la abundante
literatura culta sobre el tema que se escribió en Europa durante los
siglos XV, XVI y XVII.
Las principales características de la bruja, según los teóricos del tema en la época, eran las siguientes:
el vuelo en palos, animales, demonios o con ayuda de ungüentos,
encuentros nocturnos con el Diablo y otras brujas en el sabbat o
aquelarre, pactos con el Diablo, sexo con demonios (en forma de íncubos y
súcubos) y la magia negra.
Esta idea de la brujería, predominante en la Edad Moderna y base de
las cazas de brujas, era alarmante en la época, ya que se extendió la
idea de que las brujas conspiraban para extender el poder del Diablo. La
caracterización negativa de las brujas comparte algunas características
con el antisemitismo (expresiones como «Synagoga Satanae», Sinagoga de
Satanás, o «Shabat», para designar las reuniones nocturnas de las
brujas), y tiene un fuerte carácter misógino. Aunque no todos los
sospechosos de brujería eran mujeres (hubo un significativo porcentaje
de hombres procesados y ejecutados por delitos de brujería), se
consideraba a la mujer más inclinada al pecado, más receptiva a la
influencia del Demonio, y, por tanto, más proclive a convertirse en
bruja.
La definición de la brujería como adoración al Diablo se difundió
por toda Europa mediante una serie de tratados de demonología y manuales
para inquisidores que se publicaron desde finales del siglo XV hasta
avanzado el siglo XVII. El primero en alcanzar gran repercusión, gracias
a la reciente invención de la imprenta, fue el Malleus Maleficarum
("Martillo de las brujas", en latín), un tratado filosófico-escolástico
desapasionado y racional publicado en 1486 por dos inquisidores
dominicos, Heinrich Kramer (Henricus Institoris, en latín) y Jacob
Sprenger. El libro no sólo afirmaba la realidad de la existencia de las
brujas, conforme a la imagen antes mencionada, sino que afirmaba que no
creer en brujas era un delito equivalente a la herejía: «Hairesis maxima
est opera maleficarum non credere» (La mayor herejía es no creer en la
obra de las brujas).
Tanto el Malleus como otros muchos libros que se publicaron en la
época constituyeron el fundamento de la caza de brujas que se dio en
toda Europa durante la Edad Moderna, especialmente en los siglos XVI y
XVII, y que causó la muerte, según los cálculos más fidedignos, de unas
60.000 personas.
Pacto con el Diablo
Se atribuía a los acusados de brujería un pacto con el Diablo. Se
creía que al concluir el pacto, el Diablo marcaba el cuerpo de la bruja,
y que una inspección detenida del mismo podía permitir su
identificación como hechicera. Mediante el pacto, la bruja se
comprometía a rendir culto al Diablo a cambio de la adquisición de
algunos poderes sobrenaturales, entre los que estaba la capacidad de
causar maleficios de diferentes tipos, que podían afectar tanto a las
personas como a elementos de la naturaleza; en numerosas ocasiones,
junto a estos supuestos poderes se consideraba también a las brujas
capaces de volar (en palos, animales, demonios o con ayuda de
ungüentos), e incluso el de transformarse en animales (preferentemente
lobos).
La supuesta capacidad de volar también se asienta sobre algunos
informes remitidos por los inquisidores a Felipe II tras su misión en
Galicia. Tanto Felipe II como sus antecesores solicitaron a la Santa
Inquisición investigaciones sobre la veracidad de las leyendas populares
en lo que a la capacidad de volar se refiere. En los primeros informes
se afirmaba no haber encontrado nada que pudiera confirmar las historias
populares, pero las investigaciones posteriores cambiaron radicalmente y
en los siguientes escritos los inquisidores afirmaron haber visto volar
a las brujas y salir por las chimeneas con sus escobas.
El aquelarre
Se creía que las brujas celebraban reuniones nocturnas en las que
adoraban al Demonio. Estas reuniones reciben diversos nombres en la
época, aunque predominan dos: sabbat y aquelarre. La primera de estas
denominaciones es casi con seguridad una referencia antisemita, cuya
razón de ser es la analogía entre los ritos y crímenes atribuidos a las
brujas y los que según la acusación popular cometían los judíos. La
palabra aquelarre, en cambio, procede del euskera aker (macho cabrío) y
larre (campo), en referencia al lugar en que se practicaban dichas
reuniones.
Según se creía, en los aquelarres se realizaban ritos que suponían
una inversión sacrílega de los cristianos. Entre ellos estaban, por
ejemplo, la recitación del Credo al revés, la consagración de una hostia
negra, que podía estar hecha de diferentes sustancias, o la bendición
con hisopo negro. Además, casi todos los documentos de la época hacen
referencia a opíparos banquetes (con frecuencia también a la
antropofagia) y a una gran promiscuidad sexual. Una acusación muy común
era la del infanticidio, o los sacrificios humanos en general.
La principal finalidad de los aquelarres era, sin embargo, siempre
según lo considerado cierto en la época, la adoración colectiva del
Diablo, quien se personaba en las reuniones en forma humana o animal
(macho cabrío, gato negro, etc). El ritual que simbolizaba esta
adoración consistía generalmente en besar el ano del Diablo (osculum
infame). En estas reuniones, el Diablo imponía también supuestamente su
marca a las brujas, y les proporcionaba drogas mágicas para realizar sus
hechizos.
Se creía que los aquelarres se celebraban en lugares apartados,
generalmente en zonas boscosas. Algunos de los más célebres escenarios
de aquelarres fueron las cuevas de Zugarramurdi (Navarra) y Las Güixas
(cerca de Villanúa, en la provincia de Huesca) en España, el monte
Brocken (mencionado en el Fausto de Goethe), en Alemania, Carnac en
Francia; el nogal de Benevento y el paso de Tonale, en Italia. Se creía
también que algunos aquelarres se celebraban en lugares muy lejanos de
la residencia de las supuestas brujas, que debían por tanto hacer uso de
sus poderes sobrenaturales para desplazarse volando: por ejemplo, se
acusó a algunas brujas del País Vasco francés de asistir a aquelarres en
Terranova.
Algunas fechas se consideraban también especialmente propicias para
la celebración de aquelarres, aunque varían según las regiones. Una de
ellas era la noche del 30 de abril al 1 de mayo, conocida como la noche
de Walpurgis.
El vuelo
Se atribuía a las brujas la capacidad de desplazarse volando a los
aquelarres. Esta creencia se remonta, al menos, a la Antigüedad clásica,
aunque a menudo fue vista con escepticismo (por ejemplo, en el Canon
episcopi se afirma la absoluta falsedad de esta idea). Los
procedimientos empleados para volar varían según los diferentes
testimonios: en el Canon episcopi, por ejemplo, se hace referencia a la
creencia de que las brujas se desplazaban en animales voladores. Sin
embargo, el medio de locomoción más frecuente, y que como tal ha
perdurado en la imagen actual de la bruja, es la escoba.
El simbolismo de la escoba se ha interpretado de diversas formas.
Para algunos autores se trata de un símbolo fálico[cita requerida], lo
que se relacionaría con la supuesta promiscuidad sexual de las brujas.
Otras teorías mencionan que la escoba pudo haber sido utilizada para
administrarse determinadas drogas. En cualquier caso, llama la atención
al tratarse de un objeto relacionado casi exclusivamente con la mujer.
Con respecto a los vuelos de las brujas, las opiniones de los
teólogos de la época estuvieron muy divididas. Para algunos, tenían
lugar físicamente, en tanto que otros consideraban que se trataba de
ensueños inducidos por el Diablo. Modernamente se han relacionado con el
consumo de ciertas drogas conocidas en la Europa rural, tales como el
beleño, la belladona y el estramonio.
Referente a la forma de vuelo que se les atribuía en el resto del
mundo, en México creían en el nahualismo, acto por medio del cual las
brujas practicantes de antiguos ritos prehispánicos podían convertirse o
metamorfosearse en aves nocturnas como lechuzas o búhos; en el caso de
Chile destacaba la creencia de que el brujo chilote contaba con un
"macuñ" (del mapudungun makuñ: mantoo chaleco) hecho con la piel del
pecho de un cadáver humano. Igualmente en este país y en Argentina se
les atribuía la capacidad del vuelo transformados en aves de "mal
agüero" (mala suerte), ejemplo de ello es la leyenda de la Voladora.
La metamorfosis
Todas las culturas tienen entre las atribuciones de las capacidades
de magos, brujas o hechiceros las de transformarse en animales:
La cultura popular del norte de Europa atribuye a las brujas la transformación preferente en un gato negro.
Entre las diversas manifestaciones del chamanismo en el norte del
continente americano, está el nagualismo (o nahualismo) mexicano, según
el cual el brujo o bruja puede transformarse en su animal protector, que
puede ser tanto volador como terrestre, doméstico como salvaje.
En América del Sur, según la tradición de Chile y algunas zonas de
Argentina, la transformación de las brujas era principalmente en aves,
aunque también se mencionan otros animales; destaca un tipo de bruja o
brujo al que, al igual que los Calcu en la tradición Mapuche, se suponía
la capacidad de convertirse en un mítico pájaro conocido como Chonchón.
En Perú los chamanes suelen convertirse en animales de granja, como por ejemplo transformarse en cerdo o cabra.
Prácticas mágicas
Se acusaba a las brujas de la realización de hechizos mediante la
magia negra, esto es, con fines maléficos. Mediante estos hechizos,
lograban supuestamente hacer morir o enfermar a otras personas o al
ganado, o desencadenar fenómenos meteorológicos que arruinaban las
cosechas.
Interpretaciones de la brujería
Teoría del origen pagano
Una de las interpretaciones más interesantes, y que más arraigo han
conseguido, es la que hace a las brujas representantes de antiguos
cultos paganos, anteriores al Cristianismo, que sus perseguidores
habrían identificado, errónea o malintencionadamente, con la adoración
al Diablo. La principal defensora de esta teoría fue la inglesa Margaret
Murray, que la expuso en tres libros: The Witch-cult in Western Europe
(1921), God of the Witches (1933) y The Divine King in England (1954).
Según Murray, la brujería deriva de una antigua religión neolítica, en
la que se practicaban sacrificios humanos (en gran medida, las teorías
de Murray están influenciadas por la obra clásica de James George
Frazer, La rama dorada).
Según esta teoría, las "noches de brujas"" o sabbat corresponderían a
las épocas del año en que, en el neolítico, se realizaban Ritos de
Fertilidad para lograr que la naturaleza no muriera en el invierno y
concediera buenas cosechas en el verano, el 31 de julio y el 1 de
febrero. De este modo, la brujería permanecía subterráneamente ligada a
las "religiones panteístas", concretamente de influencias germánicas y
celtas. Estas reuniones serían el residuo de los ritos femeninos griegos
y romanos al dios Baco y otros ritos de origen Tracio. Y las
denominadas brujas serían las herederas de las sacerdotisas Bacantes
tras la entrada del Cristianismo. El Macho cabrío parece corresponder
más al "dios de la fertilidad" Pan y los "sátiros".
El punto de vista de Murray sobre la brujería resultó muy atractivo
por el destacado papel que concedía a la mujer y a su sexualidad, y por
lo que implicaba de resistencia contra la opresión de la Iglesia.
Durante los años 30, surgió en el Reino Unido un movimiento de
recuperación de la brujería, en gran medida basado en las teorías de
Murray. Tuvo también una gran influencia en Gerald Gardner, autor del
que puede considerarse el texto fundacional de la Wicca, Witchcraft
Today (1954), cuyo prólogo fue escrito por Murray.
Las tesis de Murray, que gozaron de amplio crédito hasta la década
de 1960, son hoy muy cuestionadas, ya que se basan en fuentes poco
dignas de crédito (las confesiones de las propias brujas, a menudo
realizadas bajo tortura).
La caza de brujas
Entre los siglos XV y XVIII se dio una persecución particularmente
intensa de la brujería, conocida como caza de brujas. Esta persecución
afectó a la práctica totalidad del territorio europeo, si bien fue
particularmente intensa en Centroeuropa, en los estados
semiindependientes bajo la autoridad nominal del Sacro Imperio Romano
Germánico, y en la Confederación Helvética. Los estudiosos actuales del
tema dan una cifra aproximada de 110.000 procesos y 60.000 ejecuciones, a
pesar de que cálculos anteriores arrojaban cifras mucho más elevadas.
La caza de brujas tiene su origen en la Inquisición, tribunal creado
por el Papado para perseguir la herejía, pero que a partir del siglo
XIV comenzó a prestar atención al fenómeno de la brujería. La principal
acusación contra las brujas era la de demonolatría, o adoración del
Diablo, concretada ya en una obra clásica sobre el tema, el Malleus
maleficarum (Martillo de brujas). Entre los siglos XVI y XVIII
aparecieron numerosas obras de eclesiásticos y juristas acerca de este
tema.
Contra lo que suele creerse, la mayor parte de los procesos por
brujería los llevaron a cabo tribunales civiles, y la Inquisición solo
tuvo un papel preponderante en los primeros años de la caza de brujas.
Los procesos tuvieron lugar por igual en países católicos y
protestantes. En los territorios de religión ortodoxa, en cambio, las
cazas fueron de intensidad mucho menor.
Durante estos procesos, se aplicó con frecuencia la tortura para
obtener confesiones, por lo cual los investigadores actuales suelen
manifestar cierto escepticismo acerca de lo manifestado en los juicios
por brujería.
Algunos procesos se han hecho especialmente célebres, como el de las
brujas de Salem, en los Estados Unidos, tema de una célebre obra del
dramaturgo Arthur Miller publicada en 1953, que popularizó la expresión
"caza de brujas" en relación con la Comisión de Actividades
Antiamericanas del senador Joseph McCarthy (la época conocida como
macartismo). Desde entonces, la expresión "caza de brujas" se aplica
metafóricamente a cualquier persecución de tipo ideológico.
En España, la Inquisición dejó de perseguirlas a raíz del proceso
contra las brujas de Zugarramurdi (segunda mitad del siglo XVII), en el
que los inquisidores se encontraron ante la posibilidad de tener que
quemar a varios miles de mujeres si resultaban condenadas. Resolvieron
la cuestión declarando que no tenían pacto con el diablo y desde
entonces no se quemó a ninguna otra.
En el siglo XVI Anton Praetorius (1560-1613), un pastor y teólogo
calvinista alemán, luchó contra la persecución de brujas y la tortura en
su obra Gründlicher Bericht, un informe completo acerca de la brujería y
las brujas.
Su reflejo en la literatura infantil
La bruja tiene un papel esencial en los cuentos infantiles, como los
recopilados por los Hermanos Grimm, en donde es el personaje malvado
arquetípico. Las brujas de cuento más famosas son:
la madrastra de Blancanieves, que intenta asesinar a ésta con una manzana envenenada;
la bruja de La Sirenita (el relato de Hans Christian Andersen), que
realiza un pacto por el cual le dota de unas piernas a cambio de su voz;
La bruja malvada de La bella durmiente, capaz de convertirse en dragón;
La bruja de la casita de chocolate de Hansel y Gretel; La Baba Yaga del
folclore ruso, reflejada en el relato homónimo de Aleksandr
Nikolaievich Afanasiev, una vieja bruja que habita en una casa mágica
que es capaz de caminar sobre patas de ave; En la reciente literatura
norteamericana también se recoge el mito de la bruja, pero ya no tienen
por qué ser malvadas. Así, en El Mago de Oz aparecen dos brujas malvadas
y dos bondadosas.
La belleza y la fealdad
Tradicionalmente se asocia la imagen de la bruja a una mujer
anciana, fea y especialmente desagradable. Sin embargo, se creía que
entre sus poderes estaba el de poder modificar su aspecto a voluntad,
mostrándose como una joven hermosa y deseable. La bruja utilizaría esta
apariencia para seducir a los hombres y llevarlos a la perdición.
Brujeria en la cultura popular
En la mayoría de las series de televisión que tratan el tema de la
Brujeria, las brujas son presentadas como hermosas, buenas y heroínas.
Una de las primeras series televisivas en tocar el tema fue Hechizada,
con Elizabeth Montgomery, seguida de series como La peor bruja, Sabrina;
la bruja adolescente, Buffy la cazavampiros, Charmed y la británica
Hex.
La buena imagen de las brujas prosiguió también en muchos trabajos
literarios, siendo particularmente determinante Harry Potter y toda su
serie, si bien no es ni la primera ni la última obra literaria que toca
el tema de la brujería. H.P. Lovecraft escribió muchos cuentos sobre
brujería, generalmente en el estilo clásico grotesco de bruja malvada y
fea. También es malvada la Bruja Blanca en la serie literaria cristiana
Las crónicas de Narnia, no obstante las brujas son buenas y heroínas
valientes que luchan contra un gobierno opresor en la serie de libros La
materia oscura que comienza con La brújula dorada. Tanto la serie de
Harry Potter, como La brújula dorada y Las crónicas de Narnia han sido
llevadas al cine.
La literatura juvenil actual se suele desmarcar de esta visión, más
basada en La Celestina, para recrear otro bruja más agradable a la
vista, pero igual de peligrosa. Varios dibujantes han representado a las
brujas como mujeres jóvenes y dotadas de un enorme atractivo innato.
Buenos ejemplos son las numerosas damas que tratan de hechizar, utilizar
o contratar a Conan el Bárbaro o la deslumbrante y turgente Reina Bruja
de Anubis, que trató de seducir y hechizar al Capitán Trueno y al
final, siguiendo la línea de no mostrar a la bruja como un ser malvado,
dio su vida por la de la reina Sigrid, para verlos juntos antes de
morir.
Películas sobre brujas hay muchas, tanto como villanas en Brujas y
Hocus Pocus, glamorosas como en Las Brujas de Eastwick, ó en calidad de
heroinas en las versiones filmicas de Harry Potter y La Brújula Dorada.
También se tocó el tema desde el punto de vista del teen-drama en
Jóvenes Brujas, aunque la película hace una visión negativa de la
Brujería, curiosamente la actriz Fairuza Balk, protagonista de la
película se convirtió a la Wicca en la vida real tras filmar Jóvenes
Brujas.
Algunas imagenes...
Quema de brujas
En pleno vuelo
Otra en el aire
Ahora imagenes varias
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