lunes, 5 de marzo de 2012

LA AMARGA CRUZADA Y EL FIN DE CONSTANTINOPLA


En 1198 el Papa Inocencio III convocaba una nueva cruzada para reconquistar Jerusalén.
Hacia 1201 la expedición, bajo el mando de nobles menores, tomaba forma sin el respaldo
financiero de los grandes reyes monarcas europeos. Los dirigentes de la expedición trataron de
llegar a un acuerdo financiero con Venecia para garantizar el transporte marítimo. El dux veneciano
Enrico Dandolo aceptó, pero en verano del año 1202 el tema de los pagos se convirtió en un
problema. El dux aceptó condonar parte de la deuda hasta que conquistaran Jerusalén a cambio de
que los cruzados ayudaran a los venecianos a reconquistar la ciudad de Zara, arrebatada a Venecia
por el rey de Hungría.
En octubre de 1202 los cruzados conquistaron y saquearon la ciudad de Zara y allí
recibieron enviados de Alejo Comneno, hijo del depuesto emperador bizantino Isaac II. Alejo pidió
ayuda a los cruzados para devolver a su padre al trono de Constantinopla. A cambio pagaría las
deudas contraídas con los venecianos, apoyaría la cruzada con los ejércitos bizantinos y sometería a
la Iglesia Ortodoxa a la autoridad del Papa de Roma. Los cruzados y los venecianos aceptaron la
propuesta y la expedición marchó sobre Constantinopla.
En principio todo fue según lo esperado por los cruzados. Ante la llegada de los ejércitos
occidentales el usurpador Alejo III huyó tras una breve lucha e Isaac II fue liberado y reinstaurado
como emperador, compartiendo el título con su hijo Alejo IV. Isaac aceptó a regañadientes el
acuerdo firmado con los cruzados, pero el desastre terminó por desatarse. La Iglesia Ortodoxa no
estaba dispuesta a someterse a la Iglesia de Roma y el pago prometido a los cruzados se retrasaba
por la escasez de fondos. Finalmente, en 1204 una sublevación popular derribó a Isaac II y Alejo IV
del poder, siendo asesinados, y un nuevo usurpador, Alejo V, subió al trono.
Los cruzados, ante la hostilidad de los bizantinos y la codicia ante la visión de la ciudad más
rica del cristianismo, se reunieron y acordaron atacar Constantinopla, olvidándose del propósito
original de la cruzada. La ciudad fue tomada en abril del año 1204 y durante tres días ardió mientras
los ejércitos occidentales la saqueaban. Tesoros acumulados durante siglos se perdieron para
siempre. Los ejércitos cruzados trataron las obras de arte como basura, destrozando estatuas,
mosaicos y pinturas y rompiendo los hermosos iconos bizantinos. Bibliotecas enteras fueron
reducidas a cenizas. Ningún palacio ni iglesia ni casa fueron respetados. Hombres, mujeres y niños
 
fueron asesinados, mutilados y violados. Los conventos fueron convertidos en casas de prostitución.
La monumental basílica de Hagia Sophia era la mayor maravilla arquitectónica de Constantinopla y
fue convertida en una monumental taberna. Todos los objetos de valor fueron robados o destruidos
y el vino fluyó como un río. Una prostituta borracha con un caliz sagrado lleno de vino se sentó en
el trono del patriarca ortodoxo y deleitó a los soldados con canciones obscenas. Una vez terminó el
saqueo, los dirigentes cruzados nombraron a Balduino de Flandes emperador del nuevo Imperio
Latino.
La Cuarta Cruzada fue orquestada por los Inconnu de Roma, resentidos por la marcha de
Miguel y sus amantes en el siglo IV. Creían que si hubieran permanecido en Roma la ciudad podría
haber resistido al empuje de los bárbaros y los culparon de la caída final de la ciudad. Desde el siglo
V comenzaron a conspirar para vengarse y destruir el Sueño de Constantinopla. Fue a través de sus
manipulaciones que los vampiros bizantinos permanecieron divididos cuando la ciudad más los
necesitaba. Pero los sucesos de la Cuarta Cruzada se descontrolaron por completo, con
consecuencias por completo imprevistas para los antiguos Vástagos. Muchos se arrepintieron y
avergonzaron por sus acciones, y algunos buscaron enmendarse protegiendo y conservando los
rescoldos del Sueño.
El Patriarca Miguel fue destruido durante la caída de Constantinopla, atrapado en sus sueños
de locura. Caius y varios poderosos Ventrue también perecieron en la destrucción de la ciudad,
aunque algunos sobrevivieron, conservando su legado. Entre los Ventrue supervivientes asumió el
liderazgo Anna Comnena, hija del emperador Alejo I Comnneno, que se desplazó a Nicea, donde
estableció una corte en el exilio, siguiendo al aristócrata Teodoro Laskaris. Anna Comnena y sus
partidarios conspiraron durante décadas para destruir el Imperio Latino, construido sobre las ruinas
de Constantinopla y controlado por los Lasombra de Venecia. Finalmente, en el año 1261 el
Imperio Bizantino fue restaurado por los exiliados de Nicea, pero Anna Comnena no asumió el
poder, permitiendo que la antigua Brujah Natalya tomase el título de Matriarca de Constantinopla.
Desde entonces Anna nunca abandonó la ciudad y aunque algunos rumores afirman que murió
luchando contra los turcos otomanos, otras fuentes aseguran que sobrevivió hasta la actualidad.
El gobierno bizantino perduraría en una larga decadencia, brevemente paralizada por
pequeños destellos de esplendor hasta que la ciudad de Constantinopla cayó en 1453 ante los turcos
y otros Vástagos se hicieron con el control. Sin embargo, los Ventrue permanecerían bajo el
dominio otomano, luchando por permanecer en el poder y finalmente el antiguo Mustafá
conseguiría convertirse en Príncipe de Estambul, aunque para entonces la gloria bizantina ya había
pasado.


 
EL MUNDO ISLÁMICO: EL REY NIÑO DE EL CAIRO
 
Aunque algunos Ventrue como Mithras, Tiamat y su progenie habían habitado en Oriente
Medio durante siglos, hacia el siglo I d.C. muy pocos miembros del clan permanecían en la zona, y
muchos de ellos habían emigrado dentro de las fronteras del Imperio Romano. El clan volvió a
aumentar su presencia con la expansión de Roma, conquistando y absorbiendo provincias como
Siria, Judea, Arabia y Egipto. En este proceso chocaron con otros clanes y algunos Ventrue fueron
destruidos. Más allá de las fronteras del Imperio Romano chocaron contra los Assamitas, y las
expediciones de Craso en el siglo I a.C. y del emperador Trajano en el II d.C. no consiguieron
someter Mesopotamia ni poner fin al dominio de los Assamitas sobre la región.
Cuando el Imperio Romano entró en declive, el poder de los Ventrue en Oriente Medio
también cayó. Durante un tiempo pareció que Bizancio podría mantener las posiciones de la
civilización romana en Oriente, pero la aparición del Islam puso fin a estas pretensiones. Los
invasores árabes conquistaron en una serie de rápidas campañas la mayor parte de Persia y
numerosos territorios bizantinos, entre ellos Siria, Egipto y el Norte de África. Con los invasores
llegaron varios vampiros que detestaban a los Ventrue por los siglos de dominación romana. A
medida que caían las ciudades varios antiguos romanos eran cazados uno tras otro, obligándoles a
exiliarse o a someterse a la ley musulmana. La mayoría prefirieron huir, aunque algunos
permanecieron en el territorio conquistado, sobre todo en Al-Ándalus y el Norte de África.
Sin embargo, un pequeño linaje de Ventrue Abrazó el Islam en Arabia. Haciéndose llamar
El Hijazi, estos Ventrue remontaban su ascendencia a una rama del clan prerromana que se había
originado en Oriente Medio. Los Ventrue El Hijazi consiguieron ganarse la confianza de los demás
vampiros musulmanes y unos pocos consiguieron dominios en varias zonas de Arabia. Estos
Ventrue a menudo entraron en conflicto con sus hermanos de clan que llegaron con los cruzados.
En la ciudad egipcia de El Cairo los Ventrue consiguieron mantenerse en el poder a lo largo
de la Edad Media. Antínoo, favorito del emperador Adriano murió en el año 130 mientras viajaba
con su amante por el Nilo. La mayoría de los historiadores consideran que se trató de una acción de
sacrificio, basada en el misticismo tradicional de Egipto, que le permitiría bendecir el reinado de
Adriano y alcanzar la inmortalidad.
El sacrificio de Antínoo atrajo la atención de un Matusalén Ventrue, posiblemente Antonius
el Galo. Su sire le instruyó en las labores del gobierno y en las tradiciones de los Vástagos y cuando
lo consideró preparado lo llevó hasta la isla de Roda, que se convertiría en su nuevo hogar. Una vez
que la isla y todas las rutas comerciales estuvieron bajo el control de Antínoo, su sire se marchó y lo
dejó en libertad para que actuara según sus deseos.
El joven Antínoo adoptó el nombre de Antonius (posiblemente como homenaje a su sire), y
contribuyó a su propia deificación como dios menor propiciada por el emperador Adriano (sería
 
adorado como avatar de Osiris en Egipto y de Dionisos en Grecia). Hasta su incorporación al
Imperio Bizantino Egipto fue el principal suministrador de grano del Imperio, y Antonius realizó un
destacado servicio a los vampiros de Roma, asegurándose de que el suministro de alimentos no
fuera interrumpido.
La aparición del cristianismo y el declive del paganismo no fueron del agrado de Antonius,
aunque el joven Ventrue no actuó directamente para frenar la expansión de la religión cristiana.
Cuando Egipto pasó al control del Imperio Bizantino en el año 330 d.C. se alió con los Vástagos de
Constantinopla, ofreciéndoles su ayuda, e incluso llegó a revelar públicamente su naturaleza para
influir a las masas. Durante esta época fue conocido entre mortales y Vástagos como el Rey Niño.
Sin embargo, el avance del cristianismo era imparable y los egipcios expresaron su descontento
contra el dominio bizantino apoyando a la herejía monofisita, que establecía que Jesucristo sólo
tenía una naturaleza divina. Aunque Antonius creía que tenía el derecho divino de gobernar, no hizo
nada para detener el avance de la religión cristiana, y sabiamente pactó con los vampiros cristianos,
respetando sus territorios y su autoridad, permitiéndoles disponer de intereses propios. A mediados
del siglo IV Antonius centró su dominio en las islas del Nilo y en la administración de Egipto,
permaneciendo apartado de las persecuciones y conflictos religiosos, intentando orientar la atención
de los mortales hacia fines más prácticos y constructivos.
Hacia el año 640 gran parte de los territorios bizantinos habían caído ante los invasores
árabes y Egipto representaban una conquista importante en la expansión musulmana. Los egipcios
coptos consideraban a los bizantinos “opresores” y colaboraron activamente con los árabes,
facilitando su conquista, aunque hubo algunos focos de resistencia.
Amr ibn al-As, representante del califa de Medina, planeó inicialmente mantener la capital
egipcia en Alejandría, pero por orden del califa fundó una nueva capital cerca de Menfis en la orilla
oriental del Nilo. En principio esta ciudad fue bautizada como Al Fustat (“La Ciudad de la
Tienda”), donde estableció una serie de dominios tribales (khittas) entre las distintas facciones
musulmanas. El territorio de Antonius y los Ventrue quedó integrado en la nueva ciudad. Ante la
llegada de los vampiros musulmanes, Antonius aceptó el Islam para apaciguar a sus nuevos
súbditos y los antiguos de la secta Ashirra (constituida por los Vástagos que se habían convertido al
Islam) consideraron que el gobierno de Antonius sería una barrera eficaz contra la presencia de los
Seguidores de Set. Antonius pensó lo mismo de ellos.
Cuando en el año 661 se produjo una lucha por la sucesión del califa Alí, Egipto se alió con
los Omeyas de Damasco, sin embargo el califato Omeya fue derribado en el 750. Marwan, el último
califa de la familia, huyó a Egipto, pero sus rivales Abbasidas, liderados por el brutal Saleh lo
siguieron hasta Al Fustat. Marwan, desesperado, incendió la ciudad, lo que provocó la muerte de
numerosos Vástagos. Ante las peticiones de que el culpable les fuera entregado Antonius hizo
 
desfilar la cabeza de Marwan por las ruinas de la ciudad antes de que fuera enviada a Bagdad, la
capital Abbasida. Una vez que la nueva dinastía afianzó su control sobre el Imperio Árabe, el califa
Al-Saffah envió un gobernador para reconstruir Al Fustat.
Los Califas Abbasidas desintegraron la administración de Egipto e impusieron elevados
tributos y restricciones, recurriendo a masacres periódicas para imponer el orden. En el año 868 el
gobierno egipcio fue a parar a manos de un oficial turco llamado Ahmed ibn Tulun, un hombre
honorable y respetuoso que reestructuró el gobierno, fomentando el desarrollo económico y
recuperando las libertades personales. En el año 870 Ibn Tulun proclamó Egipto como una entidad
independiente aunque todavía bajo la autoridad nominal del califa de Bagdad. Ibn Tulun creó una
nueva capital al norte de Al Fustat, que sería conocida como Al-Qatai (Los Guardianes).
Los sucesores de Ibn Tulun llevaron la inestabilidad a la zona, enfrentándose con la
tendencia centralizadora de Bagdad. A la muerte del nieto de Ibn Tulun en el 905 los ejércitos
Abbasidas invadieron Egipto y destruyeron Al-Qatai, llevando a la región a 30 años de anarquía. En
medio de este caos Antonius decidió actuar llevando al poder al gobernador Mohammed ibn Toughj
(uno de sus ghouls), que tomaría el nombre de Al-Ikshid. En 935 en lo que sería conocido como la
Proclamación de Roda Antonius anunció su soberanía, que fue aceptada por la mayoría de los
Vástagos de la zona y sería reconocido como Sultán de El Cairo, la nueva ciudad construida sobre
las ruinas de Al Fustat y Al-Qatai..
En el año 969, los fatimitas tomaron el poder en Egipto, proclamándose califas
independientes del gobierno de Bagdad. Bajo su gobierno El Cairo se convirtió en un centro de
educación islámica y allí se construyó Al-Azhar, la primera universidad del mundo, así como
numerosos palacios, mezquitas y baños. Aunque el sultán Antonius participó en este próspero
período, la mayoría de las reformas fueron fomentadas por los Assamitas y los Lasombra.
Doscientos años más tarde, Egipto cayó bajo el gobierno de Salah al-Din Ayyub (Saladino),
que había ascendido de forma fugaz en el ejército sirio de Damasco. Saladino fue enviado con su tío
Shirkuh para ayudar a los califas fatimitas a repeler la invasión de los cruzados, que ya les habían
impuesto un tributo anual. Tras repeler una invasión de los cruzados, el último califa fatimí murió
en el año 1171, y Saladino se hizo con el poder. Se proclamó sultán de Egipto y restauró la
autoridad al califa de Bagdad, reestructurando la burocracia egipcia. El gobierno fue trasladado
desde Roda a una gran fortaleza conocida como La Ciudadela, perjudicando la influencia de
Antonius, pero siguió la opinión de su consejero de no oponerse. A la muerte de Saladino en el año
1193 La Ciudadela había sido terminada y los Nosferatu conocidos como Hajj se asentaron en ella.
En el año 1247 el último descendiente de Saladino, Turan Shah, fue derribado por los
mamelucos, una casta militar de esclavos educados en la fe del Islam. La presencia de los cruzados
llevó a aumentar la presencia de los mamelucos en el gobierno y ante la amenaza de una invasión
 
por parte del rey Luis IX de Francia uno de ellos fue nombrado visir de Egipto en ausencia del
sultán. El líder mameluco Baybars se alzó con el poder, asesinando a Turan Shah a su regreso y a su
manipuladora madre. El contraataque de los mamelucos permitió derrotar a los cruzados y apresar
al rey Luis IX, que tras pagar un elevado rescate tuvo que retirarse de Egipto.
El gobierno mameluco benefició los intereses de Antonius y los Ventrue, pues el gobierno
egipcio fue trasladado nuevamente a la isla de Roda, llevando al país a un nuevo período de
sofisticación y prosperidad, con la construcción de nuevas mezquitas y palacios. El sultán Antonius
manipuló cuidadosamente la sucesión de los gobernantes mamelucos, aunque paulatinamente se iba
separando cada vez más de los asuntos mundanos. En el año 1382 permitió que la nueva dinastía de
los mamelucos circasianos trasladara de nuevo el gobierno egipcio a La Ciudadela. Algunos
Vástagos consideran que durante este período Antonius cayó bajo la influencia de los Seguidores de
Set. La progresiva debilidad de Antonius permitió que en el año 1406 una manada de hombres lobo
asaltara la isla de Roda, devastando el refugio del sultán y poniendo fin a su existencia.
La muerte de Antonius fue un mazazo para los Vástagos de El Cairo, acostumbrados a su
liderazgo, y los vampiros más pragmáticos, entre ellos varios Ventrue del linaje de Antonius,
ofrecieron el liderazgo a su lugarteniente Muktar Bey, un Caitiff, que conocía mejor que nadie la
administración de El Cairo
En los siglos siguientes la prosperidad de los Ventrue egipcios declinó, y muchos se
exiliaron, fueron destruidos o corrompidos por los Seguidores de Set. No obstante, con el auge del
Imperio Otomano en el siglo XVI los El Hijazzi de Arabia surgieron del anonimato y aliándose con
otros clanes, principalmente Nosferatu y Gangrel, asumirían el liderazgo de los Ashirra y los
vampiros musulmanes.

 
EL FIN DE LA EDAD MEDIA
Casi todos los Vástagos fueron sorprendidos por el surgimiento de la Inquisición, que
golpeó a los Ventrue tanto como a otros clanes, o posiblemente más, debido a su notoriedad en la
sociedad mortal. Los ataques de los cazadores de vampiros se extendieron por toda Europa,
destruyendo numerosos refugios y objetivos desde el siglo XIII. Mientras se desarrollaba la crisis,
los Ventrue se encontraban involucrados en lo que sería conocido como la Guerra de los Príncipes,
y pagaron el precio acabando en las hogueras inquisitoriales. Los antiguos vampiros sacrificaron a
varios de sus chiquillos, dejándolos atrás para salvar su existencia.
En respuesta los supervivientes de estos chiquillos abandonados opusieron resistencia en lo
que sería conocido como la Revuelta Anarquista, esta amenaza se añadió a los ataques de la
 
Inquisición, y muchos antiguos perecieron bajo las garras y colmillos de los jóvenes. Debilitados
por las guerras internas y contra otros clanes, las filas del clan Ventrue fueron diezmadas.
En Francia, los Ventrue se vieron enormemente debilitados por el comienzo de la Guerra de
los Cien Años (1337 -1453). La unión entre Enrique II Plantagenet de Inglaterra y Leonor de
Aquitania había proporcionado territorios franceses a la Corona de Inglaterra, lo que a menudo
provocó roces y enfrentamientos entre los monarcas de Francia e Inglaterra. Muchos Ventrue y
otros Vástagos franceses apoyaban la soberanía de Mithras, Príncipe de las Cortes de Avalon, en
detrimento de la influencia de la Gran Corte de París, sustentada por una alianza de los clanes
Ventrue y Toreador. Mithras no se involucró en exceso en este conflicto, más interesado por
estabilizar su dominio en Inglaterra, pero sus subordinados y algunos Ventrue franceses estaban
decididos a subyugar a la Gran Corte de París.
Otros clanes y países se unieron a la guerra iniciada por los Ventrue y Toreador. Tremere,
Brujah y Lasombra se aliaron con ambos bandos y las batallas, luchas e intrigas vampíricas dejaron
numerosos dominios arruinados. La aparición de la Peste Negra en 1348 aumentó el número de
bajas no sólo entre los mortales sino también entre los Vástagos. Aunque algunos perecieron debido
a los efectos inmediatos de la plaga, que también podía afectar a los vampiros, muchos otros
cayeron en letargo ante la ausencia de presas saludables
En el plano mortal el conflicto adquirió un aspecto dinástico, cuando el rey Eduardo III de
Inglaterra reivindicó el trono de Francia, al ser nieto del rey francés Felipe IV el hermoso. Ante la
negativa a aceptar su soberanía, los ingleses invadieron Francia, alcanzando varias victorias, sobre
todo en la batalla de Creècy (1346), que condujo a la pérdida de Aquitania. Bajo el reinado de
Carlos V de Francia el curso de la guerra cambió y los ingleses perdieron la mayor parte de sus
posesiones.
La debilidad de la corte francesa bajo el reinado de Carlos VI llevó al rey Enrique V de
Inglaterra a aliarse con Borgoña, alcanzando una gran victoria en la batalla de Azincourt (1415),
que le permitió imponer el Tratado de Troyes, convirtiéndose en rey de Francia e Inglaterra. A su
muerte siguió una auténtica guerra civil, entre los partidarios del rey inglés y los del pretendiente
francés. En este contexto resultó decisiva la intervención de Juana de Arco, cuyas victorias
permitieron al Delfín Carlos de Francia subir al trono como Carlos VII en 1429. A pesar de la
ejecución de Juana de Arco en 1431 la ruptura de la alianza entre ingleses y borgoñones benefició a
Carlos VII. Los franceses reconquistaron París, y después Normandía y Aquitania y expulsarían
prácticamente la presencia inglesa tras la batalla de Castillon (1453).
Los grandes vencedores de la Guerra de los Cien Años fueron los Toreador, ya que tanto los
Ventrue franceses e ingleses llevaron el peso y las consecuencias de la guerra. En París la influencia
del clan Ventrue se debilitaba cada vez más, pero los ataques de los vampiros anarquistas
 
aconsejaron a ambos clanes renovar una vez más sus alianzas para enfrentarse a estos enemigos. La
Gran Corte de París fue destruida durante un incendio en 1481, y el Príncipe, la Matriarca Toreador
y varios de sus descendientes perecieron bajo las llamas. Rafael de Corazón, representante Toreador
de la Camarilla, acudió a París para hacerse cargo de su gobierno de forma temporal, nombrando
poco después un nuevo príncipe. Las disputas entre los Vástagos llevarían a una serie de luchas por
el poder que desembocarían en una sucesión de príncipes débiles hasta que François Villon, un
legendario antiguo Toreador convirtió la ciudad en su dominio exclusivo a finales del siglo XVI.
En Inglaterra el Príncipe Mithras se concentró en los problemas internos de Inglaterra, ante
el resurgimiento de los anarquistas ingleses, liderados por Robin Leeland y su chiquilla Patricia de
Bollingbroke, del clan Brujah. Patricia abandonó Inglaterra poco después de su Abrazo, pero Robin
Leeland continuó la lucha, apoyando a los herejes Lollardos y la doctrina de John Wycliffe, que
creía en la corrupción de la Iglesia y la igualdad de todos los cristianos. Los esfuerzos de Robin
Leeland y los herejes sufrieron una represión brutal por parte del rey Enrique IV y la Iglesia, que
aprobaron la quema de herejes. Con el comienzo en 1455 de la Guerra de las Dos Rosas entre las
familias de York y Lancaster por la sucesión al trono de Inglaterra, varios príncipes ingleses se
rebelaron contra la autoridad de Mithras, que apoyaba a la casa de York. Como advertencia, Mithras
ejecutó personalmente al Príncipe Nathaniel del feudo de Carlisle y a varios Vástagos que apoyaban
el bando de Lancaster.



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