Cuando
en la senda luciferiana trabajamos con la práctica del silencio
interior,
adoptando la conciencia testigo, observamos que los pensamientos
emergen
en nuestra mente en forma contínua, sin que sea posible detener su
flujo. Quien no realiza el esfuerzo de trabajar psicológicamente con
esta primera puerta del
despertar luciferiano, no llega a ser consciente del carácter
autónomo de la mayor parte de los
pensamientos y de su imparable brotar incontrolado en el campo de
la psique. No
es posible progresar auténticaemnte en la senda luciferiana sin
decidirse a andar los
pasos que conlleva abrir las nueve puertas del reino de las
sombras, pues
estas puertas iniciáticas son nodos de energía que forjan el
propio
camino luciferiano. No importan las creencias
religiosas que se tengan o la fe con la que estas se vivan, pues
si no somos
capaces de controlar nuestro mundo mental interior (patrones y
paisaje
psíquico) permaneceremos
dormidos vida tras vida, hasta que el alma se sienta preparada
para
impulsar bajo la luz de la conciencia nuestra evolución.
Como
táctica para enfrentarnos al reto de dominar o alcanzar el
silencio
interior proponemos utilizar la visión alegórica o modelo de
imaginar nuestra mente
(espacio neuro-mental) como si
fuera en realidad un bosque interior místico o psíquico, un bosque
luciferiano o
bosque de transformación iniciática. En ese bosque íntimo y
personal camina
figuradamente nuestra
conciencia, intentando alumbrar con su luz las sombras y entes que
acechan
y surgen de la espesura arbórea (patrones neuro-psiquicos). Y en
ese bosque descubriremos que contínuamente aparecen pensamientos o
cadenas de pensamientos que,
desde el punto de vista luciferiano, podemos imaginarlos como
entidades fantasmales
que se abalanzan sobre el alma para apoderarse de la luz de su
conciencia.
Es decir, ocupan el espacio mental y disipan la luz de la atención
libre
o conciencia.
Cada
vez que uno de estos fantasmas mentales o fantasmas pensamiento irrumpe en
el campo boscoso de nuestra mente captura o atrapa
nuestra atención y consigue que
nos identifiquemos con su fantasmal contenido, apartándonos al mismo
tiempo del estado de plena conciencia presente, sumergiendonos en algunos
casos en un ensoñamiento vigílico del que no somos conscientes. De esta
maneera el alma verdadera queda imposibilitada de manifestación o
comunicación y permanecemos mediatizados por el ego, que configura así
nuestro yo personal.
Cuando
el iniciado luciferino (o pretende iniciarse) intenta transitar despierto por el bosque de la
mente se ve asaltado enseguida por las entidades pensamiento fantasmales
(actividad psíquica mecánica) que pretenden absorver nuestra atención y
hacernos caer en engaños y trampas.
Fácilmente olvidamos
por un momento cual es nuestro propósito en la senda luciferiana y quedamos
atrapado inadvertidamente en los vericuetos y perturbaciones de la mente,
siempre manipulada
por las entidades fantasmales que la pueblan. Los pensamientos de
identificación o ensoñación nos transportan al futuro o
al pasado, una fantasía paralela, tan sutílmente que no nos damos cuenta del engaño, pero
apartándonos por ello de la conciencia verdaderamente despierta en el
instante del ahora, libre y presente.
No sólo se resiente la mente cuando se apodera de nosotros una de estas
innumerables entidades fantasmales, sino que también el cuerpo sufre las
consecuencias, pues cada vez que quedamos atrapados en estos pensamientos
(cadenas y sendas neuro-psíquicas) se traduce en un correspondiente reflejo
bioquímico, bioeléctrico y neuromuscular que afecta a todos los órganos, pues
la actividad psíquica determina el
flujo y el funcionamiento de hormonas y neurotransmisores orgánicos. Así
todo esto
repercute de forma inmediata en una respuesta nerviosa, muscular,
electromagnética y
sistémica condicionada, alterándose y determinando por ello el estado y funcionamiento de todos
los órganos y corrientes bioenergéticas de nuestro cuerpo, lo cual conlleva consecuencias no sólo inmediatas sino
también crónicas a largo plazo.
Debemos
adoptar la conciencia testigo y observar como inmediatamente descubrimos
que surgen en
nuestra mente (místicamente denominada en esta práctica de la senda de
lucifer como bosque luciferiano) una cadena de pensamientos tras otra
sobre las más variadas temáticas. Todo tipo de preocupaciones,
opiniones, ensoñaciones, etc que nos asaltan y se apoderan de la aún
débil luz de nuestra conciencia despierta. Sólo retomando inmediatamente
de nuevo la conciencia testigo y concibiendo este proceso como una lucha o
guerra pacífica contínua contra los fantasmas de la mente (a los que
nunca hay que atacar sino ignorar), podemos sumar fuerzas
que nos permitan vencer en esta estrategia que supone pretender recuperar
el estado original de nuestra mente.
Cuando
eramos niños nuestra mente funcionaba de otra manera bien distinta.
Todavía no estaba
habitada por tantos incontables fantasmas, sino que viviamos fluyendo en el ahora, despiertos
en el presente. Aún cuando el niño desarrolla conciencia del pasado o el
futuro vive centrado en el presente y sus temores y deseos se refieren al
ahora. Pero lo importante es que el niño sólo piensa en lo que está
viviendo o sintiendo en ese momento. No piensa en un discurso sobre cosas
diferentes a lo que está viviendo y aún cuando en ocasiones construye fantasías lo
hace porque en ese momento ese es el juego en el que está centrado. Conforme el niño
crece llega un momento que se descubre a sí mismo pensando en cosas que
ya pasaron o que ocurrirán en un futuro imaginario. Pierde un día el estado de
presente y esto le pasará cada vez más a menudo a partir de entonces a
lo largo de su vida. Cuando al fin llegue a viejo alcanzará posiblemente el extremo
lamentable de que la
mayor parte del tiempo su mente estará recordando o ensoñando cosas del pasado
o meras fantasías y
vivirá mínimamente el presente. No obstante no siempre es así y
hay ancianos que viven con mentes jóvenes y creativas hasta el fin de sus
días.
Es
fundamental recuperar el estado mental original que una vez tuvimos cuando
éramos niños. Se trata de volver a reconstruir o regenerar el
funcionamiento original de la mente, pero con la diferencia de que ahora
la utlizaremos en el nivel de conciencia de un adulto con el propósito de andar y profundizar en
la senda luciferiana. Este estado original de la mente, un estado libre de
fantasmas mentales y en cambio de renovado centramiento en el presente, es fundamental como
primer requisito para poder caminar por la senda luciferiana de
autoconciencia o conciencia iluminada.
La
metáfora del bosque luciferiano nos permite imaginar a las cadenas de
pensamiento que recorren nuestra psique como fantasmas mentales, que
persiguen atrapar la conciencia apartándola de la atención plena, de la
conciencia de sí misma como conciencia libre y de la conexión con el
alma que es nuestra esencia superior. Este estado de seudo
ensoñamiento es el estado en que vive la mayor parte de la especie
humana. No obstante la mayor casi ningún ser humano no es consciente
plenamente de este proceso, ya que nos identificamos con los pensamientos que surgen y
deambulan por el territorio de nuestra mente. Es preciso romper esa
identificación y considerar a los pensamientos que nos dominan como entes ajenos a
nosotros mismos, como fugaces huespedes no deseados de nuestra mente, de nuestro
bosque iniciático. Comenzamos entonces a vislumbrar una luz
desconocida, una perspectiva nueva de la conciencia y de la naturaleza
real de nuestro ser verdadero.
En
el tránsito diario por el bosque interior de la psique, el guerrero
luciferiano porta la lámpara de la conciencia testigo o conciencia de la
autoobservación no identificativa con los pensamientos. Armado siempre
con ella ha de enfrentarse al asalto contínuo de los fantasmas y
elementos perturbadores de la mente, generados por la actividad
incontrolada, condicionada y fragmentadora del ego humano, y los cuales indefectiblemente
pretenden atrapar a la descuidada conciencia y mantenerla en estado de
sueño espiritual. Por ello hay que distinguir entre vigilia, super
vigilia y conciencia despierta.
¿Que
son los árboles del bosque luciferiano? Los árboles son las distintas
circunstancias que surgen ininterrumpidamente en el deambular de la vida
ordinaria, que interaccionan con nuestras estructuras psíquicas
concionadas. Y debido a que nuestra vida está regida por el yo personal,
que gira en torno al ego, resulta inevitable que de cada uno de estos árboles-circunstancia surjan
inmediatamente como respuesta o consucuencia uno o varios entes fantasmales o pensamientos de naturaleza
egóica. Los pensamientos, emociones y ensoñaciones son reacciones psico-neurológicas del yo personal.
Debemos
distinguir estos pensamientos fantasma de los pensamientos que surgen del
estudio racional controlado o de la inspiración creativa procedente de la
mente superior o del alma.
Podemos
observar los pensamientos con la conciencia testigo y desvincularnos de
ellos, dejando que sigan su camino y desaparezcan sin quedar atrapados en
su contenido. Se esfumarán entonces ràpidamente, como pájaros que
vuelan, pero no podermos evitar que inmediatamente surjan otros nuevos.
Con la práctica de la meditación resulta posible desapegarnos del
proceso mental involuntario durante paréntesis de tiempo cada vez
mayores. Pero los pensameintos nos estarán acechando para asaltarnos en
cuanto bajemos la guardia.
Resulta
imposible que la mente, condicionada por el yo personal, deje de producir
pensamientos, es decir que no reaccione con pensamientos incontrolados. En
realidad los pensamientos son caminos neurológicos que se formaron en
nuestro cerebro en un tiempo pretérito. Son patrones sinápticos que se
activan en el discurrir cotidiano sin que podamos impedirlo. La única
forma de liberarnos definitivamente de estos viejos patrones sinápticos
no deseados es crear otros nuevos de un orden o naturaleza superior.
Entonces la corriente neurológica circulará por las nuevas sendas
sinápticas y los viejos caminos morirán. Por ello es preciso ir más
allá del yo personal, condicionado y limitado por el ego, para crear un
nuevo yo conectado con el alma y sus trascendentes potencialidades. La
mente puede ser asi reconstruida.
Claro
está que estos fantasmas de la mente aquí mencionados no poseen
necesariamente forma, sino que son fantasmas sonoros, fantasmas que
hablan. Tienen voz, que se puede reconocer si desvinculándonos de ellos
escuchamos en silencio interior. Construyen frases, disertan, fingen
conversaciones, critican, se quejan, juzgan, fantasean, fabulan, recrean
estados anímicos, etc. Para poder vencerlos no debemos luchar con
ellos, sino centrarnos intencionadamente en el silencio interior (la
primera puerta). Estos fantasmas no se ven, pero se escuchan. Y
únicamente con el silencio podemos reconocerlos y hacer que desaparezcan.
En el silencio se les desenmascara y no tienen otra opción que alejarse,
esfumarse en la nada, pues pierden la energía que los alimenta.
En
realidad, en el nivel ordinario de conciencia, estamos ciegos y no vemos
(percibimos) estos fantasmas mentales con los que nos identificamos.
Dichos fantasmas son los pensamientos generados en forma autónoma por
nuestra propia mente. Al generarse hablamos interiormente con nosotros
mismos, lo cual es una disfunción de la mente. Estamos tan acostumbrados
que creemos que ese estado es totalmente normal. Sin embargo es preciso
nos demos cuenta de esta situación en la que el género humano se halla
prisionero, impidiendose la evolución profunda a nivel del alma, ya que
permanecemos siempre enredados en los asuntos del ego.
El
retorno a la mente silenciosa, a la mente original, es la primera meta del
iniciado en la senda de Lucifer.
Silencio
interior: Primera puerta de las nueve que componen el sendero
luciferiano. Se trata de un nodo o potencial de acción de la conciencia
que permite la evolución psíquica y biológica. Cada una de las nueve
puertas del reino de las sombras o sendero luciferiano capacita
parcialmente al individuo para pasar a otro nivel evolutivo. Las nueve
puertas se hallan conectadas en una red que conforma el gran umbral.
Conciencia
testigo: Es cuando por un esfuerzo consciente nos separamos del fluir de
los pensamientos y los observamos como si fueran algo ajeno a
nosotros. Es la conciencia del observador que se auto-observa. Permite
descubrir que los pensamientos por un lado y nosotros como entes
conscientes por otro somos distintos, es decir que sólo la conciencia es el nucleo
verdadero y genuino del ser.
Nodo
o puerta luciferiana: Es un potencial de acción de la conciencia, que
conecta en una red con los otros nodos o puertas luciferianas, así como
al mismo tiempo es una conexión con potenciales macrocósmicos de la
conciencia y el alma, es decir potenciales transpersonales.
Gran
Umbral: Puerta potencial neuro-bio-evolutiva que separa el Reino de las
Sombras (estadio neuro-bio-evolutivo en que se halla la humanidad) del
siguiente gran nivel o estadio denominado Reino de la Luz. No obstante el
Umbral no se puede atravesar sin una etapa mutadora conocida como fase
crisálida.
Yo
personal: Es el resultado de la evolución de la psique condicionada por
el ego, la interacción social y las circunstancias biológicas.
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