LA ANTÁRTIDA: NUESTRA HIPERBÓREA
RETÓRICOS Y CONVENCIDOS. EL
MITO
En los tiempos que corren no
sirven ya las palabras, los razonamientos y los argumentos. En esta situación
nos encontramos no sólo los argentinos, sino también los hispanoamericanos en
general. El filósofo Carlos Michelstaedter decía que hay dos clases de
hombres: los retóricos y los convencidos. Hoy sobreabundan los retóricos y
ejemplo de ello son los políticos. Su vida se limita a vomitar cataratas de
palabras, discursos, argumentaciones cuyo fin es engañar y distraer imitando a
los teros: dan el grito en un lado para poner los huevos en otro. O, como se
dice en el Martín Fierro: son como los caranchos: "sobre el
cuero y a los gritos". Algún pensador expresó que la palabra se inventó
para engañar. A éstos no nos dirigimos, pues sería arar en el mar. Queda la
otra clase de hombres, la minoría de los convencidos, que intuyen y presienten
lo que está más allá de la retórica estéril y vacua. Los que comprenden lo
que no se enseña en ninguna universidad ni en Internet. A esta minoría le
proponemos un mito.
EL MITO Y EL SÍMBOLO DE HIPERBÓREA
Según la tradición, en una época
anterior a la historia, durante la edad de oro, habría existido en el extremo
norte de la tierra una isla o tierra mosteriosa, morada de seres poseedores de
una trascendente espiritualidad más que humana. Se la conoce como Hiperbórea y
con diversos nombres simbólicos está presente en casi todas las grandes
tradiciones, herederas parciales de una Tradición primordial de la humanidad.
La progresiva caída y derrumbe de esa espiritualidad original fue dando paso a
ciclos posteriores a la edad de oro: la edad de Plata, la edad de Bronce, una
era conocida como la de los Héroes y, finalmente, la edad del Hierro, que es
aquella en la que nos encontramos, en la cual los vínculos con lo trascendente,
lo espiritual y lo sagrado están totalmente disueltos y la humanidad sumida en
el más crudo materialismo. Lo que tuvo su origen en Hiperbórea se encuentra en
su fase final, pero no terminará hasta que una minoría viril y guerrera no le
dé fin y restablezca el puente entre el cielo y la tierra.
EL MITO DEL ORIGEN AUSTRAL
Julius Evola en una nota de su
obra Rebelión contra el mundo moderno (pg. 242, Ed. Heracles, Bs. As.)
cita un ensayo de R. Quinton, titulado Los dos polos, hogares de origen,
al que califica de notable. En ese ensayo se parte de la "hipótesis de un
origen no boreal, sino austral". Según Evola tal hipótesis se refería a
las tradiciones relativas a Lemuria, que se vincularían a un ciclo tan remoto
que no puede ser incluido en su obra citada. Es decir que no podemos descartar
uno o varios ciclos anteriores a la edad de oro de Hiperbórea. Ocurre también
que los que vivimos en el hemisferio austral hemos estado siempre supeditados a
todo lo que procede del hemisferio norte. Tradiciones, religión, historia,
idiomas, costumbres, concepción del mundo, todo ello viene del norte y se ha
internalizado en nosotros como una segunda naturaleza sin darnos cuenta de tal
subordinación. Se ha repetido constantemente que el norte está
"arriba" y el sur "abajo". Que el norte es el principio
geográfico y el sur el fin de la tierra. Una novela de Julio Verne se titula El
faro del fin del mudo, refiriéndose al instalado en la Isla de los Estados;
a Tierra del Fuego se la ha calificado como "el último confín de la
Tierra" y así podríamos dar varios otros ejemplos. Todo ello nos pone en
una situación de total subordinación psicológica que nos lleva a esperar
siempre lo que viene de "arriba", es decir, de la supuesta cabeza que
dirige los destinos de la humanidad.
Ahora bien, cabe preguntarse si
todavía podemos seguir esperando algo superior y espiritual de la civilización
que tiene su epicentro en el norte y que hoy se encuentra transitando su etapa
final de modernidad. A esta altura de los tiempos la respuesta negativa se
impone. La civilización moderna liderada por Occidente ya ha contaminado a todo
el mundo siendo cada vez menores las reacciones. La globalización, bajo un
signo de crudo imperio de lo material y lo económico, lo arrasa todo. Los
bastiones tradicionales han caído. Frente a este panorama nos preguntamos si la
edad de oro o la edad de plata o la era de los héroes no puede restaurarse en
el sur de la tierra. Aquí tendría nacimiento el mito que titula esta nota.
INVIRTIENDO EL MAPA
Creemos que en el espacio no
existe el "arriba" o el "abajo". Se trata de denominaciones
convencionales. Las fotos satelitales nos muestran a la tierra en cualquier
posición. Que los mapas ubiquen al norte arriba es pues una pura convención
establecida por el "norte" como una manifestación de su supremacía.
En los tiempos de la cristiandad medieval, los mapas se dibujaban con Jerusalén
"arriba", lo cual simbolizaba la primacía de la religión y de lo
espiritual.
Tomemos un mapa que represente a
Sudamérica y a la Antártida conjuntamente y démosle vuelta. Lo que está
arriba abajo y viceversa, e inmediatamente tendremos una nueva visión, una
diferente perspectiva. Ahora está el sur arriba y el norte abajo. En un globo
terráqueo casi desaparecen las masas continentales del hemisferio boreal.
Ahora veremos una sucesión de
triángulos con vértice hacia el sur. Primero, los triángulos antárticos de
Argentina y Chile, luego el triángulo de la Patagonia, después, comprendiendo
a éste, el triángulo de la Argentina, finalmente y a escala continental, el
triángulo del continente sudamericano. Esto desde ya es sugestivo; el triángulo
con el vértice hacia arriba es un simbolismo de las doctrinas herméticas y
esotéricas que representa el ascenso, lo superior, el fuego, lo viril. Todo lo
contrario del triángulo con el vértice hacia abajo que simboliza lo
descendente y femíneo.
El triángulo antártico y el
espacio ocupado por los pueblos sudamericanos aparecen así como lo que se
dirige hacia arriba abandonando la decadencia del norte.
LA ANTÁRTIDA
La Antártida, ese vasto
continente cubierto de hielo, nieve y cordilleras inmaculadas, puede ser también
asociado a la mitología universal común a muchas tradiciones, que ubicó a las
cumbres nevadas como morada de los dioses, como por ejemplo el monte Meru entre
los hindúes y el Olimpo entre los griegos.
Sobre la Antártida ha flotado
siempre una atmósfera de misterio que ha sido recogida en una literatura.
Tenemos por ejemplo el relato de Lovecraft, Las montañas de la alucinación,
la novela de Bajarvel, La noche de los tiempos, el cuento de John M.
Leahy, En la tienda de Amundsen. Hay también un cuento del argentino
Liborio Justo (conocido por su seudónimo Lobodón Garra) y un par de relatos de
Edgar Allan Poe. Recordemos también una historieta de Oesterheld, inconclusa,
titulada "La guerra de los antartes". Tampoco es ajeno a este
tema algún relato del Almirante Byrd en sus vuelo sobre la Antártida en la década
de 1930.
Se dirá que todo esto es
literatura de ficción, pero también es cierto que así se desarrollan los
mitos. Muchas veces los hombres son vehículos inconcientes a través de la
literatura, de verdades que no se pueden expresar de otra manera, En alguna de
estas obras –en el caso de Lovecraft y Bajarvel– se supone a la Antártida
como sede original de antiquísimas civilizaciones y habitada por razas
superiores. Esto no deja de provocarnos una asociación de ideas con la cita que
hemos hecho más arriba de la referencia de Julius Evola al ensayo de R.
Quinton.
LAS MALVINAS
Nuestros archipiélagos australes
también se asocian a este mito, fundamentalmente luego de la guerra de
Malvinas.
Esa guerra no se disputó por los
recursos económicos, ni por necesidad de espacio vital, ni por razones étnicas
o raciales. Más allá de las motivaciones políticas de sus protagonistas, allí
inconcientemente se enfrentaron dos concepciones del mundo. Por un lado la del
Occidente decadente, materialista, imperialista en el peor sentido de la
palabra, burgués y mercantilista. Por otro lado la de un pueblo en busca de un
destino, apoyado por el conjunto de las naciones hispanoamericanas, salvo las
dos excepciones conocidas de Chile y de Colombia. Los argentinos presentimos en
ese momento, aunque fuera en forma confusa, que la cuestión Malvinas era muy
importante y que valía la pena la guerra. La ola de simpatías a favor de la
Argentina en el resto de Hispanoamérica fue evidente.
Esa guerra inconclusa marcó a
nivel mundial dos tendencias claras: una la de los países del norte que
marchaban en forma acelerada hacia la globalización que hoy nos agobia, la otra
la de los países hispanoamericanos que vieron en el sur una posibilidad común.
Por esa época una pequeña
agrupación política, el Partido de la Independencia, usó dos consignas que
son de plena actualidad: "ni occidentales ni orientales: australes" y,
"nuestro norte es el sur".
Malvinas es pues un aporte
decisivo al mito austral, es un símbolo clarísimo de la tendencia aun confusa
y distorsionada de generar una nueva perspectiva para la humanidad, esta vez
desde el sur.
RECAPITULANDO
Alguna vez se dijo que los poetas
inspiran a los pueblos, cosa cierta si recordamos el caso de Homero. Los mitos
también sirven de fuente de inspiración y de guía, fundamentalmente si son
esgrimidos por élites decididas, viriles y guerreras que los infundan en el
corazón de los hombres y den un sentido a su vida a través de una concepción
del mundo trascendente y espiritual.
El mito antártico y austral
sirven pues para eso, porque como todo los grandes mitos nos revela una verdad
para ser comprendida, no enseñada. Y esto no solamente vale para los
argentinos, sino también para todos los hispanoamericanos.
El ciclo iniciado en Hiperbórea
asiste ya a sus últimos tiempos, Sus posibilidades hace tiempo que están
agotadas y, si perdura aun, es porque no está formada todavía la orden que le
dará fin, La civilización moderna es un cadáver del cual ya ha desaparecido
el "rigor mortis" y en ella avanza en consecuencia la putrefacción.
No en balde, tal como se ha tratado en diversos artículos de El Fortín, se
va afianzando el Quinto Estado, el de los parias.
TRES MITOS
Otro misterio que no deja de
tener relación con el mito antártico y austral es el del Grial.
También El Fortín ha
publicado notas sobre este tema (Nº 9); de resultas de las investigaciones
efectuadas, el Grial habría sido traído a la Patagonia por los Templarios en
tiempos precolombinos (ver en ese número las notas del Ing. Fernando M.
Fluguerto Martí).
También se asocia a estos temas
la simbología de nuestra bandera nacional, tema tratado por el Lic. Marcos Ghio
también en El Fortín Nº 14.
Los mitos y símbolos relativos
al Grial, a nuestros símbolos patrios y al tema antártico-austral, constituyen
pues la base para la formación de una élite que, rechazando el mundo moderno,
sin dejar de estar en él, y lejos de toda actitud contemplativa comienza a
sentar las bases para una regeneración de la humanidad.
Julián Ramírez
Fuente: El
Fortín
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