martes, 20 de marzo de 2012

LOS PRIMORDIALES

os Primordiales fueron, los Primordiales son, y los Primordiales serán. Grandes son sus favores hacia aquellos que los sirven, pero más grande todavía su malicia contra sus adversarios. Ellos caminan sobre la tierra cuando los muros entre los mundos se debilitan y los portales de Yog-Sothoth se balancean ampliamente. En el crepúsculo ellos caminan, y en las nieblas de la mañana antes del ascenso del sol. Cuando la luna y el sol cruzan sus senderos sobre la cabeza del dragón y de nuevo sobre la cola del dragón, ellos caminan. En los equinoccios ellos caminan mientras las estaciones del año cuelgan en equilibrio. El maíz se comprime en los campos donde ellos pasan y los árboles se doblan por sus raíces. El suelo se sacude con el temblor del trueno distante, y el aire es agudo con el hedor del azufre ardiente.
    Por este hedor podrás reconocerlos cuando pasen cerca, porque ningún ojo puede ver su carne antinatural sin la ayuda de la hechicería. Ellos no son de este mundo sino de mundos más elevados, y se extienden a sí mismos hacia abajo dentro de nuestro espacio a la manera en que un hombre alcanza las profundidades de una piscina. Ningún pez nadando por debajo de la superficie puede conocer cuándo o dónde la mano entrará al agua, o al lugar al que va cuando es sacada, ni la forma de la mano revelará la forma más grande de la criatura a la que está unida. Por sus huellas sobre la arena también los reconocerás. Piernas gruesas como los troncos de poderosos robles llevan arriba cuerpos más vastos que la más grande bestia, aún así terminados en cinco pequeñas almohadillas que imprimen dentro del suelo el patrón de un pentáculo.
    Los Primordiales poseen el poder del vuelo, no por medio de alas, porque alas no tienen, sino elevando sus grandes cuerpos en el aire sólo con la fuerza de sus pensamientos. Ellos están ciegos a la visión normal, y eones antes del surgimiento de la raza del hombre moraban en grandes ciudades detrás de muros de piedra que carecían de ventanas. Aún así ellos poseen sentidos antinaturales para este mundo que les informan de sus alrededores. Pocos sabios los han vislumbrado por alquimia o artes mágicas, pero aquellos pocos que osan escribir sobre este asunto prohibido declaran que sus cuerpos son una masa oval de anillos retorciéndose.
    Largo tiempo atrás los Primordiales hicieron la guerra contra una raza que se arrastraba por el tiempo, de un mundo llamado Yith. Grande es el poder de los Primordiales pero más grande todavía fue la ciencia de Yith, porque todo conocimiento tanto del pasado como del futuro yace abierto para ellos. Los Yithianos desterraron al exilio bajo la superficie a todos aquellos Primordiales que moraban sobre la superficie de este mundo en ciudades de piedra sin ventanas, sellando las entradas a sus cavernas con macizas puertas de piedra negra. Había otros Primordiales no de las ciudades, que no tomaron parte en la guerra sino que se evadieron dentro de los cielos a través de los portales de Yog-Sothoth. Los Yithianos no hicieron esfuerzos por perseguirlos. De esta forma los Primordiales fueron divididos. Aquellos atados a este mundo  por el arte de los Yithianos permanecen abajo, profundos bajo las ruinas de las ciudades pasadas de los señores del tiempo, pero los Primordiales que no tomaron parte en la guerra continúan morando en las alturas aéreas entre este mundo y los mundos más elevados. Sólo ahora y entonces, cuando los muros entre los mundos disminuyen y los portales bostezan, ellos descienden para caminar en los lugares salvajes como de antiguo, invisibles y desconocidos.
    Ellos no pueden tolerar más la superficie de este mundo, porque con el paso de los eones las estrellas se han desplazado incorrectamente en el cielo y envían hacia abajo rayos ponzoñosos para la carne alienígena de los Primordiales. Sus antiguos adversarios, los Yithianos, han partido al futuro, pero los Primordiales son incapaces de afirmar su herencia hasta que las estrellas completen su giro helicoidal y una vez más estén correctas en los cielos, como lo estuvieron en la antigüedad. Entonces los portales de Yog-Sothoth se abrirán ampliamente, y los Primordiales descenderán desde el cielo y ascenderán desde sus criptas para reconstruir sus ciudades sin ventanas sobre las ruinas que permanecen, y gobernarán este mundo y todo lo que subsista sobre él. Los hombres se volverán sus esclavos, como lo fueron cuando el poderoso Cthulhu lanzaba sus pensamientos a través de la tierra y el mar dentro de sus sueños, antes del hundimiento de R’lyeh bajo las olas.
    Largo tiempo tienen los Primordiales que morar en las alturas buscadas para proliferar en los úteros de mujeres mortales híbridas, que puedan tolerar el veneno de las estrellas. A aquellos que les ayudan en este propósito ellos conceden conocimiento y poder oculto sobre otros hombres. Algunas veces estas descendencias híbridas recuerdan a sus padres, y caminan sobre la tierra vasta e invisible, mientras otros favorecen a sus madres y tienen formas que se aproximan al cuerpo humano. Les falta el propósito hasta que son habitados por las mentes de los moradores en las alturas, y entonces buscan lograr la gran obra de los Primordiales, el Trabajo del Trapezoide, la razón por la cual la raza viajó a través de la inmensidad del espacio y a través de muchas dimensiones de la realidad para residir sobre este globo. Los hijos de los hombres que les ayudan en sus trabajos son recompensados. Aquellos que los obstaculizan son castigados.
    Por el Largo Cántico del Necronomicon es la puerta de Yog-Sothoth abierta, y el camino es puesto al descubierto para que los Primordiales desciendan dentro de sus vasijas preparadas de carne inferior, tanto para aquellos de sangre mezclada  como para los completamente humanos. Sólo los humanos que se han preparado a sí mismos son merecedores de portar por un tiempo los espíritus de los Primordiales y servir a su gran obra de restauración, la elevación de la reina caída del cielo a su trono vacío. Ningún mortal poseído por un Primigenio puede portar la presencia de este espíritu por más de un ciclo lunar sin perder la cordura. Ellos son antiguos más allá de todo cálculo y sus pensamientos alienígenas no son saludables para la mente de los hombres, sino que pudren los tejidos del cerebro y los derriten en una baba pútrida.
    Grandes en los cielos son los Primordiales, bajo en el polvo es el hombre, pero más altos que la humanidad son aquellos hombres que se dedican en servicio a la gran obra de los Primordiales, la limpieza de este mundo que sola restaurará su pureza, y permitirá su elevación de vuelta a su anterior estado, desde el que cayó en este hoyo, donde es incesantemente profanada por la vida.


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Este texto ha sido extraido de un libro muy interesante que te recomiendo compres para tu biblioteca personal en el siguiente enlace:


Grimoire of the Necronomicon

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