martes, 6 de marzo de 2012

CAPADOCIA: EL TEMPLO DE ERCIYES


Después de conseguir su revelación de labios de un humilde judío Cappadocius
comenzó una nueva reorganización del clan. Hizo saber a todos sus descendientes que
deseaba reunirse con ellos en Goreme, una ciudad excavada en la roca de las montañas de
Capadocia.
Tiempo después los Capadocios se reunieron y Cappadocius les habló de la nueva
orientación de sus estudios, que debían estar más próximos al cielo y el mensaje de Dios.
Y así una noche a comienzos del siglo I d.C., una procesión de Capadocios marchó
hasta la cumbre del Monte Erciyes, en el centro de las montañas de Capadocia. Vampiros
del Clan de la Muerte de todo el mundo conocido caminaron ocasionando rumores sobre
la presencia de un ejército de cadáveres que caminaban en la noche. Los viajeros que se
cruzaron con la silenciosa legión huyeron aterrorizados.
Erciyes, también llamado Argaeus, albergaba un monasterio olvidado y medio en
ruinas, que fue invadido por los vampiros Capadocios. Mataron a los monjes mortales y a
un vampiro Malkavian llamado Algol que habitaba entre ellos. En una noche las
inclinaciones del monasterio cambiaron para siempre, y el templo quedó consagrado para
un nuevo y oscuro aprendizaje.
Pronto comenzaron a circular los rumores, los vampiros susurraban sobre los
motivos de los Capadocios, mientras que los mortales permanecieron en la ignorancia de
lo que estaba ocurriendo en el corazón de Oriente Medio. Algunos curiosos se acercaron
a Erciyes en la oscuridad, esperando encontrar un atisbo de terribles orgías y ritos
perversos, pero sólo encontraron silenciosos y atareados monjes.
El templo cambió con rapidez. Los vampiros trabajaron sin descanso,
reconstruyendo el monasterio según sus necesidades, derribando viejos muros y
levantando otros nuevos. Excavaron grandes cámaras subterráneas y construyeron
bibliotecas y mausoleos sobre ellas. En sólo unos meses la nueva estructura estuvo
terminada. Desde entonces tuvo muchos nombres, pero el templo se convirtió en un lugar
donde la muerte era el único objeto de estudio.
El nuevo Templo de Erciyes no sólo comprendía el antiguo monasterio construido
en la cumbre de la montaña, sino que con el paso del tiempo fue sucesivamente ampliada
hasta comprender el interior de la montaña. La piedra exterior fue esculpida con
grandes columnas y afilados arcos que constituían el marco de jeroglíficos e iconos que
ensalzaban a Dios y la muerte. El interior se extendía desde la cima hasta las entrañas
de la tierra. Las escaleras serpenteaban desde la cumbre adentrándose en la oscuridad.
Una compleja maraña de túneles laberínticos creados por la necesidad y razones
prácticas se extendían haciendo imposible cualquier intento de crear un mapa.
Tras establecer su nuevo hogar, los Capadocios reunidos acordaron encontrarse
de nuevo, siempre que pudiesen, cada solsticio de invierno, para discutir sobre sus
estudios y compartir opiniones sobre los asuntos del clan.


 
EL CRISTIANISMO
Tras la conversión de Cappadocius muchos de sus descendientes abrazaron
abiertamente el cristianismo, pensando que la nueva fe les ayudaría a sondear la
naturaleza del mundo espiritual. Las tierras de Capadocia se convirtieron en un lugar
de acogida para los primeros ermitaños y para los cristianos perseguidos en el Imperio
Romano. En la propia tierra fueron abiertas dos ciudades: Derinkuyu y Kaymakli, para
acoger a los cristianos en las noches de intolerancia.
Los Capadocios fomentaron el crecimiento del cristianismo, ayudando a labrar
iglesias y monasterios en las montañas de Capadocia y protegiendo a los cristianos que
encontraban por todos los territorios del Imperio Romano. Algunos incluso se
dedicaron a difundir y enseñar el pensamiento cristiano entre los mortales, mientras que
otros, imitando a los ascetas y ermitaños, se recluyeron en las tinieblas.
Siguiendo las enseñanzas de Cristo, Cappadocius se refugió con varios de sus hijos
en la ciudad de Derinkuyu. Por aquel entonces el ancestro de los Capadocios,
comprendía que no era necesario que todos sus descendientes se dedicaran al estudio de
la muerte y animó a sus descendientes a dedicarse a otras áreas de conocimiento. Muchos
Capadocios Abrazaron progenie entre bibliotecarios, filósofos, teósofos, cartógrafos,
lingüistas y eruditos de muchas clases. Algunos incluso otorgaron el don de la sangre a
viajeros, guerreros y burócratas. No obstante, el estudio de los muertos no disminuyó,
pues el clan Capadocio comenzó a admitir nuevos miembros en cantidades sin precedentes.
Los seguidores del Camino de los Huesos convirtieron el Templo de Erciyes en su base.
Sin embargo, las depredaciones de Cappadocius y sus descendientes no pasaron
desapercibidas para los mortales de Derinkuyu. La proximidad de los vampiros y de los
cadáveres que estudiaban les hacían sentirse incómodos. Los vampiros reaccionaron
ocultándose todavía más y recluyéndose en sus estudios.
Pero finalmente llegó un momento en que sencillamente los mortales no pudieron
soportar aquella forma de vida, temerosos de los pálidos cadáveres que caminaban en la
noche. Aunque aquellos monstruos no eran activamente malignos, sus desagradables e
impíos ritos y sus macabras costumbres los aterraban. Por otro lado, el creciente
número de los vampiros se estaba cobrando su precio: los mortales se estaban volviendo
anémicos y enfermizos tanto por la sangre que debían entregar a sus amos como la
exposición a los cadáveres que se almacenaban bajo sus pies.
Cappadocius comprendió que era necesario realizar un ajuste a la excesiva
proliferación de sus descendientes. Recordaba las noches solitarias en Enoch, el único
miembro de su linaje, mientras sus hermanos creaban progenie con salvaje abandono.
Arrepentido de su descuido, convocó de nuevo a sus descendientes, en las más profundas
catacumbas de la ciudad gemela de Derinkuyu, Kaymakli. Algunos eruditos afirman que
antes de la reunión Cappadocius tuvo una visión sobre lo que debía hacer.

 
LA FIESTA DE LA LOCURA

 
En las cámaras subterráneas de Kaymaklise reunió la gran mayoría del clan
Capadocio. El número de los asistentes varía según los distintos relatos y algunas
leyendas aseguran que llegaron 12.000 vampiros, una cifra sin duda exagerada para la
época. Durante la concentración los vampiros desplazaron a los ciudadanos de
Kaymakli, obligándoles a abandonar sus hogares mientras durase la convocatoria.
Ninguno de los asistentes conocía el propósito de la reunión del clan, sólo
Cappadocius y sus chiquillos Caias y Japheth, y los rumores entre los vampiros reunidos
hablaban de un nuevo y misterioso proyecto.
El propósito de Cappadocius era realizar una criba en las filas del clan. Se
presentó ante los congregados y comenzó una serie de preguntas, cuyo número y
naturaleza varían según las distintas interpretaciones. Los que respondían
negativamente a alguna de ellas eran llevados hasta las catacumbas más profundas.
“¿Quién de entre vosotros no ha ayudado a construir una iglesia o un templo?”
“¿Quién de entre vosotros no sabe leer ni escribir?”
“¿Quién no sigue el camino de Dios?”
“¿Quién no ha empezado a buscar respuestas al gran enigma?”
Poco a poco el número de los vampiros reunidos fue disminuyendo, a medida que
descendían a las catacumbas. Cuando se hubo realizado la última pregunta y los últimos
Capadocios descendieron a las profundidades, Cappadocius ordenó a Caias y Japheth que
sellasen para siempre el portal de la ciudad. Mientras el mecanismo de piedras de molino
 
se cerraba sobre el aullante pozo de vampiros condenados, el propio Cappadocius invocó
su propio poder sobre el portal:
“Que ningún chiquillo de Caín salga nunca de este pasaje; que ningún hijo de Seth
entre.”
Se dice que el Antediluviano lloró lágrimas de sangre al condenar a sus
descendientes. Sólo la hipocresía y su humanidad le habían salvado a él y a sus escogidos
de seguir el mismo destino. A continuación se dirigió a los habitantes de Kaymakli y les
dijo:
“Marchaos de aquí. Este lugar está maldito. Marchaos y no volváis nunca.”
Hasta las Noches Finales la prohibición se mantuvo, pero los vampiros
aprisionados se mataron entre ellos o cayeron en letargo.
Sin embargo, no todos los Capadocios “indignos” quedaron aprisionados en
Kaymakli. Cuando Cappadocius realizó su convocatoria a muchos les resultó imposible
realizar el viaje, bien por incapacidad física o por una naturaleza errante. Se dice que
algunos incluso recibieron visiones precognitorias de lo que iba a ocurrir.
Los Capadocios que no acudieron a la convocatoria serían conocidos como
Infitiores y muchos comenzaron a odiar a su ancestro tras descubrir lo ocurrido, pues
ninguno supo si habrían terminado bajo tierra de haber acudido a la llamada. Estos
Capadocios dieron la espalda a su linaje, buscando sus propias metas y evitando a sus
antiguos hermanos, sintiéndose traicionados por un hombre al que habían seguido de
buena fe.
Algunos eruditos vampíricos consideran un enigma la historia de la Fiesta de la
Locura, y aunque no deniegan la existencia de Kaymakli y la terrible purga que afectó al
clan Capadocio, se preguntan cuáles fueron los motivos de Cappadocius para llevarla a
cabo.


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