Hace algún tiempo decidí emprender junto con algunos compañeros del
colegio una expedición al estado de Hidalgo, México, donde se encuentra
un pequeño pueblo llamado Tepoztlán, un lugar famoso por estar lleno de
historias acerca de sucesos paranormales. Lo primero que llamo nuestra
atención fue el hecho de que ningún camión de ruta llegara directamente
al pueblo, la única forma de acercarse era ir en auto particular o
tomar un pequeño vehículo colectivo que salía unos kilómetros atrás.
Al llegar al pueblo comenzamos a hacer preguntas a los lugareños, y
se nos hizo increíble la cantidad y variedad de leyendas que se cuentan
en el lugar, pero hubo una en especial que llamo nuestra atención por
ser la más conocida entre la gente. Los relatos hablaban acerca de
esferas de fuego que se podían observar todas las noches dando vueltas
alrededor del cerro Tepozteco localizado a menos de un kilometro del
centro de Tepoztlán.
El conductor del taxi que no llevo hasta el pie del Tepozteco, lugar
donde íbamos a pasar la noche en casas de campaña, nos conto que esas
bolas de fuego eran una clase de brujas conocidas como “tepas”, que en
el día tomaban forma de animales y caminaban entre la gente marcando a
quienes serian sus futuras presas mediante un piquete, una mordida o un
rasguño, y durante la noche regresaban a su forma humana, se quitaban
las piernas y las colocaban en cruz frente a la chimenea para poder
volar por el pueblo y llevarse a sus víctimas. También agregó que sus
víctimas preferidas eran los recién nacidos, a los cuales podían
observar a través de los espejos y que debido a esto todos en el pueblo
tenían la costumbre de tapar con sabanas todos los espejos de sus casas
para así evitar que las tepas notaran la presencia de los niños.
Al llegar a la zona de acampado daban aproximadamente las 6 de la
tarde, colocamos nuestras cosas mientras comentábamos lo absurdo que
sonaba lo relatado por el conductor del taxi. Para cuando dieron las 8pm
y ya todo se encontraba oscuro, nosotros estábamos listos y con cámara
en mano para iniciar la caminata hacia el cerro. Llegando a la base
comenzamos a subir por una ladera que conducía hasta una roca de gran
tamaño a la cual los lugareños apodaban “El Dado” por su forma cubica,
el camino de subida fue bastante sencillo, así que una vez arriba nos
tomamos la libertad de descansar ahí por un par de horas.
Pasadas las 11 de la noche, uno de mis compañeros llamado Oscar nos
comento que ya no soportaba más el aire tan frio y nos pidió que
bajáramos de una vez, decepcionados por no haber logrado captar nada en
video, decidimos hacerle caso y emprender la bajada hacia el campamento.
A mitad de camino la vereda se hacía más estrecha, por lo que tuvimos
que colocarnos en fila y avanzar uno tras otro para poder continuar el
descenso, de repente, Arturo, el compañero que iba caminando hasta
adelante se detuvo en seco, y todos nos acercamos a investigar el motivo
de su reacción, grande fue nuestra sorpresa al ver que a unos 5 metros
de nosotros, justo donde el camino volvía a ensancharse se encontraba de
pie una figura de alrededor de 1.80 metros de altura, parecía
encontrarse de espaldas hacia nosotros, y no se movió ni cuando uno de
los compañeros soltó en voz alta un “Buenas noches” pensando que se
trataba de algún pastor o cazador de la zona, la figura permaneció ahí
alrededor de unos 15 minutos, lo más lógico para mí fue pensar que se
trataba de un árbol o alguna formación rocosa que a causa de la
oscuridad asemejaba una figura humana, le comunique mis pensamientos a
mi compañero Oscar que era el que se encontraba más cerca de mí, a lo
que él respondió con algo de miedo en su voz -“Yo también pensé lo
mismo, pero esta respirando” . Al escuchar lo que dijo Oscar sentí una
repentina punzada de miedo en el cuerpo, pensando que podía hacer para
que esa cosa se quitara de nuestro camino. Pasado un rato y consciente
de que no podíamos pasar ahí la noche, Arturo sugirió que pasáramos por
la orilla de la vereda rodeando la figura que nos bloqueaba el paso, y
así lo hicimos, nos tomamos de las manos y pasamos sin levantar la vista
ni por un momento, y en cuanto nos sentimos seguros, echamos a correr
hacia las casas de campaña.
Lo que relato en los párrafos anteriores, es algo verídico, no se si
se tratara de una “tepa”, aunque según algunos lugareños a los que
contamos la experiencia así fue, desgraciadamente y para nuestra
vergüenza ninguno de los presentes tuvo el valor de intentar captar en
cámara lo sucedido, pero esto no acaba aquí, ya que seis meses después
tuve la suerte de poder regresar al lugar con otro grupo de amigos, y
volver a vivir algunas anécdotas interesantes relacionadas con lo
sobrenatural que compartiré con ustedes en futuros artículos. Por otro
lado, invito cordialmente a los incrédulos a pasar la noche en el
Tepozteco.
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