martes, 6 de marzo de 2012

LA SEGUNDA REVELACIÓN


No mucho después de la Fiesta de la Locura Cappadocius experimentó otra visión
del futuro que le aguardaba a él y su linaje.
En sus sueños Cappadocius tuvo una visión de la Crucifixión: el lacerado cuerpo
de Cristo clavado en la cruz como sacrificio por los pecados de los hombres. Entonces
vio a los vampiros a los que había condenado a ser enterrados en vida, chillando llenos
de rabia e impotencia. La visión cambió de perspectiva para mostrar a Cappadocius y los
restantes miembros de su clan alejándose de los chiquillos aprisionados.
Cappadocius vio un paralelismo entre aquellos vampiros y el Hijo de Dios:
sacrificarse a sí mismos para que otros pudieran continuar existiendo.
Entonces tuvo otra visión del futuro, menos vívida que la anterior. Se vio a sí
mismo en la cruz. Japheth y Caias hurgaban en sus heridas con los dedos, mientras
infinidad de hombres mortales lloraban al pie de la colina. Cappadocius interpretó esto
como un mandato de su sacrificio para sustentar a la humanidad en medio de un opresivo
mar de vampiros.
Supo que debía alcanzar la Divinidad.
A partir de esta visión las investigaciones de los Capadocios dieron un nuevo giro.
A partir de los primeros escritos cristianos sobre la transustanciación y las palabras
de Cristo: “El que coma mi carne y beba mi sangre vivirá en mi, y yo en él.” Cappadocius
investigó documentos y extrañas doctrinas religiosas de los gnósticos y zoroastrianos
que implicaban la posibilidad de convertirse en Dios devorando su cuerpo y su sangre, y
también teorías egipcias sobre viajes entre el mundo de los vivos y los muertos.


 
Celebrando un ritual en completa paz y tranquilidad era posible ascender al Cielo,
tomar el trono de Dios y acerca a toda la humanidad hacia lo divino.
Entre estos fragmentos de saber olvidado se encontraba referencias del Códice de
Sargón y Cappadocius comenzó a recordar…Tal y como interpretaba los manuscritos si
alcanzaba la Golconda sería capaz de tomar el poder de Dios. Incluso mientras soñaba
en letargo acudían a su mente visiones del paraíso. En su mente el enigma de la muerte ya
había sido contestado. La respuesta era que llevando el cielo a la Tierra, la vida y la
muerte serían una, infinita y eterna existencia. ¿Pero cómo conseguirlo?

 
EGIPTO
Desde tiempo inmemorial los Capadocios intentaron infiltrarse en la tierra de
Khem, tratando de estudiar los conocimientos sobre la muerte de los antiguos egipcios,
pero desgraciadamente la presencia de los Seguidores de Set se convirtió en un
impedimento para ellos. Las relaciones entre ambos clanes nunca fueron plácidas, debido
a las necesidades de aislamiento de los Capadocios y el impulso de los Setitas de expulsar
a todos los extranjeros de sus tierras. Algunos eruditos señalan a una posible enemistad
entre Cappadocius y Set durante las noches de la Segunda Ciudad.
Aunque Capadocios aislados habitaron en Egipto desde tiempo inmemorial, la gran
expansión del clan en la zona se produjo durante el siglo I, paralelamente a la
influencia del cristianismo. El evangelista San Marcos sentó las bases que darían lugar
al cristianismo copto, y muchos Capadocios se ocultaron entre las congregaciones
cristianas y entre las primeras comunidades de ascetas y ermitaños que se desplazaron al
desierto. Los Seguidores de Set reaccionaron atacando los monasterios coptos y
tratando de seducir a los Capadocios con sus artes corruptoras, pero no siempre
consiguieron sus objetivos.
El líder de los Capadocios egipcios era un misterioso Matusalén conocido como
Lázaro, supuestamente chiquillo del propio Cappadocius. No se conoce referencias de él
anteriores al siglo I, y los escritos sobre su vida mortal son muy ambiguos. Se dice que
era un sabio judío gran conocedor de los misterios de la muerte ya en vida. Algunos
eruditos vampíricos se preguntan si este enigmático Matusalén está relacionado con el
Lázaro bíblico, el amigo de Jesús que fue resucitado por él, pero como se ha mencionado
los datos sobre su vida son vagos e inconexos. Otros eruditos consideran que Lázaro
sólo era una identidad adoptada por uno de los primeros chiquillos de Cappadocius, y
algunos sostienen que el propio Japheth habría adoptado el nombre de Lázaro por sus
propias y misteriosas razones.
Independientemente de todas las teorías al respecto, Lázaro (o Japheth), viajó a
Egipto durante la expansión del cristianismo, y estableció su refugio en las riberas del
Nilo, al noroeste de Luxor.
Cuando Cappadocius convocó a sus descendientes a Kaymakli, durante lo que sería
conocido como la Fiesta de la Locura, Lázaro y gran parte de los Capadocios egipcios no
acudieron.
Cuando Cappadocius cerró Kaymakli, Japheth habló con su hermano Caias.
Ninguno de ellos había visto al hermano Lázaro durante la reunión, y Japheth opinaba
que la ausencia del chiquillo era un insulto para el padre. A regañadientes, Caias
accedió a visitar el hogar de Lázaro y enterarse de lo que había ocurrido para que se
ausentara de la reunión.
Y así Caias viajó al inhóspito Egipto, donde su hermano habitaba sin miedo a la
maldición de Set. Algunos Capadocios rumoreaban que Lázaro servía a los deseos del
Dios de las Serpientes; e incluso creían que había sido Vinculado por sangre al propio
Set. Los enemigos de Lázaro afirmaban que no había acudido a Kaymakli porque temía
que Cappadocius viese la maldición de Set en su alma.
Fuera como fuese, la visita de Caias no fue bien recibida. Por supuesto, Lázaro y
sus seguidores habían oído la llamada del padre, pero los más visionarios entre ellos
habían previsto las terribles consecuencias de obedecerla.
“Hermano mío”, dijo Caias, “¿oíste la llamada de nuestro padre?”
“Sí, Caias, la oí”, replicó Lázaro.
“Y seguramente intentaste obedecerla. ¿Qué fatalidad te lo impidió?”, preguntó
Caias, su ira creciendo ante la insolencia de su hermano.
“Ninguna fatalidad que se debiese a mí, hermano. Nos lo impidió el deseo de nuestro
padre.”
Caias enloqueció de ira. ¿Quién era Lázaro para cuestionar la voluntad de
Cappadocius? Saltó contra él con intención asesina, mientras Lázaro le miraba aterrado:
dos vampiros ancianos enfrentados en una batalla de proporciones tan épicas que se dice
que el Nilo fluyó al revés durante el año siguiente. Pero al final fue Lázaro quien se
impuso, se dice que utilizando poderes otorgados por el propio Set.
Todos los relatos concuerdan que en la lucha entre Caias y Lázaro el primero
resultó destruido, aunque el destino del segundo constituye una incógnita. Algunos
relatos afirman que cayó en letargo, mientras que en otros se ocultó para escapar a las
represalias de su clan.
Los Capadocios egipcios enviaron mensajeros a Erciyes y trataron de suplicar el
perdón de Cappadocius, pero era demasiado tarde. Los Capadocios de Erciyes los
consideraban Infitiores e indignos del legado del ancestro. Los seguidores de Lázaro, que
serían conocidos como Lazarenos, huyeron a las profundidades del desierto, realizando
sus propios estudios sobre la muerte y buscando la resurrección de la carne.
El propio Lázaro continuó con sus estudios desde las sombras, indagando en el
pasado de Cappadocius, lo que le llevó a descubrir la existencia del Códice de Sargón y
el lugar donde se encontraba. A pesar del cisma con sus hermanos de clan, consiguió
atraer a otros Capadocios a las creencias de los Lazarenos y en varias ocasiones acudió
de incógnito a los túneles de Erciyes, ampliando sus conocimientos sobre la muerte.


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