El
mundo, la realidad, la conciencia ... son conceptos fundamentales que
debemos revisar en profundidad. Quizá creemos saber cual es su naturaleza
o como funcionan, pues forman parte de nuestra cotidianeidad pensante y
sensible. Sin embargo la mayor parte de los seres humanos vivimos
prisioneros de un paradigma vital falsario que nos acompaña hasta el
episodio final de la inevitable muerte.
Estos
tres conceptos citados (mundo, realidad, conciencia) se hallan cruzados e
inter-relacionados, formando un tejido inextricable. La conciencia es el
dial (o punto de enfoque o ajuste o cruce) mediante el cual podemos
alterar, modificar o condicionar la realidad. Y la naturaleza (o calidad o
características) de realidad que generamos dibuja el paisaje del mundo
que habitamos. Por ello el mundo y la conciencia son dos extremos o tipos
de enfoque de una misma esencial sustancia: la naturaleza misma del
universo. Es decir, el mundo es en última instancia la forma plástica
que adopta la conciencia desenvolviendose en el espacio-tiempo (Akasha). Y esa
conciencia cristaliza en torno a un núcleo psíquico de condensación que
denominamos el yo.
Los
yos de los múltiples individuos fluyen en el universo (tejido de la
sustancia mundo/conciencia) a través de una realidad modulada y generada
por ellos mismos. Infinidad de seres tejen una realidad conjunta y al
mismo tiempo profundamente individual. Y esa es la paradoja de la vida y
la matriz de la conciencia, pues cada conciencia individual interactúa y
retroalimenta una supraconciencia colectiva que nos engloba.
El
yo individual se halla perdido en un océano de realidades compartidas que
no comprende ni abarca, pues la trama de la realidad se encuentra en la
trastienda del mundo, como la trama de un bordado o un tapiz se halla
oculta tras las aparentes figuras y paisajes. No obstante cada uno de
nosotros influimos contínuamente en la construcción de esa trama, en la
que nuestra identidad se halla anclada a diferentes niveles.
Pero
antes de desarrollar estos conceptos, que pertenecen a fichas posteriores
de esta web, vamos a exponer el paradigma de las tres realidades o
posibilidades de enfoque conciencial (nivel de calidad de la conciencia),
que constituyen un factor vital determinante en grado sumo.
Los
tres niveles esenciales de realidad son independientes de la personalidad
del individuo y difieren también del concepto de estados mentales o
estados de conciencia. Nos referimos aquí por tanto a algo que implica
únicamente estructuras de realidad o sustancia psicoconstructora de
realidad.
Por
supuesto tratamos de simplificar, ya que se trata de conceptos
introductorios en una primera aproximación al modelo luciferiano que se
expondrá a lo largo de los cuadernos de esta web (probablemente una serie
de nueve cuadernos). Y el modelo luciferiano de realidad se basa en pisos
y capas de conciencia y realidad.
Resumiendo
clasificamos la realidad que es capaz de gestionar la conciencia humana en
tres tipos simples: sub-realidad, realidad ordinaria e hiper-realidad. Y
las tres corresponden a un estado de conciencia vigílica, ya que si nos
refirieramos a otros estados de conciencia habría que variar por supuesto
esta estructura que es exclusivamente vigílica. Nos referimos así
únicamente a la realidad del mundo vigílico, ya que es indudable que en
el estado de sueño o de extasis la conciencia puede acceder a otras
categorías de realidad.
LA
SUB-REALIDAD.
En
primer lugar hablaremos de la sub-realidad, ya que por desgracia es la que
tiene más peso en la vida humana. A diferencia de los animales, que viven
permanentemente en la realidad ordinaria (aunque bajo sus restringidos
parámetros de conciencia), los seres humanos generamos, tan pronto como
dominamos el lenguaje conceptual, una niebla de sub-realidades. Las cuales
son por
supuesto generadas mediante el discurso errático o condicionado de la mente humana. Esta
es una de las principales características del humano frente al animal: la
mente generadora de sub-realidades.
A
través de una combinación de emociones y discursos mentales contínuos
somos constructores de una trama falsa de la realidad, que denominamos en
la visión luciferiana como sub-realidad. Todas las viejas religiones nos
han advertido de este peligro. El niño pierde muy pronto la capacidad de
vivir en una realidad genuina y enseguida comienza a construir un mundo de
sub-realidades, que constituyen paradójicamente el ordinario hábitat
humano. De hecho es difícil hallar una sola persona que viva de forma
continuada dentro o en contacto con la realidad auténtica o realidad
desnuda.
Casi
todas las religiones han perdido la capacidad de enseñar como regresar a/o
recuperar la realidad genuina. De hecho la inmensa mayor parte de la
humanidad no ha conocido nunca la realidad verdadera (salvo en la inmadura
e inconsciente fase del bebé), pues si alguna vez
han tomado contacto con ella no han perdurado en su permanencia,
rechazándola para regresar rápidamentre a la sub-realidad.
De
las pocas escuelas espirituales que hoy día enseñan métodos para
recuperar la realidad se halla la escuela de budismo zen. La meta de las
enseñanzas y prácticas de esta escuela es posibilitar al ser humano la
liberación de la realidad falsaria en la que vivimos y recuperar la
realidad genuina o realidad ordinaria, aunque paradójicamente no sea
precisamente esta la realidad que de forma ordinaria vive la humanidad,
sumergida más bien en un niebla de sub-realidades.
¿Y
en qué consiste la sub-realidad que cotidianamente vivimos, cual es su
naturaleza? Pues, aunque sea un concepto difícil de comprender y de
asimilar por muchos, la sub-realidad consiste en todos los cuentos que nos
inventamos contínuamente y de los que no somos conscientes. Nos
sumergimos en una trama de cuentos entrelazados como una inextricable
madeja, constituidos por un flujo constante desde nuestra niñez y
heredados en gran parte del pasado a través de la cultura humana. La
mayoría del género humano no es consciente de que es incapaz de percibir
la realidad, sino tan sólo construimos el mundo a través de una serie
interminable de relatos que permean absolutamente nuestros sentidos,
nuestras emociones y nuestros pensamientos.
Nuestros
progenitores y la sociedad nos transmiten permanentemente una
interpretación del mundo a base de relatos, alejándonos cada vez más de
la percepción directa. Así pronto el niño genera a su vez sus propios
relatos y se acostumbra a crear una realidad impostada a base de
construcciones mentales. Y nuestra sub-realidad personal interactúa y se
retroalimenta con las sub-realidades del resto de la sociedad con la que
convivimos. De esta manera todos vivimos en un contexto de sub-realidades
que determinan y limitan la conciencia humana.
Esa
sub-realidad es el motor principal de la conducta humana y condiciona
nuestras emociones, creencias, impulsos, propósitos y actos. Resulta
difícil que alguien se atreva a buscar la realidad desnuda, pues no
sabemos vivir ya fuera de los cuentos que alimentan a nuestro yo personal
y su correspondiente sub-realidad. E igualmente difícil es comprender lo
que hay más allá de nuestras interpretaciones mentales e interacturar
fuera de ellas.
La
única forma de conseguir escapar a la sub-realidad es liberarnos del
discurso permanente de la mente. Mediante distintas técnicas y
estrategias (que se hallan en todas las sendas iniciáticas verdaderas) es
posible romper la charla mental y desterrar las creencias y cuerpos de
ideas que encapsulan la conciencia. Una vez conseguido esto, se puede
acceder progresiva y paulatinamente a la experiencia de la auténtica
realidad y que no obstante es simplemente la realidad ordinaria, algo sin
embargo desconocido para la mayor parte del género humano.
¿Y
como es posible que los animales, siendo inferiores al hombre, si
conserven la capacidad de vivir en la realidad y nosotros no? ¿Que valor
tiene entonces esa supuesta realidad auténtica? ¿No será mejor la
realidad humana constituida de conceptos, relatos, fantasías, creencias,
etc, ya que nos permite construir una sociedad compleja que domina el
mundo?
Sin
duda los seres humanos poseemos un gran poder en nuestra mente, un poder
creador que nos hace superiores a los animales, pero que al mismo tiempo
puede convertirse en una inmensa y poderosa trampa. Nuestra realidad
falsaria se ha extendido con éxito por el mundo, desplazando a todos los
otros seres de los reinos animal y vegetal, pero simultáneamente nos ha
apartado del soporte real de la vida. Cada ser humano vive inmerso en una
realidad falsaria, constituida por su impostor yo personal y por los
cuentos y sub-realidades de todos los demás yoes personales que
interactúan y ocupan el mundo que percibimos.
Desde
el punto de vista de la visión luciferiana, todos los seres humanos son
únicamente zombis, en mayor o menor grado. Idealistas o egoistas, alegres
o amargados, luchadores o conformistas, eruditos o ignorantes, aventureros
o sedentarios .... no
importa cual sea nuestra personalidad, pues el género humano se halla
sumergido en una hipnosis o sub-realidad zombificada. Hay zombis profundos
y zombis a medias, pero casi sin excepción todos permanecemos prisioneros
de la sub-realidad.
La
película Mátrix (primera parte) afectó la reflexión de muchas pesonas,
pues intuyeron esta cruda verdad, escondida en la esencia de su trama, la
cual ha sido igualmente sostenida en sus orígenes por algunas religiones
y escuelas de iniciación. Mas resulta imposible que un zombi se de cuenta
de que lo es, salvo que rompa ese encantamiento y pueda liberar su
conciencia de ese embrujo cautivador. Sólo quien despierta de ese
estado y experimenta la realidad ordinaria o verdadera es capaz de
reconocer la existencia del engañoso estado de zombificación en que vive
la especie humana.
La
vida permite un gran juego de posibilidades emocionales, conceptuales,
vitales, etc. Sin embargo el yo personal permanece en todos los casos
dentro de una trama de sub-realidad. Muchas personas no desean para nada
salir de ella. De hecho quisieran aún tras la muerte permanecer bajo su
influjo. La clave se encuentra en la estructura del yo, pues es nuestro yo
el que se halla cautivo. Y el ser humano corriente no desea cambiar su yo.
Por eso los maestros luciferianos siempre dijeron: Quien quiera ser
salvo ha de morir primero.
Ha
de morir el yo cautivo (identidad impostora) para que pueda nacer un nuevo
yo, liberado y basado en la realidad auténtica, que es sin embargo la
inaccesible realidad ordinaria, que tan ajena nos resulta.
LA
REALIDAD ORDINARIA.
La
meta primera de cualquier camino genuino de liberación es alcanzar como
base la realidad ordinaria. Esta evanescente meta consiste en depurar la
mente de infinidad de contenidos condicionantes que filtran y distorsionan
totalmente el proceso de interactuar con el mundo. No conocemos nunca la
realidad porque permanentemente generamos una sub-realidad que se halla
entre el mundo y nosotros. Esta sub-realidad nace en nuestra mente y
altera el mundo tanto a nivel psíquico como sensorial. No percibimos
directamente el mundo sino nuestra sub-realidad.
En
el budismo zen se ejercita al aspirante en técnicas con las que parar la
mente, con las que silenciar el discurso interpretativo condicionado con
el que construimos la sub-realidad. Tras años de constante práctica es
posible al fin entrar en la realidad ordinaria, que es la base de un
auténtico sendero espiritual. El zen construye o anda su camino no con la
adquisión de nuevas teorías o creencias que sustituyan a las viejas que
poseía el discípulo, sino restando de la mente toda teoría y
preconcepto. No se trata de sumar sino de restar, de simplificar, de
minimizar los contenidos, hasta que al fin en el espacio puro y vacío de
su interior el discípulo alcanza el contacto directo con lo real, la
realidad ordinaria, la realidad simple pero sutílmente escondida.
En
el cristianismo esta búsqueda de la realidad ordinaria se ha conservado
en algunas pocas escuelas monásticas. La verdad es que el cristianismo
popular nunca ha hollado esta senda y tan sólo en los retiros de algunos
monasterios se conservó y transmitió la verdadera enseñanza del camino
hacia lo real. Lo otro son únicamente un conjunto de superticiones y
doctrinas con las que manipular a la sociedad dentro de la trama de la
sub-realidad. Mas hoy en día es difícil que en los monasterios actuales
permanezca la llama encendida más allá de cierto umbral. Aunque en
siglos pasados sí hubo gentes que alcanzaron la realidad ordinaria e
incluso más allá.
También
algunas escuelas chamánicas han mantenido viva esta enseñanza. El
antropólogo Carlos Castaneda escribió hace algunas décadas una serie de
libros (nueve en total) donde un maestro de la étnia indígena yaqui le
enseña como llegar a la realidad ordinaria y también a las
extraordinarias. Primero le despierta (de su estado de zombificación) a
base de conducirle a repetidos shock de ampliación perceptiva mediante
ingesta de hongos psicotrópicos, para posteriormente
introducirle en las técnicas ancestrales de detener la mente y entrar en
otras realidades. Muchos lectores quedaron atrapados por las aventuras
extraordinarias y conceptos revolucionarios sobre la realidad que describe
Castaneda, pero totalmente incapaces de comprender lo que en verdad se
esconde tras ello, que no es más que el viejo camino perdido y olvidado
por el ser humano de retornar a las otras realidades y liberarse del
cautiverio en la sub-realidad.
Si
pretendemos andar el camino hacia la realidad ordinaria (realidad natural)
debemos comenzar por observar los pensamientos que emite a todas horas
nuestra mente. Descubriremos un flujo contínuo de pensamientos y
emociones que se entremezclan con las percepciones sensoriales,
borrándolas a veces y distorsionándolas en ocasiones. Raramente nuestros
sentidos se ven libres de la emisión de pensamientos, que versan juzgando
sobre lo que estamos viviendo y también muchas veces desarrollando
cuestiones ajenas al presente. Así nuestro yo cotidiano resulta ser una
madeja de pensamientos condicionados y percepciones minimizadas, lo cual
nos mantiene en esa sub-realidad cotidiana antes mencionada y nos aisla de
conocer la realidad auténtica.
El
cuerpo y la mente se mantienen ajenos a ese nivel de realidad auténtica
que denominamos realidad ordinaria, la cual raramente somos capaces de
sentir. No es algo que pueda imaginarse con la mente, pues precisamente es
el uso incontrolado y pervertido de la mente lo que nos aleja de esa
realidad que para la inmensa mayoría del género humano permanece
incognoscible.
Nuestro
yo cotidiano, nuestro yo personal habitual, es un estado mental
zombificado si lo comparamos con el yo que puede nacer cuando la
conciencia se haya plenamente despierta. En nuestro estado actual la mente
genera de forma contínua una serie de cuentos sobre la realidad y
nosotros mismos que suponen una barrera infranqueable para conocer
directamente lo real. Estos cuentos, de los que habitualmente somos
inconscientes, construyen la personalidad, la percepción y la concepción
del mundo.
Para
romper ese encantamiento debemos iniciar un esfuerzo serio por observar y
desvincularnos de los pensamientos, fantasías y juicios de la mente.
Llegará un momentos, si somos constantes, que la mente se parará. O bien
nuestra conciencia actuará separada de la mente, lo cual es lo mismo.
Entonces veremos por primera vez de nuevo el mundo real (olvidado en el
trastero oscuro de la perdida tierna infancia) y también nos veremos a
nosotros mismos como si fuera la primera vez. Nos asombraremos de
descubrir lo que hay de verdad más allá del embrujo embaucador de la
sub-realidad. La conciencia podrá sentir entonces el mundo como si fuera
un mundo nuevo, aunque se trate del mismo mundo anterior ahora
transformado por una conciencia liberada.
Sin
duda esta revelación perceptiva durará poco, ya que los pensamientos se
impondrá de nuevo desplazando a la realidad ordinaria y suplantándola
otra vez por la sub-realidad. Sobre este proceso habla extensamente el
místico actual Eckar Tolle a través de sus libros, que nos enseñan y
animan a vivir el ahora y parar el incesante dialogo de la mente.
Cuanto
mayor es el dialogo de la mente menos vivimos el ahora y por tanto la
realidad ordinaria se aleja. El yo personal permanece atrapado en la
sub-realidad y no puede reconocer ni explorar la realidad auténtica. Y
además, nuestra vida personal se encuentra por ello enrredada
inevitablemnte en esa permanente sub-realidad, condicionando así nuestras
experiencias y vivencias en el mundo.
Tan
absorvidos estamos en la sub-realidad que nuestro yo personal no sabe ni
desea vivir fuera de ella. Así que no sólo estamos atrapados, sino que
normalmente también carecemos de interés por liberarnos. Por ello los
seres humanos vivimos dormidos (desde el punto de vista de quien tiene
despierta la conciencia en ese nivel superior) o zombificados por el
hechizo de la sub-realidad. Tanto es esto sumamente determinante que todos
los grandes maestros espirituales de la historia han hablado de la
urgencia prioritaria de despertar esta dormida conciencia. El yo personal
acaba convirtiendose en una cárcel que genera una sub-realidad, un mundo
ilusorio.
Para
trabajar en la tarea de romper el encantamiento de la sub-realidad es
imprescindible un trabajo personal profundo y contínuo, que pocos están
dispuestos a emprender. Lo fácil es construirse falacias y fantasías
religiosas que nos engañan sobre una falsa meta espiritual. Y es un
engaño porque el espíritu no es una creencia o algo invisible, sino que
espíritu es lo real. Así que lo que la gente ingenua llama Dios no es
sino la Realidad Suprema o Realidad Primaria. Y no hay que ir a ninguna
parte para hallar esa Realidad Suprema, ya que el camino es siempre un
camino interior, buscando en primer lugar llegar a la realidad
ordinaria.
Los
sentidos entonces, liberados al fin de la mente condicionadora, alcanzan a
percibir de una forma fresca y renovada. Y la conciencia, libre igualmente
del disco hipnotizador de la mente, alcanza a descubrir lo que hay más
allá del propio yo, una nueva identidad plena de potencialidades.
Pero
es preciso la experiencia directa, pues ninguna de estas palabras sirven
para transmitir fielmente lo que implica la percepción directa de la
realidad ordinaria. El mundo se renueva en esta experiencia iluminadora
porque el viejo mundo (perceptivo-conciencial) era una creación de
nuestra propia mente y sus viejos y estrechos condicionamientos.
Mas
hemos de penetrar aún profundamente en la realidad ordinaria antes de
estar preparados para dar el siguiente paso, hacia la hiper-realidad o
supra-realidad, la realidad profunda.
Mas
dentro de la realidad ordinaria resulta posible diferenciar a su vez dos
niveles en función del estado del yo personal. El primer nivel sería
aquel donde el yo personal permanece aún aislado (la mayor parter
del tiempo) de la conciencia traspersonal. Y el segundo nivel se alcanza
cuando el yo personal se fusiona (frecuentemente) con el yo
traspersonal y la conciencia individual tiene la libertad de
expandirse en una unidad o fusión trascendente.
Lamentablemente
en la cultura actual humana no se enseña (y en casi ninguna cultura de la
historia) a reconectarnos con la realidad ordinaria (sino que se estimula
y conduce hacia una sub-realidad) y por ello la conciencia deambula
perdida y atrapada dentro de un yo personal mayormente errático y en
ocasiones totalmente equivocado. Sólo unos pocos individuos mantienen un
propósito de superación en las distintas facetas de la experiencia
humana (emocionales, creativas, intelectuales, espirituales, etc), por lo
que en general el ser humano realiza un aprendizaje psíquico
desestructurado y a veces incluso involutivo y esclavizante, donde el ego
puede deformarse hasta extremos inimaginables y monstruosos. Esto
conduce a que el psiquismo colectivo de la humanidad apenas sufra cambios
evolutivos a lo largo de los milenios. Por ello las sociedades humanas de
este planeta se hallan todavía en una fase muy primitiva, aunque sin duda
ha habido progresos importantes en lo social y lo tecnológico, pero
manteniendose pendiente el fundamental cambio de perspectiva de la
conciencia humana. La realidad ordinaria permanece aun ignota para la
generalidad de los seres humanos.
LA
SUPRA-REALIDAD.
La
realidad ordinaria es la antesala de la supra-realidad. La
única forma de entrar desde la conciencia humana en la realidad ordinaria
es practicando la senda de las nueve puertas. Numerosas religiones
antiguas han insistido en ello desde distintos nombres y variadas
perspectivas, incidiendo en mayor o menor medida en los diferentes aspectos o puertas
de esta milenaria e iniciatica senda (senda raíz o senda
serpentina).
A
su vez la realidad ordinaria deviene en extraordinaria o supra-realidad
cuando el trabajo en las nueve puertas se consolida y profundiza. Poco a
poco el velo de la realidad ordinaria se resquebraja, alterándose
elementos o componentes de su estructura. La
supra-realidad o hiper-realidad oculta surge cuando el yo personal se
diluye y se entra en el territorio de la conciencia transpersonal. En el
momento que la identidad humana comienza a difuminarse empiezan a ser
accesibles los aspectos ignotos e ilimitados del ser que tienen cabida en
una nueva identidad del yo transpersonal.
Fuera
del viejo yo y de la vieja mente del yo personal entramos en contacto con
fuerzas y planos de conciencia que abarcan dimensiones del ser mucho más
allá de lo meramente humano. Podemos tener entonces la experiencia de
adentrarnos en una realidad totalmente desconocida e inimaginable para el
yo personal. Esta es la realidad profunda e ilimitada que puede ser
denominada como hiper-realidad profunda o supra-realidad. Se trata de algo
casi indescriptible e incognoscible para el cerrado y estrecho horizonte mental de la
pequeña caja de realidad en que pulsa la identidad falsaria del yo
personal, un yo construido gravitando en torno a un limitante ego.
La
supra-realidad no puede ser definida por el modelo de realidad que ha
construido la identidad humana del yo. Se trata de la esencia salvaje del
ser, una fuerza irreductible que desborda cualquier límite del yo. Esta
fuerza o esencia salvaje del ser va más allá de la forma y del yo, de
las leyes que configuran nuestro universo de realidad. Es más bien el
universo sin leyes ni límites, la conciencia sin forma, el ser indomable
que abarca toda potencialidad. Es una ultra realidad flexible,
mutable, indomable ... que burla al yo personal en un juego eterno de
creativa expresión de conciencia.
La
supra-realidad no puede ser asumida en ningún caso por el yo personal o
yo humano, que se derrite en su presencia como el hielo ante el fuego.
Hemos de abandonar la cáscara del yo para conocer nuestra identidad
transpersonal, que es la única que tiene el poder de existir en el
infinito océano del ser salvaje, de la conciencia primordial sin
límites.
Ante
la supra-realidad todas las otras realidades se plegan y modulan frente a su
supremo poder. El ser humano corriente no tiene posibilidad alguna de
acceder a este territorio del ser (tan sólo puede percibir fugaces
vislumbres en excepcionales instantes), pues es preciso primero haber avanzado
totalmente en las nueve puertas y alcanzado la maestría de los
círculos de los dioses dragón (ver la Sociedad de la Sangre Sagrada).
Sin
embargo puede ocurrir que alguien que se halle familiarizado con la
realidad ordinaria (o se escape por un momento de su yo personal) tenga sus primeras experiencias en la supra-realidad.
Al igual que resulta factible que quien se esfuerza por salir de la
sub-realidad (o sub-realidades) comienza a tener atisbos crecientes de la
realidad ordinaria. Cada ser humano se halla en un nivel de evolución
conciencial. Por eso no existen grupos humanos genéricos sino que la
trayectoria es exclusivamente individual. Hay quien se eneuentra más
atrapado en la sub-realidad que otro. Hay quien está maduro para avanzar
y quien deberá permanecer durante varias vidas o existencias humanas en
el nivel de la sub-realidad antes de tener posibilidad de progresar a una
realidad superior.
Castaneda
habla de la realidad nagual, el cristianismo del reino celestial, el
budismo de los planos nirvánicos transpersonales, los celtas del mundo
mágico y eterno de Avalon ... Sin embargo esta realidad de la que
hablamos es aún mucho más que cualquiera de estos mitos o modelos
trascendentes. La hiper- realidad posee una naturaleza salvaje (que no
tiene nada que ver con los instintos animales), es decir una naturaleza
libre y potencial, inabarcable, ilimitada ... es el reino donde la
conciencia transpersonal fluye con absoluta libertad fuera de la forma y
de las leyes que gobiernan el orden de los estados inferiores de
conciencia.
Todo
esto puede parecer una fantasía para el yo personal, el cual
paradójicamente se alimenta sin embargo de las fabulaciones, cuentos y
relatos del reductor ego que construye la sub-realidad. Sólo quien
mediante prácticas contínuas (o bien estados de gracia o elevaciones de
conciencia espontaneas) consigue vislumbrar la realidad (ordinaria
o desnuda) es capaz de reconocer lo que hay más allá del limitado mundo
del ego y la mente condicionada, condicionable y fabuladora. Eckart Tolle
menciona que en una cercana existencia anterior fue un famoso filósofo y
místico, lo cual sin duda es la explicación de que ya de joven pudiera
iniciar la búsqueda y alcanzar poderosos episodios de iluminación. En
realidad Tolle retomó el camino previamente andado y reencontró así enseguida la
realidad ordinaria, la cual es la base de sus enseñanzas (el ahora, la
mente silenciosa y el presente). Todos nos hallamos en algún punto de ese
camino, transitando a lo largo de la sub-realidad en sus diferentes
niveles y buscando el aire fresco y puro de la realidad ordinaria, la cual
percibimos y disfrutamos en aislados y afortunados episodios a lo largo de la vida.
Sin
embargo la realidad ordinaria tan sólo es la plataforma de despegue
(realidad base o de tránsito) hacia una realidad superior, la
supra-realidad que nos espera para adentrarnos en horizontes mucho más
allá de lo humano. Pero no se trata de un anhelo del ego, sino
precisamente un nivel de realidad accesible únicamente para un nuevo
yo basado en la conciencia transpersonal (el anhelo del espíritu que
duerme en nosotros). Abandonar el caparazón seco del yo (el ego) es imprescindible
para la mutación que nos lleva a una identidad potencial más allá de la
humana. Sin embargo hay que encontrarse bien preparado para dar este
revolucionario paso, al igual que la oruga en su madurez puede iniciar la
transmutación que la convertirá en un nuevo ser alado.
Desde
otro punto de vista podemos definir la realidad extraordinaria como la
realidad fuera de Mátrix (ver fichas anteriores). Por ello todo el
proceso del que hablamos consiste en buscar la manera de desconectar
nuestra identidad humana del universo condicionado de Mátrix. Platón
describía a Mátrix como la Caverna de las Sombras. Nosotros la
denominamos en esta web o blog como el Reino de las Sombras. En cualquier
caso el trabajo con las Nueve Puertas es la senda para la desconexión de
la falsa realidad de Mátrix en sus dos niveles de sub-realidad y realidad
ordinaria.
La
realidad ordinaria es una zona donde respira y brilla la conciencia libre,
pero a su vez es una zona frontera para buscar la salida definitiva de
Mátrix. El dominio pleno de cada Puerta supone una desconexión parcial
de Mátrix. Y al mismo
tiempo que vamos efectuando esas Nueve desconexiones debemos
crearnos una nueva identidad que nos permita tener un nucleo de energía y
conciencia coherente en la vasta y salvaje supra-realidad. El
yo de la personalidad cotidiana (y aún menos el ego) se encontraría
totalmente perdido en esa ultra-realidad, por lo que no resulta
aconsejable buscar acceder a ella si no es bajo una conciencia ampliada y
la conexión a una fuente de conciencia superior. Primero debe madurar el
yo en la realidad ordinaria antes de intentar ir más allá de sus
limites.
Este
tránsito es un largo viaje, un prolongado crepúsculo a través de una
zona de frontera que, una vez
iniciado, nos permita habituarnos a la existencia y al propósito
conciencial en una realidad desconocida. Una ultrarealidad que ahora
resulta apenas imaginable y aún totalmente ignota para la inmensa
mayoría de la especie humana: la hiper-realidad o las múltiples
supra-realidades fuera de Mátrix.
Mátrix:
Cuando mencionamos aquí este concepto queremos hacer alusión a la idea
de realidad falsaria planteada en la película del mismo nombre, pero bajo
ninguna circunstancia pretendemos referirnos a una ciberilusión inferida
por una megacomputadora. La Mátrix que mencionamos es una compleja
estructura psicobiomorfoelectromagnética que constituye un modelo de
realidad dentro del océano cuántico del universo. En esta Mátrix es
donde crece el yo y se halla prisionera nuestra conciencia.
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