jueves, 27 de septiembre de 2012

Las monjas del diablo

La revista norteamericana National Catholic Reporter, una de las publicaciones católicas de mayor prestigio, ha removido los cimientos del Vaticano con la publicación de informes que denuncian la violación de monjas por sacerdotes. CRONICA publica en exclusiva en España este informe demoledor
John L. Allen. Pamela Schaeffer. EL MUNDO. Domingo, 25 de marzo de 2001 – Número 284 – Suplemento en Crónica

En África hay 561 obispos y arzobispos, 26.026 sacerdotes y 51.304 religiosas de origen africano, según el «Almanaque Católico» de 2001
Los cinco informes elaborados por las superioras de varias órdenes religiosas y un sacerdote norteamericano, hablan de sacerdotes que exigen sexo a cambio de favores; de un continente, África, azotado por el Sida, donde las monjas jóvenes son un factor de bajo riesgo para mantener relaciones sexuales seguras; de religiosos que embarazan a monjas, les aconsejan el aborto y terminan oficiando su propio entierro.
El problema no había trascendido hasta ahora a la opinión pública, pero sí ha sido discutido en concilios religiosos y en el Vaticano.En noviembre de 1998, las Misioneras de Nuestra Señora de África presentaron un documento (El Problema del Abuso de las Religiosas Africanas en África y en Roma), elaborado por Sor Mary McDonald. Y en septiembre pasado, la hermana benedictina Esther Fangman, psicoterapeuta, lo planteaba en un congreso en Roma.


Pero las denuncias se remontaban mucho más atrás en el tiempo.El 18 de febrero de 1995, el Cardenal Eduardo Martínez Somalo, prefecto de la Congregación Vaticana para la Vida Religiosa, fue puesto al tanto por la hermana Maura O’Donohue, doctora en Medicina y perteneciente a la Orden de las Misioneras Médicas de María.

El informe de esta religiosa elaborado en 1994, cuando era Coordinadora del Sida para el Fondo Católico Para el Desarrollo Internacional es uno de los más detallados. «Con gran tristeza», escribió, «las hermanas me han informado que los sacerdotes las explotan sexualmente porque ellos también temen quedar infectados por el VIH». «En cierto país, un grupo de sacerdotes solicitó al padre superior de una comunidad de hermanas que éstas fueran puestas a su disposición a modo de favor sexual. Cuando el padre superior se negó a semejante propuesta, los sacerdotes explicaron que no tendrían más remedio que irse al poblado a buscar mujeres, con la consiguiente posibilidad de contraer el sida».
«Con bastante franqueza», le dijo el Vicario general de una diócesis africana a O Donohue, «el celibato en un contexto africano significa que un sacerdote no contrae matrimonio pero eso no quiere decir que no pueda tener hijos». De los 1.000 millones de católicos existentes en el mundo, 116,6 millones, aproximadamente el 12%,se encuentra en África. Según el Almanaque Católico de 2001, hay 561 obispos y arzobispos, 26.026 son sacerdotes y 51.304 religiosas de origen africano.
Al despacho del Cardenal español Martínez Somalo ha llegado documentación sobre casos puntuales. En 1988 en Malawi, según cita el informe de O Donohue, el equipo directivo de una congregación diocesana de mujeres fue disuelto por el obispo local después de que presentaran una queja afirmando que 29 de sus hermanas habían quedado embarazadas por sacerdotes. En otro caso, una monja que fue llevada por un sacerdote a abortar, falleció en el transcurso de la operación.El mismo cura fue el encargado de oficiar su funeral. Incidentes similares, contaba O Donohue, se han producido en 23 países entre ellos EEUU y otras naciones repartidas en los cinco continentes , pero la mayoría de los casos sucedieron en África.
[Aunque España no es citada en el informe, esta semana, el obispo de Mondoñedo-Ferrol, José Gea, no descartaba la posibilidad de que pudiera suceder en nuestro país, «porque donde hay hombre, puede haber lo que sea». Los misioneros españoles piden que no se extienda estos hechos a todos los que trabajan en las obras misionales y descartan la vinculación de los 30.000 que España tiene en el mundo con los abusos sexuales a monjas]
.
El rosario de vejaciones y estupros que relata O Donohue en su informe es demoledor:

En varios países, existe una honda preocupación entre las religiosas por la política que las obliga a abandonar la orden en el caso de que queden embarazadas, mientras que al sacerdote se le permite continuar con su ministerio. Son abandonadas para que eduquen a su hijo, por sus propios medios, y como madres solteras. Muchas de estas mujeres se vieron obligadas a ser la segunda o tercera esposa de una familia. La otra alternativa, como cuestión de supervivencia, es hacer la calle como prostitutas.
Los superiores generales que he conocido estaban profundamente preocupados por el acoso que algunas hermanas sufrían. El padre superior de una congregación diocesana donde varias hermanas quedaron embarazadas por sacerdotes, se muestra completamente desorientado. Otra diócesis ha tenido que dar de baja a 20 monjas por embarazo, en muchos casos, fruto de una relación con un sacerdote.
Algunos clérigos han recomendado a las religiosas que tomen anticonceptivos, informándoles de una manera engañosa que «la píldora» previene la transmisión del VIH. Otros curas le han llegado a decir a las religiosas con las que han mantenido relaciones sexuales que se sometan a un aborto. Algunos católicos, profesionales de la medicina, han denunciado la presión a la que se ven sometidos por parte de los sacerdotes para que faciliten la interrupción del embarazo de estas religiosas en sus hospitales.
Los miembros de los consejos parroquiales y de las pequeñas comunidades cristianas están denunciando a sus pastores por la relaciones que mantienen con las mujeres y con las chicas jóvenes en general. Algunas de estas mujeres son esposas de los parroquianos.Bajo semejantes circunstancias, los esposos comienzan a mostrar su enojo ante lo que está ocurriendo, pero se avergüenzan a la hora de denunciar al sacerdote de la parroquia. Se sabe que algunos sacerdotes mantienen relaciones con varias mujeres a la vez, y que algunos tienen hijos con más de una de estas relaciones.En uno de los países que visité, fui informada de que el presbítero de una parroquia fue atacado por fieles armados con pistolas que mostraban su enojo hacia los sacerdotes por el abuso de poder que veían en sus actos y en su estilo de vida.
En otro país, una persona recientemente convertida del Islam fue aceptada como candidata a ingresar en una congregación religiosa local. Fue violada por el sacerdote antes de que éste le entregara el certificado. Tras ser desahuciada por su familia cuando se convirtió al cristianismo, ya no se sentía con libertad para regresar a su casa. Al poco tiempo de unirse a la congregación se supo que estaba embarazada. Pensó que la única opción que tenía era abandonar la congregación. Pasó los siguientes 10 días deambulando por el bosque, intentando tomar una decisión. Decidió ir a hablar con el obispo, que a su vez llamó al sacerdote. Éste reconoció que la acusación era cierta y el obispo le dijo que se tomara un retiro de dos semanas.
Desde la década de los 80, en algunos países, las religiosas se niegan a viajar en un coche solas con el sacerdote ante el temor que sienten a ser acosadas o incluso violadas. En ocasiones, los sacerdotes han abusado de su papel pastoral y de dirección espiritual para obtener favores sexuales de las religiosas. En cierto país, las monjas superiores han tenido que solicitarle al obispo o al padre superior que retire a los capellanes, directores espirituales o de ejercicios espirituales después de que estos abusaran de las religiosas.
El sacerdote norteamericano Fray Robert J. Vitillo aportó un informe similar promovido por los obispos estadounidenses. En marzo de 1994, hablaba sobre el tema con un grupo de estudio teológico en Boston College: «Yo mismo he escuchado las trágicas historias de religiosas que fueron obligadas a mantener relaciones sexuales con algún sacerdote local o con un consejero espiritual, que insistía en que esta actividad resultaba buena para ambos». «Todo intento por sacar este tema a colación con la autoridad eclesiástica local o internacional se ha topado con oídos sordos», afirmaba.

Monjas expulsadas.
También Mary MacDonald elaboró, en 1998, su propio informe presentado a la Comisión de los Dieciséis. «Cuando una religiosa se queda embarazada, por lo general es castigada y expulsada de la congregación, mientras que al sacerdote se limitan a trasladarle a otra parroquia o a enviarle en viaje de estudios». Y citaba los factores que en su opinión dieron origen al problema:

El hecho de que en algunos países, el celibato y/o la castidad no sea reconocido como un valor espiritual.
La posición de inferioridad de la mujer en la sociedad y en la Iglesia. «Resulta pues comprensible que una religiosa encuentre imposible rechazar a un clérigo que solicita sus favores sexuales.Estos hombres son vistos como figuras de autoridad que deben ser obedecidos. Es posible que usen falsos argumentos teológicos para justificar su conducta: “Ambos somos célibes consagrados.Eso quiere decir que nos hemos comprometido a no contraer matrimonio.Pero podemos tener relaciones sexuales sin romper nuestros votos”
».
La pandemia del Sida.

La dependencia financiera que se crea por el escaso estipendio que obtienen las hermanas. Una interpretación equivocada de la vida consagrada, tanto por parte de las hermanas como de los obispos, sacerdotes y legos. El reclutamiento de candidatos que carecen de un adecuado substrato cultural. Quizás otro factor que contribuya sea la conspiración de silencio.
Ante semejantes revelaciones, algunas autoridades aseguran que se han tomado medidas. Según Wolf, el líder benedictino en Roma, «varios monasterios cuentan con directrices de actuación en el caso de que un monje sea acusado de alguna infracción sexual.Y afectan a todas las personas implicadas, víctima incluida». En el mismo sentido, un funcionario del Vaticano aseguró al NCR que «existen iniciativas a varios niveles» y que el Vaticano «apoya» o «está al corriente» de muchas de estas medidas. «Hablar suele consistir en el primer paso para hallar una solución», insistía.

El diálogo.
Sin embargo, la jerarquía eclesiástica no siempre ha mostrado tanta receptividad al diálogo. En un informe de 1998, McDonald contaba la reacción de los obispos africanos cuando habló de los abusos sexuales ante el Comité Permanente del Simposium de Conferencias Episcopales de África y Madagascar: «Afirmaban que me había comportado de una manera desleal con las religiosas por haber permitido que semejantes informes pudieran circular fuera de sus diócesis. Me dijeron que las religiosas en cuestión deberían haber recurrido al obispo de su diócesis con aquellos problemas». « Por supuesto», añade McDonald, «las hermanas ya habían hecho eso una vez tras otra. En algunas ocasiones no eran bienvenidas, en otras se les acusaba de ser culpables de lo ocurrido.Incluso cuando las escucharon, no se solucionó gran cosa».
Esther Fangman, la monja que en septiembre sacó a la luz pública este asunto, contó al NCR que tuvo noticia de las historias de los abusos durante discusiones informales en reuniones de abadesas y priores de todo el mundo: «Las hermanas se sentían profundamente dolidas. Hablar de ello, resultó un ejercicio extremadamente doloroso».
A O Donahue lo que le animó a escribir su informe fue la necesidad de «una profunda reflexión y de un gran sentido de urgencia debido a que las cuestiones tratadas afectan a la esencia misma de las misiones y sobre el ministerio de la iglesia». La información «procede de los misioneros (hombres y mujeres) de los sacerdotes, médicos y otros miembros de nuestra leal familia eclesiástica», escribió. «Me han garantizado que existe constancia escrita donde se detallan varios de estos incidentes. La información no se basa solamente en material de oídas». Los 23 países listados en su informe son: Botsuana, Burundi, Brasil, Colombia, Ghana, India, Irlanda, Italia, Kenia, Lesotho, Malawi, Nigeria, Papúa – Nueva Guinea, Filipinas, Sudáfrica, Sierra Leona, Tanzania, Tonga, Uganda, Estados Unidos, Zambia, Zaire yZimbabue
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