En el
estado actual de la conciencia humana vivimos inmersos en un nivel del ser que
en la cosmovisión luciferiana se le identifica como Reino de las Sombras. La psique se halla atrapada en una
serie de condicionantes que crean eso que denominamos realidad cotidiana,
la cual no es sino un estado perceptivo de la conciencia, elaborado por un
determinado modelo de funcionamiento de la mente.
Nuestros
pesares y alegrias, ilusiones y desesperanzas, proyectos y sueños,
tragedias y dolores, deseos y amores, obsesiones y compulsiones, conceptos
y creencias, etc, conforman una estructura psíquica donde mora prisionera
la conciencia. Creemos que esa estructura es toda la realidad, la
verdadera manifestación de la vida, cuando en el fondo no es sino una falsa realidad en la
que diariamente habitamos. Una realidad ilusoria en la que gozamos y
sufrimos, pero que no es real sino para determinado nivel de la psique.
Este
nivel de conciencia en el que se encuentra ordinariamente la mente humana
constituye lo que podríamos denominar una caja mental o
microuniverso
existencial. Cada ser humano tiene el suyo propio, su propia caja,
que a
su vez interactúa con las restantes cajas o microuniversos de los
demás seres humanos. De esta manera se conforma una realidad o plano
existencial que en el sendero de las nueve puertas calificamos
como Reino
de las Sombras.
Todas
las cajas que se hallan en el estado de la realidad ordinaria se
encuentran relacionadas y vinculadas en un todo mayor, formando el
microuniverso mental y vital de la actual humanidad. Así el Reino de las
Sombras no resulta ser otra cosa sino una realidad perceptiva donde nos
hallamos inmersos, sin ser conscientes de ello, como un pez se halla
inmerso en el mar. Sin embargo hay una diferencia sustancial, que radica
en que el ser humano posee la capacidad de poder existir y
vivir perfectamente fuera de la experiencia de la caja psíquica personal y fuera del
poderoso influjo del Reino de las Sombras. Pero debemos empezar por ser
capaces de identificar esta realidad impostora donde transcurre nuestra
experiencia cotidiana.
Muchas
tradiciones místicas, espirituales o religiosas han mencionado la
ubicación del ser humano dentro de esta falsaria realidad en la que inconscientemente nos hallamos. Y estas
tradiciones han hablado de un camino hacia el despertar para aquellos que quieran iniciar la aventura de escapar o
liberarse de este Reino de las Sombras.
Cualquier
religión persigue en el fondo alcanzar esta fundamental meta. Para ello
se recogen y trasmiten una serie de enseñanzas o prácticas, pero que con el paso
del tiempo son desvirtuadas y se olvida su objetivo inicial. Por ejemplo
en el cristianismo evangélico se habla del Reino de los Cielos, un estado
del ser y la percepción que se halla a nuestro alcance con tan sólo ser
capaces de descubrirlo y llegar a él. Sin embargo esta
enseñanza sufrió enseguida una desvirtuación que llevó a ubicar el
celeste reino en un Más Allá tras la muerte donde sólo irán los buenos
creyentes. En los textos evangélicos se dice: el Reino de los
Cielos está a vuestro alrededor, pero no lo veis. Lo cual es
debido a que ese misterioso reino no es sino la antítesis del Reino de
las Sombras en que el ser humano ordinario habita, es decir un reino
genuinamente más auténtico y profundo, totalmente independiente y
opuesto a la falsaria
realidad creada por la mente en el nivel de conciencia en que ahora se
halla.
El
Reino de los Cielos es la denominaciónn cristiana para esa otra
realidad
de luminosa conciencia que representa un estado superior de la
psique. Sin
embargo este iluminado reino no es una meta inalcanzable para el
común de
los mortales, ni un selecto premio que un ser superior reserva
exclusivamente para sus incondicionales devotos y radicales creyentes.
El
ser humano tiene capacidad potencial para liberarse de la caja que
le
mantiene prisionero en el Reino de las Sombras. Para ello existen
una
serie de Puertas que aquí denominamos la Vía Luciferiana hacia la
realidad luminosa o de conciencia liberada.
Ciertas
personas a lo largo de su vida alcanzan momentos de gracia especiales
donde perciben el mundo con una visión renovada. Son instantes extáticos
donde el ser humano accede a vislumbrar la realidad verdadera más allá del Reino de
las Sombras. Por un tiempo no se siente el mundo tal como se percibe bajo
la poderosa influencia del estado cotidiano de la psique. En ese estado la
conciencia se siente unida a una realidad superior, un nivel de paz,
armonía y conciencia acrecentada. Se trata de una experiencia extática o
de gracia, donde por circunstancias varias (aleatorias o fruto de un
afortunado esfuerzo) la conciencia se sale de la caja (prisión psíquica)
a través del umbral de alguna de esas Nueve Puertas que son las vías de
salida.
Ese
llegar a pisar el umbral de una de estas trascendentes puertas pasa a ser
una experiencia única, desconcertante en ocasiones, que difícilmente se
olvidará a lo largo de la vida humana. Sin embargo pocas personas son
capaces de repetir a voluntad la experiencia, a pesar de intentar
aproximarse a través de ejercicios, disciplinas y prácticas. A veces han llegado hasta
allí por un azar difícil de reproducir. En ocasiones ese estado de
elevación o acrecentamiento conciencial puede
durar días, pero lo más usual es que cuando raramente se consigue permanezcamos en él pocas horas e
incluso pocos minutos, incluso segundos.
Por
ello la vía lucifera es una senda de trabajo consciente con los umbrales
que permiten acceder a la realidad luminosa no ordinaria. Al ser una senda
significa que es posible recorrerla por todo aquel que mantenga el firme
propósito de hacerlo. Sin senda el deambular puede ser al azar, insistir
en una sola puerta, buscar umbrales falsos o inapropiados que sólo dan
acceso a una nueva caja de ilusoria luz, etc.
Las
Nueve Puertas son un senda antigua. Está representada con el símbolo de
la estrella de ocho puntas, que fue quizá el principal diagrama de la
iniciación luciferiana. Múltiples divinidades de la antiguedad emplearon
este estelar símbolo. Pero por supuesto no es el único, dependiendo de
la cultura y el rincón del mundo. También el planeta Venus es otro de
los principales iconos de la senda y por ello aparece tantas veces
relacionado con la estrella de ocho puntas o con el octograma. Este
último también será usado en la arquitectura y diseño de ciertos templos para representar su
carácter iniciático. Aunque asimismo pocas personas en la historia han
tenido acceso completo a este conocimiento, más bien ha sido siempre una
enseñanza secreta y perseguida.
Las
religiones institucionalizadas no han tenido nunca interés en que la
gente salga de la caja, más bien han pretendido lo contrario con el fin
de una mayor manipulación de las masas y una perpetuación de esas
élites religiosas en el poder.
Nuestra
recomendación en esta web de la senda lucifera es comenzar a trabajar con
especial atención en una puerta. Hay que conocerlas todas y practicar con
todas, pero eso puede ser al principio una labor demasiado amplia y
difusa, por lo que es preferible incidir con más intensidad e insistencia
en una puerta
concreta. Y el consejo sería hacerlo con la Primera Puerta, es decir el
Silencio. Por este motivo ha sido denominado como primer umbral.
Para
trabajar con el Silencio hemos de tener la perspectiva de que el silencio
resulta la antítesis de ese ruido, monólogo y parloteo mental que brota
y bulle
contínuamente en nuestra psiquis. Por ello esta práctica consiste en la
observación atenta y contínua de esa charla interior. Pronto nos daremos
cuenta de que la mente repite ciertos pensamientos rutinarios y otros que
se corresponden con nuestros hábitos psíquicos y emocionales. Se trata
del circuito neuropsíquico que funciona de forma automática y que
constituye lo que llamamos personalidad cotidiana. Dicho circuito de
pensamientos/emociones predecibles y repetitivos se ha ido formando a lo
largo de la vida mediante influencias y experiencias personales (también
hay una parte heredada de nuestros ancestros a través de los genes).
Constituyen la realidad de lo conocido, el habitáculo psíquico donde
mora prisionera la conciencia. Pero como habitualmente identificamos
nuestro yo con ese habitáculo somos inconscientes de que la conciencia
prisionera es en realidad nuestro ser real y nuestra identidad
auténtica.
Este
pensamiento automático de la psique, constituido por canales mentales y
emocionales predecibles y repetitivos, es también lo que denominamos el
ego humano. Por tanto este ego está generando contínuamente las paredes
de la caja. Nos identificamos con dicho ego y por eso la caja que este
construye resulta una estructura de confort, una realidad conocida a la
que estamos habituados, aunque esa realidad degenere muchas veces en un
habitáculo deforme o de horror. Una vez ocurre esto último tampoco
podemos escapar aunque queramos, pues los límites de la caja no pueden
ser trasgredidos o superados mientras el ego siga generando las piezas
básicas de esa realidad. Antes o después la caja se convierte en una
prisión y por último en una tumba. Tras la muerte del cuerpo, el alma identificada
con el ego cargará hasta la otra vida con la mayor parte de la caja. Aunque
en la caja haya pósters de santos o de dioses seguirá siendo una
caja.
Volviendo
al trabajo sobre la Primera Puerta hemos de diferenciar que el proceso del
pensamiento puede ser de tres tipos o modos funcionales: proyectar,
repetir, recordar. El pensamiento fluye hacia
el futuro, mediante una serie de fantasías, proyectos, anticipaciones
.... que muchas veces surgen de forma automática e inconscientes. Así nos vemos
hablando o actuando con gente que no está presente, pero que fantaseamos
con ese teatro ilusorio. Se trata de algo no dirigido, sino un proceso que
surge en todo momento mediante un sistema de piloto automático que brota
de los circuitos de la psique. No hay que confundirlo con prácticas de
imaginación consciente dirigida y controlada, que se realizan mediante una
concentración e interiorización en ciertos ejercios mentales
programados.
También
el pensamiento puede construir dialogos e imágenes ilusorias variando
sucesos del pasado, recreandolos de diferentes maneras. Sigue siendo
generación de una fantasía, pero proyectándola sobre personas y
situación de un tiempo anterior.
Una
segunda posibilidad es el pensamiento repetitivo. Una idea queda en
nuestra mente y esta se atasca dándole vueltas siempre a lo mismo. Se
trata de una compulsión que atrapa a ciertas personas en un circuito
cerrado, el cual a veces genera opresivas y limitantes obsesiones y
bloqueos.
La
tercera posibilidad es el intento insistente de la mente por recordar
conceptos o pensamientos pasados
olvidados o esfumados. Consiste en intentar rememorar en la mente los
detalles de alguna idea o pensamiento perdido o desdibujado y entonces la atención mental se afana en
volver a activar emociones y recuperar pensamientos que se tuvieron y ya se
marcharon. Esto también produce una pérdida del estado silencio y de
conciencia presente.
Tanto
cuando el diálogo interior es creación fantasiosa, como repetición o
intento de recuerdo sobre algo olvidado obtenemos el mismo resultado: la
mente está generando ruido. Y por tanto nos aparta del estado de silencio
interior.
Los
contenidos de este discurso mental contínuo varian en cada individuo en
función de su psiquismo personal. Pero el resultado es que la mente
ordinaria actúa como una radio cerebral con un dial inagotable emitiendo
una charla interna permanente. Por ello la conciencia se halla absorta
durante la cotidiana nutina escuchando este parloteo perpetuo y en muy
raros momentos permanece en ese estado de silencio que es el primer umbral
fuera de la caja. La caja es el sueño en que cada ser humano habita. Y
además esta emisión contínua de dialogos, pensamientos y emociones en
la mente provoca un desgaste neurovital y una pérdida de energía que
merma al organismo agotándolo innecesariamente.
A
este comportamiento ordinario y cotidiano de circuito cerrado de
la mente,
generador del parloteo contínuo, hay que añadir además una serie
de
trastornos patológicos especiales que deforman la psique. Es más
usual de lo que
suponemos que un considerable porcentaje de personas padezca algún
tipo
de enfermedad o tara mental en grado variable, aunque en muchos
casos no sea
siquiera consciente de ello. Así se ocultan en la mente humana
diversos
grados de neurosis, paranoias, fobias, reacciones compulsivas,
psicosis, etc. Y todas estas patologías, en grado leve o grave,
desenmascaradas u
ocultas, generan igualmente todo tipo de ideas, emociones y
dialogos
internos obcecados u obsesivos que refuerzan aún más si cabe las
paredes de la caja que nos
atrapa.
La
Primera Puerta es así la búsqueda de este silencio interior tan raro y
difícil de conseguir. Una vez se alcanza llegar a pisar este umbral se
puede sentir la luz conciencial de un nivel superior que existe más allá
de esta Puerta luciferiana. Mediante la auto-observación mental interior
continuada podemos lograr el silencio que es una manifestación del nivel
de conciencia y percepción que supone esa realidad fuera de ese Reino de las
Sombras que es la percepción rutinaria cotidiana.
Sin
embargo una sola Puerta no implica penetrar y permanecer en ese
evanescente e ignoto Reino de Luz o Reino Celeste. Una sola Puerta tan
sólo nos permite mirar o sentir durante un breve e indeterminado periodo
la experiencia extática. Pronto las vibraciones cotidianas vuelven a
activarse y el umbral se cierra a nuestro pesar.
Por
ello la Senda de las Nueve Puertas pretende reunir todos los umbrales que
posibilitan, una vez integrados, adentrarse en esa Realidad Luminosa. Más
allá comienza un segundo trabajo, de cuya naturaleza es pronto para
hablar.
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