El
Silencio es la primera Puerta psicoenergética que hay que atravesar o
dominar para
salir del Reino de las Sombras. Existe en cada uno de nosotros una barrera de ruido
interior, una densa bruma de contínuos sonidos mentales, emocionales,
instintivos ... incontrolados, mecánicos ... que mantienen atrapada a la conciencia humana y la
aislan de su verdadero poder original.
Para
descubrir y cultivar el fundamental silencio de la psique es preciso primero observar
el ruido, nuestro permanente ruido interior. Percibimos entonces que hay
una voz (fragmentada en múltiples voces, una miriada de voces) que habla dentro de nosotros de forma
persistente. Esa interna y personal voz divaga sobre cualquier cosa,
sueña, elucubra, recuerda, fantasea ... el caso es hablar siempre. Es como si
hubiera alguien incansable, repetitivo y pertinaz que parloteara continuamente en nuestra
mente, asumiendo nosotros esa identidad. ¿Pero quien es
el que habla? ¿Nosotros? El problema es que creemos que el que habla (el
hablador) somos verdaderamente nosotros, pensamos que es nuestra genuina y
auténtica identidad.
Sin
embargo el hablador interno no es nuestra identidad verdadera, aunque la
inmensa mayoría de los mortales se identifica ingenuamente con él. El
hablador convive con nosotros, nos quiere hacer creer que somos nosotros,
y nosotros creemos equivocados que somos él.
En
la Senda de las Nueve Puertas, la Senda de Lucifer, lo primero que hay que
clarificar es quien es el hablador en nuestra mente, descubrir su
naturaleza, desindentificarnos de él, observarlo
en forma cada vez más distante, hasta lograr que se aleje, hasta
conseguir que se vaya cayando, hasta alcanzar los primeros momentos de
precioso y revelador silencio.
Este
trabajo en pos del silencio requiere un esfuerzo contínuo, un estado
psíquico de alerta permanente, una conciencia de lucha con un enemigo
pertinaz que habita en nuestro interior. Cualquier fallo en la
auto-observación es permitir que el hablador retome sobre
nuestra mente el control que siempre reclama. La meditación, la observación
tranquila de nuestros pensamientos y emociones, es la estrategia
indispensable para avivar en nosotros el rescoldo del fuego dormido de
nuestra conciencia lucifera.
Lograr
la meta del silencio interno es atravesar el primer portal que nos aleja de la
ancestral oscuridad psicológica, cruzar la primera puerta que nos libera del Reino
de Sombras en que por inconsciencia habitamos. Cuando franqueamos esta
Primera
Puerta nace en nosotros el primer
destello de luz de la nueva conciencia, del espíritu dormido. Esa nueva conciencia silenciosa
que surge en nosotros (y que debemos cultivar para hacer crecer) es la
frecuencia o tono conciencial que nos acerca germinalmente a la conciencia
luciferina.
Madame
Blavatsky, fundadora en el siglo XIX de la nuevaTeosofía en su origen
luciferiano, fue la primera y única teósofa seguidora de La Senda de
Lucifer. Ya advirtió entonces sobre esta fundamental Primera Puerta que
debe cultivar el iniciado o adepto para salir
del Reino de las Sombras, trasmitiendolo en su pequeño, sustancioso y
esencial libro titulado La Voz del
Silencio.
¿Pero
quien es el hablador? Ese que se preocupa, que se queja, que se envanece,
que alardea o se culpa, que se proyecta
hacia el pasado o hacia el futuro... Esa voz interior que parlotea siempre no
es sino nuestra propia mente condicionada, nuestra personalidad egoica,
estructurada para autoperpetuarse. Sin embargo esta voz genera
inevitablemente una
identidad falsa en nosotros. Acabamos creyendo que somos esa voz, nos
sumergimos en una sombra que nos impide reconocer nuestro genuino ser,
olvidando así la fuente y esencia de nuestra real naturaleza.
La
voz persistente, la identidad egoica, acaba poseyéndonos cada vez más. Nos hace
transitar por múltiples sufrimientos y por breves y pasajeras alegrías. Pocos son
los que desenmascaran y dominan esta falsa identidad interior y se dirigen hacia
las metas del
ser verdadero.
No
obstante esta es la Primera de las Nueve Puertas iniciáticas que conducen
desde la conciencia humana ordinaria hasta la conciencia divina o
conciencia transpersonal. El Lucero, la
Estrella, Lucifer, es la expresión iniciática milenaria de la radiante y
eterna luz de la Conciencia del Universo manifestándose en el inconsciente humano.
Lucifer
es la Deidad Suprema o vasta Conciencia Cósmica expresándose ante quien
anhela el acceso a la realidad del espíritu como brillante luz redentora, liberadora, reveladora. Lucifer es la rebelión
espiritual ante el imperio de las sombras, ante la conciencia sumergida en la
materia, ante la tenebrosidad del ego. Lucifer es la luz divina que ha descendido al reino humano
(espacio-tiempo inconsciente) para liberar y redimir la conciencia y
posibilitar la manifestación radiante del genuino y eterno ser.
Lucifer
significa el que trae la luz a la conciencia. Muchos grandes iniciados en
el pasado siguieron la luz de la brillante estrella. Pero Lucifer en su
primigenio origen
fue siempre la Diosa Iluminadora, la Diosa Iniciadora (a veces desdoblada
en dioses o maestros masculinos). Y fueron las
ideologías religiosas patriarcales las que convirtieron a la Diosa
Lucifera (y a algunos maestros arquetípicos luciferos) en el diablo llamado Lucifer.
No
obstante la Estrella siempre será la Diosa Iluminadora. Ella reina entre
las sombras anunciando el Reino de la Luz. Y en nuestro oscuro interior
debemos hacer nacer esa Estrella.
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