miércoles, 19 de diciembre de 2012

Navidad de sangre, casos reales en Navidad.


 
El hombre que disfrazado de Santa Claus asesinó a seis personas en Navidad, antes de suicidarse, llamó a la línea de emergencia 911 en el curso de la masacre, reveló cadena de noticias CNN.

La televisora dio a conocer el audio de la llamada que Aziz Yazdanpanah realizó poco antes del mediodía del domingo 25 de diciembre desde el departamento en Grapevine donde sucedieron los hechos.

“Ayúdenme... ayúdenme”, se escucha decir a Yazdanpanah a la operadora del 911 que respondió a su llamada.

Cuando la mujer pregunta al hombre de 56 años si necesita ayuda, este responde con voz apenas perceptible “estoy matando gente... estoy matando gente”.

Las autoridades sospechan que el hombre llegó disfrazado de Santa Claus al departamento en esa comunidad al noroeste de Dallas cuando sus ocupantes habrían sus regalos, y empezó a disparar contra ellos.

La policía encontró dos armas de fuego en el interior del inmueble que se sospecha Yazdanpanah utilizó para asesinar a sus víctimas, incluyendo a su ex esposa, su hija de 19 años de edad y un hijo de 15 años.

Otras víctimas incluyeron a una hermana de la exesposa del asesino, el esposo de ésta y una hija de éstos.

Aunque las autoridades no han precisado las causas de la masacre, reportes de prensa indican que problemas económicos y maritales pudieron haber llevado al hombre a cometer el peor acto de violencia en Grapevine.
 
En Uruguay, hay una tradición asociada a la navidad; los niños arman muñecos de trapo
(de tamaño realista) rellenos con pasto seco. El veinticuatro de diciembre, al llegar la
medianoche se les prende fuego, previamente se colocan petardos en su interior.
Los muñecos representan a Judas, y así se les llama.


Facundo y sus amigos recorrieron el barrio con su Judas, cargándolo sobre una carretilla.
En las esquinas lo acomodaban para que quedara sentado, entonces pedían colaboración
para comprar los petardos (parte de la tradición).
El veinticuatro amaneció tormentoso. En la parte superior del cielo se apelmazaban nubes
oscuras, y más abajo, cerca de la línea del horizonte, asomaban colosales nubes blancas
como el algodón. Hacia el final de la tarde resonaban truenos por todas partes, y al llegar
la noche unos relámpagos se anticiparon a un aguacero torrencial que sumió a la ciudad.

Durante la cena, la familia de Facundo hablaba a los gritos, para hacerse entender sobre
el estruendo de la tormenta. La luz blanca de los rayos entraba por la ventana, y después
su sonido de cañonazo hacía que todos se estremecieran.
Cerca de la medianoche la lluvia paró de repente, aunque en el cielo siguieron los relámpagos.
Un tío de facundo se acordó del Judas, y sobre un vaso de cerveza dijo entre sorbos:

- ¡Facundo! Trae el Judas… Hay que aprovechar que paró de llover… y prenderlo,
que son casi las doce.

El Judas estaba en el galpón, a unos veinte metros de la casa. Los relámpagos iluminaban
el sendero que pasaba entre unos limoneros y un gran árbol de higos. Facundo caminó
con cuidado, entre los relámpagos la oscuridad se cerraba de tal forma que no veía nada.
Pensó que hubiera sido mejor llevar una linterna, pero ya estaba frente al galpón.
Cada vez se escuchaban más fuegos artificiales, y los relámpagos seguían cruzando por
el cielo, en donde las nubes parecían tener todo tipo de formas, grotescas algunas.
Empujó la puerta del galpón, adentro era una boca de lobo. Recordaba haber dejado
al Judas frente a la puerta, pero unos fogonazos de luz le mostraron que allí no había
nada.

Entró unos pasos hacia la oscuridad. Volteó hacia un ruido sordo, apagado, y la luz
de un rayo reveló algo espantoso; el Judas, como un animal, se iba arrastrando por el
suelo, rumbo a él. Por alguna razón sobrenatural, aquellos brazos y piernas fofas estaban
rígidos, y el Judas andaba sobre ellos como lo hace un perro.
Tras cruzar el sendero corriendo, Facundo entró a la casa a los gritos. Después de tartamudear
lo que había visto, su padre y unos tíos fueron hasta el galpón; el Judas estaba tirado en
el suelo, y ya no se movía.
Lo ataron a una estaca y le prendieron fuego, Facundo miraba desde prudente distancia,
pegado a sus padres. Mientras el muñeco se consumía, le pareció ver que volteaba la
cabeza hacia él.

¡Feliz navidad!

 

 

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