sábado, 17 de marzo de 2012

LA LARGA NOCHE

Tras la caída de Roma, la mayoría de los Lasombra permanecieron dentro de las fronteras del
antiguo Imperio Romano, muy especialmente en Italia y la península ibérica. Sin embargo, tampoco el norte
de Europa se libró de su influencia, pues pronto comenzaron a colonizar los crecientes burgos mercantiles.
Aunque se introdujeron en numerosos ámbitos, hasta bien entrada la Edad Media, la mayoría de los
Guardines establecieron su influencia en la Iglesia, convirtiéndose en el clan más poderoso en su seno a
medida que las autoridades eclesiásticas recibían cada vez más donaciones y privilegios.
De este modo, las filas de los Lasombra se llenaron de ambiciosos sacerdotes y de obispos, pero
también de astutos consejeros, bastardos, hijas incasables y segundones movidos por el resentimiento. Los
Lasombra medievales valoraban el talento en sus nuevos chiquillos, pero sobre todo la ambición y la
voluntad para usarlo.
EL REINO VISIGODO
Con la expansión del cristianismo, muchos Lasombra abandonaron Roma y se instalaron en
Hispania. Algunos Vástagos del clan afirman haber acompañado a San Pablo y al Apóstol Santiago en sus
viajes misioneros a la península. Estos vampiros cristianos sufrieron en carne propia las persecuciones
promovidas por sus contrapartidas paganas, que no deseaban someterse ante el poder de la nueva fe. Esta
situación provocó una división entre antiguos y jóvenes que se mantuvo durante todo el período medieval.
Cuando los germanos invadieron el Imperio Romano durante el siglo V Hispania no quedó al margen
de sus depredaciones. Entre los invasores que llegaron a la península se encontraban los Alanos, Vándalos y
Suevos. Los Alanos fueron rápidamente derrotados y asimilados por los hispanorromanos, mientras que los
Vándalos, tras asentarse brevemente en la provincia de la Bética, se trasladaron al Norte de África, donde
crearon un reino. Los Suevos se instalaron en el noroeste de la península y crearían otro reino que sería
conquistado por una nueva oleada de invasores, los Visigodos.
Vampiros de los clanes Brujah, Lasombra y Ventrue utilizaron la influencia visigoda para luchar
entre ellos. Cada clan tenía objetivos diferentes. Los Ventrue esperaban restaurar el antiguo orden e
instituciones romanas, mientras que los Brujah pretendían la creación de un nuevo estado ibérico que
trascendiera todos los elementos anteriores. Sin embargo, los Lasombra se retiraron de las disputas por el
poder temporal, asentando un férreo control sobre las instituciones eclesiásticas, lo que finalmente les
permitiría establecer su supremacía en la península. En el año 585 el Reino Suevo fue conquistado por los
Visigodos y la antigua Brujah Yzebel fue destruida por los Ventrue, que resultaron gravemente debilitados
en enfrentamientos posteriores con los Celotes. Los Lasombra hicieron entonces su movimiento,
consiguiendo la conversión del monarca visigodo Recaredo al catolicismo en el 589. Desde este momento
los Lasombra fomentaron la asimilación de los visigodos y establecerían la supremacía de su clan en la
península ibérica.

AL-ÁNDALUS
Una nueva oleada de invasores llegó desde el norte de África en el año 711: los musulmanes. Con
ellos acudieron vampiros de otros clanes, especialmente Assamitas, pero también algunos Lasombra que
vieron en el Islam la oportunidad perfecta para avanzar sus intereses. El general Musa ibn Nusayr derrotó a
Rodrigo, el último rey visigodo, en la batalla de Guadalete y rápidamente conquistó Toledo, la capital del
reino. El éxito de los invasores se debió en gran parte a la profunda división entre la aristocracia visigoda.
Los Brujah y Ventrue visigodos lucharon contra los nuevos invasores, pero finalmente fueron
destruidos o expulsados. Muchos Lasombra también huyeron, temerosos de la ira de los Ashirra (los
vampiros musulmanes). Sin embargo, muchos permanecieron en sus dominios, comprendiendo que podían
utilizar la sociedad islámica del mismo modo que lo habían hecho con la cristiana. Cuando los Lasombra
musulmanes, llamados Qabilat al-Khayal, llegaron a la península fueron aceptados por sus hermanos
ibéricos. No obstante, se produjo una división entre los Lasombra que aceptaron a los invasores y los que
huyeron a los reinos cristianos.
Pronto surgieron las primeras diferencias entre los invasores musulmanes de Al-Ándalus (el nombre
que dieron a la península). Los árabes se convirtieron en la élite gobernante, sobre los bereberes del Norte de
África que componían el grueso de los ejércitos de invasión y los hispanos que se habían convertido al Islam.
A continuación le seguían cristianos y judíos y por último los esclavos. Los Ashirra vampíricos imitaron a
sus contrapartidas mortales en esta estratificación de la sociedad. El período situado entre 711 y 756 se vio
alterado por las hostilidades entre árabes y bereberes, que detuvieron las incursiones más allá de los Pirineos.
Esta situación cambió cuando Abderramán, el último superviviente de la dinastía Omeya, llegó AlÁndalus
y lo convirtió en un emirato independiente del califato Abbasida de Bagdad. Abderramán y sus
descendientes gobernaron Al-Ándalus desde el año 756 hasta el 1031, llevando a su reino a un período de
esplendor cultural. Durante este período la división entre los Lasombra cristianos y los Qabilat al-Khayal
islámicos se acentuó, a menudo por disputas territoriales. Durante el siglo IX, y aprovechando los disturbios
provocados por los cristianos que vivían en territorio musulmán, muchos Lasombra cristianos Abrazaron a
varios de estos “mozárabes”, que se convirtieron en feroces enemigos de los Ashirra. Nuevos problemas
surgieron cuando los muladíes (conversos), que componían la mayoría de la población de Al-Ándalus
exigieron mayores derechos frente a la aristocracia árabe. Las luchas internas continuaron hasta el año 930 y
los Qabilat al-Khayal las aprovecharon para enfrentar a sus hermanos cristianos con los demás Ashirra.
Como resultado, los Qabilat al-Khayal se convirtieron en el clan más influyente de Al-Ándalus.
En el año 929 Abderramán III aprovechó la situación de debilidad del Califato Abbasida para romper
su dependencia política y religiosa y proclamarse él mismo Califa de Córdoba. Irónicamente, los vampiros
cristianos vieron con buenos ojos esta división del Islam, que consideraron podrían aprovechar para sus
propios fines. Afortunadamente para Abderramán III los reinos cristianos se enfrentaban a sus propios
problemas internos y no pudieron sacar todo el partido de sus victorias sobre los musulmanes.
Desde Túnez, los Califas Fatimíes trataron de crear un imperio que abarcase todo el Norte de África
–y que incluiría Al-Ándalus. Abderramán III declaró la guerra al Califato Fatimí y ocupó los puertos de
Ceuta y Melilla para detener su influencia en el Magreb. Hubo varios choques navales y batallas en el Norte
de África, pero finalmente Abderramán III consiguió imponerse, consiguiendo casi derribar al Califato
Fatimí apoyando a varias facciones rebeldes. El conflicto sólo terminó cuando los Fatimíes conquistaron
Egipto en el año 969 y perdieron interés en el Magreb, creando un vacío de poder que rápidamente fue
llenado por los Califas Omeyas con emires vasallos.
Sin embargo, tal y como los Lasombra cristianos habían previsto, el Islam se encontraba
completamente dividido por los conflictos internos, tanto en el plano mortal como entre los vampiros. Los
Ashirra de Al-Ándalus luchaban tanto entre sí como contra sus enemigos cristianos.
Abderramán III fue sucedido en el año 961 por su hijo Al-Hakam II, que también adoptó el título de
Califa de Córdoba. Su reinado fue pacífico y consiguió resolver los problemas externos gracias a la habilidad
de su general Ghalib y su consejero Abu’Amir al-Ma’afiri, conocido como Almanzor (El Victorioso).
A la muerte de Al-Hakam su joven hijo Hisham II ocupó el trono. Almanzor tomó al califa bajo su
tutela y el control del gobierno. Entonces utilizó su influencia para debilitar la posición del califa, delegando
toda su autoridad en su persona, convirtiéndose en el verdadero poder de Al-Ándalus.
Almanzor utilizó su poder para conquistar la mayor parte del Magreb y detuvo la expansión de los
reinos cristianos atacando sus territorios con regularidad en varias incursiones conocidas como azeifas. No
mostró ningún tipo de remordimiento, saqueando aldeas y ciudades siempre que le era posible. Con el apoyo
de un ejército profesional compuesto sobre todo de bereberes, Almanzor arrebató el poder a la aristocracia
árabe y convirtió el Califato de Córdoba en un reino dinámico y eficiente, pero que dependía excesivamente
de la figura de Almanzor para el mantenimiento del orden.
Almanzor tenía todas las cualidades que los Lasombra deseaban en un líder: fuerza, decisión e
inteligencia. Comprendía las fuerzas y debilidades de su gobierno y actuaba racionalmente. Se rodeó de los
mejores poetas y artistas de su época, así como de filosofos y pensadores. Sus incursiones sembraron el
terror en los reinos cristianos, habiendo ganado más de 50 batallas en el momento de su muerte en el 1002.
El debate sobre el ofrecimiento del Abrazo a Almanzor estuvo presente durante mucho tiempo entre los
Amici Noctis, especialmente entre los que tenían simpatías musulmanas, y finalmente se decidió que debería
aceptar la sangre voluntariamente, atrayéndolo hacia el clan mediante una serie de indicios ocultos. Un
antiguo Qabilat al-Khayal llamado Ibrahim obtuvo el honor de traerlo a las sombras, pero finalmente
Almanzor rechazó la oferta y murió en paz.
Cuando Almanzor murió sus hijos trataron de continuar su política, debilitando la figura del califa.
Desgraciadamente un grupo de aristócratas árabes provocó una rebelión para restaurar los derechos del
legítimo gobernante, lo que ocasionaría la caída del califato y de Al-Ándalus, aunque en aquel momento los
Vástagos musulmanes consideraron que se trataba de una mera crisis sucesoria.
Entre los años 1009 y 1031 la unidad política de Al-Ándalus comenzó a deshacerse con
desafortunadas consecuencias debido a los estallidos de guerras civiles y a la sucesión de una serie de breves
reinados débiles e inefectivos, y finalmente no quedó ningún sucesor de la dinastía Omeya. Las facciones
árabes del reino de Sevilla y los bereberes de Granada se enfrentaron entre sí tratando de unificar Al-Ándalus
bajo su gobierno. El resultado de este período de crisis fue la anarquía y la formación de varios reinos
independientes aliados con uno u otro bando dependiendo de las circunstancias y que serían conocidos como
Taifas. Los Qabilat al-Khayal trataron de poner fin a los conflictos, pero sólo consiguieron una estabilidad
puntual en algunos lugares.
Los reinos cristianos aprovecharon la caída del Califato de Córdoba y lentamente comenzaron a
extender sus fronteras, reconquistando nuevos territorios. Sin embargo, se expandieron con seguridad,
realizando políticas de repoblación para consolidar sus conquistas. Impusieron pesados tributos a los reinos
Taifas, conocidos como parias, por el que los musulmanes conseguían una tregua anual. Estos tributos
revitalizaron la economía de los reinos cristianos.
Irónicamente el período de las Taifas benefició tanto a los Lasombra como a los Qabilat al-Khayal.
Con la caída del Califato de Córdoba, los sultanes vampíricos de otras ciudades cobraron mayor hegemonía.
Badr, del Qabilat al-Khayal, se convirtió en el sultán de Granada, mientras que su compañera de clan Miriam
bint Aisha se convirtió en el principal poder de Córdoba, gobernando desde las sombras aunque no
reclamaba de forma oficial ningún dominio.
Por lo que respecta a los Lasombra cristianos durante el siglo XI fortalecieron su dominio sobre la
Iglesia hispana y debilitaron a sus rivales musulmanes, desplazando a otros clanes. En el año 1085 los
cristianos reconquistaron Toledo, la antigua capital del reino visigodo, y la Meseta Central quedó a la merced
de los conquistadores. La caída de Toledo alarmó a los gobernantes de las Taifas, que pidieron ayuda a los
Almorávides (“Los que habitan en la Fortaleza de la Frontera”), una poderosa confederación bereber del
Norte de África.
Los Almorávides, liderados por Yusuf ibn Tashufin, entraron en Al-Ándalus y derrotaron al rey de
Castilla en la batalla de Zalaca, al norte de Badajoz en 1086. Sin embargo, a pesar de sus victorias, los
Almorávides no consiguieron aprovecharlas para recuperar el terreno perdido, debido a la división entre los
reinos de Taifas. Desde 1090 Yusuf ibn Tashufin volcó sus esfuerzos en deponer a los gobernantes de las
Taifas, en Granada, Málaga, Sevilla, Almería y Badajoz.
Sólo Rodrigo Díaz de Vivar, conocido como el Cid, consiguió frenar durante un breve tiempo el
avance de los Almorávides en Valencia, donde estableció un reino independiente. Al principio había servido
como mercenario al rey de la Taifa de Zaragoza, pero posteriormente consiguió convertirse en gobernante en
pleno territorio musulmán e infligir varias derrotas a los Almorávides. A su muerte en 1099 la ciudad de
Valencia permaneció en manos cristianas hasta 1102, momento en que sus defensores tuvieron que
abandonarla y buscar refugio en Castilla.
Al igual que Almanzor, el Cid se convirtió en una figura fascinante para los Lasombra, de hecho casi
lo adoraron como una encarnación viviente de sus ideales: acciones decisivas y voluntad para cumplir su
deber, a cualquier coste. Al igual que con Almanzor, el ofrecimiento de su Abrazo fue debatido por los
Amici Noctis, e igualmente que Almanzor, el Cid murió en paz rechazando la maldición de la sangre.
Cuando sus restos mortales fueron trasladados a Burgos, su tumba se convirtió en un símbolo de la
Reconquista para los Lasombra cristianos y su memoria fue utilizada para inspirar a las nuevas generaciones
en la lucha contra los árabes.
Con la caída de Valencia, los Almorávides consiguieron avanzar hacia el norte y conquistar la
ciudad de Zaragoza hacia el año 1110. Esta última conquista significó el principio del fin para el dominio
Almorávide, pues una renovada presión de los monarcas cristianos y una serie de alzamientos provocados
por disensiones religiosas en el Norte de África debilitaron el gobierno musulmán. Tan precaria era la
posición de los Almorávides que tuvieron que recurrir a mercenarios cristianos contra sus enemigos. En 1118
el rey Alfonso I de Aragón reconquistó Zaragoza.
Paralelamente los vampiros cristianos decidieron que había llegado el momento de presionar a sus
contrapartidas musulmanas. Dirigidos por caballeros como Tercio Bravo y Eliécer de Polanco, del clan
Lasombra, asestaron poderosos golpes a los Ashirra musulmanes y fomentaron la causa de la Reconquista de
la Sombra.
En el Norte de África los Almorávides fueron depuestos por otra confederación religiosa, los
Almohades (“Los que Afirman la Unidad de Dios”). Cuando Abd al- Mu’min se convirtió en su líder en el
año 1130 decidió que la única manera de restaurar el poder del Islam en Al-Ándalus era reconquistando las
Taifas e imponer el dominio directo de los Almohades. Varios Assamitas guerreros acompañaron a los
Almohades y desplazaron a varios Qabilat al-Khayal del poder de las Taifas.
Abd al-Mu’min asumió el título de Califa de Al-Ándalus y los Almohades utilizaron su autoridad
política y religiosa y la de sus sucesores para tomar una serie de medidas, fomentando la conversión de los
infieles al Islam o su expulsión, tratando de alcanzar la unidad religiosa. Una vez reasegurado su dominio los
Almohades reanudaron la guerra contra los cristianos y derrotaron al rey Alfonso VIII de Castilla en la
batalla de Alarcos en 1195, pero al igual que sus predecesores no consiguieron aprovecharla, debido a
nuevas rebeliones internas en Al-Ándalus, lo que dio tiempo a los reinos cristianos para recuperarse y formar
un frente común.
Las noticias del avance Almohade preocuparon al Papa Inocencio III, quien promovió una cruzada
contra los musulmanes de Al-Ándalus, lo que llevó a numerosos caballeros cristianos más allá de los
Pirineos (bajo las órdenes de los obispos de Narbona, Burdeos y Nantes). En adicción a la cruzada se
sumaron los ejércitos de Alfonso VIII de Castilla, Sancho VII de Navarra, Pedro II de Aragón y Alfonso II
de Portugal.
El enfrentamiento final entre el ejército de los cruzados y los Almohades tuvo lugar en 1212 en la
llanura de las Navas de Tolosa, al sur de Sierra Morena., y tras una encarnizada batalla en la que la suerte
cambió en varias ocasiones para ambos bandos, los cruzados alcanzaron una reñida victoria. Desde ese
momento la marea de la Reconquista se volvió inevitablemente a favor de los cristianos.
Una atmósfera de derrotismo se extendió por Al-Ándalus, y no sólo entre los mortales. Muchos
vampiros se exiliaron al Norte de África, mientras que otros aprovecharon el éxodo de los desertores para
convertirse en nuevos gobernantes.
Tras las Navas de Tolosa los reinos de Taifas fueron cayendo uno tras otro. Badajoz cayó en 1214 y
las Baleares en 1229. Bajo el reinado del rey Fernando III de Castilla caerían Sevilla y Córdoba. De hecho, a
mediados del siglo XIV sólo el reino de Granada conservaba la antigua gloria de Al-Ándalus, que terminaría
por caer en 1492.
LOS REINOS HISPANOS Y LA RECONQUISTA DE LA SOMBRA
Poco después de la invasión musulmana del año 711, los refugiados visigodos y los montañeses
astures se unieron para enfrentarse a los invasores. En generaciones posteriores la victoria del visigodo Don
Pelayo en la batalla de Covadonga sería recordada como el inicio de la Reconquista El rey Alfonso I
extendió el reino de Asturias ocupando Galicia tras la retirada de los bereberes y llevando las fronteras hasta
el río Duero. La Batalla de Covadonga fue ganada sobre todo gracias a la actividad de un espía y estratega
conocido como Silvestre de Ruiz, que obtendría el Abrazo de los Lasombra.
Mientras tanto, los Vascos mantuvieron su independencia en los Pirineos Occidentales, mientras que
los reyes francos expulsaban a los musulmanes del sur de Francia y ocupaban el noroeste de la península
ibérica, a pesar del descalabro de Roncesvalles, creando la Marca Hispánica, una serie de condados
cristianos sometidos al gobierno franco, con lo que la región de Cataluña mantendría fuertes lazos culturales
y políticos con Francia.
La expansión de los reinos cristianos hacia el sur fue registrada en las crónicas de la época
enfatizando los lazos con el desaparecido reino visigodo, creando el mito de la Reconquista como una
recuperación de lo que había sido injustamente arrebatado por los musulmanes.
El mito de la Reconquista se adecuaba a los objetivos de los Ventrue, que habían perdido sus
dominios poco antes de las invasiones y trataron de convertir el reino de Asturias en la punta de lanza para
restaurarlos, creyendo que el control de Islam sobre la península era inestable y sólo necesitaba un empuje
decisivo para caer. Sin embargo, con una mentalidad más pragmática, los Lasombra percibían que la
Reconquista tardaría siglos en completarse y en el intervalo se producirían muchos cambios y reveses de
fortuna. Aunque en un principio se consiguieron grandes avances, llevando las fronteras del reino de Asturias
hasta el Duero, los contraataques musulmanes debilitaron el gobierno Ventrue. Los Lasombra aprovecharon
esta situación para arrebatar las estructuras del poder de sus rivales, desplazando la influencia política hacia
los nacientes reinos de León y Castilla.
El reino de Navarra no atrajo la atención sustancial de los Lasombra, más interesados por las
ciudades del sur, sin embargo algunos grupos de Herejes Cainitas como los Apóstoles de Caín utilizaron esta
recóndita zona como refugio, y asimismo también se extendieron por algunos valles pirenaicos. Muchos
Lasombra, ya fuera por devoción sincera o desengañados por su incapacidad para obtener poder, se unieron a
estos Herejes, pero fueron perseguidos por sus hermanos católicos.
En el siglo XI los reinos cristianos recuperaron la iniciativa perdida, alentados por la caída del
Califato de Córdoba, pero los vampiros cristianos comenzaron a pelear por cuestiones territoriales. Los
Ventrue trataron de desalojar a los Lasombra de los reinos de León y Castilla, pero durante mucho tiempo
sus esfuerzos fueron baldíos. El Camino de Santiago y las reformas monásticas introdujeron la influencia
europea en los reinos hispanos y con ellos a otros vampiros que participaron en las luchas entre clanes.
La conquista de Toledo, la antigua capital del reino visigodo, en el año 1085 no sólo significó un
abrumador triunfo para el rey Alfonso VI de Castilla, que se proclamó “Emperador de las Españas”, sino
también para los Lasombra, que viajaron en gran número a la ciudad, entre ellos Eliécer de Polanco, quien se
convirtió en el poder dominante. La reacción musulmana llegó con la invasión Almorávide, que
irónicamente beneficiaría a los reinos cristianos a largo plazo, atrayendo a numerosos cruzados europeos.
Silvestre de Ruiz y su chiquillo Ambrosio Luis Moncada, un obispo católico, se instalaron en la villa de
Madrid, desde comenzaron a trazar planes para completar lo que llamaron “La Reconquista de la Sombra”.
Silvestre contactó con varios Lasombra hispanos y les confió sus planes, para lo que era necesario fomentar
la uniformidad y la unión entre los reinos cristianos. Los Guardianes deberían utilizar su influencia
eclesiástica para estrechar los lazos dinásticos entre reinos y crear una conciencia nacional de lucha contra
los moros.
Los Ventrue también trataron de crear un estado unificado bajo su control, pero sus esfuerzos fueron
entorpecidos por los Lasombra, que en ocasiones demoraron activamente la unión entre reinos para debilitar
a sus rivales y evitar que consiguieran poder en la península.
En el joven reino de Aragón, los Lasombra se enfrentaron a los Toreador por la influencia sobre la
autoridad real. Los Lasombra apoyaban la unión entre Aragón y Cataluña, mientras que los Toreador
preferían estrechar lazos con Francia. No obstante, finalmente se produjo la unión de Aragón y Cataluña,
aunque distaba mucho de ser un estado completamente unificado. El arzobispo Ambrosio Luis Moncada de
Madrid aseguró la influencia Lasombra sobre la Corona, Abrazando a Lucía, hija del monarca Alfonso II de
Aragón.
Tras la batalla de las Navas de Tolosa en el año 1212 la cooperación entre los reinos cristianos se fue
volviendo más frecuente y estable. Bajo el liderazgo de Silvestre de Ruiz y Luis Ambrosio de Moncada los
vampiros cristianos extendieron las fronteras de sus dominios y apelaron a la solidaridad frente a los
musulmanes.
A partir del siglo XI, con la expansión de los Lasombra cristianos hacia el sur sobre los territorios de
los Qabilat al-Khayal, la Reconquista de la Sombra se convirtió cada vez más en un importante asunto de
debate dentro del clan. La cuestión sobre si apoyar al cristianismo o al Islam provocó una profunda división
desde Granada hasta el Castillo de La Sombra en Sicilia. El Antediluviano se desentendió por completo del
debate de la Reconquista, comparando la Reconquista con guerras anteriores y asegurando que el bando más
digno terminaría por revelarse. Su chiquillo Boukephos, conocido en la península ibérica bajo el nombre de
Francisco Diego de Belmonte, no ocultaba sus simpatías por los cristianos, mientras que Montano, aunque
admitía cierta preferencia por los musulmanes de Al-Ándalus, también percibía cierto méritos entre sus
enemigos cristianos.
En principio los Amici Noctis trataron de mantener su neutralidad con respecto a la Reconquista de
la Sombra. Sin embargo, en 1172 el sultán Omar al-Aziz de Murcia, uno de los Qabilat al-Khayal, asesinó a
un embajador Lasombra de los reinos cristianos sin consultar a los Amici Noctis. Esta acción puso a la élite
de los antiguos en contra de la causa musulmana, que hasta el momento habían dejado en manos de los
mortales. A pesar de los intentos de conciliación, a finales del siglo XII los Amici Noctis se fueron
decantando cada vez más en contra de los Ashirra y los vampiros musulmanes.

ITALIA Y LA HEREJÍA CAINITA
Aunque muchos Lasombra adquirieron gran poder dentro de la Iglesia en Italia, los intereses del clan
estaban muy extendidos en diversos ámbitos. En el norte, muchos Guardianes se infiltraron en el tráfico
mercantil, extendiendo su influencia desde Tierra Santa hasta Inglaterra. Una de las más importantes
fortalezas del clan en Italia fue Génova, donde los Lasombra se convirtieron en patronos de la influyente
familia D´Agostino, muchos de cuyos miembros se extendieron por las colonias genovesas del Mediterráneo.
Durante el reinado del emperador Federico I Barbarroja en el siglo XII los Ventrue trataron de crear
un estado unificado en el Sacro Imperio Romano, pero los Lasombra reaccionaron provocando el
enfrentamiento con el Papa de Roma. Las luchas entre los partidarios papales, que apoyaban la
independencia de las ciudades italianas y los partidarios del emperador, que apoyaban un poder concentrado,
se tradujo en las guerras entre güelfos y gibelinos, que se extendió a Italia y a menudo escondían numerosos
intereses particulares. Los Lasombra, Brujah y Toreador eclesiásticos presentaron un frente común contra las
pretensiones de Federico I y acabaron con las aspiraciones de los Ventrue germánicos. En Milán y en Siena
los Lasombra presionarían constantemente a sus rivales en los siglos siguientes.
No todos los Lasombra se encontraban en el mismo bando. En Florencia dos príncipes del clan se
enfrentaron hasta que Anicius el Dorado, partidario de los güelfos, consiguió expulsar a los gibelinos y
destruir a su rival en 1258.
Tras la marcha de otros clanes, el antiguo Constancius del clan Lasombra se convirtió en el Príncipe
de Roma, quien se alió con una facción Nosferatu que habitaba en las cloacas de la ciudad. Sin embargo, su
influencia sobre el Papado nunca fue segura y a menudo se vio disputada por otros Vástagos como Fabricio
Ulfila, del clan Ventrue o la iniciativa personal de ciertos mortales. En 1229 el gobierno de Constancius
llegó a un abrupto final cuando un terremoto destruyó su refugio y lo expuso a los rayos del sol ante los ojos
de los mortales, que rápidamente formaron una turba que acabó con numerosos vampiros romanos.
En Venecia, un grupo de antiguos Lasombra se asentó en la ciudad desde sus primeras noches. A
finales del siglo VI llegó Narsés, chambelán del Emperador Justiniano de Constantinopla y recibió el
Abrazo poco después en el año 576.
Con los ejércitos bizantinos también llegó la Herejía Cainita, una versión del cristianismo que
fomentaba la adoración de Caín y sus descendientes como santos. Muchos Lasombra se sumaron a las filas
de la Herejía Cainita como una forma de rechazar el dominio de los vampiros bizantinos, pero también
atraídos por la nueva religión. Por toda Europa, y especialmente por Italia, los Herejes tejieron una compleja
red de iglesias heréticas, muchas de ellas unidas sólo nominalmente y frecuentemente con sus propias
variaciones doctrinales. Roma, Pisa, Milán, Génova, Nápoles e incluso la fortaleza Lasombra de Siracusa,
donde reposaba el Antediluviano Lasombra, alojaron santuarios para los herejes. Narsés de Venecia se
convirtió en el Arzobispo de Nod, el principal líder de la Herejía Cainita, y pronto su ambición lo llevó a
trazar planes para poner a la Iglesia Occidental bajo su control y utilizarla para conquistar Constantinopla,
ciudad de la que había sido expulsado como mortal. Desde el siglo VII Narsés comenzó a extender la
Herejía, proporcionando unidad y liderazgo y ayudando a los vampiros y exiliados que llegaban de Oriente
perseguidos por los Vástagos de Constantinopla y la Iglesia Bizantina.
Tras la Cruzada de 1204, que conquistó Constantinopla, las acciones de Narsés fueron juzgadas y sus
enemigos dentro de la Herejía Cainita conspiraron para derrocarlo del poder. Fue abandonado por sus
chiquillos y la sinceridad de su devoción a la Herejía cuestionada. Finalmente fue condenado por sus pares.
Su chiquillo Guillermo Aliprando convocó a los Amici Noctis y consiguió el derecho a diabolizarlo, lo que
consiguió en el año 1215, convirtiéndose en Príncipe de Venecia.
No todos los Lasombra aceptaban las intenciones de la Herejía Cainita, entre ellos el obispo
Ambrosio Luis de Moncada, quien utilizó sutilmente a sus peones eclesiásticos para expulsar a los herejes de
la Iglesia y denunció sus actividades a los mortales. Muchos Herejes se convertirían en las principales
víctimas de los ataques de la Inquisición durante los siglos siguientes.

SICILIA
Durante la Edad Media en ningún lugar de Europa la oscuridad fue tan profunda como en la isla de
Sicilia. Esta isla fue ocupada sucesivamente por los vándalos, bizantinos, árabes, genoveses, pisanos y
normandos. Finalmente en el siglo XIII su posesión pasó a manos de los emperadores del Sacro Imperio
Romano. Sin embargo, independientemente de sus ocupantes mortales, desde la época de la Antigua Roma,
la isla se convirtió en el punto de encuentro del clan Lasombra. Muchos Guardianes reanudaron la tradición
de la piratería utilizando Sicilia como base de operaciones y la isla vio un continuo trasiego de velas negras
bajo la luz de la luna. Estos piratas atacaron con frecuencia los barcos respaldados por los Ventrue y otros
grupos rivales, y sus acciones fueron encubiertas por los Amici Noctis, que vieron en ellos una muestra de
saludable competencia.
Sin embargo, el principal punto de interés para los Lasombra era la ciudadela donde residía su
Antediluviano en los intervalos de sus viajes. La ciudadela fue defendida por Cicerón de la rapacidad de su
gobernador. Durante la Edad Media Lasombra ordenó a un ingeniero árabe que construyera un castillo sobre
su refugio. Como recompensa por sus esfuerzos el arquitecto fue asesinado y su alma aprisionada para que
nunca pudiese revelar los secretos de su construcción al enemigo.
En principio el castillo alzó su ominosa presencia en las cercanías de Siracusa sin nombre alguno,
pero pronto los campesinos locales comenzaron a hablar en temerosos susurros del Castel d´Ombro, el
Castillo de la Sombra. Posteriormente recibiría el nombre de Castillo de San Rafael. Rafael era el Arcángel
del Abismo, y varios Lasombra, especialmente los seguidores de la Herejía Cainita, utilizaron su figura para
crear un culto en torno a su Antediluviano.
A pesar de que el Antediluviano pasó gran parte de la Edad Media en el sueño del letargo, de vez en
cuando despertaba para alimentarse o para viajar por el mundo. Sus ausencias podían durar años y mientras
tanto las puertas del castillo permanecían abiertas aguardando su regreso.
Lasombra no habitaba en soledad. Generaciones de sus chiquillos convivían con su Padre Oscuro.
Incluso los más notorios viajeros acudían en ocasiones a Sicilia para presentar sus respetos e intercambiar
información con sus hermanos de clan. En ausencia de Lasombra era su chiquillo Montano quien reinaba en
su lugar, administrando una justicia recta y honorable, siendo respetado y temido por todos. Muchos
miembros de los Amici Noctis residían habitualmente en el Castillo de San Rafael, pero Montano decretó
que todos sus Tribunales y decisiones debían realizarse fuera de la isla de Sicilia.
La lucha entre las facciones cristianas y musulmanas del clan también se extendieron a Sicilia.
Cuando el emperador Federico II Hohenstaufen del Sacro Imperio Romano trasladó su residencia a la isla
durante el siglo XIII, los Lasombra fueron incapaces de actuar de forma conjunta, y finalmente fueron los
Qabilat al-Khayal los que tuvieron más éxito a la hora de influir las acciones del emperador. En parte gracias
a los esfuerzos del sabio Ngalo Umbeke, un Guardián procedente de Nubia, Federico se rodeó de consejeros
árabes, aunque ya previamente había admirado la cultura islámica. Boukephos, chiquillo de Lasombra y líder
nominal de la facción latina, se opuso a los esfuerzos de Ngalo, mientras que su hermano de sangre Montano
no estaba muy conforme el contacto entre Ngalo y el emperador y utilizó a sus agentes para neutralizarlo.
A pesar de su influencia sobre el emperador Federico II, la facción musulmana de los Lasombra
entraría en declive a mediados del siglo XIII. La caída de los últimos reinos cristianos de Ultramar en 1291
y el avance de la Reconquista de la Sombra, no hicieron sino aumentar la división dentro del clan.

BIZANCIO Y LA IGLESIA ORTODOXA
Antes de la llegada de los tres Matusalenes conocidos como el Triunvirato a Constantinopla en el
año 326, la ciudad de Bizancio estaba gobernada por los Lasombra, presentes desde el siglo II. Estos
Guardianes, dirigidos por un antiguo llamado Ectoris habían adoptado la apariencia de un culto pagano
dedicado a la diosa Afrodita. Aunque afirmaban ser el clan más antiguo de Bizancio, simplemente entraron
en la ciudad tras la desaparición de los gobernantes Capadocios en el año 196.
Ectoris y su progenie se opusieron a los tres Matusalenes cristianos que habían llegado a su ciudad:
Miguel, del clan Toreador, Antonius, del clan Ventrue, y Dracon, del clan Tzimisce, y que no estaban
dispuestos a compartir el dominio de Constantinopla. Cuando el Triunvirato comenzó a deshacerse de otros
vampiros ajenos a su sistema de familias, el Lasombra Magnus, el primogénito de Ectoris, traicionó a su sire,
y como muestra de sumisión al Triunvirato les presentó el cuerpo estacado de su sire y pidió que se le
permitiera permanecer en Constantinopla con el mismo derecho que los seguidores del Triunvirato. Como
parte del trato, los Toreador aceptaron a los Lasombra bajo su protección tras su conversión al cristianismo y
se les encomendó la tarea de convertir a los paganos del Imperio Bizantino.
Bajo el estandarte de Cristo, Magnus y sus descendientes se infiltraron en la Iglesia Ortodoxa,
abandonando el culto de Afrodita. Bajo la dirección de los Lasombra y los Toreador numerosos misioneros
fueron enviados por las fronteras del Imperio y a los reinos paganos de Europa Oriental para extender el
cristianismo ortodoxo. Gracias a la acción de evangelizadores como Cirilo y Metodio varios reinos se
convirtieron al cristianismo ortodoxo, adoptando el alfabeto y la cultura bizantinos.
Sin embargo, la influencia de los Lasombra ortodoxos nunca fue comparable a la de sus hermanos de
clan en la Iglesia Católica de Occidente, debido al sometimiento de la Iglesia Ortodoxa al emperador. La
Iglesia Ortodoxa quedó muy debilitada con la lucha contra la Herejía Cainita y la Querella Iconoclasta, que
llevó a una serie de guerras religiosas durante más de un siglo. Los Lasombra católicos utilizaron este último
conflicto para separarse de la Iglesia Ortodoxa. La separación también fue fomentada por el propio Magnus,
que trataba de defender su base de poder y no deseaba que la Iglesia Católica impusiera su hegemonía sobre
Constantinopla. Tras una serie de siglos de disputas eclesiásticas y mutuas descalificaciones la separación
fue sancionada oficialmente en el año 1054 mediante una serie de excomuniones mutuas entre el Papa de
Roma y el Patriarca de Constantinopla.
A partir del siglo XI el Imperio Bizantino entró en un período de declive y precisó del apoyo
económico de los puertos italianos para sostener su economía. Los antiguos Lasombra de Venecia, entre
ellos Narsés, aprovecharon la situación para extender su influencia a Constantinopla. Su chiquillo Alfonso
fue enviado para a la ciudad para dominar el comercio bizantino. A pesar de la oposición de los vampiros de
Constantinopla, algunos de los cuales trataron de expulsar a los latinos mediante una serie de revueltas
populares en 1185, los Lasombra venecianos y genoveses mantuvieron su presencia en la ciudad.
En 1204, con la llegada de la Cuarta Cruzada y el saqueo de Constantinopla, muchos Lasombra
ortodoxos fueron destruidos, entre ellos Magnus, que en una ironía del destino fue traicionado por su
chiquilla Sara la Casta y su cuerpo estacado fue entregado a Alfonso de Venecia. Tras la caída del sistema
familiar de la Trinidad y la huida o destrucción de gran parte de los Vástagos bizantinos, Alfonso se
convirtió en el gobernante vampírico de Constantinopla, aunque su gobierno se vio asediado por multitud de
enemigos. Tras la caída de su sire Narsés, líder de la Herejía Cainita, Alfonso cortó sus lazos con él y
reafirmó su lealtad a la corriente principal de la Herejía. Sin embargo, a pesar de buscar constantes apoyos
para mantener su gobierno y realizar numerosas concesiones, el reino latino terminó por caer en el año 1261,
y un nuevo emperador bizantino, de la dinastía de los Paleólogos, se convirtió en el nuevo gobernante.
Alfonso de Venecia fue derrocado por sus enemigos, y los Lasombra genoveses arrebataron la influencia
comercial a los venecianos en Constantinopla.

LOS REINOS DE ULTRAMAR
Desde la Primera Cruzada que conquistó la ciudad de Jerusalén en el año 1099 los Lasombra, y muy
especialmente los Guardianes de las ciudades italianas estuvieron fuertemente involucrados en el
surgimiento y consolidación de los reinos cruzados. Un antiguo Lasombra eclesiástico, el Padre Paliuro
Rustucci, se convirtió en el Príncipe de Jerusalén, instalando su refugio bajo la Iglesia del Santo Sepulcro.
Sin embargo su dominio era bastante inestable, debido a las disputas entre las distintas facciones de vampiros
cristianos, judíos y musulmanes, y la propia debilidad de los reinos cristianos, que se encontraban rodeados
por los musulmanes. Bajo el mandato de Saladino los musulmanes recuperaron Jerusalén en el año 1187,
pero Paliuro consiguió retener su influencia entre los vampiros cristianos.
Tras la Dieta de los Olivos de 1228, un pacto entre varios príncipes y gobernantes vampíricos de
Ultramar, Paliuro fue depuesto como Príncipe de Jerusalén y su posición usurpada por Lucius, un caballero
Ventrue. Paliuro se recluyó bajo la Iglesia del Santo Sepulcro y perecería durante la caída de Jerusalén a
manos de los turcos kwarizmíes en 1244. Otros Lasombra como María D´Agostino mantendrían su presencia
en Ultramar asociada a las ciudades comerciales italianas.

EL MUNDO ISLÁMICO: LOS QABILAT AL-KHAYAL
En la noche de la luna nueva, en el mes de Rajab, el Profeta vistió su túnica y salió al desierto a
contemplar las maravillas de Dios. Tiempo después regresó a la ciudad pero al llegar a su choza una
sombra se alzó ante él. Era un monstruo cuyo cuerpo se estaba reformando a partir de la oscuridad de la
ciudad. El Profeta, al verlo, gritó el nombre de Alá el Compasivo. Zayd, su sirviente, acudió raudo y veloz a
la voz de su amo, salió de la cabaña y golpeó a la criatura con su espada. La hoja mordió el costado del
monstruo, pero él apartó la espada como los hombres apartan las moscas y quebró el acero en siete partes.
Entonces la criatura se encaró con el Profeta y soltó una carcajada. “He escuchado al pueblo pronunciar tu
nombre”, dijo, “y me complace convertirte en mi esclavo, porque a través de ti las gentes me adorarán a mí,
y sacrificarán la sangre de sus hijos e hijas para alimentarme para toda la eternidad.”
El noble Zayd gritó de desesperación, pero el Profeta no tenía miedo y dijo: “Aunque tengas la
fuerza de diez hombres y tus huesos sean tan duros como las montañas, no hay más dios que Alá, y tú existes
sólo porque Él así lo desea. Los días de este mundo están contados, y al final de los tiempos serás juzgado
como todos, hombres y djinni por igual. El fuego del Infierno aguarda a los que no imploren a Alá y se
arrepientan.”
Al escuchar esto la criatura rió y agarró la garganta del Profeta. Sus mandíbulas se abrieron como
las de un lobo y se cerraron en torno al cuello de Mahoma, pero él gritó el nombre de Dios y el monstruo
cayó al suelo, gritando de dolor. La piel del Profeta brillaba como el hierro candente de la forja. La fuerza
de su fe era como un verdadero vendaval que hizo arrodillarse a la criatura, y ésta se percató de que por
poderosa que fuera su fuerza era sólo terrenal, y que la tierra estaba condenada a acabarse. “En verdad no
soy un dios”, declaró; “no hay más Dios que Alá, ¡y Mahoma es su Profeta!”.
Al escuchar esto el Profeta dio una palmada y tomó a la criatura por los hombros para ponerla en
pie. Entonces entraron en la cabaña del Profeta como hermanos, y rezaron juntos hasta el alba.
Los vampiros eran muy poco comunes en Arabia, considerada por los descendientes de Caín como
un páramo desierto, alejado de cualquier lugar de riqueza e influencia. Además la ciudad de La Meca era un
lugar de santidad incluso en tiempos paganos y ningún vampiro podía poner el pie en ella bajo el riesgo de
sufrir la Muerte Definitiva. Durante los primeros 13 años de sus revelaciones el Profeta Mahoma pasó
inadvertido para los Vástagos, pero finalmente, un vampiro llamado Suleimán ibn Abdullah, un proscrito de
los Qabilat al-Khayal (el Clan de las Sombras), que buscaba una forma de recuperar su poder, supo de la
existencia del hombre conocido como el Mesías de Yathrib y viajó desde Palestina para comprobar si
Mahoma y sus seguidores podían serle de utilidad. En toda la región de Oriente había incontables profetas y
“mesías” que eran utilizados en las intrigas inmortales de Bizancio, Alejandría y Ctesifonte.
Pero el encuentro de Suleimán con Mahoma no resultó como el vampiro había previsto.
Impresionado por las palabras del Profeta y su palpable aura de fe, Suleimán vio en Mahoma al mensajero de
la senda de la redención y la salvación en la que había dejado de creer años atrás. El vampiro se rindió a la
voluntad de Alá y se convirtió en el primer discípulo vampírico del Profeta. Convocó a sus chiquillos y
ghouls y los liberó de sus vínculos de sangre. Compartió las enseñanzas del Islam con ellos, pero la mayoría
no escucharon sus palabras y los dejó partir en paz. Otros creyeron el mensaje de Mahoma y Suleimán les
confirió la misión de extender sus palabras, primero entre las tribus mortales y después entre los vampiros.
A medida que la fama de Mahoma se extendía, otros vampiros acudían para ver al nuevo Profeta, y
se encontraban con el vigilante Suleimán esperando en las sombras, instándoles a aceptar la palabra del
Profeta y aceptar a Alá. La mayoría eran demasiado viejos como para que cualquier dios pudiera adueñarse
de sus almas, pero otros, principalmente los más jóvenes, creyeron y juraron fidelidad al Dios Único. Muy
pronto la ciudad de Medina adquirió una desproporcionada población vampírica que aceptaba a Suleimán
como su portavoz y líder oficial.
El mensaje de Mahoma no sólo fue extendido mediante las palabras de los hombres, sino también
con la fuerza de las armas. En el año 626 los seguidores de Mahoma en Medina se enfrentaron a un ejército
enviado desde la ciudad de La Meca, y aunque los vampiros aplastaron los intentos de la tribu de los Bani
Qariza por sembrar la intranquilidad, consideraron que si empleaban públicamente sus poderes para ayudar a
Mahoma en su conquista debilitarían la autoridad del Profeta y pondrían en peligro el futuro del Islam.
Partiendo de esta base, la idea de no interferir en los asuntos de los mortales se convirtió en una ley tácita
para los vampiros musulmanes.
Durante los años siguientes las conquistas de Mahoma llevaron a su ejército a los límites del Yemen,
en el sur de Arabia, y a Jordania, en el norte. Finalmente los musulmanes consiguieron conquistar La Meca
en el año 630. Mahoma entró en la ciudad como un peregrino y ordenó la destrucción de todos los ídolos
paganos. Suleimán y los vampiros musulmanes descubrieron que no podían entrar en la ciudad debido a la
fuerza de la fe que la rodeaba.
A la muerte de Mahoma en el año 631 los vampiros de Medina se reunieron y debatieron durante
largo tiempo. Khalid ibn Sahl, un joven Mushakis (Brujah) señaló que todos los seguidores mortales de
Mahoma terminarían por morir con el tiempo hasta que ya no quedasen testigos que hubiesen escuchado sus
sermones en la mezquita. Khalid propuso que el líder espiritual del Islam fuese un Cainita, para conservar las
enseñanzas del Profeta hasta el fin de los tiempos, pero Suleimán no estaba de acuerdo: los mortales habían
elegido a Abu Bakhr, el tío del Profeta y claramente ésa era la voluntad de Alá. Durante esta época se
sentaron las bases de la secta de los Ashirra, los vampiros musulmanes.
Los califas sucesores de Mahoma extendieron las fronteras del Islam a través de sus conquistas, y en
Siria y Palestina los vampiros musulmanes se encontraron con otros Vástagos que desconocían las palabras
del Profeta. Muchos radicales, dirigidos por Khalid ibn Sahl les dieron la misma elección que a los
gobernantes mortales: aceptar el nuevo orden o enfrentarse a la destrucción. Instaban a los vampiros a
aceptar el Islam y jurar fidelidad al califa, pero los que no se sometían a estas condiciones eran libres de
marcharse. En Alepo el príncipe vampírico Mamet y sus seguidores se enfrentaron a los musulmanes y
fueron destruidos.
Durante el reinado del califa Otmán ibn Affan, miembro de la familia de los Omeyas, la corrupción y
el desorden se extendieron, y el califa incluso ordenó escribir una nueva versión del Corán, el Libro Sagrado
de los musulmanes, donde se eliminó la oferta de redención a los Cainitas pronunciada por Mahoma, y
después mandó que se destruyesen las demás copias del texto sagrado. Los abusos de Otmán llevaron a
Suleimán y los vampiros musulmanes a apoyar a los partidarios de Alí, el yerno de Mahoma. Cuando Otmán
fue asesinado, Suleimán y los Vástagos no hicieron nada por impedirlo.
La muerte de Otmán provocó una guerra entre los partidarios de Alí y los de Muawiya, líder de la
familia Omeya, y los Ashirra también dividieron sus apoyos. Finalmente Alí fue asesinado en el año 661 y
los Omeyas se hicieron con el califato. El Islam se dividió entre los chiíes (los antiguos partidarios de Alí) y
los sunníes, que prosperaron en el nuevo orden. Suleimán instó a los Ashirra a permanecer apartados de las
luchas sucesorias, frente a Khalid, partidario de los chiíes y deseoso de venganza por la muerte de Alí.
Khalid pactó con los Assamitas y esperó el momento de derrocar a los Omeyas, que fueron derrocados y
asesinados en el año 750 por sus enemigos los Abbasíes. Sólo escapó Abderramán, que se convertiría en
emir de Al-Ándalus. Aunque Suleimán no llegó a admitirlo parece que él y los Qabilat Al-Khayal
contribuyeron a la huida del último Omeya, quizá como intento de expiar los crímenes cometidos por los
radicales Ashirra.
Tras el ascenso de los Abbasíes al califato, el Islam atravesó un período de prosperidad y estabilidad,
al menos en apariencia, pero la guerra se desató entre los Ashirra. Suleimán y los Ashirra moderados se
enfrentaron a Khalid y a los radicales, y mientras tanto muchos Vástagos que habían Abrazado el Islam
nominalmente alcanzaban posiciones de poder dentro de la secta. La cruenta guerra se centró sobre todo en
Bagdad, pero las dos facciones vampíricas extendieron la lucha por todo el califato. Desde el 783 el califato
entró en un lento declive, a medida que las luchas internas y las divisiones entre los creyentes se extendían.
La situación alcanzó un punto insostenible cuando en el año 930 la secta de los qármatas saqueó la ciudad
santa de La Meca, robando la piedra de la Kaa´ba y los seguidores de Mahoma se sintieron desamparados.
Esta atrocidad abrió los ojos a los Ashirra, pero Suleimán y Khalid apenas podían contener su rivalidad
mutua. Finalmente un Mutasharid (Nosferatu) de Al-Ándalus llamado Tariq actuó de intermediario entre
ellos y tras una peregrinación simbólica a La Meca pidió el regreso a la unidad de los Ashirra. Khalid y
Suleimán colaboraron para persuadir a los qármatas de que devolvieran la piedra de la Kaa´ba y el aura de
santidad regresó a La Meca en el 950.
En conjunto los Qabilat Al-Khayal se extendieron por todo el mundo islámico, pero eran
especialmente numerosos en Al-Ándalus, el Norte de África, Arabia y Siria. Algunos antiguos habían
introducido anteriormente su influencia en las religiones zoroástrica y cristiana, como el poderoso Zaratustra
de Antioquía, y encontraron en el Islam una prueba más desafiante a sus habilidades, debido a la carencia de una estructura religiosa estable. Varios Qabilat Al-Khayal alcanzaron posiciones de poder dentro de su clan y
una importante minoría de los Amici Noctis (conocidos como Asdiqa´al-Lail en tierras islámicas) eran
musulmanes, aunque con el tiempo su presencia e influencia fueron menguando.

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