En
entradas anteriores hemos explicado las tres puertas primeras de la senda
luciferiana. La primera puerta es el silencio de la mente, que se consigue
mediante la conciencia testigo y la autoobservación y desapego de los
pensamientos. La segunda puerta consiste en la autonciencia del cuerpo, la
energía y la respiración. La tercera puerta es el estado de conciencia
presente, que se logra mediante el esfuerzo de nuestra atención en el
ahora, ayudados con el trabajo en las dos puerta anteriores.
Cuando
realizamos la prácica con las tres primeras puertas del reino de las
sombras o senda lucifera logramos el primer cambio en nosotros. Este
cambio, que al principio tan sólo es un atisbo o una mínima muestra,
supone comenzar a recuperar el perdido estado original de la mente. Cuando
venimos al mundo, cuando nacemos, tenemos la potencialidad de usar la mente en su forma
prístina de funcionar, en su modo puro o virginal . Sin embargo pronto el ser humano comienza a
estropear esa potencialidad o estado natural original. Es normal que ya en la
adolescencia nos hayamos alejado en muchos casos de ese estado maravilloso de la
mente.
La
pérdida del estado original de nuestra mente es consecuencia de esa distorsión
psíquica que supone le creación del ego humano en la estructura de la
identidad. El ego es
como un quiste inevitable, un nodo o núcleo distorsionador que surge dentro de nuestra mente y que acaba por
alterarla completemanete. El resultado es que la conciencia humana
vive atrapada dentro de una mente mediatizada y modificada por el ego.
Este hecho fundamental nos
esclaviza tanto espiritual como vivencialmente, condicionando todo nuestro
mundo, nuestra realidad, nuestra relación con los demás y con nosotros
mismos.
A
pesar de los avances científicos y del progreso tecnológico permanecemos
prisioneros de esta lacra evolutiva. Claramente nuestro inmenso potencial
espiritual se halla dormido en la gran mayoría de los seres humanos.
Precisamos volver la mirada hacia nuestro interior para descubrir como
somos realmente y que podemos llegar a ser.
En
sus comienzos la esencia de todos los caminos espirituales auténticas es
la misma. La clave se halla en recuperar o establecer un estado ideal de
la mente en donde el ser humano pueda encontrar la vía hacia el reino
paradisíaco o celeste perdido, así como la reunión con su esencia divina o bien con el
ser divino. Sin esta base fundamental todas las demás prácticas o
circunstancias en cualquier camino espiritual son estériles; o bien no
conducen hacia la verdadera meta sino a otros lugares erróneos,
engañosos o cuando
menos parciales.
Por
ello el trabajo con las tres primeraras puertas es el requisito inexcusable
para crear o restablecer una parte fundamental de la mente original, que consiste en recuperar el
estado paradisiaco o celeste de nuestra mente, el estado donde la mente funciona libre
del ego. Aunque se necesitan las nueve puertas para lograr el
objetivo de liberación mental hasta su máximo desarrollo (portal final), pues la batalla
o transformación se libra en
todos los frentes de la experiencia interna humana, sin embargo proponemos
aquí seguir un orden conceptual a la hora de comprender el trabajo con las
Nueve Puertas. Una parte de la mente original ya se vislumbra simplemente con el
trabajo diario en estas primeras puertas luciferianas, que constituyen el
primero de los tres grandes portales, el Portal de la Presencia.
Cuando
aunamos la conciencia testigo, la autoconciencia corporal y la atención
en el presente entramos en el primer nivel de la mente original. Dejamos
que los pensamientos pasen y no se queden en nuestra atención,
permitiendo que se alejen y desaparezcan como hojas
que se lleva el viento. Sentimos nuestro cuerpo (atendiendo a los puntos
de enfoque conciencial corporal que se detallan cuando se profundiza en la
segunda puerta) así como nuestra respiración fluida, profunda y
liberada. Y enfocamos nuestra atención en
el presente con entusiasmo. Entonces comienza el cambio real, sin
fantasías, sin engaños o interferencias de nuestro sistema de creencias ni fabulaciones
del ego (aunque esto sólo se logra del todo cuando trabajamos con las
siguientes puertas). Entramos en otro estado de la mente, un estado nuevo, pero sin
embargo un estado antaño perdido y olvidado. Es el estado de la mente
original, el estado que tuvimos cuando éramos felices niños pequeños,
que disfrutábamos de la experiencia de cada día y de cada instante. En aquellos primeros
años no podíamos ser conscientes de la maravillosa mente que teníamos,
de su prístino funcionamiento. Poco a poco, con el tiempo, al crecer ese estado no
lo supimos mantener o preservar y en un grado u otro se diluyó o esfumó. Nadie nos enseñó a conservarlo y la experiencia
humana lleva ineludiblemente en casi todos los casos (salvo excepciones) a perder ese estado en
mayor o menor medida. Estado del cual mucha gente no retiene siquiera
el recuerdo.
Pero
recuperar la mente original es la primera empresa que debemos
empeñarnos
en lograr, si de verdad queremos andar la senda luciferiana, la
senda
hacia la liberación del reino de las sombras y el retorno al
infinito e
ignoto reino de la luz. Al igual que el
senderista para andar o caminar por la montaña lo primero que ha
de incorporar a su equipo es un buen calzado,
también el senderista espiritual ha de conseguir primero el
retorno a la
mente original si quiere de verdad llegar a algún lugar real en su
viaje. Este funcionamiento prístino de la mente original nos
libera de la tiranía limitadora del ego y nos abre las puertas a
conectar
con el alma y la parte divina del ser. No es una meta que se logre
en un día, ni un
estado que se mantiene fijo cuando conseguimos la primera
experiencia,
pero sí que está a nuestro alcance probarlo nada más nos
esforzamos en
la práctica de las tres primeras puertas conjuntamente.
Sin
embargo, la mente original es tan sólo una potencialidad,
pues, cuando se alcanza ya con cierta solidez ese estado, la mente debe ser utilizada
hacia un
propósito y un nivel conciencial que el niño en absoluto tiene ni puede
siquiera concebir. La mente original es un estado prístino y liberado de
la mente, donde no tiene cabida el deambular errante y contínuo de
pensamientos o el flujo distorsionante de la actividad mental
condicionada. Todo lo cual es generado por la actividad subconsciente del ego
y la personalidad en el campo y la estructura de
la mente. El ego o yo personal condicionado actúa como un factor implícito (incrustado bajo la
superficie de la mente) que genera oleadas contínuas de pensamientos
perturbadores,
como una respuesta de este mismo ego al devernir de las circunstancias cambiantes en
el flujo del espacio-tiempo.
La
mente original o mente silenciosa por el contrario no reacciona a esas circunstancias cambiantes,
sino que se mantiene inmaculada (vacía) y no resulta reactiva al devenir de
sujetos y sucesos del flujo espacio-temporal o vida ordinaria.
Los
pensamientos incontrolados y los sucesos de la vida cotidiana nos apartan
contínuamente del estado de mente original. Por ello debemos permanecer
vigilantes y descubrir cuando la actividad ruidosa de la mente nos aleja
de nuestro propósito que es mantenernos en el estado de conciencia que
permite restaurar la mente original.
No
hay que centrarse en el ruido, preocupación o cháchara de los
pensamientos, sino en el silencio que hay tras ellos y que deseamos
restablecer. Igualmente llevar la atención al ahora y a la conciencia
corporal nos restituyen al camino de reactivar la mente original.
Cada
vez que perdemos nuestra atención de auto observación regresamos a la
tensión inconsciente de la mente y del cuerpo. Dejamos de fluir con
libertad e imperceptiblemente caemos en un estado de solidificación y
obstrucción energética, que se hace crónico con el paso de los años.
Volver a insistir o perseverar en el retorno al camino de recuperar la mente original
nos permite dar los primeros pasos imprescindibles que conducen a la
apertura de las Nueve Puertas.
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