Si bien existen sugerentes leyendas en todas las civilizaciones de la Antigüedad, desde Egipto a Sumeria, la primera referencia histórica del vampiro se encuentra en la obra de Lucio Apuleyo, un escritor y filósofo romano, que vivió entre los años 125 y 180. Su novela De Asino Aureo
cuenta la historia de dos hermanas malignas, Meroe y Panthia, que
bebieron la sangre de un tal Sócrates (ninguna relación con el gran
filósofo griego). Las hermanas cerraron las heridas de Sócrates con una
esponjilla para que éste no se diera cuenta de la pérdida de sangre,
pero cuando al día siguiente se inclinó para beber agua de un río, la
esponjilla se cayó al agua, y tras ella la última gota de vida.
El
vampiro como muerto viviente bebedor de sangre ya era conocido en las
leyendas de algunos países, siendo posible encontrar relatos en
Inglaterra y Dinamarca durante el siglo XII que nos hablan de seres
parecidos. Con el tiempo, y especialmente gracias a las novedades que
aportaba el llamado Siglo de las Luces,
donde se vive el triunfo de la razón y el desprestigio de las
supersticiones, fueron poco a poco desapareciendo. Pero años más tarde
surgió una de las personas que más hizo para avivar estas creencias en
el vampirismo, aunque su idea inicial era rebatir su existencia: el
padre benedictino Dom Augustin Calmet
(1672-1757). Calmet vulgarizó en el siglo XVIII las leyendas y fábulas
de Centroeuropa sobre los vampiros, exponiendo en su obra Tratado sobre los vampiros
(1746) las historias de estos seres en tierras de Austria, Hungría,
Polonia, Serbia, Moravia, Silesia y Prusia, aunque también anotó casos
de lugares tan distantes como Perú, Laponia o Inglaterra.
También han existido las leyendas de vampiros en España, como muestran las guaxas en Asturias, las guajonas en Cantabria y las meigas chuchonas en Galicia, todas ellas con un solo colmillo para succionar la sangre de sus víctimas, sobre todo niños.
Los vampiros en la Antigüedad
En Mesopotamia se invocaba a los dioses protectores para que acabaran con los Utuhu y a los Maskin,
seres muy similares a los vampiros que eran los culpables de las
enfermedades y las pestes, por parte del pueblo. Estos seres junto con
las huestes de Alal y Telal, pueden considerarse como antecesores de los vampiros.
En el Antiguo Egipto encontramos deidades vampíricas como Srun,
caracterizada por tener aspecto de lobo y largos colmillos. Solían
alimentarse de los cuerpos de sus víctimas humanas. Los fenicios tenían
la creencia de que la mortandad de niños era debida a los ataques de Lilitu,
espectro errante que se alimentaba de la sangre de los infantes. Se
hicieron exorcismos para devolver a los chupasangres (también llamados chtonios, “amigos de la sangre”) a sus tumbas.
Kali Ma, en la India
era una diosa sanguinaria y feroz, con cuatro brazos y una larga
cabellera. Se le ofrecían sacrificios humanos en los que la sangre era
el elemento principal. Otros seres eran los butchas.
En la antigua China
se consideraba que se convertían en vampiros aquellos que habían
cometido crímenes en vida. Cuando éstos morían, se les exhumaba y se les
cortaban todos sus miembros a trozos.
En América, el pueblo amerindio Mapuche tiene entre sus creencias la existencia de un ser vampírico conocido como el Pihuychen
que atacaría principalmente a animales, pero también a humanos.
Igualmente creían en la existencia de una criatura vampírica acuática
conocida como Trelke-wekufe (El cuero). Posteriormente ambos seres formarían también parte de la tradición chilena. También los Aztecas creían en un ser vampírico conocido como Civatateo
que atacaba a los niños que después morían de una extraña enfermedad.
También se dice que atacaba en las noches y especialmente en los cruces
de caminos. Tambien en la cultura Maya
se creia que el guardian de Xibalba era un murcielago con rasgos
humanos llamado Camazotz que decia arrancaba las cabezas de los
extraños.
Ya en Europa, más concretamente en la antigua Grecia, existía en su mitología la leyenda de Lamia, que era hija del rey oriental Belus y cuyos hijos fueron asesinados por la diosa Hera al conocerse que Lamia tuvo un romance con Zeus. Para vengarse, Lamia
comenzó a perseguir a todos los niños que se encontraba para extraerles
la sangre para alimentarse. Esta leyenda se convirtió en superstición que se transmitía en las zonas rurales de Grecia y que contaba que Lamia
atacaba a todos los viajeros extraviados, seducidos por la belleza de
la “chupasangre”. Este caso es el más parecido a la concepción histórica
de vampiro. También en la mitología griega se encuentra el caso de Empusa,
hija de la diosa Hécate, un ser con pies de bronce y monstruoso que
podía transformarse en una bella mujer y conquistaba a los hombres para
aprovecharse de su sangre. Además en la Hélade existían en sus leyendas las striges,
deidades con rostro de mujer y cuerpo de pájaro que absorbían la sangre
de los humanos mientras estos dormían. También existía un ser llamado Vrycolaka, que atacaba a su familia después de muerto.
Los romanos tenían a los larvae,
no-muertos que no habían pagado sus crímenes en vida, y se vengaban de
su estado esquelético y fantasmal absorbiendo la vida de los vivos.
El vampiro en la Edad Media
En la Edad Media, en los países de religión musulmana se hablaba de unos vampiros llamados gul, en el caso de ser varón, y gola
siendo mujer, que se convertían en tales por haber tenido una muerte
violenta. Estos seres tienen su aparición en uno de los relatos de Las mil y una noches llamado Honor de un Vampiro.
En la primera expedición de los vikingos hacia Islandia
en diferentes grupos, ocurrió que en la primera noche allí, uno de los
grupos (que se componían de una treintena cada uno) fue masacrado por
una especie de vampiros que les absorbieron la sangre.
La palabra upier (también como en polaco significa vampiro) llegó a utilizarse por primera vez en Rusia en el año 1047 para referirse a un príncipe ruso.
En 1190 Walter Map escribe De Nagis Curialium, en donde escribe hechos ocurridos por ataques vampíricos en Inglaterra. También recoge casos ingleses William de Newburgh en sus Chronicles, en 1196.
Durante la Edad Media,
las pulgas, que son también chupadoras de sangre, se consideraban un
ser vampírico por su implicación a la hora de extender la Gran Peste Negra de 1348.
De aquí surgieron varias referencias literarias sobre “el Señor de las
Pulgas” y, por extensión, “el Señor de los Insectos” y “el Señor de las
Moscas”. Los celtas enterraban a sus muertos boca abajo, para que
entraran en el “otro mundo” mirando en la dirección correcta: hacia
abajo. En Europa Oriental, era frecuente introducir un diente de ajo en la boca de los muertos antes de inhumarlos.
También en la Edad Media y en Cataluña
se encuentra la historia del Conde Arnau de Mataplana. Este conde
prometía una medida de trigo a todo aquel que le suministrara una medida
de piedra para la construcción de su castillo. Una vez construido el
mismo, Arnau no cumplió con lo dicho respecto a sus súbditos. La
población en venganza avisó a las brujas
del lugar para que realizara hechizos sobre el conde y estos se
realizaron. El conde, no enterado de estas conjuras contra él, estaba
enamorado de una abadesa del convento de San Juan de las Abadesas, a
quien, después de haber sido rechazado, violó y secuestró para
llevársela a su nuevo castillo. Era noche de difuntos. Cuando a la
mañana siguiente fueron unos hombres a parlamentar con Arnau, se
encontraron con la espantosa imagen del conde y la abadesa despedazados
por lo que dijeron unos perros vampíricos. Se dijo que hasta el siglo XIX
cada noche de difuntos el conde, la abadesa y la jauría de perros
salían del más allá para chupar la sangre y despedazar a todo aquel que
se encontraran por la noche en aquellos lares catalanes.
En Pratdip,
existe la leyenda de que unos perros vampíricos atacaban a los
habitantes de esta población, además de historias de conjuros y hechizo.
Otro vampiro en Cataluña, también en el Ampurdán, es el caso de Ugarés. Fue un hombre que vivió en un megalito y que fue poseído por espíritus malignos por extraños personajes venidos desde el Mar Caspio. Se dice que murió en el siglo X
en una batalla, en la que sufrió un ataque de posesión que descargó
contra sus enemigos. Luego en el siglo XV se construyó un castillo donde
había sido enterrado, justo en el megalito en donde vivió. Durante las
obras y luego ya construido hubo toda clase de desgracias, como
enfermedades plagas y muertes extrañas. El que rigió el castillo también
ha pasado a la historia con el nombre de Ugarés y se dedicó a realizar
todo tipo de tropelías como asesinar niños y luego beberse la sangre de
estos y comerse sus cuerpos (decían que le había poseído el espíritu del
antiguo Ugarés). Todos los habitantes de la villa decían que nunca
envejecía y que adivinaba el futuro. En 1427 hubo un terremoto en la zona y todos creyeron que Ugarés había muerto, pero en 1483 aparecieron de nuevo las epidemias y las desapariciones de personas y durante siglos la leyenda de los Ugarés pervivió.
En el siglo XV existió una familia vampírica que vivía en East Lothiam, Escocia.
Primero fueron una pareja que ingerían la sangre y comían a los
viajeros que se hospedaban en su casa. Luego sus hijos heredaron estas
actuaciones de vampiros.
Michel Beheim, un juglar germánico, compuso en 1463 una canción con el título Von ainem wutrich der hies Trakle waida von der Walachei donde relataba la historia de un noble rumano llamado Vlad Draculea. Beheim era súbdito del rey húngaro Matías Corvino, en cuya corte se refugió Draculea cuando tuvo que huir de Valaquia. Valaquia, fundada en 1290 por Rodolfo el Negro es una comarca de Transilvania (Rumania).
Transilvania significa “las tierras más allá de los bosques”. El otro
nombre de esta región, Siebenbürgen, se deriva del alemán y significa
“los siete castillos”, lo que da a entender bien su importancia
estratégica y la complejidad del sistema defensivo que allí existía en
aquellos tiempos. De hecho, los intrincados valles y montañas de la
remota Transilvania constituyen la puerta meridional de Europa; todo
invasor que, procedente de Asia,
desee conquistar por el sur las fértiles llanuras del continente
europeo tiene que pasar obligatoriamente por Valaquia y Transilvania. Y
por esa razón, la guerra y la crueldad han sido allí moneda común desde
hace miles de años.
Dracul (que significa el dragón, aunque la palabra rumana utilizada para referirse al Demonio es idéntica) era el apodo del voivoda (príncipe) valaquio -la idea de que era transilvano es aportación de Bram Stoker- Vlad II Dracul, caballero de la Orden del Dragón, un colectivo secreto fundado por el Sacro Emperador Romano en 1410. Vlad Dracul fue el padre de Vlad III Tepes (el Empalador) que vivió en constante estado de guerra durante 1431 y 1476. Vlad III Tepes fue el modelo que recogería el escritor Bram Stoker para crear su famosísimo personaje, el Conde Drácula.
Draculea significa hijo de Dracul, y este apodo pronto derivó a
Drácula. Pese a lo que se dice en la novela de Stoker, los rumanos no
establecen conexión entre Vlad III Tepes y el vampirismo; de hecho,
debido a su capacidad para expulsar a los turcos de Valaquia
(mediante métodos extremadamente crueles y brutales, pero quizás
apropiados para el lugar y la época) se le considera un héroe nacional
en Rumania,
el salvador de Europa. Por los mismos métodos, también logró que
desapareciera toda delincuencia de su reino -algo muy difícil en tiempos
tan convulsos de invasiones y revueltas-. Para más información sobre la
figura histórica de Vlad III Tepes se recomienda leer L’Histoire du Prince Dracula, de Matei Cazacu, que incluye los trabajos de M. Beheim.
Creando a su alrededor un aura demoníaca,
logró que unos y otros se lo pensaran dos o más veces antes de
atacarle. Paralelamente, la leyenda de Draculea, hijo de Dracul, el
Dragón, el Diablo, el Vampiro, pudo surgir. Como mínimo desde 1460,
sus enemigos en el exterior y en el interior estaban convencidos de que
Vlad disponía de poderes necrománticos, pues sólo así podía explicarse
su conducta, y pensaban que su reducido ejército diurno quedaba
reforzado durante la noche por las cien mil almas de sus víctimas
convertidas en raptores de niños y doncellas, chupadores de sangre,
fantasmales guerreros de la oscuridad en busca de implacable venganza
contra los vivos. El concepto moderno de vampiro había nacido.
Despues de Dracul, podemos encontrar a
otro personaje que existio en la historia, era hijo bastardo de Enrique
VIII y su nombre era Henry Fitzroy, supuestamente murio de unas extrañas
fiebres a la edad temprana, aunque no para la epoca, de 19 años.
Algunos cuentan que después de su aparente “muerte”, volvio a ser visto
por las calles de Londres un siglo después, ya siendo coetáneo de
William Shakespeare.
Directamente de la historia y la literatura tenemos también la antigua leyenda de la bella Condesa Elizabeth Bathory (La Condesa Sangrienta), el prototipo de noble hermosa y diabólica que tomó Joseph Thomas Sheridan Le Fanù para crear a su famosa vampiresa Carmilla (Condesa Mircalla Karnstein) en 1872.
Cuenta la leyenda que Elizabeth era una belleza de la alta aristocracia
húngara, muy afamada en toda Europa por su increíble hermosura, pero
ella era vanidosa en exceso y su mayor miedo era perder su juventud y su
belleza. Su mano fue concedida a un noble héroe húngaro, pero este
murió en la guerra y ella quedó viuda, sola en su castillo se marchitó
lentamente asta que un día, mientras una de sus Damas de Honor le
peinaba su largo cabello de ébano, tiró demasiado fuerte con el peine,
instintivamente la Condesa le dio un fuerte bofetón con su espejo de
mano como recompensa, y la dama sangró, manchando la blanca mano de la
Condesa con su sangre, al limpiarse la mancha de sangre Elizabeth creyó
ver su mano más hermosa que antes, en ese momento mandó que desangraran a
su doncella y que llenaran su bañera con la sangre de esta, para ella
poder tomar un cleopatrico baño embellecedor. A partir de entonces la
Condesa sembró el terror en sus dominios, mandaba secuestrar a jóvenes
vírgenes para procurar sus baños de sangre, tanto disfrutaba con esto
que incluso se hacía servir esa inocente sangre en copas para beberla,
se rodeó de brujas y se instruyó en la magia negra, magia que su noble y
antigua familia practicaba antaño, en tiempos remotos. Tantas doncellas
llegó a matar que el pueblo acabó por sublevarse y así terminó todo.
Elizabeth, Condesa de Cathrice fue condenada a cumplir cadena perpetua
en sus aposentos, aposentos que serían sellados para siempre y que
verían cuatro años más tarde su muerte, su corte de brujas fue condenada
a pena de muerte en la hoguera y su historia pasó a engrosar la
creciente leyenda de los vampiros. Estos hechos acontecieron entre 1560 y 1614
de nuestra era. Su leyenda no terminó allí, las gentes de sus tierras
aseguraban entre susurros que la bella Condesa regresó de su muerte
convertida en vampiresa, se transformaba en gato e invocaba gatos negros
para lograr sus propósitos siguiendo así con su estela de asesinatos.
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