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domingo, 3 de febrero de 2013

Los cimerios perdidos en el tiempo

El misterio cubre la verdadera faz de uno de los pueblos más importantes y desconocidos de la Historia antigua, desaparecido entre el Mar Negro y el Egeo.
¿Alguien ha oído hablar alguna vez de los cimerios? Seguramente muchos dirán que sí, sobre todo los aficionados a los cómics y sagas épicas de Conan, el popular bárbaro creado en 1932 por el escritor estadounidense Robert E. Howard, nacido, según su autor, en las sombrías tierras montañosas de Cimmeria.
Pero la verdad histórica es muy distinta a la de ese reino de ficción de Conan "el Cimmerio", puesto que existió realmente un pueblo cimerio en la Antigüedad. Robert E. Howard, escritor de prolífica imaginación, que gustaba de introducir en sus relatos nombres y topónimos extraídos de las fuentes clásicas, para dotarlos de un trasfondo histórico que les añadiera verosimilitud, se limitó justamente a eso: a reutilizar un nombre preexistente para sus propios fines literarios. Incluso alteró ligeramente el topónimo, al añadirse una m (Cimmeria, en lugar de Cimeria).

Los cimerios históricos

Como suele ocurrir a la hora de rastrear las huellas de sociedades antiguas que carecían de escritura u organización estatal, el pueblo cimerio aparece descrito por primera vez por historiadores de otros lugares "más civilizados". 

En este caso, la primera mención conocida en la Historia sobre los cimerios viene de los asirios, quienes, hacia el 714 a.C., registran en sus anales la existencia de los Gimirri -término asirio llamativamente similar con "cimerio"-, pueblo bárbaro de jinetes nómadas, extendido por las estepas del Cáucaso (seguramente Azerbaiyán y Norte de Irán), que fueron enrolados como mercenarios por el rey asirio Sargón II en su lucha contra el reino rival de Urartu.
El rey de Urartu, Rusa I, falleció en combate en el 713 a.C., tras lo cual, al parecer, Sargón se desinteresó de los cimerios. Entonces, según R. Ghirsman, se vieron obligados a emigrar, dividiéndose en dos grupos: uno, el más pequeño, se dirigió a los Zagros, en donde desapareció sin dejar huella; el otro, más nutrido, emigró a Occidente, empujado por el acoso desde su retaguardia de otros belicosos pueblos nómadas orientales, los escitas, llegando así a la Península de Anatolia (Turquía) y el Mar Negro.
A los cimerios, que vivían normalmente del pastoreo y la caza, se les atribuye el honor de ser probablemente los primeros hombres en domesticar el caballo. Además, numerosos datos apuntan a que los escitas, también famosos jinetes, en realidad aprendieron el arte ecuestre de sus antecesores cimerios.

Cimerios, un pueblo indefinible

Los cimerios, pueblo de origen confuso, ambiguo, pues se le atribuyen raíces culturales y lingüísticas tanto uralo-altaicas como indoeuropeas e iranias -lo que no hace sino acrecentar la problemática de su identificación histórica-, una vez en Anatolia, se asentaron temporalmente en la desembocadura del Halys, desde donde se dedicaron a devastar Frigia y Lidia. 
Pero allí entraron en conflicto con los intereses de algún poderoso rey asirio (Assahardón o Assurbanipal II), el cual les infringió una severa derrota de la que nunca más se recuperarían, aniquilados masivamente en algún lugar ignoto de Capadocia. A partir de entonces (siglo VII a.C.), los cimerios desaparecen de la Historia sin dejar rastro.
Cabe suponer que hubiera supervivientes, pero éstos se dispersarían o, a la postre, terminarían fusionándose con otros pueblos de la región (griegos, hititas, o los mismos escitas y asirios). Efectivamente, se pueden rastrear notables huellas de su influencia en la cultura escita y la Tracia helénica (Bulgaria), dado que, al fin y al cabo, los escitas acabarían llegando también a Tracia, tras bordear el litoral del Mar Negro.
Si hasta aquí parece difícil determinar claramente quiénes eran esas escurridizas tribus, la cosa se complica aún más cuando se trata de estudiarlas a la luz de otras fuentes, la de los historiadores clásicos griegos, como Homero (s. VIII a.C.) y Heródoto (s. V a.C.), quienes dieron sus propias descripciones sobre Cimeria.

¿Dónde estaba Cimeria?

La determinación de una tierra concreta para pueblos nómadas como este es, per se, cosa imposible, pues Cimeria estaría siempre allá donde se encontraran establecidos, en cada momento, los cimerios -digamos,"viajando con ellos"-, algo lógico dada su economía pastoril, cazadora y saqueadora, y la citada presión de otros pueblos migratorios.
Pese a todo, dichos autores grecolatinos establecieron una localización para Cimeria, región que correspondería, según Homero (Odisea, libro XI), a la entrada del Hades (Infierno), "en los confines del Océano", tierra inhóspita "nunca acariciada por el sol". Homero identifica Cimeria con esa vasta región comprendida entre los ríos Tanais (Don) y Tyras (Dniéster), entre el Sureste de Ucrania y Moldavia; y añade que Odisseo (el Ulises romano) visitó Κυμαιρια ("Kymeria") inmediatamente tras escapar de los encantos de Circe, bruja de Eea.
Eea ha sido identificada frecuentemente con una islita de la costa occidental de Italia, en donde la toponimia menciona también Κυμαι ("País de Kymai"), palabra semejante a Cumas, localidad situada al Oeste de Nápoles. Las similitudes entre ambos topónimos, Kymairia y Kymai, son sumamente interesantes, pero aumentan considerablemente la confusión sobre el emplazamiento de Cimeria, pues al relacionarse con el primer dato de Homero se establecen vínculos entre zonas demasiado alejadas entre sí (Ucrania---Italia), como presuntas tierras cimerias. O bien hay una contradicción, o tampoco Homero tenía muy claro de qué estaba hablando. 
Conan de Cimmeria fue el sucesor de un personaje anterior de Robert E. Howard: Kull de Atlantis. Durante meses estuvo en busca de un nuevo personaje para el floreciente mercado de venta de relatos pulp de principios del decenio de 1930. En octubre de 1931, presentó un relato corto titulado People of the Dark (La gente de la oscuridad) a una nueva revista titulada Strange Tales of Mystery and Terror (Relatos extraños de misterio y terror) en junio de 1932. En dicha historia aparece Conan, un guerrero de pelo negro protegido por una deidad llamada Crom, que los estudiosos de Howard creen que fue un esbozo de lo que vendría después.
En febrero de 1932, Howard tomó unas vacaciones en una ciudad fronteriza en la parte baja del río Bravo para disfrutar de la cultura local. Durante este viaje concibió el personaje de Conan y escribió el poema Cimmeria, gran parte del cual contiene extractos de las Vidas paralelas, de Plutarco. Según ciertos autores es muy probable que se inspirara en el libro de Thomas Bulfinch The Outline of Mythology (El esbozo de la mitología, 1913) para la concepción de su Era Hiboria. Tras el viaje reescribió la historia de Kull, By This Axe I Rule! (¡Con esta hacha gobierno!, mayo 1929) con un nuevo título, The Phoenix on the Sword (El fénix en la espada) y con Conan como protagonista, en febrero de 1932. También escribió The Frost Giant's Daughter (La Hija del Gigante de Hielo), inspirada en el mito griego de Dafne, y envió ambas a la revista Weird Tales, aunque sólo la primera fue aceptada y publicada en diciembre de 1932.
Esta revista pulp norteamericana de ciencia ficción, fantasía y terror se hizo famosa por publicar relatos de notables autores como Howard Phillips Lovecraft, Clark Ashton Smith, Tennessee Williams, Robert Bloch, Seabury Quinn y otros. La gran aceptación de The Phoenix on the Sword por parte de los lectores causó que el editor, Farnsworth Wright, pidiera a Howard que escribiera un ensayo de 8.000 palabras en el que se detallara la época de Conan. Howard escribió entonces el ensayo titulado The Hyborian Age (La Edad Hiboria) y lo usó como directriz para el trazado de su próximo relato, The Tower of the Elephant (La Torre del Elefante), el primero que integraba su nueva concepción de la Era Hiboria.
La publicación y el éxito de The Tower of the Elephant impulsó a Howard a escribir muchas más historias de Conan para Weird Tales. En el momento de su suicidio en 1936 había escrito 20 relatos (veintiuno contando la novela The Hour of the Dragon (La hora del dragón)), quince de los cuales fueron publicados en vida del autor (dieciséis contando la novela), y varios fragmentos no finalizados. Tras su muerte, los derechos de autor pasaron por varias manos, pero finalmente bajo la dirección de L. Sprague de Camp y Lin Carter las historias fueron expurgadas, revisadas y reescritas, aunque durante cuarenta años las versiones originales de Howard no se imprimieron.4 Sólo en 1977 con Berkley ediciones se hizo un intento de volver a los primeros textos publicados.4
En los años 1980 y 1990, los titulares de los derechos de autor permitieron editar los relatos completos originales, además de continuar vendiendo versiones de otros autores.4 En 2000 se publicó una edición de la editorial británica Victor Gollancz Ltd, que publicó en dos volúmenes la edición completa de las historias de Howard como parte de su colección Fantasy Masterworks, entre ellos varios relatos que nunca habían sido impresos en su forma original.4 Dicha publicación utilizó principalmente las versiones de los relatos tal y como se publicaron en Weird Tales.
En 2003, la editorial británica Wandering Star recobró los manuscritos originales de Howard y enfocó las historias en una forma más académica e histórica. Publicó ediciones de lujo de tapa dura en Inglaterra, que fueron reeditadas en Estados Unidos por Del Rey Manga.4 El primer libro, Conan of Cimmeria: Volume One (1932–1933) (Conan el Cimmerio: Volumen Uno) fue publicado en Estados Unidos en 2003 como The Coming of Conan the Cimmerian (La llegada de Conan el Cimmerio), y traducido por Timun Mas como Conan el Cimmerio. Incluye notas de Howard sobre la concepción de su universo de ficción así como cartas y poemas acerca de la génesis de sus ideas. Fue seguido de Conan of Cimmeria: Volume Two (1934) (Conan el Cimmerio: Volumen Dos, 2004) y Conan of Cimmeria: Volume Three (1935–1936) (Conan el Cimmerio: Volumen Tres, 2005), que se publicaron en Estados Unidos en 2005 respectivamente como The Bloody Crown of Conan (La corona sangrienta de Conan) y The Conquering Sword of Conan (La espada conquistadora de Conan). El primer volumen incluye los relatos escritos en 1932 y 1933, el segundo los relatos escritos en 1934 y el tercero los que fueron escritos en 1935 y 1936. Los tres juntos incluyen todos los relatos de Conan escritos por Howard y por orden de escritura y no de edición, tanto los ya editados como los que hasta entonces habían estado inéditos.4
Existen otros numerosos relatos y novelas tanto apócrifos como firmados por autores diferentes de Robert E. Howard, como Lyon Sprague de Camp, Lin Carter y otros. Las siguientes listas, sin embargo, sólo exponen los escritos originales de Howard. Cada lista sigue el orden en que las obras fueron escritas, no el orden en el que fueron publicadas

El dato mas curioso es que su autor siempre menciono pese a los descibrimientos arqueologicos que coincidian con su relato de supuesta fantasia, era que el siempre menciono que parecia mas alguien le contaba los relatos del rey Conan, otra cosa de meditar es la relacion con Lovecraft, como ambos usaban dioses y demonios del necronomicon en sus relatos, y como pasa con quien entra mucho al rincon d elos parasitos de la mente los dos autores se quitaron la vida.

 


la siguiente parte la platicareos en ingles para un solicitante de otro pais. 
Conan, the black-haired, red-skinned Cimmerian, has become over the last twenty five years a different fellow than the legendary swordsman who walked off the pages of Weird Tales magazine and out of the imagination of Robert E. Howard.  First collections with pastiches by other writers, comic books, then films have changed Conan’s “public image” greatly, making him a veritable house-hold word as it increasing his size, reduced his intelligence and obscured the fantastic back-drop that was a part of all Robert E. Howard’s best works.
 The Hyborian Age, that time between the Fall of Atlantis and the rise of the world as we know it, is a vivid setting for the adventures of the Cimmerian who came down from the North to carve out an empire.  But behind the Hyborian Age, as behind the worlds of Howard’s other characters, like Solomon Kane, Bran Mak Morn and King Kull rests a macabre shadow, a world vision that is largely inspired by Howard’s correspondent, fellow contributor to the famous Weird Tales, and friend, H. P. Lovecraft.  The influence that Lovecraft had on the younger Howard was much greater than many recognize.
 Recently at a convention I asked L. Sprague de Camp, biographer of both Howard and Lovecraft, if he considered the Conan series to be part of what Derleth called “The Cthulhu Mythos”?.  Mr. de Camp only acknowledged a begrudged family resemble.  Though no one has claimed the Conan stories as part of the Cthulhu Mythos, that group of stories by HPL and his friends centered on Cthulhu and his kin, it does by proxy exist next to them.  One of the King Kull stories, “The Shadow Kingdom” (Weird Tales, August 1929) is a Mythos tale.  Kull lived in the age before Conan, thus, they exist in the same world, though at different times.  But this isn’t enough to place the Hyborian Age into the frame-work of the Mythos.  Howard did write at least six undisputed Cthulhu Mythos stories, “The Worms of the Earth” and “The Black Stone” being two of the best.  These tales name the beings of Lovecraft’s world, tell of new books and monsters, but none  feature the beloved Cimmerian.
 Howard’s concept of the supernatural in his fiction can be best summed up by this dialogue taken from “Shadows in the Moonlight” (Weird Tales, April 1934):  “‘What gods?’ he muttered./‘The nameless, forgotten ones.  Who knows?  They have gone back into the still waters of the lakes, the quiet hearts of the hills, the gulfs beyond the stars.  Gods are no more stable than men.’”
 Here we can see Howard has created a world that was once inhabited by wondrous and terrible creatures but most have fled, leaving only a few remote survivors, much as Lovecraft (or August Derleth) wrote: “All my stories ... are based on the fundamental lore or legend that this world was inhabited at one time by another race who, in practicing black magic, lost their foothold and were expelled, yet live on outside ever ready to take possession of this earth again.”  Unlike HPL’s protagonists, Howard’s humans do not quail and go mad, but hurl steel and muscle against the unsettling forces of the supernatural -- and one of the mightiest of these combatants is Conan. This key difference is the point of divergence for these two masters of weird fiction.
 In the de Camp edited tale “The Vale of Lost Women” (Magazine of Horror, Spring 1967) Conan shows us this underlying difference as he tells of the minions of the Dark:
 

 “A god,” she whispered.  “The Black people spoke of it -- a god from far away and long ago!”
 “A devil from the Outer Dark,” he grunted.  “Oh, they’re nothing uncommon.  They lurk as thick as fleas outside the belt of light which surrounds this world.  I’ve heard the wise men of Zamora talk of them.  Some find their way to Earth, but when they do they have to take on some earthly form and flesh of some sort.  A man like myself, with a sword, is a match for any amount of fangs and talons, infernal or terrestrial...”
 

 How are such creatures to compare with: “   The thing can not be described -- there is no language for such abysms of shrieking and immemorial lunacy, such eldritch contradictions of all matter, force, and cosmic order.” (“The Call of Cthulhu” 1926) Robert E. Howard wrote at a furious pace, making his living by knowing what editors of action-adventure magazines like Oriental Tales and Top-Notch wanted, often revising little or not at all.  He cannibalized names without much regard for past stories, knowing his audience cared little for such details.  The very first Conan story, not truly a tale of the Hyborian Age, was called “People of the Dark” (Strange Tales, June 1932) featuring a reincarnate Briton named ‘Conan of the reavers.’  Later, Howard would revise his unsold Kull story “By This Axe I Rule” featuring Conan the Cimmerian, beginning a series of seventeen stories to appear in Weird Tales between 1932 and 1936.  That Howard sold so many stories to the legendary pulp can only be attributed to the color with which he depicted the monster-haunted worlds of his imagination.  Few of the Conan tales lack some ‘squamous’ beast’ or ‘unearthly horror’, and those few that do feature other sorceries.
 In his revised tale, “Phoenix on the Sword” (Weird Tales, December 1932) Conan, while lost in dream, sees a strange unearthly place. “He shuddered to see the vast shadowy outlines of the Nameless Old Ones, and he knew somehow that mortal feet had not traversed the corridor for centuries.”  The similarity to the Great Old Ones, the Old Ones or Ancient Old Ones, of Lovecraft stories such as “At the Mountains of Madness”(1931) and “The Dreams in the Witch-House”(1932), which Howard may have seen in rough form, is obvious.
 Conan’s protector, Epemitrius the Sage, warns: “It is not against men I must shield you.  There are dark worlds barely guessed by man, wherein formless monsters stalk -- fiends which may be drawn from the Outer Voids to take material shape and rend and devour at the bidding of evil magicians...”  Again a description that could as easily apply to HPL’s “The Call of Cthulhu”.

 The Nameless Old Ones may be the same Old Ones mentioned in “The Queen of the Black Coast” (Weird Tales, May 1934)
 

 “This was the temple of the old ones,” she said, “Look  -- you can see the channels for the blood along the sides of the altar, and the rains of ten thousand years have not washed the dark stains from them.  The walls have all fallen away, but this stone block defies time and the elements.”
 “But who were these old ones?” demanded Conan.
 She spread her slim hands helplessly.  “not even in legendary is this city mentioned.”
 

 The monsters in Howard’s Conan stories are often very Lovecraftian in their repulsiveness.  Here in “The Slithering Shadow” (Weird Tales, September 1933) a horror stalks a city of opium dreamers.
 

 She saw a giant toad-like face, the features of which were dim and unstable as those of a specter seen in a mirror of nightmare.  Great pools of light that might have been eyes blinked at her, and she shook at the cosmic lust reflected there ... Only the blinking toad-like face stood out with any distinctness.  The thing was a blur in to the sight, a black blot of shadow that normal radiance would neither dissipate nor illuminate...
 It towered above him like a clinging black cloud.  It seemed to flow about him.  His madly slashing saber sheared through it again and again, his ripping poinard tore and rent it; he was deluged with a slimy liquid that must have been its sluggish blood.  Yet its fury was no wise abated.
 

 What these descriptions show is that though it is never named as either a frog-like Servitor of the Outer Gods or a shoggoth (“The nightmare, plastic column of fetid, black iridescence oozed tightly onward ... -- a shapeless congerie of protoplasmic bubbles ...”) it does bear a striking familiarity to both, difficult to see clearly, amorphous and black. These kinds of similarities can be found elsewhere.
 In “The Vale of Lost Women” Livia witnesses a decidedly Cthulhuian relative.
 

... It hovered over her in the stars, dropping plummet-like earthward, its great wings spread over her; she lay in its shadow ...Its wings were bat-like; but its body and the dim face that gazed down upon her were like nothing of sea or earth or air; she knew she looked upon ultimate horror, upon black, cosmic foulness born in the night-black gulfs beyond the reach of a mad-man’s wildest dreams.
 

 Yag Kosha, the imprisoned elephant being from “The Tower of the Elephant” (Weird Tales, January 1933) describes his people as travelling through space: “ ...We swept through space on mighty wings that drove us through the cosmos quicker than light... But we could never return , for on earth our wings withered from our shoulders ...”  A description that might apply equally to HPL’s Mi-Go in the “Whisperer in the Dark”(1930).  “The things come from another planet, being able to live in interstellar space and fly through it on clumsy, powerful wings which have a way of resisting the aether but which are too poor at steering to be of much use in helping them about on earth ...”
 The beastly servants of Bit-Yakin in Howard’s “The Jewels of Gwahlur”(Weird Tales, March 1935) are faintly reminiscent of the Martenses in HPL’s “The Lurking Fear”(1922)
 

... He ate the food the priests brought as an offering to Yelaya, and his servants ate other things -- I’ve always known there was a subterranean river flowing away from the lake where the people of the Puntish highlands throw their dead.  That river runs under this palace.  They have ladders hung over the water where they can hang and fish for the corpses that come floating through ... At first they seemed like gray stone statues, those motionless shapes, hairy, man-like, yet hideously human; but their eyes were alive, cold sparks of gray icy fire.
 

The fact that Howard mentions the eyes strongly suggests that “The Lurking Fear” may have been of influence, since it is the eyes in Lovecraft’s story that give it its final, terrifying clincher.
 

 What I saw in the glow of flashlight after I shot the unspeakable straggling object was so simple that almost a minute elapsed before I understood and went delirious.  The object was nauseous; a filthy whitish gorilla thing with sharp yellow fangs and matted fur.  It was the ultimate product of mammalian degeneration; the frightful outcome of isolated spawning, multiplication, and cannibal nutrition above and below the ground; the embodiment of all the snarling  and chaos  and grinning fear that lurk behind life.  It had looked at me as it died, and its eyes had the same odd quality that marked those other eyes which had stared at me underground and excited cloudy recollections.  One eye was blue, the other brown.  They were the dissimilar Martense eyes of the old legends, and I knew in one inundating cataclysm of voiceless horror what had become of that vanished family; the terrible and thunder-crazed house of Martense.
 

 With so many extraterrestrial beings invading Conan’s world, it is only fair to assume some scholarly mage has created the Hyborian Age’s equivalent of the dread Necronomicon.  The Book of Skelos is mentioned in “The Pool of the Black One” (Weird Tales, October 1933): “...He desired to learn if this island were indeed that mentioned in the mysterious Book of Skelos, wherein, nameless sagas ---, strange monsters guard crypts filled with hieroglyphs -- carved in gold.”  And in “The Devil in Iron” (Weird Tales, August 1934)  “...Conan had seen rude images of them, in miniature, among the idol-huts of the Yuetshi, and there was a description of them in the Book of Skelos , which drew on prehistoric sources.”
 One of most fascinating of Howard’s villain is Khosatral Khel from “The Devil In Iron”, a super-being with an Achilles’ Heel, which Conan discovers only in the nick of time.
 

... he was seeing the transmutation of the being men called Khosatral Khel which crawled up from Night and the Abyss ages ago to clothe itself in the substance of the material universe ... He became a blasphemy against all nature, for he had never known the pulse and stir of animate being ... Strange and grisly were his servants, called from the dark corners of the planet where grim survivals of forgotten ages yet lurked.  His house in Dagon was connected with every other house by tunnels through which his shaven-headed priests bore victims for sacrifice.
 

 Here Howard clearly labels Khosatrel Khel as a terrible survival from another age, quite possibly one of Lovecraft’s other ages.  The use of the name ‘Dagon’ seems to be another allusion to Lovecraft’s 1917 story of the same name. Though the references are never overt, the Conan stories are filled with Lovecraftian atmosphere.  The best example is the strange inhabitants of Xuchotl in “Red Nails” (Weird Tales, July-October 1936). Though not stated, the story has a weird quality reminiscent of HPL, as does the insidious “crawler”, the giant devil-worm equated to Zogthuu in “Black Abyss”(a Kull story), and the Worm in Howard’s Mythos tale, “The Valley of the Worm” by Karl Edward Wagner in his excellent pastiche The Legion from the Shadows (1976).
 Conan was Howard’s last and greatest character.  The strong Lovecraftian elements shown in his early work had begun to fade with these final stories.  Perhaps with “Beyond the Black River”, his last completed Hyborian tale, Howard leaves Lovecraft behind for good, substituting his own Texas locale and American history into the background.  Ultimately this change had to occur with the divergent ideas in the Howard’s and Lovecraft’s fictional goals.  The world of Conan is a world of magic and muscle in conflict, a place where Lovecraft never dwelt.
* 

  

 

martes, 20 de noviembre de 2012

El abuelo buitre


Los dioses antiguos guardan una enorme relación extraterrestre, tomo como referencia un reciente hallazgo del entierro de un Rey en Guatemala en el que a pesar de no encontrarse restos
humanos, si que se pudieron recuperar algunas figuras entre las cuales apareció una estatuilla con apariencia humana y cabeza de pájaro, el cual fue asignada por los arqueólogos como posiblemente un antiguo "Abuelo buitre".
El hallazgo del enterramiento en Guatemala del "Abuelo Buitre", son los restos arqueológicos descubiertos más antiguos de Mesoamérica, según determinaron los arqueólogos tras varios análisis de las cerámicas descubiertas y que después también fueron expuesta a la prueba de radiocarbono, situado a las reliquias entre el 700 A.C. y el 500 A.C., muy probablemente periodo de transición entre la antigua cultura Olmeca y la aparición de la civilización Maya.
Resulta curioso que la representación con cabeza de pájaro de la estatuilla denominada Abuelo Buitre, sea la representación más antigua de Mesoamérica de lo que podría ser un antiguo dios o rey venerado en la antigüedad en Mesoamérica. Se podría relacionar con toda claridad con el más antiguo de los dioses egipcios el denominado como dios RA con cuerpo humano y cabeza de Halcón. Claro que la representación de Ra es mucho más antigua que la estatuilla antigua de Guatemala.

Hallazgo de ceramica de enterramiento en Guatemala 700 a.c al 500 a.c.

Existen muchas teorías relacionadas a la apariencia de pájaro de algunos antiguos dioses, incluso al antiguo dios Ra el cual según las antiguas leyendas descifradas en los jeroglíficos citan su nacimiento del mar, lo que es representado como que RA salio del mar, es decir, nadie nace del mar a no ser que hubiera naufragado su barco, pero muchos relacionan que la salida del dios Ra del mar se debe a que la nave espacial en la que viajaba cayó al mar y el salió de este caminando. Después creó la civilización egipcia y toda su cultura, con sus conocimientos los humanos lograron un avanzado conocimiento de arquitectura y tecnología del cual todavía queda el legado de las pirámides, etc...
Volviendo a Mesoamérica, la estatuilla con cabeza de "Buitre", guarda relación con un antiguo dios que es como mínimo venerado en la época de transición de la más antigua cultura que se conoce en Mesoamérica, la cultura Olmeca, con la aparición de la civilización maya. También esta figurilla humana con cabeza de pájaro, podría pertenecer a la representacion de un todavía más antiguo dios conocido por la civilización Olmeca, algo que los arqueólogos responsables del hallazgo del entierro antiguo de Guatemala desconocen por el momento, pero podría ser así.
La cabeza de pájaro de un humano es la forma de representar en la antigüedad a un rey o dios que debería de tener poderes de pájaro, por lo que probablemente pudiera volar, por lo que existe una gran sospecha de que el el dios Ra fue un extraterrestre que vino a la Tierra por algún motivo u por accidente. Incluso la cabeza de pajaro de RA podría ser una escafandra como las que podrían llevar los pilotos actuales solo que con forma de pájaro.


No pretendo llegar a una conclusión definitiva de que los dioses antiguos guarden alguna relación extraterrestre, pues no existe tal conclusión cientifica, pero si muchas deducciones de algunos investigadores que claramente fueron desprestigiados por sus teorías descabelladas. La representación de estatuillas e imagenes de humanos con cabeza de animales es muy común en la antigüedad, pero por alguna extraña razón los dioses más antiguos de las culturas más antiguas de los diferentes periodos y lugares son representados con cabeza de pájaro.
Es uno de los Misterios más interesantes junto con las pirámides, entre otros misterios que también inquietan a muchos científicos, arqueólogos y ciudadanos interesados en saber ¿de donde venimos y a donde vamos?.


lunes, 22 de octubre de 2012

Kish lo que elneconomicon contaba es verdad

“Todo ello recordaba las ruinas de Machu Pichu en Los Andes, o los primitivos muros de los cimientos de Kish excavados por la expedición del Field Museum de Oxford en 1929…”
La ciudad de Kish es una antigua ciudad sumeria, aquí podemos ver a que imágenes a las cuales se refiere, realizadas en 1929:



Cimientos de Kish excavados por la expedición del Field Museum de Oxford en 1929.

En mayo del 2005, el Elder Signs Press publicó “Colmena”, de Tim Curran. Este libro es una secuela de “Las Montañas de la Locura”. Sin embargo, el autor Curran se tomó grandes libertades con la historia original de Lovecraft. En la historia, ambientada en el presente, la Meseta de Leng se había derrumbado bajo el hielo y la nieve debido a los cambios geológicos. Los Shoggoths son inexistentes y los Primordiales, tanto vivos como etéreos, aún existen bajo el hielo antártico. La trama trata de un grupo de exploradores americanos que desentierran una tumba de un Primordial y una ciudad. Paralelamente también se ocupa de una expedición con un experimentales sumergibles para romper el lago Vostok, para encontrar la ubicación de una ciudad bajo el agua donde los Primordiales huyeron. 


Evidencias reales de la verdad de lovecraft

Este lago permaneció desconocido hasta hace poco tiempo debido a su ubicación geográfica, lo cual lo convierte en una de la últimas zonas por explorar del planeta. El lago fue descubierto como tal por el científico ruso (en ese entonces soviético) Andrei Kapitsa entre fines de los años 1950 y los 1960. Posteriormente estudiosos rusos y británicos ratificaron la existencia del lago en 1996 mediante la combinación de datos de diversas fuentes, incluyendo observaciones aéreas de radar y altimetría de radar desde el espacio. La existencia de agua líquida bajo la capa de hielo de varios kilómetros se ha confirmado y constituye el lago sin contaminar científicamente más prometedor de la Tierra. El agua que contiene es muy antigua, con un tiempo de residencia medio de 1 millón de años que contrasta con los 3600 años del lago Ontario,


Con un tamaño similar al del lago Ontario, tiene unas dimensiones de 250 km de largo por 50 km de ancho, y está dividido en dos profundas fosas por una cordillera. El agua líquida sobre la cordillera tiene una altura de 200 m, unos 400 m en la fosa norte y 800 m en la sur. El lago Vostok cubre un área de 15.690 km² y tiene un volumen estimado de 5.400 km³ de agua dulce, curiosamente se considera que esa agua dulce se mantiene en estado líquido pese a que su temperatura promedio sería de -3ºC (tres grados centígrados bajo cero), esto se explica porque el agua de este lago se encuentra comprimida a una presión de 360 atmósferas (tal presión impide la solidificación del agua a esa temperatura). En mayo de 2005 se halló una isla en el centro del lago.
 El misterio del lago Vostok
No hay que mirar automáticamente hacia el espacio para preguntarse qué clase de misterios podríamos encontrar. Algunos de los más grandes están aquí en la Tierra, y uno en particular está ubicado en la Antártida. Se estima que el lago Vostok tiene unos veinte millones de años de edad, se ha dicho que contiene el agua más pura del planeta, y son cada vez más grandes las posibilidades de que albergue vida a pesar de sus condiciones extremas. Treinta años y más de 3.700 metros de profundidad después, un grupo de científicos rusos ha alcanzado la superficie de este increíble lago.
El lago Vostok ha aparecido en las noticias y mantenido una presencia notable en el mundo científico por varias razones. En primer lugar, la estación instalada sobre su superficie registró la temperatura más baja en la Tierra, con unos “acogedores” 89 grados bajo cero en 1983. No fue sino hasta 1996 que científicos rusos y británicos confirmaron la existencia del lago, algo que se sospechaba desde los años 60. También es el lago subglacial más grande de los cientos que se han encontrado hasta ahora, y con su prolongada edad (promedia los veinte millones de años, pero aún no hay un consenso, ya que se mencionaron valores desde 14 hasta 35 millones de años), el lago tendría el agua más pura e intacta. De acuerdo a recientes reportes, un grupo de científicos rusos habría llegado a la superficie del lago el domingo pasado, deteniéndose a exactamente 3.768 metros de profundidad. La perforación comenzó en la década del ‘70, mucho antes de que se supiera de él.
En estos momentos, no es solamente la existencia de agua dulce en el lago lo que atrae a los científicos, sino sus extremas condiciones. Se ha comparado al lago Vostok con los océanos y lagos subterráneos que estarían bajo la superficie de las lunas Europa y Encélado, dos de las mayores candidatas en el Sistema Solar para poseer vida extraterrestre. Si hay algo vivo allá abajo (y probablemente lo haya a pesar de la oscuridad y el frío) calificaría directamente como un organismo extremófilo. Al mismo tiempo, el lago Vostok podría entregar respuestas a algunos interrogantes sobre el calentamiento global. El continente antártico posee cerca del 70 por ciento del agua dulce del planeta (entre el hielo y los lagos), y un aumento en su temperatura contribuye a la elevación del nivel del mar.
 Algo está cambiando del interior de la Antártida sólo sabemos lo que nos han contado los científicos militares que allí investigan desde sus remotas bases inaccesibles,por eso personalmente estoy convencido que nos explican menos de la mitad de lo que saben,al estilo de los científicos ecologetas quienes afirman interesadamente que los miles de glaciares polares se están derritiendo rapidamente por causa del calentamiento antropogénico, pero lo curioso es que el glaciar mas visitado el mundo el “Perito Moreno” cada día tiene mas hielo.

Glaciar Perito Moreno crece 3 metros por día

El lago Vostok es un lago subglacial ubicado en la Antártida. Se encuentra debajo de la base Vostok rusa, a 4.000 m bajo la superficie de la placa de hielo antártica central, totalmente aislado del exterior y protegido de la atmósfera.

El lago Vostok cubre un área de 15.690 km² y tiene un volumen estimado de 5.400 km³ de agua dulce. En Mayo de 2005 se halló una isla en el centro del lago.

 Uno de los grandes misterios de este lago es el descubrimiento de objetos metálicos muy grandes de origen desconocido. Por ahora no se puede saber con certeza si la anomalía magnética del lago Vostok tiene un origen natural o artificial.

A partir del 2001, un grupo de científicos estadounidenses comenzó a sobrevolar el lago Vostok a baja altura, con el fin de estudiar la actividad magnética que se verifica por allí. Durante estos sobrevuelos, se descubrió una poderosa anomalía magnética en la zona suroriental del lago. La discrepancia se calculó en 1000 nanoteslas, una cantidad enorme, cuyas causas son ignotas. Otra característica de la anomalía es su extraordinaria amplitud, ya que se extiende por unos 166 kilómetros cuadrados.

El lago Vostok no está cubierto por 4 kilómetros hielo como se nos hace creer,en esta foto (arriba) tomada desde satélite se pueden distinguir con claridad los límites costeros del lago donde personalmente me da la sensación que si existe capa de hielo esta es de un tamaño muy superficial

Inicialmente se intentó explicar la anomalía magnética a partir de causas naturales.

Michael Studinger, de Columbia University, sostuvo que muy probablemente, la corteza terrestre es muy delgada en el fondo del lago. Por tanto, la cercanía con el manto causaría un aumento de la actividad magnética.

El geólogo Ron Nicks sostiene, en cambio, exactamente lo contrario: la delgadez de la corteza y la consiguiente cercanía del manto causarían un calentamiento de la costra misma y esto debería reducir la actividad magnética en vez de aumentarla.

Según el profesor Thomas Gold (revista Nexus Australia), la anomalía sería causada por una excepcional concentración de xenón, argón y metano, que provendría justamente del manto.








Tendremos tiempo, a futuro, de detallar la extraordinaria narración de Howard P. Lovecraft titulada “En las Montañas de la Locura”, probablemente la más inquietante y aterradora historia que se haya escrito sobre los secretos de la Antártica.

Por ahora, sólo evocaremos una parte de su relato central, sobre el horrendo hallazgo que realiza un grupo de exploradores al encontrarse con los restos de una civilización no humana, atrapada en los hielos polares. Por su precisión, me apropio de la traducción hecha por Fernando Calleja para la “Universidad Miskatónica Lovecraftiana”:

“El pétreo laberinto sin nombre consistía en su mayor parte de muros de diez a cincuenta pies de altura y entre cinco y diez pies de grosor. Estaba formado principalmente por prodigiosos bloques de oscura pizarra primordial, esquistos y piedra arenisca, bloques en algunos casos de hasta 4 x 6 x 8 pies, aunque en varios lugares parecía estar labrado en un lecho desigual y macizo de roca de pizarra precámbrica. Los edificios estaban lejos de ser de igual tamaño, pues había innumerables configuraciones de enorme extensión semejantes a panales y otras más pequeñas y aisladas. La forma general de esas configuraciones tendía a ser cónica, piramidal o escalonada, aunque había salpicados aquí y allá cilindros perfectos, cubos perfectos, grupos de cubos y de otras formas rectangulares y raros edificios angulares, cuyo plano de cinco puntas daba una idea aproximada de modernas fortificaciones. Los constructores habían hecho uso constante y experto del principio del arco, y es probable que en sus tiempos de apogeo la ciudad tuviera bóvedas”.
“Todo el conjunto estaba monstruosamente afectado por la erosión, y la superficie helada de la que surgían las torres estaba llena de bloques caídos y de escombros de antigüedad incalculable. Allí donde la capa de hielo era transparente pudimos ver bases de gigantescas columnas y puentes de piedra, conservados por el hielo y que unían las distintas torres a diversas distancias del suelo. En los muros que quedaban a la vista pudimos distinguir vestigios de otros puentes más altos de la misma clase, ya desaparecidos. Una inspección más detenida reveló incontables ventanas de buen tamaño, algunas de las cuales estaban cerradas por un material petrificado que había sido madera, aunque las más de ellas bostezaban abiertas de un modo siniestro y amenazador. Naturalmente, muchas de las ruinas carecían de tejado y mostraban gabletes desiguales redondeados por el viento, en tanto que otras, de tipo más acentuadamente cónico o piramidal, o protegidas por edificios más altos, conservaban intacta su silueta a pesar del omnipresente derrumbamiento y corrosión. Utilizando los prismáticos apenas pudimos distinguir lo que parecían ser decoraciones esculpidas formando franjas horizontales —entre ellas curiosos grupos de puntos, cuya presencia en la antigua esteatita ahora cobraba una importancia inmensamente mayor”.

“En muchos lugares los edificios estaban completamente en ruinas y la capa de hielo profundamente hendida por varias causas geológicas. En otros la piedra estaba desgastada hasta el mismo nivel de la superficie helada. Una amplia franja, que se extendía desde el interior de la meseta hasta una hoz situada en las laderas de las estribaciones, como a una milla del desfiladero que habíamos atravesado, estaba totalmente libre de edificaciones. Dedujimos que probablemente se trataba del cauce de algún caudaloso río que en la era Terciaria, hace millones de años, fluyó a través de la ciudad hasta caer en algún prodigioso abismo subterráneo de la gran cordillera. Desde luego, era aquélla sobre todo una región de cavernas, simas y secretos soterráneos que estaban más allá de la comprensión del hombre”.

Así como sombra del Tercer Reich aparece y reaparece continuamente en la mitología antártica, y muy particularmente con este mito, según veremos, lo relevante de Lovecraft en este caso es que el genio del terror logró adelantarse varios años a la famosa expedición del Capitán Alfred Ritscher de fines de los años treinta, misma que señala punto de partida para las especulaciones y leyendas más espectaculares sobre la civilización atrapada en los hielos antárticos, como también tendremos ocasión de estudiar a futuro. En efecto, Lovecraft escribió su novela en 1931 y fue publicada en 1936, mientras que la misión alemana “Schwabenland” (llamada así por el nombre del principal empleado) se inició dos años más tarde.

Alguna vez, en su posición dentro del megacontinente de Pangea, la Antártica fue un paraíso subtropical con forestas espesas y vida en abundancia, hoy escondida bajo kilómetros de costra helada. Se han hallado fósiles de helechos gigantes y de carbón entre sus estratos reflotados a las capas más superficiales. Richard E. Byrd calculaba que la cantidad de carbón fósil de lo que fueron esos bosques antárticos ancestrales, alcanzaría para abastecer toda la demanda mundial de energía de mediados del siglo XX.
Hasta el período Cretácico, más de 60 millones de años atrás, todavía el continente se negaba a desprender su mole de la de Sudamérica, permaneciendo conectada la Península Antártica con el extremo austral de Cono Sur, actual territorio de Magallanes. Pero el desplazamiento de las masas terrestres producto de la movilidad de las placas tectónicas, terminó aislando totalmente al Continente Blanco, ya relegado a la posición polar.

La Antártica es para el mito, entonces, nuestra más cercana posibilidad de la existencia de un continente habitado por una presunta civilización desaparecida bajo los cataclismos y las calamidades que hoy identificamos en las perdidas Lemuria y Atlántida. La mitología de los indígenas onas, por ejemplo, asumía el origen de su humanidad desde una enigmática Isla Blanca, ubicada en algún paraje austral aún más misterioso y lejano.

H. P. Lovecraft, autor de "En las Montañas de la Locura".

La supuesta civilización perdida de la Antártica ha cautivado la atención de varios investigadores, con más o con menos seriedad según cada caso. La ciencia, por su lado, nos recuerda que el eje magnético de la Tierra ha cambiado varias veces, en ocasiones valiéndose de períodos extraordinariamente cortos para este desplazamiento. Esto alimenta la esperanza de los creyentes.
En tales modificaciones, la Antártica, desprendida ya del continente de Gondwana, cayó bajo la tiranía del hielo en la dialéctica de Hans Hörbiger, quedando cautiva, atrapada con toda la vida que en ella fluía.

Los sondeos realizados durante los años sesenta y setenta demostraron, además, que la capa de hielos de la Antártica es mucho más amplia y extendida que la masa de tierra que se encuentra secuestrada bajo los mismos. Los estudios del Año Geofísico también establecieron que los hielos están en movimiento, en desplazamiento constante hacia los bordes continentales, como lo haría la lava de una inmensa isla volcánica, escurriendo desde el centro del cráter hacia las laderas y las playas.

¿Qué sucedió, entonces? ¿Cambios de eje? ¿Catástrofes estelares que inclinaron al planeta hasta dejarlo en su actual posición? 

Los fósiles de árboles prehistóricos encontrados del otro lado del planeta, en Groenlandia (“Greenland”, Tierra Verde que alguna vez fue), demuestran que su crecimiento y desarrollo era continuo, como si las estaciones del año no hubiesen existido temporizando su vida vegetal. Esto sólo es imaginable en el contexto de una Tierra perfectamente alineada con la rotación sobre su eje, y no inclinada como hoy se la encuentra. Del mismo modo, los fósiles de fauna marina como los ammonites presentan una rotación inversa a la que actualmente ofrecen los moluscos en sus conchas, como si fuerzas “magnéticas” de distinto origen hubiesen influido sobre ellos en distintos períodos de la creación.

Una civilización antártica, alguna vez establecida allí, alcanzó prematuramente su esplendor antediluviano, pero de un momento a otro se vio interrumpida por una catástrofe planetaria inusitada, sin precedentes, que la dejó atrapada en el cristal de hielo por la eternidad de las Eras Geológicas.
La citada expedición del "Schwabenland", de 1938-1939, organizada por la Sociedad Alemana de Investigaciones Polares, recorrió buena parte de la Tierra de la Reina Maud, aerofotografiando más de 600.000 km2 desde grandes alturas de vuelo. No tardó en ser contestada por los Estados Unidos, que organizaron su propia expedición por el Mar de Ross.

Así como a otras que le siguieron, las exploraciones nazis han sido decoradas con historias sabrosas y perturbantes sobre las maravillas escondidas entre el glaseado polar: enigmáticos “oasis verdes”, y las entradas al mundo interior, de las que haremos caudal en otro posteo. Por ahí andan dando vueltas algunas impresionantes imágenes fotográficas de estos pretendidos hallazgos. El contexto de la guerra favoreció mucho a la desinformación y a la desaparición de la documentación relacionada con estas misiones, estimulando más aún la creatividad y la imaginación.

En 1958, poco después de la muerte del héroe antártico Byrd y en siendo aquél el Año Geofísico Internacional en el que el audaz almirante no alcanzara a participar, se realizó una serie de reuniones y encuentros, mismos en los que se gestó la firma del Tratado Antártico del año siguiente.
Durante las labores científicas, los países convocados y que reclamaban su tajada de tarta antártica, se organizaron como nunca antes, coordinando actividades comunes de cooperación y exploración. Las naciones participantes eran Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, Sudáfrica y Rusia.

Inspirados en las exploraciones de Ritscher y de Byrd, se instalaron 33 campamentos de estos países en distintos sectores del continente helado, para estudiar la instalación de 60 estaciones de investigación.

La leyenda dice que, durante este período, muchos de los participantes confirmaron la existencia de algunos de los hallazgos de la misión “Schwabenland”. Pero, especialmente, habrían comprobado la existencia de misteriosas ruinas visibles en las profundidades abrazadas por el cristal gélido, tal cual lo viera Lovecraft en sus pesadillas primigenias y después lo reportaran secretamente los nazis. Eran, acaso, los restos de la misteriosa civilización de la Antártica, dormida para siempre en su tumba de hielo.
Se dice que ésta sería una de las imágenes de las siniestras "áreas oscuras" bajo el hielo antártico, fotografiada desde el aire por la expedición alemana realizada en los albores de la Segunda Guerra Mundial. La parte más oscura señalada, es uno de los oasis templados observados por los alemanes.

Por la magnitud de estas áreas oscuras ocultas bajo la costra (cuyo grosor varía hacia el interior del continente desde unos cientos de metros hasta cerca de 3 kilómetros o más), fueron los aviadores de las misiones quienes tuvieron la mejor vista de las mismas.

El público de habla hispana pudo enterarse de esta nueva mitología polar hacia 1980, cuando se inició en España la publicación de la serie “Biblioteca Básica de las Ciencias Ocultas”, por Ediciones UVE S.A. También fue reeditada en Chile, Argentina y otros países de Sudamérica. Esta publicación, dirigida por el Doctor Fernando Jiménez del Oso, si bien peca de sensacionalismo y de falta de rigor investigativo, tiene la particularidad de haber revelado parte del ideario mágico que hoy se aprecia consolidado tras la vitrina de la mitología antártica.
Dice la fuente señalada que, entonces (volumen 12, página 38):

“…se encontraron “áreas oscuras” en la superficie de los hielos, como si la gran masa helada ocultara en su interior muros ciclópeos, relieves regulares que recordaban edificios. Eran, a juicio de los expertos, figuras geométricas demasiado regulares para que fueran obra de la Naturaleza”.

A principios del año 2005, se difundió desde Washington DC la noticia de que una cadena llamadaAtlantis TV, de California, estaba en posesión de grabaciones tomadas en la Antártica donde se veía claramente la existencia de ruinas de construcciones artificiales bajo el hielo. Provendrían de un supuesto video hallado por militares en un almacén ya abandonado, cien millas al Oeste de la Estación Vostok.

Agrega la información que, aunque la U.S. Naval Support Task Force-Antarctica negaba su existencia, dos oficiales de la marina vieron la grabación y, según “fuentes” en la Base McMurdo, se la describieron a los investigadores civiles de la National Science Foundation (NSF) tras regresar a la Base Amundson-Scott. Según la crónica, ellos aseguraron que en la grabación“pueden apreciarse ruinas espectaculares y otras cosas que no podían comentar”. Agregabanque "Pensamos que se trataba de una alucinación producida por el frio hasta que un helicóptero lleno de ‘Focas’ de la Marina de guerra aterrizaron para rescatar a los reporteros y se los llevaron. Ahora nos estamos rascando la cabeza". Se agregaba que el Gobierno de los Estados Unidos había impedido la exhibición de estas imágenes, valiéndose de las facultades de censura adquiridas después del atentado a las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001.

Curiosamente, poco tiempo antes de la noticia, la administración de George W. Bush había intentado intervenir el texto de la novela “Raising Atlantis”, de Thomas Greanias, omitiendo párrafos lesivos a la “seguridad nacional”. El libro también hablaba de una expedición militar norteamericana que encontraba en la Antártica las ruinas de una humanidad desaparecida.

Nunca ha existió confirmación oficial de la noticia. Por el contrario, todo parecía indicar que se trataba de una fantasía creada por la compañía de entretenciones Atlantis Mapping Project. Pese a ello, los ingenuos siguiendo difundiendo profundamente la ilusoria arqueología antártica, quizás impulsados por el íntimo instinto de la humanidad actual por buscar en la Antártica a sus más lejanos ancestros.

Por lo tanto, toda esta noticia no fue más que un fake-new o algún experimento comunicacional para atraer la atención hacia el libro de Greanias, que fuera publicado sin las censuras en algunos canales de internet.

Así, pues, la civilización perdida de la Antártica late aún en el legendario. Sus ruinas siguen esperando ser liberadas bajo la cárcel de los hielos.
El mito, una vez más, aguarda en el frío gélido su hora para volverse cierto. 

 OTROS LUGARES SIMILARES:

América del Sur, famosa por ser un lugar de gran peligro y belleza, alberga un sinnúmero de misterios. Pero entre tantos enigmas, el que posee el mayor atractivo hasta el día de hoy envuelve la existencia de ruinas que apuntan a la existencia una o más "civilizaciones perdidas" que han escapado a la clasificación por los arqueólogos modernos. Civilizaciones al estilo de las que escritor inglés H. Rider Haggard plasmara en sus novelas -- grandes urbes de piedra desmoronándose entre las lianas.
Teodoro Roosevelt
A diferencia de otros enigmas, dichas ruinas no pueden descartarse como fabricaciones de las revistas de pulpa, ya que han sido documentadas a primera mano por una variedad de peritos. Uno de los testimonios más inverosímiles proviene del diario del ex-presidente norteamericano Teodoro Roosevelt, cuyo recuento de una expedición hasta el corazón del Brasil apareció en el libro Through the Brazilian Wilderness (A Través de la Selva Brasileña) en 1914. Mientras que su lancha surcaba las aguas de un poderoso río en el Mato Grosso, el ex-presidente dirigió su atención hacia algo sumamente inusual:
Cerca de los rápidos del río, en las cataratas, Cherrie descubrió unas talladuras muy extrañas sobre una masa de piedra desnuda. Evidentemente, habían sido hechas por la mano del hombre hace mucho tiempo. Hasta donde se sabe, los indios de la región no tallan símbolos parecidos hoy en día...Sobre la parte plana de la piedra, consistían de cuatro círculos múltiples con un punto en el medio, diestramente grabados y con un diámetro de pie y medio. Debajo de ellos, al costado de la piedra, había cuatro letras "M" o "W" invertidas. Por supuesto, no teníamos la más mínima idea de lo que representaban estos símbolos, ni de quién pudo haberlos grabado. Bien puede ser que en el pasado muy remoto algunas tribus indias de cultura sumamente avanzada habían penetrado hasta el precioso río, igual que lo habíamos hecho nosotros...El coronel Rondon declaró que no pueden hallarse figuras semejantes en ninguna otra parte del Mato Grosso, y que por consiguiente, resultaba más extraño aún encontrarlas en este lugar, en un río desconocido, que jamás había sido explorado por el hombre blanco".
Es posible que el caudillo estadounidense se sintiera decepcionado al saber que 80 años más tarde, las enigmáticas runas, al igual muchos otros rasgos del Brasil, permanecen sumidos en el misterio. La cultura Marajoara, que se desarrolló en la isla de Marajó en la boca del Amazonas, y las ruinas ciclópeas situadas en el corazón del estado de Bahía, aún desafían las explicaciones de los sabios.
Los pantanos inexplorados de la Isla de Marajó tal vez resulten un repositorio de secretos que nos permita desentrañar el misterio de las culturas perdidas. A juzgar por la evidencia que sobrevive hasta nuestros días, los Marajoaras eran alfareros supremos, dedicados a la creación de cerámicas extrañas y altamente ornamentadas que todavía son confeccionadas hoy en día por un reducido número de artesanos. Se han hecho comparaciones con la alfarería de la región andina, sugiriendo una posible relación entre ellas. Enormes cámaras subterráneas, conectadas por túneles, constituyen evidencia adicional de la destreza de los desaparecidos Marajoaras.
En consonancia con la tradición de las mujeres guerreras que legaron su nombre al río más caudaloso del planeta, la alfarería Marajoara era obra de mujeres, quienes guardaban celosamente el secreto de formar y cocer el barro. Los motivos que aparecen en la cerámica representan mujeres embarazadas, ciclos lunares y otros emblemas representativos de una tradición netamente femenina.
La heroica labor de Marcel Homet, realizada en los años de posguerra, ayudó a descifrar muchos de los secretos del noreste del Brasil. Homet descubrió inscripciones talladas, petroglifos y tradiciones nativas que sugerían la existencia de una civilización o civilizaciones organizadas en algún momento del pasado en la cuenca del Amazonas. La más importante de estas tradiciones orales es la de la tribu Makuschi, situada en las laderas de las montañas Pakaraima. Dicha tradición hace referencia a "una ciudad perdida con paredes y tejados de oro (arenisca?), dedicada a la alabanza del Sol". Homet vinculó esta tradición con la ciudad perdida de Manoa, y aún con la Atlántida. Sus charlas con los jefes de los Makú revelaron la existencia de otra ciudad ciclópea en el seno de las inexploradas montañas Pakaraima. Los jefes le informaron, alegadamente, de que tal lugar existía en las aguas altas del río Uraricoera. Un enorme pedrusco cubierto de petroglifos marca el rumbo hacia las calles y fundamentos de la ciudad derruida. Si el explorador se encamina en dicha dirección por espacio de dos días, llegará eventualmente a un gran arco en la pared de las montañas, que le conducirá a una ciudad subterránea de piedra de dimensiones aún mayores.
Alejo Carpentier

Marcel Homet
Diez años antes de Homet, el autor latinoamericano Alejo Carpentier se había inspirado en la posibilidad de ciudades megalíticas relegadas al olvido, como podemos ver en la siguiente descripción de una metrópolis megalítica en su obra Los Pasos Perdidos: "Lo que pude ver fue una ciudad titánica -- de estructuras con espacios múltiples -- con escalinatas ciclópeas, mausoleos en las nubes, inmensas explanadas defendidas por extrañas fortalezas de obsidiana sin torres ni ventanas, defendiendo la entrada a un reino prohibido al hombre".
A comienzos del siglo diecisiete, el explorador portugués Feliciano Coelho se internó en la región que circunda lo que es hoy la ciudad de Joao Pessoa, donde descubrió un objeto impresionante y completamente inesperado: un monolito de piedra grisácea, grabada en bajorrelieve, conocida como la Piedra de Ingá. Sus símbolos tallados no concuerdan con ningún sistema de escritura conocido en las Américas.

http://www.astrosafor.net/Huygens/2005/53/Itacoatiara.htm
Tratando de indagar el origen de la piedra mediante preguntas a sus guías, Coelho quedó sorprendido de que los nativos no supiesen nada al respecto. El monolito tiene unos setenta pies de largo y diez pies de alto. También existe una montaña en Havea que tiene el semblante de un hombre barbado que lleva un casco cónico. Los expertos opinan que la erosión del aire desgastó la montaña y que la mano del hombre añadió los toques finales. Extrañas inscripciones parecidas a las encontradas en las Islas Canarias pueden verse en la misma montaña, y no se ha aventurado ninguna explicación para ellas.
La Amazonia no tiene el monopolio sobre las ruinas enigmáticas. Las sábanas despobladas y las cordilleras del estado de Goias, al suroeste de Brasilia, cuentan con secretos propios: los restos de fortificaciones, esculturas colosales y paredes cuyos arquitectos permanecen en el olvido. Las estatuas ciclópeas, que se asemejan a las de Marcahuasi en Perú, representan rostros humanos y animales nativos a la región de Goias. Se considera que las estatuas forman parte de Cidade de Pedra, formada por bloques rectangulares de piedra labrada que en un entonces fueron los fundamentos de edificios. El trazado de las calles y los edificios sugiere "un Mohenjo-Daro sudamericano", en la opinión de un arqueólogo. Una pared compuesta de bloques de granito, unos trece pies de alto y cuatro de ancho, recorre toda la extensión de un valle en el fondo de la Sierra de Gales, cerca de la ciudad de Jandaia. Al noroeste de Goias se encuentra la Sierra del Roncador, cuya fama se extiende al mundo del esoterismo. Dicha cordillera, que recibe su nombre debido a los ruidos que se escuchan a lo largo de la misma, alegadamente alberga una ciudad subterránea cuyos habitantes son descendidos de los sobrevivientes de la Atlántida. El hecho es que la Sierra del Roncador contiene una enorme red de túneles, algunas de ellas lo suficientemente grandes como para alojar a miles de personas. La existencia de tales maravillas geológicas pudo haber dado origen a la creencia en una "Atlántida" Brasileña, que constituyó una parte importante de las doctrinas teosóficas sudamericanas desde comienzos del siglo veinte.
Como regla general, las civilizaciones no existen en un vacío. Los estados vecinos juegan un papel crítico en sus vidas económicas y políticas. Podemos suponer que la muralla que recorre los pies de la Sierra de Gales representaba tal vez un muro defensivo o línea de demarcación entre imperios antiguos, muchas veces más allá de la esfera de influencia efectiva de dichos estados. Por ejemplo, en el desierto del Sahara, los romanos construyeron el poderoso castellum Dimmidi mucho más allá del limes, o frontera, de sus posesiones africanas, junto con otros emplazamientos defensivos que aún pueden encontrarse en Algeria y en el Túnez. Fortificaciones parecidas pueden encontrarse en el desierto Sirio, distantes de cualquier habitación humana actual. ¿Seria posible especular, entonces, que estas ciudades brasileñas protohistóricas pudieron haber pertenecido a un gran imperio controlado desde la fría y lejana Tiahuanaco?
Las paredes y ruinas en el sur del Brasil no son únicas: en su libro Not of this World, el autor italiano Peter Kolosimo atrajo la atención de sus lectores a "la gran muralla del Perú", descubierta por la expedición Johnson de 1930 -- un terraplén muy parecido a la muralla de Adriano en Inglaterra. Esta muralla recorre uno de los paisajes más agrestes de América del Sur. Junto con algunos complejos de palacios y templos, las ruinas han recibido el nombre de "cultura Chimú", "cultura Chavín" y otros nombres que alivian las jaquecas de los arqueólogos. El enorme estadio o anfiteatro natural conocido como El Enladrillado -- situado a alturas muy por encima de los cinco mil pies, cerca de Alto de Vilches en el norte de Chile -- pertenece también al conjunto de ruinas ciclópeas. Las dimensiones de esta estructura indican que fue construida para seres gigantescos: para su construcción se utilizaron bloques cúbicos de 16 pies de alto y 26 de largo. La manera en que se transportaron dichas moles a semejante altura, cruzando los insondables valles andinos, jamás ha sido abordada por la arqueología. Y como si el estadio no fuese suficiente, El Enladrillado también cuenta con una pista de media milla de largo por 200 pies de ancho, formada por 233 enormes bloques de piedra con un peso estimado de 22,000 libras.
Marcel Homet expresó la creencia de que los ancestros de los habitantes actuales de la Sudamérica ecuatorial y meridional emigraron a dichas regiones debido a la destrucción de una civilización al norte -- tal vez debido a la decadencia y caída de los constructores de Ciudade de Pedra y otras ruinas. Homet se aventuró a decir que dicho pueblo era de raza caucasiana en vez de mongoloide, declaración fundamentada por la existencia de los pobladores de las tierras que circundan al lago Titicaca y los famosos "indios blancos" de Lagoa Santa en Minas Gerais.
Entre los hallazgos criptoarqueológicos más importantes en América del Sur figuran las extrañas pirámides fotografiadas por un satélite Landsat en 1975. La foto mostraba la existencia de ocho estructuras, aparentemente artificiales, localizadas a lo largo de la falda de una cordillera en la provincia peruana de Madre de Dios. La inspección de cerca con un helicóptero comprobó que existían doce en vez de ocho estructuras parecidas. El rigor del entorno --nativos hostiles y animales peligrosos-- ha impedido una inspección física del lugar. Si se llegara a confirmar que dichas estructuras son pirámides, resultaría casi imposible describirlas como "ruinas incaicas", como se ha hecho con tantos otros hallazgos en la zona.
Los altiplanos del Mato Grosso también han proporcionado restos humanos que disputan la antigüedad de la vida humana en nuestro continente. Una tribu de cavernícolas, con conocimiento del arco y la flecha, el cultivo y la crianza de animales, existió en Brasil hace un millón de años -- un bofetón a la cara de las cronologías convencionales, que indican que los humanos llegaron al continente hace 25,000 años (la cifra ha sido cambiada recientemente a 49,000 años). El científico Maurice Chatelain sugiere una cronología aún más heterodoxa e interesante: la ubicación del ecuador terráqueo hace 90,000 años atravesaba vario lugares que albergan los restos de civilizaciones perdidas -- Tiahuanaco, la Isla de Marajó, los macizos de Hoggar y Tassili en el Sahara, el valle del Indo -- que se establecieron en dichas zonas para escapar las glaciaciones que afectaron al hemisferio norte en dichas épocas. El clima agradable habría resultado idóneo para el cultivo, y el nivel reducido del mar habría facilitado también la navegación y el comercio entre las culturas existentes. Cabe pensar que según cambiaron las condiciones climatológicas, los focos de las respectivas civilizaciones se trasladaron a otro sitio, o desaparecieron por completo.
Maurice Chatelain
Las ruinas ciclópeas de América del Sur constituyen un reto al hombre moderno, al igual que muchas otras estructuras desconocidas en todo el mundo. Dejémosle la última palabra a Teddy Roosevelt: "Las vicisitudes de la historia de la humanidad durante su estadía en el continente del sur han sido tan extrañas, variables e inexplicadas...como la historia de las formas más elevadas de la vida animal durante la era de los mamíferos."