Cuentan
antiguas leyendas y tradiciones que Lucifer era el ser más bello y
hermoso de la creación, pero que un día quiso ser más poderoso que el
mismo Dios y por eso fue castigado y desterrado al abismo. Sin embargo
esto no es más que otro de los relatos inventados aviesamente por la
religión patriarcalista, con la finalidad de sostener un sistema de
creencias dogmático y estrecho que expulsó y persiguió antiguos valores
que no se ajustaban a su nueva visión de la sociedad y la vida.
Cuando
surgió el patriarcalismo y los nuevos dioses guerreros hubo que desplazar
de la mente humana a las antiguas divinidades que representaban la visión
matriarcal de la naturaleza y el cosmos. Se inició un conflicto que
fue luego heredado y continuado por las posteriores religiones
monoteístas, las cuales consiguieron al fin suprimir completamente la
vieja cosmovisión del alma humana, así como a la Gran Diosa Madre como
divinidad suprema y eje central del universo espiritual. Con el paso de
los siglos, esas deidades desterradas, deidades de la iniciación, de la
belleza, del amor, de los misterios ... incluso de la sanación y la
regeneración, pasaron a refundirse dentro del imaginario religioso
colectivo en un ente legendario denominado Lucifer.
Por
ello la esencia secreta de la naturaleza compleja de Lucifer son las
milenarias y ancestrales diosas y dioses que acompañaban al humano que
anhelaba la iniciación, quienes lo guiaban en su tránsito sagrado en pos
de la antigua promesa de renovación y resurrección.
Así
la primigenia Diosa Madre, como raíz del universo, se diversifica en
múltiples aspectos en cada cultura y religión ancestral: diosa
generatrix, diosa nutricia, diosa de la sabiduría, diosa del amor, diosa
de la guerra, diosa de la belleza, diosa de los misterios, diosa de la
muerte, diosa de la resurrección, etc. Cada una de estas diosas suele ir
acompañada de un paredro o dios consorte, amante o hijo. En algunas
ocasiones una sola diosa asume varios o todos estos atributos. Otras
reciben un nombre para cada uno de estos aspectos. Pero la esencia oculta
trascendente es la misma.
Antes
de que llegaran los dioses páter (los padres de los dioses) como Zeus,
Yavé, Júpiter, Ra, etc, ya existían las diosas madre y sus
múltiples aspectos o advocaciones. Así hallamos a Aserá,
Hathor/Isis/Sekmet, Venus-Afrodita/Atenea/Hékate, Tanit,
Inanna/Ereskigal, Ishtar, etc. Y junto a ellas múltiples dioses paredros,
dioses de la naturaleza, amantes o hijos de las diosas, etc. Luego vino la
época del patriarcalismo, el solarismo y el monoteísmo. Por último la
persecución y destrucción de todo el saber antiguo y de quienes
perseveraban en defenderlo.
Pero
tras todos estos velos de oscurantismo creados por el tiempo y el sucesivo
devenir de civilizaciones y religiones podemos aún encontrar, si
buscamos, a las deidades originales, a los estados concienciales y
conceptuales que dieron lugar a una línea de despertar espiritual, que
ahora podemos denominar como senda luciferiana.
Y
uno de los multiples aspectos de Lucifer, entendido como vía y paradigma
de regeneración y evolución, es el de belleza. Así, por ello, en la
senda luciferiana la belleza es uno de los principios a cultivar. Debemos
aprender y procurar poner belleza en lo que hacemos y lo que nos rodea.
Tanto en el día como en la noche, en lo animado o en la inanimado, en
cada acto debemos buscar la belleza. Este principio es una máxima en la
vía luciferiana o senda de la búsqueda de la verdad oculta y el ser
trascendente.
Pero
no se trata de una belleza artificiosa, como colgarnos joyas o rodearnos de
adornos, sino una belleza de lo simple, de lo natural, de lo puro, de lo
verdadero, de lo auténtico. Es la belleza prístina la que hay que
buscar. Y esa belleza debe comenzar por nuestra alma. Múltiples
deformidades psicológicas nos afean. Y por ello hemos de encontrarlas y
expulsarlas de la casa de nuestro ser interior. Esa es la batalla del
guerrero luciferino.
También
debemos poner belleza en nuestra relación con los demás, siendo honestos
y sinceros, así como solidarios y compasivos en lo posible. Hay siempre
que buscar y defender la verdad, aún por encima de nuestros intereses
personales. Y por supuesto eliminar la fealdad del resentimiento, el odio,
la envidia, etc hacia el prójimo, pues sólo la belleza tiene cabida en
el alma luciferiana. Además la fealdad psicológica es deformidad y
enfermedad cuando el tiempo pasa y la corrompe.
Debemos
comenzar con la belleza interior y continuar con la exterior, en nuestro
cuerpo y todo lo que nos rodea. Pensamientos bellos, actos bellos,
alimentos bellos ... sanar y embellecer nuestra mente y nuestro
organismo. Limpiar todo lo que hay de tóxico en nosotros, a nivel
psíquico y físico, una limpieza profunda, para que la regeneración y la
belleza puedan surgir y manifestarse. Crear belleza en nosotros y a nuestro alrededor forma
parte fundamental de la senda luciferiana. E incluso, aunque no podamos hacer nada
contra la herencia genética que hemos recibido o la inexorabilidad de la
vejez, sí es posible conseguir que al abrir las puertas a la belleza del
ser se impregne nuestro organismo biológico de esta esencia espiritual y la
manifieste.
Y
si algún dia alcanzamos a traspasar el umbral de los dioses sin forma,
todas las formas bellas nos serán dadas, en todos los reinos de la
naturaleza, conocidos y aún por conocer.
Lucifer
es belleza, belleza eterna, belleza sin forma, la belleza infinita que
surge del vació.
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